30 de septiembre 2023

Iris Murdoch: filosofía, literatura y amistad

por Andrés Ibarra Cordero

Iris Murdoch fue una destacada figura intelectual cuya obra literaria y filosófica da sentido al acontecer histórico del siglo XX. Murdoch estableció una filosofía original que ofrecía una nueva perspectiva sobre la moral y la metafísica. También escribió novelas provocadoras y fascinantes y divertidas. Tanto su literatura como su filosofía no se distinguen como logros discretos: sus novelas abordan los temas que caracterizan su filosofía, y su filosofía explica cómo se puede entender el arte y la amistad.

La literatura y la filosofía de Murdoch son una reflexión sobre su propia experiencia de vida. Murdoch era una mujer de diversos intereses intelectuales, pero los juntó para abordar los problemas de su época. Ella era muy consciente de los diversos procesos de secularización que se estaban produciendo en la segunda mitad del siglo XX. Los viejos dogmas de la religión, el razonamiento a priori en la metafísica, los principios morales absolutistas y las ideologías políticas estaban retrocediendo. La humanidad se estaba acercando al conocimiento científico y sus aplicaciones tecnológicas. Asimismo, Murdoch reconoció que la libertad y el tenor científico de la era moderna no podían abandonarse, pero contra la corriente de su época, ella se propuso revivir el espíritu metafísico del platonismo y el llamado de Platón a alcanzar y actuar a la luz de una noción trascendente del bien.

Murdoch nació en Dublín en 1919. Su familia se mudó a Londres poco después de su nacimiento, aunque ella siempre fue consciente de sus raíces irlandesas. Siendo una estudiante aplicada, Murdoch ingreso al Somerville College de la Universidad de Oxford en 1938. Allí estudió Clásicos, Historia Antigua y Filosofía. En este entorno académico, sus maestros dejaron huella, en particular la integridad carismática del filósofo Donald Mackinnon y la intensidad del clasicista Eduard Frankel. Las relaciones desordenadas y múltiples con amigos y amantes son una característica esencial de sus novelas. En su filosofía moral, Murdoch busca cultivar las relaciones amorosas con los demás, a contracorriente de las tendencias filosóficas convencionales, que se inclinaban hacia un análisis árido de los conceptos.

Desde sus días universitarios Murdoch lleva un diario y escribe una enorme cantidad de cartas. Estas proporcionan un registro continuo de sus variadas relaciones y su política. Sus diarios también muestran su interés en una amplia variedad de corrientes filosóficas, incluida la fenomenología, Hegel, la filosofía analítica y el existencialismo contemporáneo. De 1947 a 1948 estudió Filosofía en Cambridge. En este contexto, Ludwig Wittgenstein fue una enorme influencia con quienes Murdoch entablaba amistad. Finalmente, Murdoch se convirtió en miembro del St. Anne’s College de Oxford, en 1948, y durante los siguientes quince años desarrolló allí su pensamiento. Ella extendió su interés más allá de Oxford al publicar sobre filosofía continental y establecer una forma de filosofía moral que atrajo a una audiencia más amplia que la mayoría de los filósofos de la época.

El libro de Murdoch sobre Jean-Paul Sartre, Sartre: romántico racionalista (1953), fue el primer estudio de la filosofía de Sartre en inglés, y también una publicación histórica. Ella observa cómo Sartre se mantiene cerca de la experiencia vivida y, al hacerlo, demuestra la sensibilidad de un novelista. Murdoch estaba impresionada por los estados de conciencia expuestos en El ser y la nada (1943), pero critica su estrecho enfoque en el yo y su tendencia a ignorar el impacto de la filosofía en el mundo social y político. En ensayos de la década de 1950, Murdoch también hace una crítica de las novelas existencialistas, que no están muy abiertas a la interacción de los personajes y siguen demasiado de cerca la trayectoria de una sola mente omnisciente. 

Murdoch publicó su primera novela Bajo la red en 1954, y luego publicaría otras veinticinco novelas a intervalos regulares durante los siguientes cuarenta y cinco años. En ensayos a lo largo de las décadas de 1950 y 1960, Murdoch reflexionó sobre los roles del arte, la moral y la política. En “La casa de la teoría” (1958), observó el declive de la ideología en la posguerra y, dada la obsolescencia del compromiso intelectual social y religioso, instó a que el socialismo aún se promoviera mediante una revisión de posibles futuros utópicos. En “Lo sublime y lo hermoso” (1959), reformuló la idea de lo sublime de Kant para capturar cómo las complejidades de los personajes que interactúan entre sí pueden producir una expresión sublime de la experiencia vivida. Su ensayo más famoso sobre literatura es “Contra las cosas sin gracia” (1961), en el que criticó novelas que brindan relatos periodísticos de convenciones o son meras representaciones ficticias de los puntos de vista de sus autores. Ella volvió a repasar la novela para permitir el desarrollo de personajes libres, volviendo así a temas literarios más propios del siglo XIX. 

En 1970, su libro La soberanía del bien reunió sus ensayos sobre filosofía moral. Este libro distingue su trabajo del pensamiento de otros intelectuales contemporáneos. Ella se opone a lo que considera explicaciones conductistas superficiales del yo, al mismo tiempo que se opone a las teorías de la ética de Kant y Sartre que privilegian el papel de elección ejercido por individuos autónomos, pero no se preocupan por examinar las situaciones sociales y las perspectivas de otros. La moralidad depende de los valores que yacen, quizás ocultos, en nuestra comprensión detallada de las cosas, en lugar de teorías y valores que simplemente desarrollamos en nuestras cabezas y aplicamos a lo que sucede en nuestras vidas.

