El imperio Columbidae [Fotocuento] – Carcaj.cl
09 de junio 2025

El imperio Columbidae [Fotocuento]

Hay un montón de grúas alrededor de esta ciudad. De hecho, pareciera que vivimos en un gran edificio compuesto de pequeños edificios. Siempre esperando a ver cuántos pisos tendrá el próximo edificio. Siempre esperando a saber si nos tapará el sol o nos dejará expuestos a la vista del balcón de enfrente.

Hoy, año 2070, se ha dado un hito histórico en torno a la fauna ornitológica. Ya no hay más aves que las palomas. Los demás pájaros se fueron extinguiendo de a poco. Partiendo por los endémicos, luego los mal llamados invasores. Recuerdo que conocí a una persona que tenía enjaulado a uno de los últimos loros argentinos. Estos que alguna vez fueron tan odiados por ser una especie introducida y que se reproducía mucho. Esos que, para mí, adornaban con verde el gris cielo de la capital del Capital. Sí, conocí a alguien que tenía enjaulado al último de ellos, como un objeto, un patrimonio material. Y mi último acto de solidaridad hacia las aves fue abrir la jaula y echarlo a volar.

Vi volar al último.

Hace 50 años, cuando comenzaron los procesos de hiper urbanización y gentrificación desplanificada, nadie se imaginaba que tendría consecuencias tan terribles. Nadie pensó en nuestro ecosistema a medio romper. Sólo pensamos en nosotros.

Y ahora sólo quedamos nosotros.

Nosotros y las palomas.

Lo siguiente es un documental que realizo, en donde hago observaciones y entrevistas a distintos personajes, con perspectivas respecto a esta crisis ecológica.

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Marie se encuentra sentada sola, en una plaza, deprimida, mirando a las palomas, y lee uno de sus poemas, con voz apagada y deprimida.

–La poesía nunca tuvo receptor, pero ahora se siente más sola que nunca –se detiene brevemente, a mirar a la azotea de un edificio–. Antes podíamos soñar con acantilados que daban al mar. Ahora sólo tenemos las azoteas de los edificios, y las aceras.

Un transeúnte mayor que va pasando la escucha declamar, y ella pretende leer su poema con más fuerza, hasta que el transeúnte la detiene, y habla.

–Hace 50 años, pensábamos que podíamos hacer algo, pero sólo nos quedamos con la idea de que alguien más lo hiciera –hace un gesto de lamento–. Fuimos parte del problema.

–¿Usted conoció a algunas otras aves que no sean las palomas? DÍGAME, ¿CÓMO ERAN? – pregunta Marie, devorada por la curiosidad. Él la toma por la ropa a la altura del pecho, con firmeza.

–Eran libres– responde, toma la mano de Marie, para soltarse, y sigue caminando.

Ella se sienta, y les tira migas a las palomas. Luego, saca su libro y sigue leyendo.

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San Antonio, megapuerto, sin orillas de playa. Tierra de containers, tierra sin tierra. Repleta de megabuques en un mar que ya no pertenece a los peces. San Antonio, sus maquinarias, containers y buses. Aquí vive Jesús, que nos comparte su experiencia de vivir en una zona de sacrificio, y en uno de los nuevos barrios-containers.

–Estamos en el barrio APL (en alusión a la marca). Estamos presenciando lo que sería esta antigua población, y esto es lo nuevo que hay. Las nuevas poblaciones son así –muestra una montonera de containers, uno encima de otro. – Yo vivo allá –apunta a lo lejos –entre One High y Maer, que son los nombres de las calles que se manejan acá, y mi casita es el container que dice CMA CGM que está allá arriba. Esto es por familia. Entonces toda mi familia vive en los containers CMA, están los Evergreen también, que son un poco antipáticos. Pero esto es… nuestra vida.

Nos dedicamos a caminar por Los ojos del mar, santuario de la naturaleza, que tiene de paisaje de fondo los pilares del megapuerto.

–Bueno –me sigue contando–, desde el día en que el megapuerto se expandió y nos quitó la única salida al mar, por Llolleo, se expandió hasta consumir todo el territorio. La totalidad de la ciudad. Ahí se empezó a utilizar el concepto de puerto seco, que partió como parte de este plan de expandir el puerto, de a poco, y comprender las logísticas portuarias no sólo como la playa, el agua, el mar, sino que a nivel de ciudad.

