Foto: @pauloslachevsky
ACAB en 3 tiempos
Introducción
La yuta, los pacos, los perros. Apelativos y adjetivos se multiplican conforme nuevas generaciones reinterpretamos el hábito del monopolio de la violencia[1]. A raíz de los eventos sufridos en Chile, desde el 18 de octubre de 2019, es necesario inhalar aire –lacrimógeno– y mantener la necesaria compostura para escribir este ensayo políticamente situado, teóricamente sustentado y empíricamente significativo.
Estos últimos rasgos son tan relevantes como urgentes, toda vez que la burbuja de la academia universitaria y sus gremios profesionales se han distanciado institucionalmente de la cotidianidad que afecta al común, llegando incluso a legitimar la tolerancia represiva y el control de las subjetividades[2].
Al contrario, bienvenidos los sujetos colectivos[3], mujeres y hombres marginados que, siendo invisibilizados, encauzan problemáticas, incomodidades, dolores, demandas y expectativas de individuos históricamente situados. Más allá de la crítica a la ficción liberal individualista hegemónica, nuestra apuesta posee efectos éticos y retóricos. He aquí la razón de por qué escribir en plural de la primera persona –Nos.
Con todo, ¿qué nos sucedió el 18/O? Algunos periodistas nos impusieron el vocablo del “estadillo social” –será el sujeto histórico quien lo decida. La realidad desde entonces, en términos policiales, es que en Chile vivimos la explicitación del monopolio de la violencia, una reacción sin anestesia que revela la brutalidad policial como una realidad sistemática en contra nuestra. Es decir, la respuesta al 18/O fue un mero síntoma, la gota que rebasó el vaso: la violencia policial, por ende, excede espacial y temporalmente al 18 de octubre.
En las próximas páginas, explicaremos en tres tiempos por qué acabar con la policía, tal como la conocemos en Chile. Para ello, aludiremos a tres procesos concatenados, de largo aliento, los cuales pueden categorizarse de la siguiente forma: (a) la policía corrupta, (b) la policía y los DDHH, (c) la policía y su deslegitimación. Pero antes, una necesaria aclaración.
Sobre la violencia policial
Abundan transversales condenas a la violencia, como si de un manifiesto valórico se tratara; interesante, pero insustancial. Desde la psicología educacional y social nos agrada definir a la violencia como aquel acto deliberado en donde, asimétricamente, se ejerce una fuerza física –psicológica o social– desproporcionada contra un Otro[4]. La definición no sólo nos es útil, sino que acota el fenómeno de la brutalidad policial a un evento específico: la asimetría que concede amplio margen de ventaja a la policía. Podríamos continuar desmenuzando la problemática de la violencia, por ejemplo, hallando su génesis, pero este no es el espacio[5]. Raya para la suma: no cualquier acto es violento; así mismo, recomendamos no confundir violencia con agresividad.
Ahora sí, ¿hablemos de violencia? Chile habita una vasta trama histórica cimentada al alero de un modelo portaliano-guzmaniano –sorpresa: Diego Portales y Jaime Guzmán–, ya que ambos fundamentan las bases constitucionales para la conformación institucional de una violencia legalizada. Por supuesto, guardando las diferencias entre la década del treinta del siglo XIX y la década de los ochenta del siglo XX, es posible hallar nexos generacionales entre una clase dominante y el ethos del sujeto histórico sumiso que atraviesa dos siglos[6].
¿Ello qué tiene de relevante? Lo mencionamos en la introducción: la violencia policial excede espacial y temporalmente al 18 de octubre, y acuña sus antecedentes históricos en un sistemático relato que atraviesa doscientos años: desde el asesinato de Manuel Rodríguez hasta el 18/O, pasando por la ocupación de la Araucanía, la matanza en la Escuela Santa María de Iquique y el golpe de estado de 1973, entre otras glorias[7].
