Collage digital

27 de junio 2024

Cascos, garrotes y bombas molotov: el 68 japonés

por Julio Cortés Morales

Presentación a la cuarta edición de Barricadas A Go-Go. Apuntes sobre la escena musical japonesa de 1968 a 1977, de Julio Cortés . 2&3 Dorm (Ciudad de Mexico), Banzai (Santiago), Archivo Situacionista Hispano (Barcelona)

A casi un septenio de haber redactado la primera versión de este escrito, ha corrido tanta agua bajo el puente en Chile y en el mundo como para que resulte necesaria una nueva presentación.

Rebeliones en Francia, Irak, Colombia, Ecuador, Hong Kong, Estados Unidos, Kazajistán, Líbano, Argelia, Puerto Rico, Irán, Catalunya, Cuba, Nicaragua, Perú y Chile, la pandemia de COVID-19, guerras como la de Rusia y Ucrania, proliferación de variadas nuevas formas de fascismo y una verdadera contrarrevolución global a partir del 2020 con el pretexto del combate al «virus chino». 

Nada de eso era muy previsible para mí en el 2016, cuando un viejo amigo trasandino me pidió escribir una especie de «reporte de escena» sobre la música japonesa para su fanzine. Muy por el contrario, las imágenes de barricadas humeantes y revueltas multitudinarias parecían haber quedado congeladas en un tiempo en que la agitación sociopolítica tenía su reflejo o incluso premonición en las revoluciones culturales que estallaban en la música, el cine y otras expresiones llamadas «artísticas», y que en mi mapa mental alcanzaban sus principales hitos entre 1968 y 1977: la era que me vio nacer y crecer, con 1973 entremedio, y que a veces he denominado como los tiempos pre-posmodernos en los que fui primeramente socializado. Tiempos de socialismo y golpes de Estado, de Guerra Fría y TV en blanco y negro, de teléfonos fijos y voluminosas guías con sus aún más voluminosas «páginas amarillas» que incluían mapas impresos de unas ciudades aún no reestructuradas a imagen y semejanza del capitalismo neoliberal.

Antes de la revuelta chilena de 2019, las barricadas a go-go operaban en mi mente y lengua como una epifanía, como un deseo revolucionario que se negaba a morir, aunque muchas veces llegara a pensar que tal vez su único valor era a modo de recordatorio de otros tiempos que la posmodernidad ya había sepultado. Tal como expliqué al presentar el libro 1-2-3-4 en la Feria del Libro Punk de Buenos Aires de 2017, si una barricada es un «obstáculo levantado en la calle con objetos diversos para impedir el paso o parapetarse tras él, especialmente en revueltas populares» (diccionario de la RAE), la expresión «a go-go» parece que proviene de «go! go!», una expresión tan típica del hardcore punk y sus derivados, que en español sería algo así como «¡dale!» o «ándale», o como diría el famoso ratón mexicano Speedy González «¡ándale! ¡ándale! ¡arriba! ¡arriba!».

Además, esa expresión, aplicable también a las go-go dancers, se relaciona con à gogó que en francés sería una forma de decir «en abundancia». O sea, aunque no lo tenía claro de manera consciente en ese momento, al titular el breve reporte con el mismo nombre que se le dio al festival universitario del 12 de abril de 1969 (un hito dentro del largo «68 japonés») en que hizo una legendaria presentación la banda Les Rallizes Dénudés, lo que estaba proclamando de manera más bien inconsciente era «ándale arriba con las barricadas en abundancia», o algo así. Y créanme que cuando a contar del viernes 18 de octubre de 2019 las barricadas se tomaron las calles de todas las ciudades primero en Santiago y luego en todo Chile, al ver el deseo realizado, me di cuenta de inmediato que el título escogido tres años antes era una especie de visión, una auténtica epifanía.

En varias ciudades del mundo, en ese ya lejano 2019, las barricadas cerraban la calle y a veces parecían abrir otros caminos, como aprendí en la primera barricada en que participé junto a un puñado de jóvenes socialistas encabezados por Marcelo Barrios en 1985 en una humilde esquina en la periferia de Punta Arenas. Aún recuerdo el sonido del impacto de los cócteles molotov prendiendo la barricada e iluminando la noche oscura y fría en una de las ciudades más australes del mundo.

Enzo Traverso dice que las barricadas, junto a la bandera roja y las canciones, son «prácticas y objetos que por muy efímeros y transitorios que sean conmemoran la revolución como una experiencia transhistórica y transnacional». En el caso de la barricada, sus inciertos orígenes la sitúan ya en 1588 en las calles de París, cuando el pueblo se levantó contra la entrada de las tropas de Enrique III. Reaparecieron después en 1789, y en 1848 se extendían por toda Europa.

