Volver a la cuestión
Sobre Economía política del enemigo. Arqueologías de la guerra y el genocidio, de Carlos del Valle (Palinodia, 2024).
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Sostiene Jacques Derrida en el texto de 1964 titulado “Violencia y metafísica. Ensayo sobre el pensamiento de Emmanuel Levinas”:
Comunidad de la cuestión, pues, en esta frágil instancia en que la cuestión no está todavía suficientemente determinada como para que la hipocresía de una respuesta se haya inducido ya bajo la máscara de la cuestión, como para que su voz se haya dejado ya articular fraudulentamente en la sintaxis misma de la cuestión (p. 108).
¿Cuál sería aquí la “Comunidad de la cuestión”? Esa es, justo, la cuestión. No hay más respuesta posible que ésta, pensamos. Y tras la indeterminación que abre esta misma tensión habita toda la posibilidad de un pensamiento por venir. Al hablar de la cuestión Derrida nos muestra que el mundo mismo no ha sido ni puede ser observado objetualmente; no hay conclusiones posibles, ni informes, ni burocracias analíticas que certifiquen algo sobre “lo que pasa” –ce qui passe (Badiou, 2003, p. 20)–; el lenguaje en la cuestión pierde igualmente toda certeza performativa y se disuelve en el inciso que produce el no saber qué es lo que deambula en la cuestión misma.
Sin embargo, hay comunidad; una que no da noticias sobre qué es lo que la vincula, pero en la ausencia de lo que no tiene denominación de origen es que se intuye su ínsita tendencia a la reunión. Hablamos de cuerpos, subjetividades y onticidades que sin tener orientación y en el sonambulismo inducido por el Dios-capital –tal como lo define Baudrillard en relación al poderío de occidente: “omnipotencia divina y legitimidad moral absoluta” (2003, p. 7)– aún son capaces de desposeerse (Butler, Athanasiou, 2013), arriesgar el yo y buscar en la península de las individualidades aquel resto que sume, que una, que nos revele la gestualidad extraviada de aquello que se sitúa para impulsar un reconocimiento, lo mutuo. Aunque no haya simetría, tampoco el reflejo de potenciales relatos políticos, pues, ahí, donde nada hay, es que la cuestión debe quedar sin titular, sin tempo; brutal como un tajo que corta al sentido no obstante es todo el sentido posible.
Y es desde aquí que quisiera pensar el tan buen libro de Carlos del Valle Economía política del enemigo. Arqueologías de la guerra y el genocidio (Palinodia, 2024). Es decir, en primer lugar, como un texto que abre a la cuestión y que más allá de que la teorización urdida a medio camino entre la investigación socio-histórica y la soltura del ensayo, lo que este interesante texto nos entrega es, igual, un tiempo de comunidad. Puede ser el enemigo, el amigo, el hermano o cualquier mundo político que se vertebre desde lo fraterno, o desde ese lugar arcóntico en el cual, y siguiendo ahora a Derrida en Políticas de la amistad (1998), “[…] la guerra que viola todas las leyes de la guerra, puede ser una guerra fratricida” (p. 95); mas, como gesto hacia el pensamiento, el libro de del Valle nos lleva de nuevo a la cuestión sin respuesta de la comunidad y entonces a un tinglado de modos de producción del enemigo contemporáneo que siempre será una invitación a reencontrar la operación que, por más contradictorio que parezca de cara a la “producción del enemigo”, nos recupera en la comunidad de la cuestión y permite la grieta por donde se filtra lo común. Al leer este libro pienso en la máxima de Publio Terencio Africano, quien escribe en el siglo II A.C.: Homo sum, humani nihil a me alienum puto, literalmente: “Hombre soy, nada humano me es ajeno”.
Y en este sentido, tal como lo señala Mauro Salazar en el prólogo:
Los propósitos del trabajo que aquí comentamos se relacionan con un “nosotros genealógico” que abraza una metodicidad argumental, donde la “enemización” es un vector que ilumina creativamente una heterogeneidad de problemas históricos y nudos socio-teóricos en la contemporaneidad post-fordista (p. 10).