Arribamos, finalmente, a la post dictadura –los últimos 30 pesos–, y será este el escenario desde donde fundamentaremos los tres tiempos de por qué acabar con la policía. No pretendemos ignorar el pasado, sino plantear una crítica y una propuesta contemporánea, encarnada en nuestra generación. Ahora sí, los tres tiempos.
La policía corrupta
Nos criamos bajo el eslogan de que Chile se enorgullecía de poseer a la policía menos corrupta de Latinoamérica, que los europeos se sorprendían de los carabinieri chilenos y que es virtualmente imposible sobornar a un policía. Nos cabe la paradoja, pues: “que no lo veamos no significa que no exista”. La corrupción puede desatarse bajo el cielo azulado o bien dentro de los cuarteles.
Concerniente a ello, CIPER Chile publicó a inicios de 2017 una contundente recopilación de archivos que arrojan las más de cuarenta alertas a propósito de irregularidades internas entre la policía verde[8] –naturalmente, un material inadvertido por la mass media de la televisión–, la cual no se agota entre sus párrafos, sino que podemos deshojarla hasta descubrir decenas de artículos que relacionan “carabineros” con “corrupción”[9]. Y para que el amiguito liberal no nos eche mal de ojo, aquí van los datos que tanto excitan: las advertencias se acumularon entre 2010 y 2017, entre asignaciones indebidas, compras con sobreprecio, adquisiciones ilícitas, irregulares licitaciones, fraude, millonarias compras en TIC (tecnología de información y comunicación); la malversación asciende a ocho mil millones de pesos. Dejaremos la política ficción del cálculo a Don Francisco y su show.
Con todo, el informe de CIPER añade que varios involucrados continuaron en la institución, mientras que otros se retiraron impunes –beneficios intactos–, pese a las lapidarias conclusiones de Contraloría y del Ministerio del Interior. La corrupción se realizó –¿o se realiza aún? –, a gran escala.
Convengamos en que algo huele mal. Post 18/O, abundaron investigaciones y opiniones respecto a cómo reformar esta institución. Lucía Dammert y Mauricio Duce levantan, vía CIPER[10], una exhaustiva propuesta para la reforma de Carabineros, basándose en tres crisis: la policía es ineficaz, posee excesiva autonomía, y está deslegitimada. Los autores diagnostican bajo una alarmante premisa: “Carabineros no cumple sus principales funciones constitucionales”. Ello es delicado, y nótese que esbozamos este documento a cuarenta días del proceso constituyente y durante la semana en que Contraloría recién ha tomado cartas en el asunto: formulan cargos contra siete altos mandos de la institución[11].
El tópico de la policía y la corrupción evoca discusiones que van desde la reforma hasta la refundación total –los grupúsculos que vociferan “reformar”, usualmente, nada añoran cambiar–; peor aún, oímos voces que claman la “modernización de las policías”. A propósito de ello, creo que en Latinoamérica podríamos intercambiar las más atroces experiencias que nos vendieron bajo la propaganda de la “modernización”: así nos metieron el neoliberalismo y militarizaron a las policías.
Para acabar con la policía, por tanto, ni reforma ni modernización bastan. Contreras, Montero y Salazar lo concluyen en su estudio: Carabineros no es controlado externamente y, jurídicamente, se adhiere a un régimen legalmente diferenciado[12]. Más atribuciones a una institución ineficaz y roída por la corrupción implicarían una tremenda insensatez.
La policía y los DDHH
Arribados a este punto, aclaraciones previas a una pregunta que debiera estar ya saldada: ¿poseen DDHH las policías y las fuerzas de orden?, sí, pero atención… debemos precisar que las violaciones a los DDHH pueden ser acometidas sólo por el Estado –en su extensión, por sus fuerzas policiales–, esto significa que (a) un civil o particular no puede, literalmente, violar los DDHH de un policía, (b) que el encargado de velar por los derechos de los agentes policiales es el mismo Estado, y (c) que ningún manifestante, eventualmente, perdería sus DDHH cometa la acción que cometa[13]. Por favor, no volvamos sobre estos falsos dilemas.
