
Foto: Encuentro de la CONAIE año 2021. Fuente: Equipo de fotografía / Asamblea Nacional
Ecuador: “Las nacionalidades indígenas votarán de acuerdo a su conciencia”. Entrevista a Zenaida Yasacama
El movimiento indígena en Ecuador ante la segunda vuelta de las elecciones del 13 de abril
El próximo 13 de abril conoceremos al nuevo presidente (o presidenta) de Ecuador. Los resultados de la primera vuelta en el mes de marzo arrojaron un empate técnico entre las dos fuerzas que luchan política (y culturalmente) por ser hegemónicas en el país. Por un lado, Daniel Noboa, candidato que consiguió ganar las elecciones a finales de 2023 manteniendo un equilibrio donde, a pesar de venir de una de las mayores fortunas del país, logró posicionarse como un “outsider”, un joven de tan solo 36 años que se autodefinía políticamente como “centro-izquierda”. Sin embargo, en un año y cuatro meses Noboa ha practicado una serie de políticas bukelianas que, a diferencia del caso del Salvador, no le han permitido bajar las estadísticas de criminalidad del país, sino más bien todo lo contrario. A pesar de lo errático de sus políticas, la estrategia trumpista de Noboa, construyendo un sostén narrativo contra todo aquel que se opusiese a la militarización de la vida pública ecuatoriana o criticara la ineficacia de su estrategia de seguridad, parecía haber dado resultado hasta hace bien poco.
La otra candidata, Luísa González, del partido Revolución Ciudadana, sociológicamente una “correista clásica” (conservadora en temas de aborto y estractivismo, pero progresista en ciertas políticas de distribución económica), se benefició precisamente el 13 de abril de un imaginario político que prácticamente ningún politólogo sospechaba que podía condicionar la mercadotecnia electoral ecuatoriana: el “antinoboismo”. En este escenario donde los sectores conservadores unen fuerzas en torno a Noboa bajo el pretexto de que si llega González al poder, “nunca se irá” (haciendo referencia a la “vía venezolana”), y donde las izquierdas temen que el país vuelva a unos “años ochenta” donde las ejecuciones extrajudiciales marcaron la agenda política del conservador León Febres Cordero, el movimiento indígena es “el gran ausente”.
En este contexto donde progresistas y conservadores se acusan unos a otros de proponer modelos autoritarios, me propongo entrevistar a la vicepresidenta de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), probablemente la institución que más ha capitalizado la protesta social en las últimas tres décadas del país. El 7 de marzo quedo con Zenaida Yasacama en la sede de la CONAIE. La expectación en el país es inmensa ya que Leónidas Iza (presidente de la CONAIE y a su vez candidato de su brazo político, Pachakutik) que había quedado en tercer lugar con el 5,25% de los votos, y el resto del movimiento indígena iban de decidir si en la segunda vuelta pedían el voto por González, o se abstenían.
El lector podrá preguntarse, con toda la razón, por qué no cabría la posibilidad de que el movimiento indígena pidiese el voto para Noboa, el candidato conservador. De hecho, unos pocos días antes, una de las 3 federaciones regionales que conforman la CONAIE, la Confederación de Nacionalidades Indígenas de la Amazonía Ecuatoriana (CONFENAIE), había pedido abiertamente el voto para Noboa.
Cuando llego a la sede de la CONAIE me encuentro a las principales televisiones del país (Ecuavisa, Teleamazonas…) y los periodistas me miran con una mezcla de timidez y desconfianza, propio del clima cultural andino. La asamblea de la CONAIE tiene lugar en el piso de arriba. Las horas pasan, y la tarde se va mientras los periodistas y yo esperamos en el piso de abajo. Cada vez que baja un representante indígena y dice que están a punto de acabar, los periodistas se quejan. Son las 20:30 de la noche y uno de ellos suelta “no nos van a recibir en la casa”. “Mejor eso a que no te espere nadie”, pienso yo.
A las 21:00 de la noche se han ido prácticamente todos a casa, y solo quedan dos cámaras de Ecuavisa y yo. Cuando baja un dirigente indígena prácticamente le suplico que nos dejen subir a escuchar el final de la asamblea, al fin y al cabo solo quedamos tres personas. El dirigente me espeta: “¿tú sabes cuantos millones ha invertido Noboa en los medios de comunicación?” y acto seguido se va. Los cámaras y yo nos miramos entendiendo que la batalla está perdida. Tomen la decisión que tomen, nos tendremos que enterar desde casa.
Al día siguiente llamo a la vicepresidenta de la CONAIE, y Yasacama se disculpa conmigo por la fuerte presión política que está enfrentando el movimiento indígena, y que había llevado a la asamblea a prorrogarse durante horas con un resultado final en el que no se consensuó el apoyo a ningún candidato. Entonces el lunes 10 de marzo me acerco a la sede de la CONAIE para, por fin, poder entrevistar a su vicepresidenta. Mientras espero a que se desocupe de sus actividades, aprovecho para ir al archivo que inauguraron recientemente. “La memoria es resistencia”, veo que pone en una de las paredes. Cuando estoy totalmente inmerso en fuentes primarias del movimiento indígena, Yasacama me llama y me dice que será mejor que la entrevista tenga lugar en “la misión”, el lugar donde se hospeda cuando viene a Quito por tareas de la dirigencia.
