
Jeu d'astronomie et de géographie
Sobre la pequeñez del orden, visto desde el infinito
Sobre Cometas & Barricadas. La imaginación insurrecta en el exilio, de Sean Bonney. Santiago, Luciole Ediciones, 2025.
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¡No se desalienten nunca! Tendrán a veces que tener pequeñas derrotas, ¿no? ¿Cuántas derrotas no hemos sufrido nosotros? Ahora ya llevo más de diez años en la misma tarea sin resultado alguno, porque aun la podredumbre es mucho más grande que antes. ¡No se desalienten jamás! ¡Sigan adelante en esta lucha!
Clotario Blest
El enorme silencio está cargado de ruidos. Y a eso me refiero cuando hablo de poética.
Sean Bonney
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Enfrentarse al orden del mundo. No se trata de una vocación trágica, sino de una convicción que se nutre del propio mundo, que bebe de lo que podemos comprender como su propia naturaleza: si el mundo puede ser transformado y subvertido, es porque él mismo tiene como característica el ser mutable, impredecible, inesperado, y –visto desde el infinito– el poder ser radical, inmensa, cabalmente transformado. “Orden” es, por tanto, una palabra tramposa, desleal respecto de la realidad bullente del cosmos. Y como tal, verá constantemente frustradas sus ansias de fijarlo todo, y de justificar como “leyes naturales” las perspectivas humanas inseparables de sus épocas, o como “leyes sociales” los forcejeos de la dominación. Una y otra vez algo emergerá develando al “orden” como un mero juego trucado, y por tanto, señalando que “orden” es el nombre supuestamente neutro de una perspectiva que es parcial, interesada, prescriptiva antes que descriptiva.
Me parece relevante subrayar cómo es que en lo ya dicho parecen reunirse política –la cuestión sobre el vivir junt*s– y teoría –las construcciones mediante las que comprendemos lo existente–. Lo que se devela entre ambos momentos, recorriéndolos, es una estética, una poética, una manera de hacernos sensibles al mundo. No se trata de algo nuevo: si el Renacimiento tuvo como hito teórico, político y estético el descentramiento del geocentrismo y la posibilidad de concebir un cosmos desprovisto de las jerarquías escolásticas, las ciencias modernas siguieron siendo legalistas en lo que decían de la naturaleza física, y racistas en lo que señalaban de la naturaleza social, entre otros vicios. Ya hacia el siglo XIX, anarquistas como Reclús y Kropotkin nutrieron sus reflexiones políticas de sus investigaciones científicas: es la propia naturaleza la que se organiza anárquicamente, y así como la geografía tiene su propia historia natural, y por lo tanto la naturaleza cambia, el apoyo mutuo es un factor evolutivo a considerar, y no solo la competencia1. Tras el siglo XX, algunas posiciones en medio de la física cuántica se abren a concepciones radicalmente relacionales en que la propia materia deja de ser concebida de modos substancialistas, y toda la realidad se vuelve probabilística e interaccional (o intraccional) –lo cual no quiere decir que se relativice ni se niegue la realidad–2; por su parte, las ciencias sociales deben hacerse cargo de que la historia puede que no consista en una ineludible evolución modernizadora, sino que pueda ser vista como el espacio de experimentación política en que la humanidad se ha inventado múltiples formas de vivir3. Lo que quiero decir es que la imaginación política y la imaginación teórica pueden ciertamente estar tramadas, y esa trama parece responder a una sensibilidad estética y poética particular: el mundo no es orden, el mundo es cambio, y esa comprensión nos movilizará a nuevas relaciones, a nuevas preguntas y a nuevas posibilidades.
