Foto: Drago Yurac

08 de junio 2019

Un muro noescrito

por Drago Yurac

Trazo un mapa de las embajadas de Santiago: esto me ha permitido registrar pedazos de otros países dentro de la ciudad. He viajado por varios continentes en un recorrido mundial inédito. Cada embajada demarca límites imaginarios. Estamos llenos de límites. Con hormigón, rejas metálicas, cámaras de vigilancia, alarmas y cercos eléctricos. Al otro lado cambia el status jurídico de una persona: cuidado con estar pisando ahí, cuidado con la pared en que te apoyas. Al otro lado serás distinto de la misma forma en que eres igual. “La vida de la ciudad es más una batalla por los límites que una vida dentro de límites” [Colomina]. Líneas de sombra que disocian y producen muros internos. Llama la atención un pedazo de muro que se ubica fuera de las fronteras de la embajada de Alemania: un trozo que dividió un país por la mitad. ¿Cómo llegó acá? Realza una marca en su superficie que dice Think Global. Aquel fragmento de muro es una parte del todo. Pero no solo una parte del Muro de Berlín, sino de un globo que se pincha en la historia. A casi 30 años de la caída del telón, sus numerosas partes están repartidas por el mundo, las mismas que estaban ahí en la caída de Ida Siekmann en aquel salto mortal del 21 de agosto de 1961 por la Bernauer Strasse. Buscaba ver a su hermana Martha al otro lado. La primera caída de varias más que intentaron cruzar: se inscribe como la primera. Inscribir, escribir. ¿Qué se produce acá? Hay 241 trozos de muro en 146 lugares del mundo, da lo mismo. El todo ya no puede ser la suma de sus partes. Este trozo de letra estará inscrito en esta escritura, mientras el resto del mundo paga por un pedazo de historia. Al otro lado, detrás de la máscara del pensamiento que produce aquello que oculta, podemos ver una frontera divisoria que es una figura –una convención. Aquí tú, allá yo. Una demarcación, como aquel pedazo de muro máscara con la boca abierta: think global, como si hubiera un mundo global (¿sin fisuras?). Se pregunta qué estará dividiendo este pedazo, ahora reinscrito en otra ciudad y siglo. No sabemos qué mensaje nos deparó el artista Jürgen Grosse, pero sólo queda el concreto que a su vez es máscara de un límite que no ha dejado de funcionar como tal. Mimos de un muro invisible en esta nueva era que aún no terminamos de entender del todo bien. Limitados por una historia que ha marcado al otro lado, tras esa puerta, un orden. Al otro lado yace lo indecible más allá de lo público y lo privado, una ventana que nos vincula a lo impreciso. Llenarse de límites es inscribir también convenciones. Se ha escuchado decir muchas veces que el lenguaje nació de una convención, como si dos conciencias se hayan puesto de acuerdo con el diccionario en la mano qué palabra va con cada cosa: nace un muro que inscribe. Pero algo se teje detrás, como se dijo, en las fronteras imaginarias: “Lo imaginario cobra su falsa realidad, que sin embargo, es una realidad verificada, a partir del orden definido por el muro del lenguaje” [Lacan]. Este trozo de muro, trozo de espejo, no es sino la palabra entre ambos dos. (“¿Debo / aprisionar un pensamiento / llevarlo a la iluminada celda de una frase?” [Bachmann]). Más allá del límite imaginario de este muro, al otro lado se aprecia la vivencia. Sin órdenes ni cortes. Como de doble filo, hablamos en un lenguaje común que nos dice más de un orden que divide, pero la palabra también corta. Cuando una palabra impacta el espejo se quiebra en mil pedacitos. Esparcidos nuestros fragmentos de muro: ¿Qué fragmentos de cada quien estarán inscritos en cada quién? ¿Qué historias de ti están en mi territorio dividiéndome? Dejemos de inscribir para escribirnos: la correspondencia siempre pendiente, la crítica “de los límites que se nos han establecido y un examen de su franqueamiento posible.” [Foucault]. Ida Siekmann cruzaba la zona francesa y soviética, diariamente, franqueando la imaginación de aquellos límites inscritos, escribiendo su historia. Antes de saltar, ya estaban tapiando las ventanas de su cuarto piso, para dar materia final al Muro. No aceptar el límite: Ida ya sabía de ventanas, espejos y muros. Avistar como Ida un franqueamiento, una línea de fuga, un dejar todo cimiento y saltar la verdad de esta vieja pared.  .  .

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Bachmann, Ingeborg. “Nada de Delikatessen” en Últimos poemas. Madrid: Hiperión, 1999.

Colomina, Beatriz. “Ciudad” en Privacidad y publicidad: la arquitectura moderna como medio de comunicación de masas. Murcia: Cendeac, 2010.

Foucault, Michel. “¿Qué es la ilustración?” en Estética, Ética y Hermenéutica. Barcelona: Paidós, 1999.

Lacan, Jacques. “Introducción del Gran Otro” en Seminario 2: El Yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica 1954-1955. Barcelona: Paidós, 1983.

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