No quisiéramos nosotros revisar toda la historia –muy política– de Carabineros en este breve espacio, sobre todo considerando nuestro objetivo situado a la historia reciente, mas es urgente rememorar la génesis de facto en el origen de esta policía: para echar lectura a su nexo con el autoritario gobierno de Ibáñez y su rol político, leer sobre el protagonismo de Carabineros en las crisis políticas en Chile[14], y así barrernos la idea de un cuadro policial “neutro”. El nacimiento de esta institución está íntimamente ligado a ideas autoritarias.
¿Posee lo anterior consecuencias?, creemos que sí, y el siglo XX está plagado de tragedias. No obstante, es la relación Carabineros y DDHH el vínculo más delicado, históricamente hablando. Post 18/O, un acierto televisivo –un milagro– reveló cómo se desarrollaban talleres de DDHH en la institución[15]. En resumen, un equipo periodístico accedió en febrero de 2019 a un taller dirigido por cuatro expertos del INDH, quienes dictan cátedra y recrean situaciones hipotéticas. Sugieren, por ejemplo, la detención de un manifestante en una protesta pública, quien es llevado a comisaría, siendo obligado a desnudarse y realizar sentadillas para saber si guarda algo en su cuerpo. La pregunta: ¿se ajusta el relato a un protocolo que respete los DDHH del detenido? Nos robaron hasta la capacidad de asombro: de un aproximado de 250 carabineros –formación previa– un 54,8% está de acuerdo con el relato mencionado, sugiriendo que se ajusta a un protocolo de DDHH.
Este es el instante en donde el amiguito chupafusiles nos interpela, argumentando que apenas la mitad aprobó el relato, una mayoría acotada. Muy cierto es, amiguito, pero sucede que (1) este grupo de muestra poseía formación previa en DDHH, (2) según datos del mismo estudio sólo 14 mil de 60 mil efectivos carabineros se han capacitado en DDHH –cómo será el resto–, y (3) en materia de DDHH menor conocimiento hay entre suboficiales, justamente el escalafón mayoritario que enfrenta la protesta social.
Tareas pendientes, incluso reconocidas por la coronel Karina Soza, de la Dirección de DDHH en Carabineros[16]: tópicos de tortura, desapariciones forzadas, y temas de memoria. Asuntos de historia y memoria porque, todo indica, la ligazón de Carabineros con el autoritarismo reciente continúa siendo gruesa[17], una tarea pendiente incluso para los gobiernos de la post dictadura. Con todo, una síntesis de las violaciones a los DDHH, tras el 18/O, podemos hallarla en los informes de Amnistía Internacional y Human Rights Watch: el indiscutible diagnóstico que cae como balde de agua fría sobre el oasis del “demócrata” Sebastián Piñera es la conclusión unánime de sistematicidad de violaciones a los DDHH en Chile[18].
La policía verde posee una yaya, su carácter militarizado. Esto no es ningún invento. Cualquier patipelado –como nos bautizara la “honorable” JVR– puede buscar la Ley Orgánica de Carabineros y leer, textualmente, que la institución es “policial técnica y de carácter militar”[19]. Pensamos que la disposición legal no es tan grave como el uso –abuso– que de ella se extrae: contener la rabia de los marginados[20]. Así, en las democracias contemporáneas asistimos a una militarización de las policías, tendencia que reacciona a la marginalización dentro de las urbes[21]; en otras palabras, ya no se edifican muros para mantener afuera a la barbarie, sino que se la inserta dentro, en bolsones de pobreza.
Ante el avance de la militarización policial, ¿qué hacemos con los DDHH? Claudio Fuentes hace un llamado a desmilitarizar Carabineros, basándose en un tenebroso diagnóstico: primero, existe un problema de nula gestión civil en dicha institución; segundo, su doble jerarquía diferenciada no acepta réplica entre agentes; tercero, son Carabineros quienes definen sus propias prioridades y estrategias[22]. Esto es delicado por una razón externa y otra interna: respectivamente, quién controla a los controladores y la objeción de conciencia. Concerniente a esta última, nos parece gracioso cómo ciertos grupúsculos –como los autodenominados “provida”– abusan de ella, pero la descartan cuando un pelado es obligado a disparar contra ciudadanos desarmados: “sólo seguía órdenes”, mal argumentan.
