Foto: Paulo Slachevsky

20 de octubre 2019

El triunfo popular

Rodrigo Karmy Bolton

El 18 de octubre debe ser recordado como el día del triunfo popular. La asonada popular inició la llamarada en el subterráneo del Metro de Santiago para terminar expandiéndose hacia todo el país. El gobierno aplicó el estado de excepción constitucional en Santiago primeramente, para posteriormente sumarse varias ciudades de regiones (Valparaíso, La Serena, Concepción) en que la potencia afectiva de la revuelta ha sido imparable.

El triunfo popular se resume en tres puntos: uno, que la política de alza del pasaje del Metro fue congelada –según palabras del discurso de Piñera; dos, que la demanda de justicia desbordó el problema del alza tarifaria del Metro para anudarse a un deseo de justicia general que se sintetiza en “no más abuso de poder”; y tres, que la protesta no ha sido protagonizada por jóvenes, sino que se ha sumado gran parte del pueblo chileno en una demanda generalizada de justicia.

Los tres puntos hicieron ineficaz el discurso de Piñera: si en él fue anunciado el congelamiento del alza del pasaje, el deseo popular había rebasado con creces dicha demanda y apuntaba esencialmente a las condiciones de injusticia o “abuso de poder” generalizado con la que la oligarquía neoliberal chilena se ha terminado por devorar al país. El pueblo ganó el congelamiento del alza del pasaje, volvió a las calles y erotizó a un país entero, desacoplando, en parte, la superficie de los cuerpos de la captura capilar del poder. Por más terror que ella infunda al poder, la revuelta es siempre una danza que interrumpe el ritmo cronológico del trabajo capitalista y pone en juego otros usos de los cuerpos. Los pueblos descubren otros movimientos posibles, otros lugares y tiempos deseables.

No se trata simplemente del “alza del pasaje” sino del “abuso de poder”. Pero el “abuso de poder” no puede enfrentarse si no imaginamos transformaciones políticas de índole estructural. Porque lo que está en juego en la fórmula “abuso de poder” no es ni más ni menos que la matriz subsidiaria del Estado de Chile sobre la cual la razón neoliberal se ha instalado sin contrapeso desde que tuvo lugar el Golpe de Estado de 1973. Y sabemos que dicha razón es la conciencia política del capital financiero y su guerra sistemática y teledirigida contra los pobres del planeta que la misma razón produce una y otra vez, al separar a los pueblos de su potencia, a los cuerpos de sus imágenes.

Una revuelta conduce a los pueblos a su materialidad originaria: en ella no existe separación entre pueblo y potencia y entre cuerpo e imágenes. Su intempestividad abre un lugar que no tenía lugar, una voz que no tenía escucha, un nuevo lugar de enunciación en el que resuena, crudo, sudoroso y eterno, la ingobernabilidad del pueblo: porque si la razón neoliberal es la fuerza que intenta transformar al pueblo en población y al mundo en globo, la revuelta o las diversas formas de resistencia apuestan a restituir la incandescencia del pueblo y del mundo, donde todo parece estar signado con el viento de la catástrofe. Porque ni el pueblo ni el mundo están simplemente ahí. Son instancias que devienen cuando irrumpe la imaginación popular y su violencia redentora destituye las carcomidas máscaras del poder para mostrar que “tras él” él no hay nada ni nadie. 

Los tres puntos del triunfo popular reciente requieren de mayor profundización: la crisis generalizada del sistema político y de su matriz subsidiaria sólo podrá destituirse si apostamos a un proceso cuyo horizonte último implique la abertura de una Asamblea Constituyente que impida que el nuevo pacto social devenga la típica naturaleza oligárquica ofrecida por los anales de la cruda historia de Chile.

Necesitamos otra Constitución Política porque necesitamos otro país. El Chile de 1973 no tiene más enemigos con los que justificar su poder. El Chile de 1973 termina con los hijos del Chile de 1973: desde Pinochet a Piñera, el pacto oligárquico expresado en la Constitución de 1980 ha encontrado su fin. Pero ese “fin” no ha llegado sólo: la lucha popular –la de hoy, pero las tantas de ayer- lo ha hecho posible.

                                                                                                                   Octubre 2019

Doctor en Filosofía, Universidad de Chile. Profesor e investigador del Centro de Estudios Árabes de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile desde el año 2006, y profesor del Postgrado de Filosofía de la Universidad de Chile (2012) y de la cátedra Mundo Árabe Contemporáneo, en la carrera de Relaciones Internacionales de la Universidad de Santiago de Chile (2012). En conjunto con otros investigadores, editó en 2011 "Políticas de la interrupción. Ensayos sobre Giorgio Agamben" (Santiago, Editorial Escaparate); en 2014 editó, junto a Tuilliang Yuing, "Biopolíticas, gobierno y salud pública. Miradas para un diagnóstico diferencial" (Santiago, Editorial Ocho Libros). Ese mismo año publicó su tesis doctoral "Políticas de la ex-carnación. Para una genealogía teológica de la biopolítica" (Buenos Aires, Editorial UNIPE). En 2016 publicó el libro "Escritos bárbaros. Ensayos sobre razón imperial y mundo árabe contemporáneo" (Santiago, LOM ediciones).

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