«Invención de las multitudes, dominó las revoluciones del siglo XIX […]. La barricada es espectacular, dado que paraliza la ciudad y reconfigura su paisaje», tal como pudimos ver en Hong Kong y en Chile durante el 2019, en este último caso resultan especialmente destacables las curiosas formas que adoptaron las barricadas de adoquines en la ciudad de Concepción. «Las que actúan son las clases subalternas que, con un súbito derrumbe de las jerarquías sociales, reorganizan el espacio urbano. Pero la barricada trasciende las divisiones estrictamente sociológicas y adopta un carácter auténticamente popular. Además de trabajadores, incluye mujeres y niños así como otros grupos sociales. Su función es doble, a la vez práctica y simbólica. Da una forma a la revuelta en cuanto favorece la protección de los insurgentes, el control de los barrios, la neutralización de la intervención de las fuerzas represivas y la imposición de relaciones de fuerza, y forja, soldándola, la masa revolucionaria».

La barricada, además, crea «una sociabilidad emocionalmente intensa que le es propia y que puede pasar con mucha rapidez del festival —el orden dado vuelta— al sacrificio durante el combate: la muerte en la barricada está, con ello, cargada de un aura sagrada, el equivalente revolucionario de morir en el campo de honor para la narrativa patriótica». Ángeles de las barricadas, al decir de Carmen Castillo, como Rodrigo Rojas Denegri —joven exiliado en Estados Unidos, que a sus 19 años decidió volver a Chile a participar en la lucha contra la dictadura y fue quemado vivo por una patrulla militar el 2 de julio de 1986 mientras trataba de armar una barricada en Estación Central— o  Claudia López —estudiante de danza caída por balas policiales en las barricadas de la población La Pincoya un 11 de septiembre de 1998—; ángeles guardianes, como mi querido amigo Marcelo Barrios que, tras esparcir las barricadas por varias ciudades, tomó las armas para combatir la dictadura y fue ejecutado por un comando de infantes de marina en el cerro Yungay de Valparaíso el 31 de agosto de 1989: «una procesión sin fin que nos acompaña», pues como dice Carmen, «de este lado de la barricada, todo es ya futuro». En síntesis, como concluye Traverso citando a Alan Corbin, la barricada es «una máquina de producción de un pueblo que, a lo largo del siglo XIX, nunca deja de aparecer con la insurrección».[1]

En estos siete años, también fue aumentando la cantidad de trabajos e interesados en los «estudios japoneses» en general y, más específicamente, en la relación entre Japón, la izquierda revolucionaria y las manifestaciones culturales y musicales de ese curioso archipiélago.

Uno de los libros referidos en mi trabajo, Japrocksampler de Julian Cope (Bloomsbury, 2007), fue traducido al español y publicado por Contra ediciones en 2021 con el hispanizado subtítulo de «Cómo el rock le voló la cabeza al Japón de posguerra». Un año antes, vio la luz el valioso libro Izquierda y revolución, de Ferrán de Vargas, subtitulado «Una historia política del Japón de posguerra (1945-1972)», editado por Bellaterra y el Centro de Estudios e Investigación sobre Asia Oriental de la Universidad Autónoma de Barcelona como parte de su Biblioteca de Estudios Japoneses. Ahí, en la introducción, el autor indica que hasta ahora no existían libros dedicados en forma exhaustiva y analítica a este tema en idioma castellano y explica que uno de sus objetivos es desmitificar la visión occidental de la sociedad japonesa como ordenada y esencialmente no conflictiva (perspectiva que lamentablemente está presente de inicio a fin en el libro de Cope a pesar de lo entretenido y exhaustivo que resulta en otros aspectos).

Por otra parte, en Japón, se tradujo y editó en inglés el único libro existente hasta ahora sobre el free jazz nipón, Free Jazz in Japan. A personal history, de Soejima Teruto (Public Bath Press, 2018),[2] lo que motivó que en el archipiélago británico la revista The Wire dedicara un interesante playlist, seleccionado por Pierre Crépon, centrado en los primeros diez años cubiertos por dicho libro.[3] Tres años después, Verso Books editó la primera colección traducida al inglés de historias de ficción escritas por Izumi Suzuki, pareja del saxofonista Kaoru Abe —uno de los héroes de este librito—, Terminal Boredom (2021),[4] y está por editar una segunda colección, Hit Parade of Tears (2023). Al mismo tiempo, en Youtube y plataformas como Bandcamp, se aprecian cada vez más materiales musicales de los que referimos en este texto y que al momento de ser escrito eran harto más difíciles de conseguir. Por dicha razón es que he estimado conveniente incluir en esa edición un listado esencial de discos japoneses junto con algunos grabados en Japón por visitantes occidentales (John Coltrane, Derek Bailey y Milford Graves) o viceversa (Yoko Ono, Damo Suzuki), no ciñéndome de manera tan estricta al período 68/77, además de la bibliografía utilizada en el texto original[5] y una breve filmografía referida y/o recomendada.

