"Le fantome" (Intervenida). Ilustración de prensa de J. F. (1880). Fuente: Gallica

19 de julio 2024

Coronavirus y negacionismo. Crítica de la deriva conspiracionista de cierta izquierda radical: el caso griego

por Julio Cortés Morales

“Un poquito de paranoia es un buen propulsor del ánimo” (Captain Beefheart)

Dos críticas al conspiracionismo en el movimiento radical griego (110 páginas) es uno de los últimos títulos editados por la siempre activa y combativa editorial Pensamiento & Batalla, que está dedicado a un tema que no puede ser de mayor interés en los tiempos actuales. En efecto, dando a conocer dos textos críticos de dos colectivos comunistas/antiautoritarios griegos, se aborda la cuestión de la actitud de gran parte del “movimiento radical griego” en torno a la pandemia de coronavirus en el 2020.

Este abordaje es tremendamente relevante para entender tanto la debacle actual de la izquierda radical, como el sostenido avance de la nueva ultraderecha, y el eco que parece haber encontrado su discurso en parte importante de la población, sobre todo a partir de la “resistencia” que parecían constituir en contra de las medidas adoptadas por “el sistema” (los Estados y la OMS) para controlar la pandemia.

Recordemos que en el caso de Chile, en que la pandemia llegó casi medio año después de una insurrección que aún no se extinguía del todo antes del encierro y los toques de queda iniciados en marzo del 2020, el único partido oficial que tuvo un discurso anti-restricciones fueron los republicanos de José Antonio Kast. Aún tengo archivado un cartel virtual en que junto a una foto de su líder con una mascarilla decorada con una bandera chilena ponían: “Fin al estado de excepción. No + toque de queda. No + estado de excepción”.

Mediante un lúcido y poco habitual análisis de raíz marxiana, en este librito se demuestra que -a similitud de los viejos fascismos de hace un siglo- la mentalidad paranoica/conspirativa de la ultraderecha antivacuna ofrece una explicación simple a situaciones y problemas muy complejos, identificando la causa de los males que nos amenazan no en las relaciones sociales capitalistas, sino en la actividad de ciertos culpables fácilmente identificables con una supuesta “elite globalista”, que sería quien se beneficia de la dominación opresiva sobre los pueblos y sociedades.

Este “anticapitalismo selectivo” (que hace cien años era conocido como el “socialismo de los imbéciles”) es fundamental para entender el rol “antisistémico” que se asigna esta nueva extrema derecha, y también los puntos de contacto que -lamentablemente- han tenido con importantes sectores de lo que antes del 2020 era un mismo movimiento anticapitalista/antiautoritario.

Si bien hasta hace poco los “rojipardismos” conocidos tenían más que ver con derivas nacionalistas del comunismo de inspiración bolchevique, o con las tendencias “nacional-revolucionarias” de cierta izquierda autoritaria más anti-imperialista (o en rigor, anti-gringa) que anticapitalista, en esta actual oleada neo y post fascista el auge de las teorías conspirativas tiene un toque más “libertario” e inclusive seudo anárquico, conectando con la sensibilidad individualista de una gran parte del antiguo bloque negro. Estoy pensando en el tipo de personas que por definición jamás cometería un acto tan abyecto como ponerse una mascarilla para cuidarse unx mismx y cuidar al resto de la comunidad, ¿cómo se les ocurre?: para estas individualidades salvajes luchando contra la civilización usar mascarillas, cruzar con luz verde, andar en bicicleta con casco, recoger la caca del perro o vacunarse serían evidentes actos de resignación ante el Gran Hermano, ¿cachai?

El primer texto es de Coghnorti, seudónimo de un proyecto comunista unipersonal, y se titula “Ni siquiera equivocado. Hacia una crítica del conspiracionismo”. Se inicia con una divertida alusión a las aventuras televisivas del Inspector Gadget, en lucha eterna contra un malvado villano del cual en cada episodio solo podemos ver sus manos.

Si como se dice, es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo, habría que agregar que es mucho más difícil entender al capitalismo por lo que realmente es, sin caer en la tentación conspiracionista de identificarlo con malos sujetos que debemos combatir para erradicar tal como erradicamos la maleza de un jardín, sin darnos cuenta de que estamos todos viviendo en un gran sitio eriazo, y que “nadie es el amo del dinero”.

