Aves: Migrantes Indocumentados
Cuando me propusieron escribir un texto sobre la migración de aves, me brillaron los “ojitos”, acepté sin vacilar. Rápidamente empecé a pensar en qué especies podía enfocarme, las más llamativas, las de migraciones más largas o incluso las más potentes como signo o ícono de una fauna amenazada a nivel global.
Luego, empecé a ver el contexto en el que se enmarcaba el artículo. Este escenario político, social y cultural. Un torbellino de opiniones diversas, en la tele, en el congreso, en la micro o en la “once” con mi abuelita. Visualicé este escenario, inmenso y complejo, como un océano que cruzar, riesgoso, pero a la vez lleno de posibilidades, en las que hay que adentrarse en lo desconocido, sin idea de los peligros que acechan, sólo con una esperanza en el corazón, aquella de una vida mejor, o quizás, de la única oportunidad de sobrevivir.
Todo esto me da vueltas mientras intento escribir sobre migración de aves. Agregándole el problema/oportunidad de ser un texto muy abierto, tan abierto que sólo basta con que me refiera en algún momento a los pájaros para que la misión esté cumplida. Me lleno de dudas. ¿Qué aves considero? o ¿de qué sirve hablar de aves en este contexto? ¿A alguien le importará los aspectos biológicos de las aves migrantes? ¿Podré hacer una analogía con las migraciones humanas? En resumidas cuentas, al igual que en una migración, todo se reduce al sentido.
Trataré de avanzar de la misma forma que las aves que atraviesan grandes distancias, es decir, aprovechando las corrientes, atento al rumbo a seguir y deteniéndome sólo en los lugares en los que sea necesario, aquellos en donde abundan los nutrientes y se puede descansar con tranquilidad.
En nuestro territorio existe una gran variedad de aves que migran, algunas migran miles de kilómetros, cruzando el continente americano en su totalidad, y otras que se van moviendo de a “poquito”, a donde “caliente el sol”, por así decirlo.
Para este artículo consideré tres especies que son visitantes asiduas de nuestras costas, y que realizan viajes increíblemente largos, en un despliegue de convicción y valentía que no suele verse a menudo. Estas especies son, el zarapito, numenius phaepus hudsonicus, el playero blanco, calidris alba y la fardela blanca, puffinos creatopus, la cual es endémica de algunas islas y archipiélagos chilenos, pero que aun así se pueden observar en diversas costas del pacífico sudamericano.
Al seguir avanzando con el texto, con mis “pajaritos” ya escogidos, vuelvo a cuestionarme sobre qué o cuál característica biológica o comportamiento debo incluir para cada especie. Principalmente, porque no quiero aburrir al lector con largas y tediosas descripciones, ni menos aún desviar la conversación de aristas más fructíferas de tan relevante tema y del debate que puede producir. Aún con estas consideraciones, pienso que es relevante tratar, al menos superficialmente, algunas características y comportamientos propios de cada especie, dependiendo de lo interesante o necesarias que se hagan para tener una imagen, medianamente completa, del proceso migratorio.
Para este artículo, podemos separar las aves en dos grandes grupos, según el hemisferio en donde se reproducen. Por una parte los nidificadores boreales, y por otra, los australes, que en nuestro caso se reduce sólo a la Fardela Blanca.
Así como las aves se detienen a comer en ciertos lugares, nosotros también haremos una parada estratégica, con el propósito de “nutrir” el conocimiento que tenemos de nuestros amigos plumíferos.
Comencemos con el zarapito, también llamado perdiz de mar, por la coloración parda moteada de su plumaje. Una adaptación interesante de esta ave es su pico, largo, delgado y curvado hacia abajo, especial para capturar su alimento, principalmente pulgas de mar, pequeños crustáceos, lombrices y gusanos. Al llegar a nuestro país aprovecha el aumento en las poblaciones de estas especies, que debido a los aumentos de las temperaturas se reproducen en grandes cantidades, ayudando a mantener el equilibrio ambiental. Se le suele encontrar en la costa, a veces en estuarios, y también en humedales costeros desde Arica a Chiloé. “Se reproduce y nidifica durante el verano en la tundra ártica, en el norte de Alaska, pero también en el oeste de Hudson Bay y de Yukon”[1]. Lo que le implica recorrer algo así como 14000 km al año.