Y… empezaron a llegar camiones, cada vez más camiones. Hubo más de algún atropello. Mataron a Jeremías ahí hace poco, mientras jugaba en la calle de la población. Porque sólo pasaban camiones, llenaban de containers, que después se usaban para construir otras casas, porque… bueno, uno construye con lo que hay  alrededor. Si la abundancia es un container, construyes casas con containers. Y eso… generó un colapso en la ciudad, y transformó nuestras casas, nuestras vidas, nuestro mundo, en una industria.


Seguimos el trayecto, mientras buscamos alguna fauna ornitológica, que es el motivo por el cual vine originalmente a la ciudad-container.

–¡Mire, mire! Una gaviota. ¿Se acuerda que estábamos hablando de los pájaros?
–Si, de hecho… porque en este lapsus he visto sólo gaviotas.
–Apreciamos a estos animales porque son los últimos que van quedando, de hecho. Además de las palomas, en Santiago y en las otras ciudades. Antes aquí, los abuelos nos decían que estaba el Pilpilén, el Queltehue, el Perrito, el 7 colores, pero ya no… ya no hay nada de eso, ahora son sólo las palomas y las gaviotas.
–¿Por qué crees tú que quedaron sólo gaviotas?

–Porque son las que más se adaptan. Comen basura, comen pescado, y siempre han estado al lado de los barcos, de los containers, entonces ya es su ambiente natural el hecho de que la ciudad se convirtiera en el megapuerto.
–La expansión de las industrias tiene que ver, entonces.

–Claro, totalmente, si esas aves se adaptan realmente al entorno. Fueron las únicas capaces de hacerlo. Al final, el entorno que se considera marino termina siendo el entorno del puerto, de esa industria. Entonces, animales marinos, animales de puerto, así les decimos acá.

Los camiones siguen pasando.

–¿Crees que la muerte de las otras aves también tenga que ver con la plaga de palomas que comenzó en Santiago?

–Puede tener que ver con eso, o con el plomo y el Clinker.

–¿Cómo es eso?

–Aquí estamos todos llenos de metales pesados en el cuerpo. Me acuerdo de que leí novelas de hace décadas en que soñaban con que el futuro sería metalizado y que tendríamos cascos, corazas, brazos metálicos. Nosotros, que somos el futuro, sólo estamos contaminados de metal por dentro. –tose.

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 Los museos están llenos de ruinas de imperios que se creían eternos.

Estamos, junto a Carolina, experta en aves, de visita en el Congreso Pasado. En este espacio, hacen exhibiciones de cómo eran los humanoides robotizados hace 50 años.

–Ven, te quiero presentar a mi pareja, está un poco ocupado, eso sí, está trabajado.

La sigo, hasta que, en un lugar de la exposición, veo a un humanoide, que Carolina mira con amor.

–Él es. ¿Ves? Te dije que estaba ocupado. Vamos, acompáñame a mi oficina.

Caminamos hacia un área del museo, donde Carolina se pone su bata. Antes de pasar a su oficina, damos un paseo por las vitrinas de todas las aves extintas. Es realmente triste.

Se sienta, y empieza a hablar, con un tono que recuerda a una científica loca, pero me parece más cuerda que todos.

–La verdad es que el fenómeno de la desaparición de las aves es un fenómeno que no ha sido novedad en el mundo de la ciencia. Se había anunciado desde hace casi 100 años, que se estaba discutiendo sobre la sexta megaextinción de especies, en este caso aviarias. Una de las causas era la crisis climática… pero en esa crisis climática que tuvimos fuimos directamente víctimas y victimarios de este proceso

–¿En qué sentido hemos sido víctimas? – pregunto yo.

–Hemos sido víctimas de nuestro proceso de extinciones masivas porque no logramos adelantarnos, porque la ciudadanía no tenía información, o si la tenía, era a medias, o mal utilizada. Los gobiernos y distintos grupos de poder en el mundo han acallado las voces de cientos de científicos. Lamentablemente, es como una terrible película de terror en la que los científicos siempre plantearon estas posibilidades, pero fueron silenciados y censurados, y hoy día parte de la población mundial es víctima de esta terrible negligencia, que no siempre es planificada.