Las tres primeras ediciones de Barricadas a go-go (además de la que fuera incluida en el n° 16 del fanzine Escena Obscena, Editora Errada, Sao Paulo, 2017) se distribuyeron en la medida de sus posibilidades y provocaron no poco interés en ambientes contestatarios, lo que generó incluso algunas ediciones piratas en lugares tan disímiles como La Serena y Montevideo. La receptividad a este tipo de investigación parece haber crecido a raíz del cruce entre las subculturas del manga y animé y los intereses estético-políticos de anarquistas juveniles y otros sujetos anticapitalistas/antiautoritarios.

En el caso de la metrópolis santiaguina, debo agradecer a Tomás Pacheco y su entorno por el contagioso entusiasmo para recopilar, traducir y difundir artefactos y análisis relativos al movimiento obrero y estudiantil japonés, sus organizaciones políticas y luchas, antes y después del 68. Gracias a él supe del debate entre el tradicionalista Yukio Mishima y los estudiantes revolucionarios agrupados en asambleas coordinadas bajo el nombre de Todai Zenkyoto, durante la larga y combativa ocupación de la Universidad de Tokio en 1969, que tuve ocasión de comentar durante una exhibición en el «Pedagógico» (o Universidad Metropolitana de las Ciencias de la Educación) del documental pertinente, editado recién en el 2020 (Mishima: the last debate) y rápidamente conseguido y traducido por estos jóvenes entusiastas metropolitanos.[6] Ese material me hizo apreciar en mayor profundidad los polémicos y poco conocidos vínculos entre extrema derecha y extrema izquierda en el marco de las investigaciones que he venido realizando sobre viejos y nuevos fascismos, que verán la luz en el libro La religión de la muerte (Tempestades, 2023). 

Además, el enfocarme en esas «relaciones peligrosas» me hizo entender mejor la necesidad y los desafíos de una crítica radical del progreso (la filosofía de la historia propia del capitalismo) que no se confunda con la crítica reaccionaria o conservadora, y que tampoco incurra en una revaloración nostálgica de las tradiciones y costumbres precapitalistas, como se ha visto recientemente en el «primitivismo». La especificidad de este cruce de críticas y  posiciones en los debates de los revolucionarios japoneses han sido analizadas en detalle Ferrán de Vargas, que señala la influencia en la Nueva Izquierda japonesa de la experiencia e ideario del pensador fascista Kita Ikki, asesinado en 1936 tras un intento de rebelión militar nacionalista. En una encrucijada similar entre la crítica revolucionaria y la reaccionaria, se había dado unas décadas antes el caso de Walter Benjamin, que en ciertos documentos asume la reconocida influencia que en él tuvo la obra del «revolucionario conservador» Carl Schmitt, más conocido en la historia del siglo XX como el jurista del nacional-socialismo.[7]

Cabe destacar el hecho de que Yukio Mishima, también calificado por muchos como una especie de fascista japonés, publicó el debate con los estudiantes de la Nueva Izquierda en un libro que fue todo un éxito de ventas, y compartió las ganancias por partes iguales con sus rivales, enviándoles un mensaje que decía: «Yo gasté mi parte en los uniformes del Tate-no-kai,[8] supongo que ustedes van a gastar su parte en cascos, garrotes y bombas molotov. Todos contentos». El 25 de noviembre de 1970, Yukio Mishima junto a miembros de su milicia intentó un golpe de Estado que fracasó. Inmediatamente después, Mishima se suicidó siguiendo el ritual samurai del seppuku.

Para esta edición, he decidido no realizar cambios al texto original, pues estoy en general bastante conforme con el mismo, salvo por la parte del libro de Julian Cope referida al devenir de la banda Les Rallizes Dénudés después de la participación de su bajista en el famoso secuestro del avión por el Sekigun (Ejército Rojo japonés) en 1970, que en su momento extractamos y tradujimos junto a un camarada de 2&3Dorm en mi domicilio de madrugada mientras vaciábamos una botella de tequila y que ahora he cotejado con la traducción de David Paradela publicada por Contra ediciones, convencido de que es mejor traducir con seis ojos y a seis manos.