Para Murdoch, la mayor parte del trabajo significativo en el pensamiento moral de cada persona se realiza por la forma en que imaginamos y describimos las vidas en las que estamos involucrados. Más notablemente dentro de su ensayo “Sobre Dios y el Bien”, Murdoch sostiene que la moralidad puede entenderse en términos de realizar el bien, un estándar trascendente de perfección al estilo de Platón. Ella cree que, en el mundo moderno, las viejas ideas relacionadas con un Dios personal y sobrenatural ya no pueden sostenerse; pero imagina que una noción del bien aún podría proporcionar un paradigma de moralidad que puede alentar a las personas a apartar la mirada del subjetivismo moral hacia la posibilidad de un “bien” objetivo.

Murdoch continuó desarrollando su pensamiento filosófico siguiendo La soberanía del bien, mientras publicaba una serie de novelas que tienden a mostrar las dificultades de atender a los demás y actuar moralmente. Quizás su novela más célebre sea El mar, el mar (1978), un diario de un director de teatro renombrado pero ególatra quien manifiestamente fracasa en su objetivo declarado de volverse bueno. Es así una lección objetiva sobre el vicio de la falta de atención.

Murdoch desarrolló su último trabajo filosófico importante, La metafísica como guía para la moral (1993). Aquí profundiza en los procesos de desmitificación o desencanto que caracterizan al mundo moderno, al tiempo que defiende una forma de metafísica compatible con la ciencia y la observación empírica. Si bien observa el desorden de la experiencia, busca aspectos de la experiencia que apuntan a formas subyacentes de orden y unidad que pueden sustentar la moral. Al hacerlo, recurre a muchos autores de diferentes tradiciones éticas, como Wittgenstein, Schopenhauer, Platón, Buber y Weil. 

Es valioso mencionar que la novelística de Murdoch ofrece una visión más compleja sobre la amistad. Ella ocupó un nicho raro en la filosofía del siglo XX, como mujer que trabajaba en un campo dominado por hombres. También era una platónica interesada en la realidad de “lo bueno” en un contexto en la que tales teorías metafísicas eran profundamente impopulares. Los libros de Murdoch exploran los múltiples desafíos y tribulaciones de las relaciones íntimas y los esfuerzos de “hacer el bien”. 

Una gran parte del trabajo filosófico de Murdoch examina el significado moral del amor (que consideró parte de la amistad). Ella consideraba el amor como una parte central de nuestra vida moral que había sido injustamente ignorada en la filosofía moral de su época, a favor de un enfoque interminable en la función del lenguaje moral. La concepción del amor de Murdoch no está “libre de conocimiento”. Ella sugiere que comprender a la otra persona es una parte integral del amor (y por lo tanto de la amistad, que plausiblemente implica amor).

Para Murdoch el amor es el conocimiento de la otra persona, o verla como realmente es; implica comprenderla como persona, tanto en sus cualidades positivas como negativas. En particular, Murdoch piensa que conocer o comprender a otra persona es una tarea difícil: “Es una tarea llegar a ver el mundo tal como es”. Según la psicología freudiana a la que se suscribe Murdoch en La soberanía del bien, los humanos son propensos a la “fantasía”, negándose a enfrentar la verdad porque puede dañar nuestros frágiles egos. Si bien podemos tener una tendencia natural y egoísta a creer fantasías tranquilizadoras sobre la bondad de otras personas (especialmente nuestros amigos), la verdadera amistad requiere que seamos pacientes, amables y que también aceptemos sus cualidades negativas.

Ser un buen amigo de los demás implica lo que Murdoch llama “atención amorosa”: mirarlos de una manera paciente, afectuosa y siempre tratando de hacer justicia a quienes realmente son. Según la visión de Murdoch, ser un buen amigo implica conocer o comprender más plenamente a nuestros amigos. Esta comprensión cada vez más profunda de la otra persona conduce naturalmente a una amistad más satisfactoria. Esta amistad, propuesta por Murdoch, descarta la idea de que ser un buen amigo requiere tener creencias positivas, y a veces falsas, sobre los amigos. Si la amistad involucra el verdadero conocimiento de la otra persona, no puede requerir que tengamos creencias fantasiosas sobre ella.

¿Cómo podría relacionarse esto con las otras cosas que normalmente esperamos de los amigos, como que nos traten bien y nos ayuden cuando lo necesitamos? Una vez que entendamos de verdad y con amor a otra persona, la forma correcta de comportarnos con ella seguirá naturalmente. 

Murdoch es una intelectual que se resiste a clasificaciones reductivas, trabajando dentro y más allá de la filosofía analítica. Su determinación de cruzar fronteras y aprovechar múltiples intereses y formas de experiencia marcan su originalidad. Su filosofía se relaciona con sus habilidades como novelista en el sentido en que desarrolla y relaciona su perspectiva filosófica con la experiencia vivida de maneras familiares para la narrativa. Sus novelas abordan su identificación con las fallas morales de la falta de atención y el ensimismamiento egoísta. Murdoch exploró muchas tradiciones filosóficas, comprometiéndose críticamente con la filosofía continental y analítica contemporánea, al tiempo que recurría a filósofos históricos que estaban siendo ignorados en su época. Ella también toca una nota individual al tratar de hacer que su filosofía sea relevante para la forma en que uno podría vivir la vida.

Andrés Ibarra Cordero es licenciado en Letras (PUC), M.A. en Literatura Comparada (King’s College London) y actual candidato a PhD en la Universidad de Ámsterdam. Se dedica a la docencia e investigación en torno al género, la teoría literaria y la identidad cultural.

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