14 de marzo 2021

Purificar

por Aldo Bombardiere Castro

Una de las características simbólicas del fuego radica en su potencia purificadora. Sobre y al interior del objeto que arde se concentra el éxtasis de la lucha misma: la exacerbación de la disputa, la hipérbole de una tensión llevada a su máximo extremo. El fulgor del fuego revela la acción de lucha de los contrarios como pleno des-ocultamiento de la vida. Todo aquello (contradicción, ardor, verdad y potencia de vida) fueron los fenómenos o aconteceres que Heráclito -cuando aún no terminaba de acuñarse el sentido gastado de cada palabra- asoció al devenir del logos. Por eso, el fuego es libertario: pese a que no libere de nada, pese a que no traiga consigo promesa de futuro alguno, por un segundo, al menos por un segundo, es capaz de liberarlo todo: de mostrar la certeza vital, frágil pero incandescente, de la lucha. Eternidad de la lucha entre los contrarios: fuerza y resistencia, materia y humo, supresión y devenir. El fuego, con toda su monstruosidad anti-monumental, transparenta el aura ardiente de la verdad: la existencia de-sujeta de toda esencia, en permanente des-permanencia.

Contra el General Baquedano irrumpe un pueblo. La noche del 05 de marzo los cuerpos hicieron arder el metal. Plaza Dignidad purificó su nombre sin necesitar el bautizo pastoril de la Iglesia ni los honores glorificantes del ejército: Plaza Dignidad fue -una vez más que vuelve a ser muchas veces- purificada en nombre de lo espurio, del humo, del fuego informe, de los resplandores de un pueblo que asume su tránsito desde la estética lumpen a la intempestividad de los cualquiera. Purificación emanada de la mancha, suciedad devenida ritual. Así, tal acto no sólo expresó el malestar provocado por el poder neoliberal tras décadas de abuso y desigualdad; tampoco se trató, solamente, de un intento de cuestionar aquella narrativa histórica asentada en el orden conservador y materializada en monumentos propios de una oficialidad vencedora. Fue eso y más que eso; fue lo que es: devenir lucha. Se volvió a irradiar el vigor y el abrazo, se desató la energía y la potencia imaginal capaces de destituir los símbolos de aquel sistema empeñado en despojarnos del espíritu afirmativo de la vida. Lo que emergió fue algo tan sencillo como olvidado: la existencia inamovible del contrario y la afirmación de lucha contra la impenetrabilidad de ese contrario; contrario, no obstante, que es parte irreductible de un mismo discurrir dialéctico. Pero ante esas brasas de Baquedano, nos abrazamos, compañerxs. Porque, como si se tratase de una epifanía, allí también se manifiesta el eterno retorno de la lucha junto a otros cuerpos, cuerpos susceptibles de abrirnos a la experiencia de la alteridad y capaces de destituir nuestra propia propiedad, en cuanto falacia individualista. La experiencia del fuego, de lo que acecha, de lo que amenaza la bio, como experiencia de purificación, también, sobre la primacía individualista del «sí mismo». Devenimos pueblo en, en medio y con los cuerpos, compañerxs. Devenimos pueblo sólo en la medida que rechazamos la ilusión de paraíso, atreviéndonos a contemplar, como un chispazo, el hondo abismo de fuego que bordea la existencia.

El monumento de Baquedano arde pero no termina vuelto cenizas. Fue restaurado por la oficialidad a la mañana siguiente. Cuando el fuego se acuna y flamea sobre los símbolos sacralizados por el poder, logra espejear la opacidad de la vida, su ingobernabilidad e insumisión ante dicho poder: se revela que la vida deviene potencia, destitución y rito sin mito. Purificar es profanar lo sacralizado; purificar es arder en éxtasis al mismo tiempo que sentimos (y damos sentido a) la resistencia de lo que es transgredido (el metal del monumento, los principios del orden, los símbolos del poder). Purificar es, antes que todo, asombrarse de la tensión y de la violencia que tensa dicha tensión.

Aldo Bombardiere Castro (Santiago de Chile, 1985). Licenciado en Filosofía de la Universidad Alberto Hurtado y estudiante del Magíster en Filosofía de la misma Universidad. Ha publicado el libro de ensayos sobre obras de arte Donde reina un olor a vestimenta cansada (Carbonada Ediciones, 2016) y el libro de narrativa Relatos menores (Editorial Luna de Sangre, 2017). Es colaborador permanente del magazine Ficción de la Razón. Administra el blog Plaza de la Hibridez (http://payasocontradictorio.blogspot.com).

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