Dado que la segunda parte que anunciaba al final del texto no ha podido ser realizada hasta ahora y tal vez no se concrete jamás, he estimado necesario profundizar un poco más en este momento en el abrupto final donde sencillamente señalo que el segundo asalto fue derrotado en Japón y en el resto del mundo. Para el caso chileno, ya es un lugar común decir que el golpe de Estado de septiembre de 1973 inauguró la contrarrevolución neoliberal que luego se extendió al resto del mundo, y que según ha indicado Mark Fisher (otro melómano izquierdista), en su texto inédito «Comunismo ácido», no se explicaba tanto por la lucha de bandos en la Guerra Fría, sino que se entiende mejor como la respuesta del mando capitalista global a las revueltas de 1968, que logró el aplastamiento de lo que Marcuse llamó «el fantasma de un mundo que puede ser libre» y que para Fisher incluía tanto la posibilidad de formas democráticas de socialismo como variados experimentos de comunismo libertario.[9]

En ese sentido, no es casual que para el caso japonés Ferrán de Vargas cierre su revisión en el año 1972, puesto que marca el momento de la derrota de la izquierda revolucionaria japonesa que, al quedar aislada y refugiarse en la violencia separada, terminó horrorizando a todo el país cuando el Ejército Rojo Unido (fusión de dos aparatos armados: la Sekigun con los maoístas de la Kakumei Saha), en medio de un entrenamiento en las montañas, asesinó a golpes a doce de sus militantes como parte de un proceso de autocrítica tendiente a lo que llamaron «comunistización». Por su parte, Julian Cope comienza su revisión histórico-musical en 1961 y la termina en 1977, con breves referencias a 1978 y 1979, señalando que el «gran experimento musical japonés» duró hasta la llegada del punk rock, para diluirse en un letargo a partir del cual tuvo que sobrevivir «bajo tierra». Por supuesto, a mi juicio, no es casual que el final de la aventura musical nipona coincida con la imposición de la contrarrevolución capitalista global y, si Chile fue el laboratorio de las políticas llamadas neoliberales,[10] Japón fue pionero en la neutralización de la agitación del proletariado juvenil (obrero y estudiantil) mediante la instalación de un ultrarreforzado Estado policial, tal cual explica Ferrán de Vargas en las conclusiones de su libro.

Resulta necesario hacer un análisis detallado del «segundo asalto» en los distintos países en que se expresó más intensamente, desde el punto de vista de las relaciones entre la escena musical y la agitación sociopolítica, identificando las relaciones recíprocas entre esa «doble vanguardia». Y no sólo para el período 1968/1977, sino que en distintos momentos de la historia, e incluso en lo que llevamos de siglo XXI, haciendo luego análisis comparativos. Con eso respondo la pregunta que me formulara el compañero R. en una Carta-Reporte sobre «La lucha de clases en Ciudad de México hacia el 2018», cuando hacia el final señala que posiblemente lo que quedaba en ese momento en la escena de la libre improvisación era de alguna forma una repercusión del 68/77 mexicano y me preguntaba: «si es así, ¿qué tanto del espíritu de ese período de asalto proletario a la sociedad de clases perdura en la actividad y el sonido de los grupos que frecuentan y mantienen vivos estos lugares?».[11]

Aprovecho esta presentación para agradecer a lxs camaradas que desde tres países han hecho posible esta edición y además para rectificar un vacío y un error de referencia. En el texto, se hace referencia al «look» de los guitarristas Takashi Mizutani  (Les Rallizes Dénudés) y Keiji Haino (Lost Aaraaff y Fushitsusha) sin describir que por lo general aparecen en escena y fotografías vestidos con cuero de negro, lentes oscuros y una cabellera larga, negra y lisa en un estilo visual que parece una continuidad entre Velvet Underground y el punk más oscuro.

Y en relación a la frase final del texto sobre las derrotas revolucionarias, que atribuí a un texto español de los 70 firmado por «Los incontrolados», debo aclarar que en realidad se trataba de una especie de détournement que ellos hicieron de «El orden reina en Berlín», el último texto escrito por Rosa Luxemburgo, el 14 de enero de 1919, tras el fracaso de la insurrección proletaria apoyada por los «espartaquistas» y justo antes de ser asesinada por los protonazis Freikorps con el visto bueno de los jefes socialdemócratas Friedrich Ebert y Gustav Noske, su perro de presa.[12] Cabe destacar, ya que estamos hablando de los asaltos proletarios contra la sociedad de clases, que ese puede haber sido el momento más trágico y decisivo del siglo XX, pues el éxito de la revolución proletaria mundial en el primer asalto requería del triunfo del proletariado en Alemania. Derrotado ese intento y quedando así aislada la revolución soviética en Rusia, la contrarrevolución pavimentó el camino para las espantosas décadas que vinieron después y de las cuales aún no hemos salido.