Lo que es posible entender desde las palabras de Salazar, es que si bien la enemización parece ser el núcleo en torno al cual se organiza el texto se puede sostener que es a partir de esta idea que se articula todo un entramado investigativo y escritural de amplio alcance y que no solo puede fijarse en un tiempo histórico determinado. En esta línea es que el libro de Carlos del Valle posee una cierta atemporalidad, esto es, la fórmula derivada de los rigurosos análisis históricos y de la hermenéutica múltiple que se desprende de un trabajo bibliográfico notable, permite comprender sus hallazgos como una suerte de estándares sin tiempo. En otras palabras y siguiendo a Carl Smith en esta perspectiva, el enemigo, con independencia del instante o la época, siempre requerirá del reconocimiento de un otro. No hay enemigo sin la intensa codificación de lo alterno, de lo alter-nativo; y esto puede darse en el mundo antiguo, en la edad media, en la actualidad o cuando sea.
La enemización es una penetrante y densa estabilización de la otredad y esta es, a mi juicio, una idea de alta potencia que destila de la escritura de del Valle.
En esta dirección escribe el autor:
“[…] entiendo la enemización como un modo general de producción del enemigo, en el cual juegan un rol significativo los medios de comunicación; de tal manera que estos constituirán una estructura productora de enemigos, con altos y crecientes niveles de especialización y sofisticación” (p. 16).
En primer lugar, de esta cita que opera también a modo de develamiento, se desprende que hay algo así como una estructura fundamental que sería la enemización. Aquí se condensa, de alguna forma, todo lo que posteriormente vendrán a ser los procesos histórico-políticos de la producción empírica de enemigos. Y es cuando menos inquietante el rol que del Valle le da a los medios de comunicación como una suerte de dispositivos operadores de esta máquina a todo orden. Si existe algo así como una ontología del enemigo que habita en la enemización misma, pues los medios de comunicación se desplegarían como los aceleradores específicos y epocales que le imprimen onticidad a esa ontología.
Y en este punto sería necesario detenerse, en el entendido de que es igualmente válido preguntarse si son los medios de comunicación los dispositivos por antonomasia que impulsan la producción del enemigo. Nadie podría negar la importancia y la caja de resonancia que son en las sociedades contemporáneas hipermediatizadas y su implicancia en la configuración, incluso, de la cartografía de fuerzas en el corazón mismo del juego del poder. Mas, se cree, sería algo reduccionista entregarles solo a ellos, a los medios, el poder mitológico sobre el que descansaría “el universo enemizado” y que, tal como lo sostiene el autor, constituye “la estructura productora de enemigos”.
A esta luz es que nos permitimos traer a Jean-Luc Nancy, ahí donde sostiene en su libro La comunidad inoperante que “Nada es más común a los miembros de una comunidad, en principio, que un mito, o un conjunto de mitos. El mito y la comunidad se definen, al menos en parte –pero también tal vez en su totalidad– mutuamente” (1983, p. 104).
Pensamos en Nancy en tanto las sociedades contemporáneas, atravesadas por la acción de los medios, qué duda cabe, son una zona donde la mitología que las sostiene se construye sobre la base de agentes heterogéneos con agencias múltiples. Los medios son relevantes, pero antes de ellos también hay discursos, relatos y prédicas de poder (un querer-decir apuntará Derrida), ajustes o desajustes temporales que gobiernan las palabras y, entonces, diferentes tipos mitológicos que de manera conjunta ensamblan el gran mito del enemigo.
Hay algo, -y del Valle parece intuirlo-, más allá o más acá de los medios, que pareciera indicar que no todo se tensa en la manifestación temporal de los medios siendo, deviniendo, sino que lo que se despeja es una suerte de economía que los sobrepasa y que se implica, justo, en la zona mitológica donde el enemigo mismo aún no logra su cristalización. El enemigo es tal y lo producen los medios, cierto, pero antes de esta objetualización lo que emerge es un tipo de différence, espaciamiento y dilación sin contexto que le imprime al enemigo, sin embargo, todo el sentido posible.
