Imagen: Sábado Gigante

13 de octubre 2019

Reirse en serio

por Jaime Pinos

Un chileno no puede sino reírse de lo que está haciendo, por serio que sea. Admiro de mis compatriotas su capacidad para decir disparates, para bromear toda la noche o varios días seguidos, por puro deporte. Es la manera chilena de filosofar. Esto dijo alguna vez el cineasta Raúl Ruiz sobre el humor chileno. Habría que preguntarse si la forma chilena de reír sigue siendo una manera de filosofar. O si, por el contrario, el devenir de nuestra historia y nuestra cultura ha ido opacando esa capacidad. Ese deporte chileno que, en la imagen de Ruiz, parece corresponder a otra época.

Se ríe en este país, se ríe bastante. A pesar de que la vida cotidiana en su largo y angosto territorio depara a sus habitantes, muy a menudo, realidades nada cómicas. Ser el país más desigual de la tierra, no es para la risa. Ser la capital mundial de la depresión, no es para la risa. Que nuestros niños tengan la peor salud mental del planeta, no es para la risa. Sin embargo, la industria de la banalización y el espectáculo, que involucra desde la política de sistemática pauperización educacional hasta la imposición del monopolio mediático, ha ido avanzando con los años hasta ocupar la escena ya casi por completo. Sonría lo estamos filmando. El poder siempre se ríe de la desgracia ajena. La risa del poder es siempre una risa amarga. La risa que domina es una que quiere hacer olvidar al ciudadano que la vida es triste, que vivir aquí no es chiste. Que aquí sólo se puede reír de los dientes hacia afuera.

Seguramente, el predominio del humor negro del poder fue establecido muchos años atrás. Lo más importante/ en la vida es/ sonreírle al mundo/ con optimismo y fe// Ríe cuando todo estén tristes/ríe con más fuerza cada vez. El estribillo, inolvidable para quienes crecimos en dictadura, que escuchamos por años, todos los domingos, cada domingo. Japenning con ja. Risas pregrabadas mientras el verdadero Happening, el Happening con H, lo que sucedía en las calles diariamente, más que una situación jocosa respondía a la realidad siniestra del crimen y la impunidad. Lo que vino después, la postdictadura, podría leerse como la continuación amplificada de ese humor negro. Años de risas nerviosas copando las pantallas para olvidar las condiciones impuestas por la oligarquía que nos gobierna. El alto  precio de la fantasía neoliberal. Chistes gruesos en horario de trasnoche, sonrisas infantiles en los comerciales de los bancos y las tiendas. Mucha risa falsa o forzada para intentar soslayar el chiste cruel que ha sido la historia reciente de este país. 

Un mal chiste. Hasta el día de hoy. La impunidad y el negacionismo en alza, no son para la risa. La intemperie dramática en que viven los niños y los ancianos de este país, no es para la risa. La devastación de la naturaleza y el paisaje a manos del capital extractivista, no es para la risa.

Sin embargo, el humor, la risa, han sido también una forma de resistencia radical en los años más oscuros. El hueveo como forma de lucha, arengaba Enrique Lihn en medio de la ocupación. El mismo Lihn identificaba el humor como un rasgo de la idiosincrasia nacional y un mecanismo de autodefensa histórico contra la injusticia y el autoritarismo: De ese humor, y de ese distanciamiento que produce el humor, es algo que ha dado muestras este país, como una manera de defenderse de la realidad, y de hacer irrisión de ella. Son antídotos, por así decirlo, contra la monstruosidad ambiental.                    

Una manera de defenderse de la realidad, dice lihn. El humor, la risa, la carcajada, como antídoto. No sé dónde lo leí o lo escuché pero, a propósito de poesía chilena, se me viene a la cabeza lo que le dijo Nicanor a Diego Maquieira cuando leyó La Tirana: Has inventado una nueva risa. Tal vez de eso se trate.

Inventar una risa nueva.

En medio de la saturación del espectáculo, la gente se ríe, pero se ríe sola. Habría que inventar una risa en común. Henri Bergson: nuestra risa es siempre la risa de un grupo. La risa debe responder a ciertas exigencias de la vida en común. Inventar una nueva risa es inventar una forma de reír compartida, una alegría de muchos. En vez de la solemnidad o la autocomplacencia, cultivar la ironía y la autocrítica. Para encontrarse en una risa común, para participar de ella, el primer requisito es, desde luego, aprender a reírse de uno mismo.

Un estado de carcajada desatada, es la respuesta adecuada a las graves cuestiones que se complace en agitar la actualidad. A construir un estado de carcajada, llama el Comité Invisible, citado en la revista Carcaj. En otra parte, Carcaj define: Las carcajadas son como torrentes que se desatan, se contagian y buscan multiplicarse. Incontenibles, al contrario de las risas, desafían los puntos de gravedad desde donde se nos quiere hacer comprender el presente. La carcajada como una risa de alta intensidad, incontenible. Capaz de sacar de eje a nuestra comprensión pero, al mismo tiempo, abrirle nuevas posibilidades. Contagiarla, multiplicarla, hasta hacer de ella una respuesta adecuada a las graves cuestiones que agitan el presente. La carcajada como política.

No sirve reírse de cualquier cosa, de cualquier manera. La risa desatada, la carcajada, debe ser ese torrente, ese movimiento que permite superar la convención y comprender la realidad en sus múltiples relaciones y facetas. Bergson nuevamente: Siempre una situación es cómica cuando pertenece al mismo tiempo a dos series de acontecimientos absolutamente independientes, y cuando puede interpretarse a la vez en dos sentidos totalmente diferentes. Inventar una nueva risa es oponer al chiste fácil, la carcajada. La apertura de una comprensión lo más profunda y compleja, contradictoria incluso, de la circunstancia en que habitamos.

 Para terminar, vuelvo a Raúl Ruiz: Los chilenos, incluso en tiempos corrientes, son un pueblo al que le cuesta aceptar las situaciones serias; se burlan de ellos mismos para evitar que lo hagan los demás. Hacer mofa de uno mismo no deja de ser una forma bastante triste de reír.

Ya es tiempo de otra risa. Una risa que está por inventarse. En vez de reírnos de nosotros mismos para evitar el ridículo, reírse del rey que va desnudo. Reírnos juntos de él y de su corte. Los que padecemos, día a día, las consecuencias de su mal gobierno, de su mal humor. Reírnos colectivamente como defensa y como antídoto. Devolverle a la risa su sentido, su potencial comprensivo y liberador. El verdadero humor es serio dijo alguna vez Nicanor Parra. Inventar una nueva risa es eso. Encontrar la forma de reírse con ganas. A carcajadas. Reírse en serio.

Valparaíso. Septiembre de 2019

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*Texto leído para el encuentro 3 Carcajadas, realizado el 13 de septiembre del 2019.

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