El otro reproductor boreal es el playero Blanco, la cual es un ave pequeña, de aproximadamente 20 cm de largo y pesa entre 30 y 100 gr. “Casi siempre se le puede observar en playas de arena”[2], escapando de la ola que viene y persiguiendo la que se va, esto debido a sus hábitos alimenticios, enfocado en “pequeños moluscos, crustáceos, gusanos poliquetos, insectos, ya sea en su forma adulta, larval o crisálida”[3], es decir, orientado a lo que “bota la ola”.
Por otra parte, la fardela Blanca, también llamada Fardela de la Noche, nombrada así ya que sólo entran o salen de sus nidos de noche, como forma de despistar a posibles depredadores. Su distribución en Chile es entre Arica y Chiloé, pero se reproduce y nidifica sólo en el archipiélago de Juan Fernández y en Isla Mocha, siendo endémica de esas zonas. Su alimentación es “a base de la anchoveta, engraulis ringens, aunque consume otros peces, calamares y también una pequeña cantidad de crustáceos”[4]
Escogí estas especies por diversas razones, las reproductoras boreales debido a que son especies que abundan en nuestras playas y toda la costa del país, por lo que más de alguno las habrá visto, quizás el más reconocible es el playero blanco, por su graciosa forma de alimentarse, asemejando los juegos de niños pequeños, que escapan de las olas que llegan y persiguen a las que se van. Otra razón importante es el rol que ocupan en la mantención del equilibrio biológico y ambiental de los ecosistemas, que durante las épocas estivales tienen aumentos explosivos de ciertas especies, las que son controladas, en parte, por las aves migratorias.
El caso de la Fardela Blanca es diferente, considero que esta especie es un ícono, representa una forma de existir, de ser, de vivir en el mundo. El hecho de que sólo se reproduzca en unas cuantas islas, las que se encuentran exclusivamente en nuestro territorio, la convierte en un símbolo del conflicto hombre/naturaleza (e incluso más específico, algo así como el conflicto chile (no)/naturaleza) y del poder de influencia que ejercemos en el ambiente, ya sea para bien o para mal.
La fragilidad de la especie es tal, que aunque su estado es conservación es Vulnerable, existen propuestas para cambiarlo a En Peligro (IUCN 2013). Una de las islas en las que se reproduce la Fardela Blanca es la Isla Mocha, sagrada desde la cosmovisión Mapuche, lugar donde se reúnen las almas de los muertos antes de emprender el viaje final a la tierra de occidente, la migración “final”, por decirlo de otra forma.
Volviendo a nuestro “vuelo”, o a nuestro tema si prefieren, llegamos al momento en el que hay que decidir el camino a seguir. ¿Cómo se toman esas decisiones? ¿Cómo nos ubicamos de noche? Y si nos separamos ¿dónde nos encontramos? Para cambiar de hemisferio las aves tienen caminos pre-establecidos, llamadas rutas migratorias, las cuales son básicamente, senderos aéreos, en donde suelen encontrar buenas corrientes de aire para avanzar más rápido y ahorrar energías, así como también lugares de descanso y alimentación.
Las rutas migratorias usadas por las aves para llegar al territorio chileno son tres, la Ruta del Atlántico o del Este, Ruta central o Intermedia (incluyendo Ruta Mississippi) y Ruta del Pacifico o Ruta Oeste. Las aves que migran hacia o desde Alaska y el área oeste de Norteamérica, en el hemisferio norte, suelen hacerlo por las Ruta del Pacifico, aunque hay casos de aves migradoras por la Ruta Central o de una mezcla entre ambas.
Las rutas son muy concurridas por las aves, les otorga seguridad, ya que el viaje suele ser difícil, con muchos peligros, que pueden incluir desde tormentas y otros fenómenos climáticos, hasta la escases de alimento en la ruta, y por supuesto, como suele ocurrir, encuentros desafortunados con el hombre, ya sea que haya acabado con los recursos alimenticios, influido en la pérdida de hábitats naturales y de las zonas de descanso de las aves, así como también la caza.
Las formas de orientarse de las aves aún no se encuentran muy estudiadas, pero los científicos creen que algunas de ellas son: demarcaciones geográficas, como pueden cadenas montañosas, cuencas de ríos, la costa, además de formas complejas como las estrellas en el cielo y el magnetismo terrestre. La forma de estudiar las migraciones de aves ha avanzado en conjunto con la tecnología, desde formas más básicas, con la captura y anillamiento de especímenes hasta el seguimiento por GPS de los mismos. Esto ha aumentado el conocimiento que se tiene sobre las especies migrantes, sobre las velocidades de desplazamiento, sobre los lugares de descanso y los tiempos en que permanecen en ellos.
