Cuatro poemas

Mar de ceniza y sal

La muerte me acecha desde una esquina.
Clavó en mí sus ojos de bestia exhausta.
Posó en mi cabeza
                                 (sino maldito)
un mar de ceniza y sal
angustia-de-amor-tardío-que-no-florecerá
vueltas azarosas
olas que chocan y se descubren y se pierden lejos de la orilla.
La bestia se acerca. Me busca.
No es mar o valle infinito lo que nos separa.
La última frontera del delirio queda detrás. Inmensa,
sus límites contienen constelaciones ardientes
y no puedo nombrarla
                                            (nombrarnos).
La muerte me acecha desde dentro.
Inmensa, llama mi nombre. Reclama mi sangre.
Un poeta soñó su muerte y cantó la mía.
No hay formas puras en este mar-esquina de ceniza y sal.
Vieron que me hundía y no sé si el mar
recordará mi nombre triste de ahogada.

*

Sin huellas en el mar Caribe

No dejé huella alguna de mi paso por el mar Caribe.
Fui alma
a punto de estallar
cuerpo cristalino en perpetuo estado de ebullición
cristalización de palmeras y sal de mar.
Quizás fui arena o polvo en otras huellas
llama pasajera en campo desnudo
manos febriles que jugaron al amor frente a la espuma helada del Caribe.
No dejé huellas
apenas rocé tus raíces
conocí tu sangre
y nos habitamos.

*

Espejismo de la sal

Hay una mujer inacabada frente al mar Caribe.
El horizonte reconstruye su mirada.
Ecos fugaces desdoblan sus palabras
madres       mujeres       hijas       cuerpos-niñas
una niña
un cuerpo
¿Qué busca(n) en el mar?
La mujer se construye-sueña en la espuma
en el espejismo de la sal se descubre
ancestra
raíz
Liltih reivindicada
Eva insumisa.
Reza su propio evangelio de culminación.
El humo de la liturgia las devuelve, íntegras,
al fondo de su mar.

*

Mujer-espejo

La mujer que habita el espejo me
sonríe.
Olas embisten contra sus pies.
Busca
(me busca)
toca
(me toca)
late
(me late)
mientras se hunde
(nos hundimos).