Para concluir esta presentación, junto a Rosa Luxemburgo y en memoria de todos los que han caído oponiendo sus cuerpos contra la violencia de la dominación capitalista, entre ellos los estudiantes Michiko Kanba —muerta en los choques contra la policía durante la ocupación de la Dieta japonesa en 1960— y Yamazaki Hiroaki —asesinado por la policía durante las protestas contra la guerra de Vietnam en las cercanías del aeropuerto de Haneda en 1967—, me gustaría gritar: «¡Esbirros estúpidos! Vuestro orden está edificado sobre arena. La revolución, mañana ya se elevará de nuevo con estruendo hacia lo alto y proclamará, para terror vuestro, entre sonido de trompetas: ¡Fui, soy y seré!».

Julio Cortés Morales, febrero/marzo de 2024

En memoria de Damo Suzuki (1949/2024)






Notas

[1] Enzo Traverso, Revolución. Una historia intelectual, FCE, 2022, pág. 269 y ss.; Carmen Castillo, «La dignidad heredada», prólogo, en Rodrigo Karmy, Nuestra confianza en nosotros. La Unidad Popular y la herencia de lo por venir, UFRO, 2023.

[2] Public Bath Press está ubicada en Japón, edita en inglés y se especializa en música de la isla. Contacto: hopkat1japan@yahoo.co.jp   

[3] La selección de temas puede ser escuchada aquí:  https://www.thewire.co.uk/audio/tracks/free-jazz-in-japan-sounds-from-the-first-decade

[4] Realicé una traducción al español del cuento «Tierra sin hombres», disponible en carcaj.cl  

[5] Tras reflexionar un poco, no me pareció coherente agregarle los nuevos títulos que refiero en esta presentación, que por lo demás están bien identificados en cuanto a datos editoriales para que las almas inquietas que lean esto puedan buscarlos.

[6] Que además se han dedicado a reeditar localmente libros como Japón Salvaje (Arbonés et al., 2022), Zengakuren. Los estudiantes revolucionarios en Japón (VV. AA., editado por Stuart J. Dowsey originalmente en 1970 en inglés y en español el 2015 por ediciones Descontrol) y planean seguir con la obra de Bernard Beraud La izquierda revolucionaria en el Japón y Zengakuren: la lucha de los estudiantes japoneses, editado en Buenos Aires por Insurrexit en 1972, y que, según informaron los encargados actuales de dicha editorial a Tomás Pacheco, fue prohibido por la dictadura argentina en su momento debido a lo cual circuló muy poco en esa década.  

[7] Me refiero al tema de Benjamin y Schmitt dentro de una de las tres secciones de «¿Los extremos se topan?» en La religión de la muerte. Post scriptum sobre viejos y nuevos fascismo, Tempestades, 2023. También lo hace Enzo Traverso en «Katechon» dentro de la parte III de Revolución: una historia intelectual,FCE, 2022, pp. 242-49.

[8] «Sociedad del escudo»: su milicia privada.

[9] El texto fue incluido en el volumen 3 de K-PUNK editado en Buenos Aires por Caja Negra, 2021.

[10] Para Fisher, en el texto ya referido, el acontecimiento fundador del realismo capitalista fue «la violenta demolición del gobierno de Salvador Allende en Chile por parte del golpe del General Pinochet, apoyado por los Estados Unidos», mediante el cual «no sólo se terminó con una nueva forma de socialismo; el país, además, se transformó en un laboratorio en el que se ensayaron las medidas que luego se lanzarían en otros centros del neoliberalismo (desregulación financiera, apertura al capital extranjero, privatización)» (op. cit., pág. 125).

[11] Correspondencia incluida en R., Breves consideraciones sobre el sentido de la música y la anti-música hacia el año 2018, sin datos de edición.

[12] En relación a estos personajes, resulta insuperable la descripción de Ebert y de «el útil Noske» que hace Alfred Döblin en «Karl y Rosa», la parte final de su obra cuádruple Noviembre de 1918 (Edhasa, 2018). Según Döblin, Noske «procedía de Brandenburg y había escalado de trabajador de la madera a concejal, periodista y diputado del Reichstag. Pero lo más auténtico estaba por venir» (pág. 301 y ss.). Más adelante, relata las conversaciones preparatorias entre Noske y Ebert, antes de liquidar la revolución, en «Noske se ofrece como perro de presa» (pág. 387 y ss.).

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