Debido a que las tres especies que escogí están ligadas al océano, todas ocupan la Ruta del Pacífico para su migración, bordeando la costa oeste del continente americano.
Es interesante agregar el hecho de que no todos los individuos de las poblaciones de aves migran, algunos se quedan inviernos alternando de hemisferio, sin que queden claras las razones de dicho comportamiento. Lo que es más curioso, es que los individuos que migran presentan diferencias físicas con los que no lo hacen, algunas de ellas son en el plumaje, como el aumento del largo que alcanzan las plumas primarias, secundarias y terciarias de las alas.
Se calcula que las aves llevan migrando miles de millones de años, por lo que este comportamiento no es nada nuevo. Además, no son los únicos animales que migran. Mamíferos y peces también realizan grandes desplazamientos masivos, a veces de carácter cíclico y otras veces simplemente por necesidades ambientales. Podría decirse que la migración es un “derecho” natural, una oportunidad, o una realidad, permanente.
Espero que con lo expuesto tengamos una idea, al menos básica, de cómo las aves realizan su proceso migratorio, si fuésemos aves ya habríamos llegado a nuestro destino, avanzando raudamente, estaríamos cansados, pero aún con tarea pendiente. Ya que las aves son animales muy territoriales, todavía habría que “ganarse” un espacio en las tierras que recién arribamos. No es fácil, y a las aves que viven aquí quizás les tome un tiempo adaptarse a nuestra presencia. Pero como mencionamos antes, el verano ha generado un aumento explosivo de recursos, “alcanza para todos”, Considero un éxito este “viaje”, o si prefiere texto, entender la idea de que si nuestros “pajaritos” no viniesen, todo el ecosistema correría grave riesgo de colapsar.
Ahora el debate se abre, quizás podemos cambiar el sujeto, un enroque entre ave y hombre, y ver qué pasa. La migración siempre ha existido. Si miramos atrás en nuestra historia podemos encontrar una amplia gama de ejemplos de los más diversos tipos. Los Estados Unidos son un caso insigne, construido a base de inmigrantes europeos. También podemos verlo en la historia de Chile, el caso de los conquistadores españoles es sólo uno de ellos. Hace alrededor de 8.000 años los mapuches también llegaron a este territorio. No olvidemos que el sitio arqueológico de Monte Verde cerca de Puerto Montt, datado con más 10.000 años de antigüedad, generó gran controversia sobre la teoría del poblamiento americano. Todos llegaron en algún momento, la historia del planeta es así.
Ahora el tema está en la palestra, miles de migrantes llegan al país buscando una mejor vida, así como miles de aves cruzan medio mundo para encontrar un lugar donde alimentarse y pasar el frío del invierno, algunas de ellas regresan cuando las condiciones mejoran, otras deciden quedarse.
Entender el proceso migratorio en aves es complejo, tiene muchas aristas, muchas “idas y vueltas”, pero lo realmente difícil es entender las migraciones humanas, las razones que provocan que personas abandonen sus hogares en busca de otros a través de rumbos desconocidos. Pero esto no termina ahí, no es sólo lo que provoca que alguien se vaya de su territorio, sino también lo que produce en la persona que lo recibe, o que se niega a recibirlo. Ahí está la verdadera complejidad del tema, ese es el debate instalado en las sociedades que sirven como receptores de migrantes, ya sea chilena, norteamericana, europea u otra.
Pero así como no podemos obligar a un ave a no migrar, a menos que la enjaulemos, me parece ingenuo intentar obstruir los procesos migratorios humanos, no sólo porque es una de las formas en que hemos llegado a ocupar casi todos los rincones del planeta, o porque los intentos de impedirla han sido infructuosos, sino más bien debido a que es de vidas humanas de lo que estamos hablando, cada una lidiando con un pasado duro y en busca de un futuro mejor.
Zarapitos, humedal ritoque, Lee Busel.
Playero Blanco, Álvaro Jaramillo
Fardela Blanca, C. Wood («Informe Tierra»)
[1] http://www.avesdechile.cl/052.htm
[2] Jaramillo, Álvaro; “Aves de Chile”; Descubrir la Naturaleza; Lynx; Barcelona; 2009; pág. 112
[3] http://www.avesdechile.cl/132.htm
[4] http://www.avesdechile.cl/432.htm
Foto Ilustración: L Felipe Alarcón