En fin, con datos duros sobre la mesa, ¿qué hacer? Para acabar con la policía, tres nuevas medidas concretas: (1) educarlos sustantiva y transversalmente en derechos humanos y memoria histórica, (2) desmilitarizarlos, y (3) control efectivo por parte de los poderes del Estado (no por el gobierno de turno).
La policía y su deslegitimación
Desconocemos si esta temática se traduce en un fenómeno mundial, pero en Chilito, al menos, el dato es contundente: postulaciones a Carabineros descienden un 71%. El Subsecretario J. F. Galli se tiró los pelos y declaró que harán falta muchos efectivos para hacer frente –¿hacer frente a qué?, nos preguntamos–, ante lo cual el gobierno estudia una “nueva carrera policial” sin disminuir los estándares[23]. No sabemos qué les ofrecerán a los novísimos postulantes, pero ciertamente las palabras de Galli resuenan como amenaza cuando declara “no habrá seguridad pública si no hay carabineros”.
Seamos justos, en todo caso, pues el descenso para convertirse en yuta bien podría explicarse por múltiples causas, no necesariamente una repulsión hacia la institución. Sin embargo, la cifra no es menor: de forma constante, las postulaciones descienden, año a año, entre un 5% y un 10%, por lo que se deduce que el actual 71% es efecto directo del levantamiento de octubre pasado. Tanto es así que los actuales postulantes representan meramente un 29% del año anterior. Los datos yacen en el mismo notición.
No es para menos. Durante las dos primeras semanas del levantamiento se dispararon 104 mil tiros por escopetas antidisturbios; y si el número no nos dice nada, sépase que durante todo el año 2018 se dispararon 2.500 tiros[24]. Esto lo informa la mismísima institución, y si a ello añadimos la tragedia de los traumas oculares, obtenemos un tenebroso escenario en donde el pinochetismo recalcitrante puede hacer gárgaras de satisfacción.
Siempre nos hemos cuestionado por qué una familia explotada u oprimida enviaría a uno de sus miembros a engrosar las filas del ejército o la policía. Cuestionar es sencillo, mas la realidad nos dicta que aventurarse a una carrera militar o policial significa una mejora en la calidad de vida, seguridad, salud y pensión digna. Así, no es sorpresivo que un grueso contingente de efectivos provenga de sectores marginados u oprimidos; lo alarmante es que, incluso dentro, las diferencias estratificadas se reflejan entre escalafones de suboficiales y oficiales, reproduciendo la dominación política. Nos hemos cuestionado por qué una familia se identificaría con el grupo opresor, pero la pregunta debiera reformularse: ¿cómo hacer para renacionalizar las fuerzas de nuestros jóvenes a su lugar de origen?[25]
Todos sabemos, sin embargo, que existe una perpetua, rebelde y fecunda vertiente en la deslegitimación que sufre la policía verde, un sujeto histórico que nos excede como chilenos y no hemos aún mencionado. Eduardo Klein lo sintetiza en su poema Eme, y refiere al primer miedo que en Chile comienza con esa letra: Mapuche[26].
Aludir a “nuestros” pueblos originarios mapuches nos evoca tanta visceralidad, que redoblamos esfuerzos para conservar la compostura. En la historia reciente, el Wallmapu es fatalmente asociado a conceptos como Comando Jungla, Operación Huracán, Camioneros, Montajes, Camilo Catrillanca. No nos interesa hilar el detalle noticioso de cada hito, sino comprender sus consecuencias en perspectiva: (a) cómo una policía que se supone de excelencia se ve diezmada por la resistencia mapuche[27], (b) cómo cada acción de la institución se traduce en un autosabotaje, y (c) cómo carabineros se gana el repudio nacional –plurinacional– a cada operación que acomete en la zona.
