
Ilustración: "Estudio de manos". Fuente: Museo de Bayona (Intervenido).
VERANO DEL ASMA
As the dead prey upon us,
they are the dead in ourselves […]
– Charles Olson
Siento el metal del verano
en mi corazón. La prensa
ataca el tiempo, devora la imagen
y la quiebra en pixeles.
Veo el cuerpo de un padre
detenido en la muela del gobierno.
En esta gran oscuridad
no distingo mis brazos de los blocs.
El estómago estatal enclaustrado
donde de sombra sale sangre,
pulmón y asma.
Sibilancia de las aves,
los naranjos de fuego nos dan el hogar
y la comida. Hugo murió en las exhalaciones
del cielo.
La curvatura de un nombre común.
El terreno se impone
y el resto
seguimos labrando.
*
Un cuerpo solo se abre
ante la violencia (cableado eléctrico.
Sendero que parpadea,
mugido de motores).
Claroscuro ante el cadáver del hombre.
Ahí el verano nos consume,
sol depredador. Intersticios, yo y sábanas viejas.
Un tacto inusitado duerme mi boca amarga a metal.
Fuera nadie se conoce lo suficiente
para haber visto el fuego. El alarido
de tres piedras, nombres propios, pipas de piel.
No reconozco a nadie en mis barrios.
Un poema no nato cae en desuso:
lo depredo como a un animal débil.
Sin embargo, a ambos
un país que nos parió.
Era evidente un día
que acaece en la pobreza pero no
por eso somos:
Hermanos,
no sé si estamos juntos
en el cielo, o en la sombra monumental o
en las garras de un ave urbana.
Varios desvinculados en medio
de enero al borde de los gestos
caminan el mapa de mi plexo.
Tampoco los siento,
no puedo hacerme uno con nadie.
En la abrupta ruina
cobijados por una guerra del cuerpo
contra el cuerpo, me consumo y edifico.
Las calle no me deja ver
a los míos, espero el favor.
Es la muerte de un día,
y solo escribo: “ocaso”,
en un intento de darle nombre
a las cosas.
No queda murmullo ni materia.
Al filo de la mandíbula,
concreto que colma el cuello.
Debo cerrar su hocico:
las moscas nos habitan desde antes de vivir.
Nacemos la manada interrumpida,
semáforos ciegos circundan la cuadra.
Mi ojo podría ver el terreno de los cielos,
construir los catastros por costumbre:
(Catolicismo/Ley natural/Maquiavelo)
Pero yacemos en la opacidad de la tierra,
en las manos derruidas, como ladrillos
que dividen.
Nombres comunes,
con su voz son la suma de las voces.
Y las calles mueren. Matta muere, 10 de Julio
o Clotario Blest en cruz, sobre el piso.
Los policías le pisan la sombra.
Cúspide de viejos, las micros se dedican a bufar.
Un paradero quizás por los mensajes
(La contrición hace que el detenido
termine. La ruta que arde en los techos de tus vecinos).
Desayunamos, tomamos té.
Pan de las manos,
celebramos estas migajas: “espero que Dios no termine aquí”.
Pero es todo tu mano, sin razones para estar agradecido.
Se devora a sí misma, serpiente o calle.
Veo retornar a mis hermanos
hombros contraídos
de la patria.
No distingo
una revolución
de un círculo.
*
Me alimento de mis manos,
Este saber
me quita todo el peso.
Replico a nuestra anatomía de pueblo.
El hombre viejo del plantel
erige su perfil crustáceo.
Lo veo deshacerse del cadáver,
rasgando el interior del abdomen
y nace de nuevo, con otro nombre.
Algo así
como la naturaleza perenne del verano.
¿Qué haremos entonces?
Mesas uniformes, animalidad
vehicular, como si cazaran.
Mi ojo es el prado,
desaparecen en la velocidad del mugido
los escolares.
Hábito, horarios
laborales. Mi silueta rapiña el día.
Mi cuerpo es de todos: mi cuerpo es común.
Para saber si nací o no
debo encontrarme en lo no-nato:
Las placas tectónicas
rompen la piel negra
de los trabajadores.
Desde el centro de la coraza
escuchamos la cacería
de poblaciones.
Un martillo privado rompe
y ahoga las casas de madera.
Nada tan gratuito
como esta sumisión.
*
Sé hoy que un nombre es
necesario. Pero quién
puede probar que siempre ha sido así.
Grita y mina el eco
de ese grito. Hoy, último día
de despidos. Forjamos un cuerpo
para el trabajo: espectro de minerales,
manierismos marxistas.
Plazos legales, ad portas,
aborto de su operación.
En este caso sería imposible trazar
una figura del mundo.
Equidistante mi mano de otra mano
humana. Las murallas que separan
las oficinas conservan el calor cansado.
Fatiga, el silencio
de un cuerpo recae en sí mismo.
Te disculpas con tu familia
cada vez que
rompes el ritmo esclavo.
Incinera,
elimina los
procesos. Los nombres de
sus hijas en topografía ósea, brazos y armas.
Un lenguaje es difícil de
aprender. Borramos archivos
que aluden a la empatía.
Son formas básicas de
contradicción: X es Y, no-X igual a no-Y.
Veo la destrucción necesaria
para el nacimiento de un nombre.
El espacio, sus cadáveres de hierro.
Ante el eclipse llamado párpado,
oclusión al no querer oír
las obras.
Pienso en que el cuerpo de Dios
tendría que ser
como una cárcel.