El camarada Coghnorti desarrolla esta crítica tan bien que no intentaré sintetizarla, sino que más bien recomiendo acudir al texto. Algo que resulta clave es su afirmación de que existen teorías conspirativas desde que existe el capitalismo: la explicación de la aristocracia por su derrocamiento a manos de la burguesía en Francia 1789 siempre acudió a la idea de un siniestro y planificado complot para romper lo que ellos consideraban el orden natural de las cosas, de inspiración divina. También resulta de gran relevancia su explicación acerca de que por una parte el pensamiento conspirativo es “la expresión de una oposición antisistémica a la dominación impersonal del capital desde el punto de vista de las relaciones personales de dominación”, que se liga con el “deseo compulsivo de tener un amo”. Y por otra -siguiendo a Endnotes- lo que está detrás del conspiracionismo en sus distintas y casi infinitas variedades, es “una aversión profundamente arraigada a la posibilidad de que la humanidad sea capaz de tomar las riendas de su futuro y planificar conscientemente sus asuntos de forma coordinada, superando su actual unidad en la separación”.

Ese “doble vínculo estructural” sería lo que “conecta el pensamiento conspirativo con los movimientos populistas, reaccionarios o incluso protofascistas bajo el capital”, convirtiendo así al conspiracionismo en “una forma de anticapitalismo fetichizado, sin remedio”.

El segundo texto, “La negación de la realidad y la realidad de la negación”, del colectivo Anthitesi, fue publicado en septiembre de 2021. Su escritura fue motivada por la “mezcla entre perplejidad y tristeza ante el hecho de que muchxs compañerxs y amigxs dentro del entorno radical adoptaron una postura negacionista ante la pandemia, mientras que otrxs paulatinamente se adentraron en el conspiracionismo y en absurdidades espeluznantes”.

Así, lo que Antithesi intenta hacer con su texto es no sólo “criticar y refutar estas irracionalidades”, sino que “intentar comprender los diferentes razonamientos que subyacen bajo tales tendencias regresivas”. Para ello, se aboca a un análisis de lo que “nos dice la pandemia y su gestión sobre el capitalismo y el Estado contemporáneos”, y por otro lado “se adentra en mares más turbios” al preguntarse “¿Qué nos dice la pandemia sobre lxs sujetos contemporáneos y las condiciones materiales para el pensamiento y la lucha colectiva?”.

En relación al primer tema, se habla de la “(no) gestión” de la pandemia como lo característico de su administración en Grecia, y se da cuenta de una “reproducción contradictoria” para referir la tensión general y permanente que implica para el Estado capitalista tener que satisfacer por un lado la necesidad de “aplicar una serie de políticas para resguardar la acumulación capitalista, como por ejemplo el aumento de la productividad del trabajo, la adaptación de la fuerza de trabajo a las necesidades del capital, el perfeccionamiento de la división del trabajo y la reducción de los costes de reproducción”, y por otro, la necesidad de asegurar “su propia legitimidad y la de las relaciones sociales de explotación que sostiene”.

Esta coexistencia “se volvió explosiva durante la pandemia”, manifestada en “la contradicción inherente entre la necesidad de aislamiento social y la aglomeración de la fuerza de trabajo para mantener activa la economía en el plano de producción y distribución”. Esto “determinó desde el comienzo la forma organizativa (no medicinal) de la gestión de la pandemia”.

Por supuesto, este análisis marxiano o de crítica de la economía política no es el que abundaba en la izquierda en general ni tampoco en sus versiones más radicales, en Grecia y el mundo. Así, lo que ha predominado es más bien “una imagen errónea de la sociedad capitalista como una sociedad gobernada por la ‘Big Pharma’, ‘Big Tech’, los bancos, los medios de comunicación y lxs políticxs neoliberales (a veces incluso tomando prestado el término de extrema derecha ‘globalistas’)”.