-–¿Cómo así?

–Bueno, cada 5 años aparece un virus con alto poder de contagio. Ha habido 4 pandemias que han acabado con parte importante de la población mundial. Eso tiene que ver en parte con un desbalance a nivel del reino monera, como consecuencia en alteraciones químicas y geofísicas en el sistema de la tierra. También con que, gracias a la alimentación, los cambios hormonales, la contaminación, el uso desmedido de antibióticos… se presta el espacio a que tengamos menos defensas para enfrentar nuevos ataques biológicos. No es casualidad que desde hace unos 70 años haya reventado el número de personas con enfermedades autoinmunes.

–Entiendo –respondo aún tras la cámara–, pero, yo vengo a consultar con usted, porque usted es ornitóloga, ¿verdad? Y quería saber por la extinción de las aves, menos de las palomas.

–Las palomas son… o, han sido siempre, una especie bastante peculiar. No es extraño que las podamos encontrar en todo el mundo desde antes, incluso, de esta extinción masiva. Tienen una alta plasticidad fenotípica. Esto quiere decir que son capaces de adaptarse a distintos ambientes. Sin importar lo helado, las podemos encontrar en países nórdicos de extremo frío, o las podemos encontrar en países de altas temperaturas, muy cálidos, como la India o Latinoamérica. Se alimentan de casi cualquier cosa, y al parecer –se ríe– el microplástico no fue en ningún momento un problema para su nutrición
–Entonces, en realidad, para ustedes no fue sorpresa cuando les llegó… porque tengo entendido que a este museo llegó un ejemplar de uno de los últimos zorzales que hubieron… entonces, no fue sorpresa ese hito.

–Era lo que podríamos predecir gracias a ciertos progresos que la inteligencia artificial nos entregó para poder detectar ciertos caracteres de resistencia en su genoma, pero… en el fondo es como… el colmo de los dinosaurios. Que… Estos grandes seres que habitaron en la tierra terminaran dejando como sus descendientes a las humildes palomas, que demostraron poder tener el control completo en el planeta… pero no sabemos por cuánto tiempo más – añade, con preocupación.

Me saca a pasear nuevamente por el área de mantención de especies extintas.

–Le tengo un especial cariño al trabajo de conservación y preservación de especies, como la taxidermia, porque especies que ahora están extintas, que parecen casi… de un cuento de ficción, de un cuento de hadas –mientras dice esto, está acompañada de una taxidermia de un búho blanco–, donde las nuevas generaciones van a decir “¿qué era este ser extinto?”, como alguna vez se pensó de los dinosaurios… pero hoy día tenemos algo que es mejor que una fotografía  –voltea a ver al búho, con asombro–, mejor que una ilustración. Una taxidermia que es… como un eco de lo que fue la vida.

–Y respecto de lo que dicen, de que hay un riesgo de que se extinga toda forma de vida en el planeta Tierra, ¿qué opinas tú?

–Bueno, no es menor que hayamos tenido al menos 6 megaextinciones, pero este planeta tierra es realmente… mucho más sabio de lo que podemos imaginar. Hay especies primitivas que hemos invisibilizado históricamente, porque son invisibles a nuestro ojo, como el reino fungi, las esporas de hongo han existido desde antes que nosotros existiéramos como especie, y van a seguir existiendo, probablemente mucho tiempo más.
–¡Está todo conectado! –agrego, con emoción. –Si producimos alteraciones geofísicas, los entornos se convierten en hostiles, las especies comienzan una competencia por su subsistencia, y se abre el espacio a la depredación. A la vez, la mayoría de las aves no fueron capaces, en Santiago sobre todo, de adecuarse al estilo de vida forzado y citadino al que las palomas llevaban décadas acostumbradas. Para nosotros no fue sorpresa cuando nos llegó un ejemplar de uno de los últimos zorzales. Habíamos sacado libros alertando de esto. Pero claro, no fuimos lo suficientemente atractivos como los realities de turno.

Nos separamos brevemente, y sigo paseando por los distintos escenarios del Congreso Pasado, hasta que me encuentro con un humanoide que emula a un niño parlanchín. Me acerco a hablarle.