Intentemos entonces empezar de nuevo: por el mundo, y contra el orden. Pues el curso del cosmos, aprendemos de Sean Bonney, hace que los ordenamientos declinen, se fisuren, estallen y ardan. Bonney nos comparte un conocimiento que ha heredado, en su caso, de Louis-Auguste Blanqui, de Arthur Rimbaud o de Aimé Césaire, entre tantos y tantas. Un conocimiento que ha venido transitando los recovecos de todas las historias. Un conocimiento que, cada tanto, se toma la escena, desafiante: en 1871 en París, en 1936 en Cataluña, en 1994 en Chiapas, o el 2019 en Hong Kong, Chile, Ecuador, Colombia…
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Por el mundo. ¿Se trata de una esperanza optimista? No podría ser tal la situación. A Sean Bonney, poeta inglés que muriera el 2019, lo podemos comprender antes desde la ira y la sátira, que desde el optimismo. En Cometas & Barricadas ensaya una reflexión que arranca desde La eternidad por los astros, que el revolucionario Louis-Auguste Blanqui escribió en prisión, capturado un día antes de que una insurrección alcanzara a tomar control autogestivo de la Comuna de París, experiencia histórica en la que influyó pero, prisionero, no pudo participar. Por lo tanto, no hay aquí ocasión alguna para una confianza ciega en el porvenir. Bonney está viendo en la obra de Blanqui una perpetuación de la lucha política incluso en prisión. Pero no por extrapolación a otros planos, no por analogías descuidadas. Hay más bien un descubrimiento que es al mismo tiempo poético y político: “Dentro de un universo infinito, la derrota es siempre inevitable, pero también lo es la victoria” (p. 9). Vista desde el infinito, la sentencia del juez que aprisiona a Blanqui se reduce a su propia pequeñez.
Entonces, no hay optimismo ni ingenuidad, pero tampoco –decíamos– hay vocación trágica. Lo que hay es otra sensibilidad. Sean Bonney la llama poética, y la llama imaginación. Con esto retoma una de las ideas más interesantes de los Manuscritos económico-filosóficos de Marx: la abolición de la propiedad privada, junto a la transformación de las relaciones sociales, transformaría nuestra percepción y nuestros sentidos. Oiríamos de otro modo, saborearíamos de otro modo, la experiencia sensible del mundo sería otra4. Por tanto, Bonney quiere rescatar esta ala sensible de la crítica de la economía política, que deberíamos reconocer como una poética anticapitalista. Es en este momento que el descubrimiento del infinito no es solo un punto de partida, es también un método: para el infinito, nada está perdido, y por tanto, la inteligencia, la sensibilidad y la práctica deben modularse según el hecho inevitable de que orden y transformación, derrota y victoria, conviven. Y entonces, la negación surge con una fuerza que no es la de una lógica dialéctica, sino que como una potencia del cosmos, como una “dialéctica intergaláctica”, en que todo lo que el orden ha querido dar por perdido, por superado, está más bien allí latiendo, acechando amenazante con irrumpir nuevamente. Podríamos decir que, vista desde el infinito, la derrota no es como tal un corte o un agotamiento total, sino una suspensión provisoria, un receso. Visto históricamente, tendremos que reconocer que las experiencias y luchas políticas contra la dominación, derrotadas, aguardan para resurgir. Y desde su negatividad siguen interrogando al orden, desnaturalizándolo: “Regresaremos, turba infinita / por todas tus puertas, regresaremos / espectros vengativos, de entre las sombras / con los puños en alto, regresaremos” escribía la revolucionaria Louise Michel, y así Bonney la recuerda (p. 26).
La experiencia de dicha negatividad tensa, que aguarda por su momento, nos dice Bonney, despierta la “imaginación poética”. Esto ocurre cuando los conflictos adquieren tal intensidad que la contradicción ya no puede sostenerse, cuando “dos imágenes contradictorias de la realidad se ven forzadas a entrar en crisis y conflicto debido a su imposibilidad de ocupar el mismo momento histórico, el mismo espacio físico” (pp. 21-22). Y, vista desde el infinito, esto ocurrirá una y otra vez. Bonney nos explica esta poética como una suerte de “ciclo hidrológico” –“En el sistema de Blanqui, los comuneros no mueren, sino que se evaporan en un vendaval metafórico, una poética revolucionaria” (p. 22)–, y como naturaleza astronómica –“ellos [los comuneros] se convierten en cometas, que en su imaginación cosmológica son siempre interferencias, barricadas, revoluciones” (p. 23)–. La presencia, en el infinito, de la contradicción entre orden y transformación, arruina al orden, pues recuerda que l*s derrotad*s, “como el propio deseo revolucionario, no pueden ser destruidos”, solo “permanecen dormidos, esperando la oportunidad de resurgir” (p. 24).
La sensibilidad que despierta esta poética política permite que el conflicto alcance una escala cósmica. Pero Bonney subraya que precisamente por esto no se trata de una declaración total o final de derrota por parte de Blanqui, sino de un gesto de desafío al poder, al juez que lo aprisionó. Un desafío que alcanza el tamaño del cosmos.