Y, efectivamente, al igual que la famosa película protagonizada por Robert de Niro y Jeremy Irons, el lugar donde se hospeda Yasacama y otros miembros de la dirigencia de la CONAIE pertenece a los jesuitas. El grado de desconfianza (por usar una palabra suave) que siente el movimiento indígena hacia el estado ecuatoriano es igual de proporcional a la ayuda que reciben por parte de sectores de la iglesia católica no sólo en términos de logística, sino también en el proceso de asentamiento de sus comunidades en los territorios. Y todo esto daría para una tesis doctoral, pero yo he venido a entrevistar a Yasacama para un medio de comunicación. “Nico, vete al grano”, pienso para mis adentros. Pero obviamente esto no ocurre y en lugar de preguntarle a Yasacama sobre la actual coyuntura política que ha llevado al movimiento indígena a recibir una fuertísima presión para que “decidan su voto”, le hago una entrevista en formato “historia de vida”. “Una cosa es que de vez en cuando haga de periodista, y otra es que deje de ser historiador”, me digo para mis adentros.
Yasacama es tan solo tres años mayor que yo, una millennial que apenas era una adolescente cuando el movimiento indígena protagonizó los grandes levantamientos durante los años noventa para erigirse como el gran contrapoder al neoliberalismo. Sin embargo, en término de poder político el gran hito de este movimiento fue conseguir formar parte del gobierno de Lucio Gutiérrez (con Ninca Pacari y Luis Macas como los primeros ministros indígenas de la historia del Ecuador), para romper al poco tiempo (en 2005) con este político autodefinido de centro izquierda que firmó un acuerdo con el FMI para acabar imponiendo una serie de políticas de austeridad social, ¿les suena la historia? Yasacama lo tiene claro: “En tiempos de Lucio Gutiérrez y Rafael Correa había división en los pueblos indígenas. Los gobiernos siempre han querido dividir al movimiento indígena, desde la comuna y los pueblos, hasta a las organizaciones regionales”. Esta comparación entre ambos presidentes (con un Gutiérrez errático que no pudo llevar a cabo sus políticas y un Correa exitoso que logró llevar a cabo el plan de gobierno que se propuso) esconde una realidad trágica. En los más de doscientos años de historia de la república el movimiento indígena nunca ha logrado formar parte de un gobierno que acometa grandes transformaciones.
“Has tardado varias páginas en darle por primera vez voz a la vicepresidenta”, pensará el lector, y razón no le falta. Pero la propia Yasacama entiende que explicarle al lector medio como funciona la desconfianza de este movimiento hacia el estado moderno, no es tarea fácil. De hecho, para Yasacama, es precisamente el estereotipo de una mujer “guapa, joven y con la cara pintada” que ha servido de portada en diversas revistas anglosajonas, la razón por la que el movimiento indígena no solo no es respetado por el estado ecuatoriano, sino que tampoco es entendido desde afuera de él. Yasacama prefiere que omita nombres, y eso implica estrujarme el cerebro para poner sus palabras sin que nadie salga herido por “fuego amigo”: “hay mucho descontento de los pueblos y nacionalidades sobre ese tema, porque las chicas que no han crecido en (X), han tenido otra vida. Porque su papá es (X). Entonces lo que han hecho es coger las historias de su pueblo y andar hablando, de que defienden el territorio, pero como tal en el territorio no han hecho ningún tipo de actividad ni liderazgo. Y las nacionalidades sienten rechazo hacia ese marketing. Piensan que solamente andan haciendo negocio a nombre de los pueblos y nacionalidades». La primera X hace referencia a una de las nacionalidades indígenas, y la segunda a la nacionalidad (europea) del papá en cuestión.
De hecho, tener una “agenda propia” en lugar de una “agenda comunitaria” es una de las tensiones históricas del movimiento indígena, especialmente desde unos años noventa cuando premios nóveles de la paz, como la guatemalteca Rigoberta Menchu situaron al indigenismo (si es que tal término de verdad existe) en el centro de las miradas de la comunidad internacional. Curiosamente esta “agenda propia” Yasacama también se la traslada a Yaku Pérez, que en 2021 logró el 19,38% de los votos (teniendo en cuenta que en esa primera vuelta Guillermo Lasso logró tener el 19,74%), el mejor resultado de la historia de Pachakutik. “Yaku Pérez pensó que era por sus méritos personales. Después crea su propio partido y se va del movimiento Pachakutik. Es una traición al movimiento indígena”, sentencia Yasacama.
En ese momento, mi yo conciliador se desvanece y le digo a Yasacama que las críticas que se le hicieron a Yaku por dividir el movimiento son parecidas a las que está recibiendo en la actualidad Leonidas Iza. El hecho de que Iza, nada más acabar la segunda vuelta, anunciara que “no había que darle ni un voto a la derecha”, de alguna manera condicionó la decisión de las bases y por lo tanto se saltó el proceso de decisión comunitaria. “Leónidas fue elegido para ser candidato presidencial en una gran asamblea. (..) Él nunca buscó el protagonismo” me contesta la vicepresidenta.