Así y en el mismo tono, Carlos del Valle apunta que “En este nuevo trabajo, el enemigo aparece no sólo como una construcción social o una producción mediática, es una economía política” (p. 22). Este pasaje reafirma en alguna medida lo que hemos querido decir, en el entendido que el enemigo no es el resultado únicamente del pulso genealógico que mezcla la historia con la incombustible hermenéutica, sino que más de allá de su condición situada, el enemigo como tal es algo estructural, fundamental; no necesariamente definible pero que actúa en la historia diseminado, también, fantasmalmente. Asediando (hanter) y despuntando en esta dirección hacia la máquina espectral que es donde se fragua su potencia económica y política. Del mismo modo apunta el autor citando a Derrida en Espectros de Marx (1993). “Por otro lado, en el enfoque crítico espectral el interés está en comprender cómo aparece el juego de presencia/ausencia y visibilidad/invisibilización del otro” (p. 50).
¿A través de qué extraña alquimia política el enemigo es producido en esta doble inyunción presencia/ausencia? Es en este sentido que Derrida, por ejemplo, persigue mostrar cómo la historia y la tradición no pueden escapar al diferir, a la différance nuevamente. La historia y la tradición, la herencia y la filosofía misma, más allá de su afán presencial y temporal, no son sino arquetipos, formas de un presente y de un ser que revelan –por defecto de esa misma disponibilidad a la historia– la diseminación radical que las excede, el suplemento que les es inmanente, aunque no puedan reparar en ello. Entonces el enemigo que nos presenta del Valle se proyecta aquí como la aparición desde siempre espectral de un pasado, pero de un pasado nunca presente y siempre imposible en su temporalización. Porque si el pasado tiene una posibilidad de presentarse y adquirir tiempo, es a través del espectro que no es más que la aporía de una no-presentación. El fantasma desarticula el pasado y el presente en tanto irrumpe como acontecimiento.
¿Tiene la enemización como fuerza ontológica de la producción del enemigo una condición espectral? ¿Es laes la enemización la potencia sin tiempo de los fantasmas que viene a producir una fisura en la historia de los enemigos como región de constitución de el y lo otro? Creo que esta es una veta aún por explorar en el gran trabajo de Carlos del Valle. Enemigo y fantasma o el enemigo como la manifestación del revenant, el reaparecido, el que vuelve y devuelve a lo político para construir el tiempo de una tensión y de un enfrentamiento.
La escritura de del Valle es un llamado, insistimos, a volver a la cuestión; a intuir en la comunidad del pensamiento los fusibles extraviados que lo activan, y que no nos permiten olvidar que la política es más que su exceso de contexto, por el contrario, es lo que no es en el plano de su siempre estar siendo; asomando como el acontecimiento del enemigo que impacta la contingencia para definir el mundo y extender nuestra comprensión de las palabras y las cosas.
Me quedo con este bello pasaje que apertura a una filosofía por venir donde la cuestión, desde el enemigo, sigue sin ser identificada y, así, emancipada de cualquier atavismo categorial:
La base está en entender que el enemigo es una función sígnica, cuya codificación se realiza en el marco de matrices económicas, políticas o culturales, como es el caso particular de la matriz colonial o la matriz modernizadora. Ahora bien, si lo comprendemos de esta manera, podemos identificar, además, una tipología del enemigo en tanto signo económico-político (pp. 63-64).
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Referencias
A. Badiou, L’éthique. Essai sur la conscience du mal, Nous, 2003
J. Baudrillard, The Spirit of Terrorism and Requiem for the Twin Towers, Verso, 2003
J. Butler y A. Athanasiou, A, Dispossession. The Performative in the Political, Polity Press, 2013
J. Derrida, Políticas de la amistad seguido de El oído de Heidegger, Trotta, 1998
J. Derrida. “Violencia y metafísica. Ensayo sobre el pensamiento de Emmanuel Levinas”, en La escritura y la diferencia, Anthropos, 1989
J.-L. Nancy, La communauté désoeuvrée, Christian Bourgois, 1983