En esta parte del texto Antithesi entra de lleno en la crítica de la “identidad política del negacionismo”, señalando que si bien es evidente que la extrema derecha (en sus dos principales vetas: fascista y libertariana) la que domina el movimiento negacionista, por desgracia no están solos ahí. Además de fanáticos religiosos, diversos homeopatistas, naturistas y gurúes new age de las medicinas alternativas, en Grecia y otros lados un sector del “movimiento antagonista” (por alguna razón, los autores evitan hablar de izquierda radical o ultraizquierda) también derivó a ese terreno.

Para entender esta deriva, el texto atiende a importantes argumentos en el plano teórico. Así, por ejemplo, señalan que el exceso de foucaultianismo mal digerido que se apreciaba en ciertos ambientes radicales que veían en las medidas de gestión de la pandemia un disciplinamiento en masa de proletarios olvidaba que “disciplinar a lxs proletarixs no es, y nunca fue, un fin en sí mismo”, independiente de la creación de valor, pues “el disciplinamiento tiene lugar en el contexto de la reproducción de la clase obrera y tiende a perder su significado cuando lxs proletarixs se enferman y mueren en masa”. Esta veta del análisis es de lo más valiosa, y merecería ser profundizada.

Otro aspecto detestable de la ideología de los ambientes radicales y que condujo a varixs al negacionismo del coronavirus fue el individualismo en versión anarquista antisocial. En Grecia, tras la experiencia del acceso al poder de la coalición de izquierdas Syriza en 2015, “muchxs anarquistas se sintieron convalidadxs para afianzar su aislamiento antisocial y la creencia de que, de hecho, no existe ningún interés colectivo, sino sólo individuxs rebeldes que se mueven dentro de pequeñas formas organizativas o a través de redes informales de amigxs”. A esto agregaría que en otras latitudes el “anarquismo antisocial” devino abiertamente antihumano: ¡como el virus! Y es más: la actual profusión de discursos y movimientos que se declaran “anarco capitalistas” o libertarianistas de derecha, se construye sobre la misma noción capitalista neoliberal del individuo como sujeto aislado.

Si bien los negacionistas procedentes del movimiento antagonista no promueven imaginarios nacionales/religiosos ni un individualismo anti-colectivista, al analizar lo que en realidad “contraponen” nos encontramos con intentos de afirmar que “lxs que se movilizan contra las medidas y las vacunas son un sujeto de clase que está (en el mejor de los casos) siendo instrumentalizado por la extrema derecha o la derecha religiosa porque fueron traicionados por la izquierda que apoya indirecta o directamente al Estado”.

Este argumento llevó a algunxs a confluir en las mismas manifestaciones con fascistas, posición que por lo que recuerdo fue defendida por los camaradas italianos de Wu Ming en la entrevista “Pase sanitario, conspiracionismo y luchas sociales. En el espejo italiano” (2022). El argumento que les recuerdo es que objetivamente habían procesos de proletarización que estaban a la base del impulso a protestar de ciertos sectores, y que si no asistimos a estas movilizaciones estamos permitiendo que la extrema derecha sean los únicos que lleguen ahí con un “discurso político” armado.

Debo confesar que al leer algunos de esos materiales como el de Wu Ming en ese momento, les encontré algo de razón. Para ello tenía en mente que durante la insurrección del 2019 en Chile todxs nosotrxs los del “movimiento antagonista” estábamos en la calle, donde confluía también la vieja izquierda reformista y la nueva izquierda woke, junto a todas las sectas leninoides y anarcoides imaginables e inclusive uno que otro nacional-revolucionario, soberanista o fascista de tercera posición. Además, que poco después de la marcha antimigrantes en Iquique, donde todos los que la presenciaron destacan que su accionar rememoraba directamente el poderoso movimiento colectivo de la revuelta, pude presenciar en la marcha del 1 de mayo del 2022 en Santiago al bloque encapuchado atacando los puestos de migrantes que se dedican al comercio informal ambulante en Estación Central, quemando sus toldos (al igual que fueron quemadas las carpas en Iquique en septiembre del año anterior). Si bien en ese momento entendía que algo de violencia era inevitable dado que pocas semanas antes un grupo de comerciantes y soldados de las mafias narco/policiales que operan ahí habían casi matado a golpes a un manifestante de educación media, no me fue indiferente escuchar gritos de “venezolanos culiaos, vuélvanse a su país” saliendo de las gargantas de varixs cabeza de polera. Todxs sabemos lo mal que terminó ese enfrentamiento. Con la inactividad cómplice de Carabineros los sicarios de la mafia que organiza el “comercio ambulante” dispararon en reiteradas ocasiones a los manifestantes, hiriendo de muerte a la reportera popular Francisca Sandoval.