Una de las paradojas del movimiento indígena es que la candidatura (exitosa electoralmente) de Yaku Pérez pasó a la historia por parte del movimiento como una figura poco fiable, hasta hubo conspiranoicos (sobre todo desde el sector del correísmo) que le acusaron de trabajar para la CIA. Acusación, por otro lado, que ya forma parte intrínseca del léxico de la izquierda ecuatoriana. Del otro lado, Leónidas Iza, uno de los iconos del movimiento indígena al que muchos correistas prefieren incluso antes que su propia candidata, Luísa González, llegó a sacar tres veces menos votos en un contexto de polarización social donde, sobre todo en la región amazónica, buena parte de las nacionalidades inclinaron su voto hacia la derecha política representada por Noboa.
“Yo mismo reclamé al compañero José”, comenta Yasacama: Le digo: «Pero compañero, usted decía que Amazonía está 100% apoyando, no hubo resultado. (…) Entonces Leónidas dijo: ‘No hubo resultado, compañeros, parecíamos mentir, parecemos mentirosos entre nosotros. Y yo quisiera que desde un principio me hubieran dicho las cosas. Pero bueno, ahorita ya no vamos a discutir. Ahora pensemos en la segunda vuelta’”. Yasacama hace referencia a José Esach, presidente de CONFENAIE (la organización regional de la Amazonía), y esa disputa ilustra perfectamente las diatribas de un movimiento indígena que, al igual que el resto de ecuatorianos, sigue atravesado por el eje político del “anti-correismo”.
A pesar de que Rafael Correa (presidente entre los años 2007-2016) no realizó políticas de austeridad económica y consiguió bajar de manera significativa los índices de pobreza en el Ecuador, la expansión de la minería/extracción petrolera, así como la cooptación de líderes indígenas que fueron integrados en las estructuras de la Revolución Ciudadana, aún provoca resquemor en buena parte del movimiento indígena. Sin embargo, Yasacama (más a título individual que como vicepresidenta), tiene claro que hay una diferencia entre la candidata progresista, Luísa González, y el actual candidato conservador, Daniel Noboa: “Es posible que Luisa diga: ‘Seis meses, aunque sea, voy a estar ahí con los indios’. Mientras que Daniel Noboa siempre ha venido diciendo que el movimiento indígena tendría que ganar las elecciones si quiere hacer cualquier tipo de transformación en el país”.
Parece que Yasacama, así como el presidente de la CONAIE, Iza, entienden que la hostilidad de un gobierno conservador hacia el movimiento indígena puede ser mayor que uno de izquierdas, pero no todos los liderazgos dentro del movimiento comparten la misma visión. En este contexto, Yasacama resume la posición oficial del movimiento respecto a la segunda vuelta: “el movimiento indígena está dividido, pero en realidad nosotros desde un principio fuimos claros. No vamos a imponer nada desde arriba. No queremos profundizar más en la división. Cada uno puede decidir en sus comunas a dónde van a votar. Así no habrá problema. Las nacionalidades indígenas votarán de acuerdo a su conciencia”.
Al final de la charla no puedo resistir preguntarle a Yasacama sobre “la vía boliviana”. Aunque el Movimiento al Socialismo (MAS) actualmente se encuentra en proceso de descomposición, no hay duda de que la llegada al poder de Evo Morales en 2006 representó un experimento político exitoso de unión entre la izquierda mestiza e indígena. “En Ecuador, en este mismo periodo electoral, se hizo una reunión de las izquierdas, pero la gente nuestra que estoy mencionando (la misma Yasacama me pide que evite mencionar los nombres en la entrevista) nos empezó a apuñalar: ‘Ahí están metidos con Correa, metidos con Correa…’. Entonces parte de nuestro movimiento no está recapacitando. No está pensando mucho más allá, sino únicamente que Correa es el malo…”
Pero Yasacama quiere acabar la entrevista con una anécdota que haga entender a la audiencia la dura realidad del movimiento indígena en Ecuador: “una vez un periodista en la Asamblea Nacional me dijo: ‘para que en Ecuador haya un presidente indio, deberían nacer millones de indios aquí. No estamos ni en Bolivia ni en Perú. Esto es Ecuador’. El periodista remataba con que los indios no sabemos administrar. Y yo me pregunto, si no supiéramos administrar, hace tiempo hubiéramos vendido nuestros territorios a las petroleras o a las mineras. Y algunos de nosotros estaríamos con plata. Seríamos parte de la clase media o incluso de la alta. Pero no es así. Sabemos pensar, tenemos las mismas capacidades y condiciones».
Nota del autor: Dos días antes de publicarse esta entrevista, Pachakutik, el brazo político de la CONAIE, llegó a un acuerdo para apoyar a la candidata Luisa González, de la Revolución Ciudadana. Sin embargo, Pachakutik tiene autonomía con respecto a la CONAIE para llegar a este tipo de acuerdos. En este sentido, la posición oficial de la CONAIE, en la que no se posiciona a favor de ninguno de los candidatos, sigue siendo la misma.