–¿Qué es el pasado?

–El pasado se refiere a todo lo que ha ocurrido antes del momento presente. Es el conjunto de eventos, acciones y situaciones que ya han sucedido y que ya no están en el presente. El pasado nos permite aprender de nuestras experiencias.

Veo una escena irónica: dos perros robóticos interactuando y jugando entre sí, y veo que Carolina me llama.

–Ven, te quiero presentar a mi perro, se llama Alf –me muestra un robot de perro que está inmóvil en el piso.

–Eh…¿está bien?

–Si, sólo está descargado.

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Hago un registro de distintos mini parlantes ubicados en árboles en distintos lugares de Santiago. De estos, salen sonidos de aves. Decido grabarme a mí misma hablando.


–Yo creo que uno de los principales problemas es que hubo más de 50 años para que nos hiciéramos cargo de entender que la crisis ecológica también tenía una dimensión ética y política que requería una transformación. Mi abuela me contó que, en su época, había mucha gente que decía que la crisis ecológica era un invento de la izquierda, que en realidad todo estaba bien. Incluso decían que cada cierto tiempo en la naturaleza había extinciones masivas y que era parte natural del ciclo geológico…y, bueno, ahora nosotros pagamos las consecuencias. Recuerdo que decían en un momento que todavía no iba a llegar esa crisis ecológica, que no les iba a tocar a ellos, que no les iba a tocar a sus nietos y… nosotros, esos nietos, la estamos viviendo. Pese a que ellos también la estaban viviendo hace 50 años. La crisis ecológica ya estaba ahí, pero nunca lo quisieron asumir, nunca se quisieron hacer cargo de que lo estaban viviendo y siempre pensaron que iba a ser un proceso que no iba a acabar nunca, o que se iba a renovar la tierra de alguna forma, automáticamente, por sí misma, sin entender que está todo conectado. Y que, para que hubiese una transformación, para que pudiese haber una regeneración de una naturaleza, nosotros también teníamos que hacer algo, para ser parte de esa transformación. Pero no sucedió –comienzan a sonar las aves en los miniparlantes–, y ahora estos sonidos que hay en este espacio, de aves, son artificiales… o sea, hay parlantes en los árboles, y que hay muchos árboles que tampoco son naturales. Justamente porque al no haber plantas naturales, no hay un cambio en el oxígeno, y lo que respiramos es casi pura contaminación, lo cual también ha llevado una precarización de la vida de la especie humana, y que rompa un poco con este mito de que la crisis ecológica no nos iba a afectar, como si nosotros no fuésemos parte de nuestro sistema, como si no fuésemos parte de de una red multiespecie… –empiezo a hablar con desesperación– sino que siempre nos pensamos como una jerarquía, y esa jerarquía se derrumbó en el momento en el que empezamos a desintegrarnos junto con ese sistema al que empezamos a desintegrar mucho antes, y que perdió tiempo poder empezar… A mí me deprime mucho, porque me hubiese gustado que las cosas fuesen distintas, y recuerdo que existió alguna vez un filósofo que se llamaba Mark Fisher, que decía que había que tener nostalgia del futuro, pero yo… yo siento nostalgia del presente que se nos arrebató.

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Marie está con su poemario, a solas, luchando contra su soledad.

–La poesía está más sola que nunca, y yo también.

De pronto, encuentra una estatua, se sube, y la abraza, llorando. Intenta leerle sus poemas, mirando a su rostro fijo y endurecido, como el presente. Pone su mano en sus manos. Buscando afecto donde sólo hay rigidez.

Se baja, y mientras camina, encuentra una fuente, en la que, simbólicamente, lava sus manos.

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Me encuentro con Josefina en un café rodeado de palomas. Incluso, parada en la mesa en la que estamos, hay una paloma. Es un local gris, rodeado de edificios y sonidos de ciudad. Josefina mira hacia la calle, distraída, luego me mira, y me dice:

 –Yo entiendo por qué las aves se extinguieron. No soportaron esto. A las palomas… simplemente… no les quedó de otra. Pero… ¿va a ser siempre así? ¿O algún día tampoco lo van a soportar más?

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