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La publicación por Luciole Ediciones de Cometas & Barricadas, bajo la cuidadosa traducción de Martín Berliner desde el original en inglés y la revisión de Daniela Barriga, nos entrega una cuarta plaquette de su Colección Azufre, en que poesía y política se reúnen, y en que la orientación a despertar los sentidos de quien lee se experimentan en todos los aspectos de diseño de la plaquette, a cargo de Mayckel Burgos; desde la elección de colores, de diagramación, de las guardas, hasta el afiche que acompaña al texto. Se trata, me parece, de una labor imprescindible si seguimos el contenido tanto de este como de los demás escritos que componen la colección: no debemos descuidar la manera en que se tejen, en la experiencia de nuestras existencias, la política, la poética y la sensibilidad. El riesgo de dicho descuido sería tratar nuestra experiencia existencial, cotidiana y colectiva como un asunto lógico o meramente administrativo, y por tanto sería también el riesgo de considerar como mero contenido informativo a las reflexiones y provocaciones poético-políticas de Bonney.
No puedo evitar pensar además en el momento en que Luciole Ediciones publica este texto. Sobre todo puesto que la poesía de Sean Bonney, que desafía los convencionalismos de lo que él ve como una poesía policial, se nutre de las revueltas, tanto como busca nutrirlas a ellas. Se cumplirán 6 años desde la revuelta de octubre de 2019 a lo largo de nuestras regiones y localidades, y se cumplirán en medio de un proceso electoral, precisamente cuando el sepultamiento de la propia revuelta aconteció en las urnas. Se podría tratar de una cruel ironía. Sean Bonney nos enseñaría a ver en todo esto una operación de invisibilización: “todos los días somos deglutidos, con todo y huesos, solo para ser formados de nuevo mientras dormimos, y al siguiente día el mismo proceso ocurre otra vez” nos dice en su Carta sobre el trabajo y la armonía, para luego agregar que ve por la ventana un desfile, “una de esas insípidas celebraciones de nuestra absoluta invisibilidad”5. Pero tras develar la invisibilización electoral de la revuelta, me imagino a Bonney recordándonos que, vista desde el infinito, la invisibilidad no es otra cosa que una puesta en suspenso, aquella de la que escribíamos antes. La invisibilidad puede también ser un medio para aparecer.
De allí que este escrito comenzara recordando a Clotario Blest: no hay, no puede haber, relación interna entre derrota y desaliento. Una no implica a la otra, ni mucho menos. No hay una relación lógica, ni de causas y efectos, ni siquiera una correlación estadística se podría sostener: la derrota no prueba nada de la lucha emprendida. Y vistas desde el infinito, una no alcanza nunca a la otra, pues si la derrota es necesariamente pequeña, el desaliento no tiene razones para sustentarse sobre ninguna derrota. A la luz de esta poética, el desaliento sería el producto de una sensibilidad atrofiada por el orden, una sensibilidad que no alcanza a percatarse de lo invisible en medio de lo visible, del ruido en medio del silencio. Una sensibilidad insensible que, al alzar la vista, se pierde la visión fantástica de los cometas, esos cuerpos luminosos y sorprendentes, que atraviesan y desarreglan las lentas y fijas órbitas en el cielo nocturno.
Notas:
1 Reclús, E. Historia de una montaña. Santiago: Nadar Ediciones, 2024; Kropotkin, P. El apoyo mutuo. Un factor de evolución. La Rioja: Pepitas de Calabaza, 2020.
2 Rovelli, C. Siete breves lecciones de física. Barcelona: Anagrama, 2016; Barad, K. Tocando al extrañx interior: la alteridad que entonces soy. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Cactus, 2023.
3 Graeber, D. y Wengrow, D. El amanecer de todo. Una nueva historia de la humanidad. España: Ariel, 2022.
4“ La supresión de la propiedad privada es, pues, la emancipación completa de todas las cualidades y los sentidos humanos […] El ojo se ha convertido en ojo humano cuando su objeto se ha convertido en objeto social, humano”; “Es pues, no sólo en el pensamiento, sino a través de todos los sentidos como el hombre se afirma en el mundo objetivo” (Marx, K. “La propiedad privada y el comunismo”. En Fromm, E. Marx y su concepto del hombre, México: Fondo de Cultura Económica, 2016, pp. 141, 142-143.
5 Bonney, S. El lenguaje de las barricadas, Santiago de Chile: Libros Tadeys, 2022.