En fin: el lado feo de las revueltas es un tema incómodo que hay que plantearse, así como la problemática de las “manifestaciones impuras”.

Mientras Wu Ming critica a los que desestiman estas movilizaciones “contradictorias pero inevitables” por la facilidad con que según ellos adhirieron a la “paz social pandémica” y señala que “llamar a todo esto fascista es al menos un signo de engaño ideológico”, otros excompañerxs griegos habrían llegado a decir en conversaciones privadas que “no les importa que estas posiciones sean sostenidas por fascistas si son correctas” o que “de momento es (por desgracia) sólo la extrema derecha la que resiste”.

Como se puede apreciar, acá las diferencias de fondo (¿o de forma?) consisten en el escabroso tema de qué hacer frente a la presencia de cada vez más diversas y amenazantes formas de nueva ultraderecha que pueden influenciar ideológicamente y movilizar proletarixs en una especie de actualización de la capacidad confusionista del viejo fascismo para presentarse como movimiento radical y antisistémico.

No me referiré en detalle a ese complejo tema en esta ocasión. Tan solo destaco que este segundo texto también identifica en la “personificación del capital” una concepción errónea del mismo, como “sujeto conspirador”, que “encaja en última instancia en un ‘anticapitalismo’ tanto de izquierdas como de extrema derecha/antisemita, que no es más que un anticapitalismo fetichizado y reaccionario (como ha señalado Postone)”.

Para finalizar este comentario, tengo la impresión de que en Chile la cuestión de las actitudes ante la pandemia no estuvieron tan en primer plano, porque hasta ese momento el único tema era la revuelta y su proyección “constituyente”. Al estado de excepción constitucional decretado el 18 de octubre, le siguió otro el 18 de marzo de 2020, y no deja de ser muy relevante el hecho de que la ultraderecha republicana haya impulsado el primero y rechazado el segundo. Así que la discusión sobre nuestra actitud ante la pandemia y las medidas de su (no) gestión parecen una tarea aún pendiente. Lo cual tampoco debería extrañarnos: tampoco parece haberse asumido en serio la tarea de evaluar la revuelta y toda la “contra-revolución preventiva” que ha traído como reacción.

Pero me atrevo a afirmar que en Chile la fuerte afición casi espontánea por las “teorías conspirativas” no sólo aparece en la extrema derecha, sino que forma parte del imaginario profundo de la izquierda radical, que en general prefiere luchar contra los “dueñxs del mundo” (gringos y plutócratas) y no contra la totalidad de las relaciones sociales capitalistas. Un ejemplo flagrante de esta equivalencia es que mientras la derecha se explica los incendios del metro durante el 18 de octubre como una operación de la izquierda chavista, la izquierda ve ahí una operación de la ultraderecha y/o la policía.

Más que combatir el capitalismo mismo, lo que hacen nuestrxs izquierdistxs es enfrentar a los líderes de bloques rivales, detectando siniestras maniobras y planes de dominación en que el tono apenas se diferencia del “antiglobalismo” de extrema derecha. Por eso es que ahora vemos a tantos ex compañerxs desplazándose hacia posiciones “multipolares” y “anti-atlantistas”, apoyando sin asco a regímenes como el de Putin o el capitalismo rojo de China.

Para terminar, les dejo una “recomendación fundamental” con que Victor Serge concluía hace casi 100 años sus “Consejos sencillos al militante” dentro de la valiosa obra “Lo que todo revolucionario debe saber sobre la represión”:

Cuidarse de las manías conspiradoras, de la pose de iniciado, de los aires de misterio, de dramatizar los casos simples, de la actitud «conspiradora». La mayor virtud de un revolucionario es la sencillez, el desprecio de toda pose, incluso… «revolucionaria», y principalmente conspiradora.

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