Por una parte, para asimilar la guerra que el huinca le ha declarado al Wallmapu, es necesario entender cómo funcionan los agentes infiltrados, sus policías encubiertos, el seguimiento a terceros –sin permiso judicial–, el usufructo de fondos reservados y la ley antiterrorista[28]. Por otra parte, para asimilar el descalabro interno que ha significado en la institución, es necesario comprender: las violaciones a los DDHH en el Wallmapu, la insuficiencia de protocolos, el rol decorativo del general Rozas, el fracaso del Comando Jungla y la Operación Huracán, los montajes, la salida de Villalobos, el uso de chat para inculpar a terceros y el asesinato de Catrillanca[29]. Nos queda un desfalco total en Carabineros: la furia interna, la carencia de liderazgo y la inexistencia de motivación.
Si nosotros fuéramos carabineros –no lo somos, estudiamos– estaríamos muy rabiosos, y no es para menos. No obstante, más rabiosos estaríamos en contra de los superiores y en contra de las coaliciones gobernantes, sobre todo aquellas que se sacan la foto de rigor, pero al menor indicio de irregularidad abandonan el buque y sacrifican al Ministro del Interior. Se cuaja, entonces, un malestar dentro de la institución; afuera, mientras tanto, el vulgo ni siquiera los respeta.
Para acabar con la policía, concluyendo este tercer tiempo, no han sido necesarias tramas ni encrucijadas populares. Bastó una institución que cavara su propia tumba, deslegitimándose a partir de sus actos y de las contradicciones internas a nuestra sociedad. A veces, la policía se acaba a sí misma.
Reflexiones finales
Dos aclaraciones que exceden a la policía. Primero, nos hemos divertido bromeando a propósito de los colegas periodistas; todo ha sido una generalización forzada, ya que deben distinguirse: hay periodistas faralas y Periodistas. Los primeros habitan la burbuja de la mass media y devienen meros portavoces de “gente bien”; los segundos, en cambio, aún pueden considerarse legítimos socavadores –esos que salen en bolsas y muertos cuando tocan los intereses de la oligarquía latinoamericana–, una estirpe en extinción[30].
Segundo, emana en Chile –y occidente– una reacción[31] ultrona a las demandas y expresiones inorgánicas de los marginados y desplazados: portaron suásticas, vistieron sábanas blancas, propiciaron golpes de estado, amenazaron a mariquitas en el tercer mundo y, hoy, admiran líderes “políticamente incorrectos” mientras enarbolan extrañas banderas de serpientes libertarias y supremacistas. No se requieren citas ni referencias, todos sabemos que estos puñados poseen nombres, apellidos, partidos, canales en YouTube y páginas de shitposting. Nuestra labor es urgente para las nuevas generaciones, toda vez que un adolescente puede fascinarse cómodamente entre sus “opinólogos” verborreicos[32].
Ahora sí, ¿cómo acabar con la policía? “ACAB en tres tiempos” nos ha servido de guía diagnóstica para sugerir tres nudos críticos –como dicen los profes universitarios– entre carabineros: su corrupción, su tensión con los derechos humanos y su deslegitimación. Respecto al primer tiempo, ni reforma ni modernización bastan, ya que ambas resuenan a la “alegría” que nos vendieron bajo el arcoíris; Chile debe retomar el vocablo de la refundación. Respecto al segundo tiempo, se requiere, dentro, una educación sustantiva y transversal en memoria y derechos humanos, desmilitarización y control efectivo por parte de los tres poderes del Estado. Respecto al tercer tiempo, este ha servido más como manifiesto y descripción que como tipificación de medidas concretas.
A un año del levantamiento popular inorgánico de octubre, muchas vicisitudes nos han atravesado: la crisis, los toques de queda, los milicos en la calle, la polarización, la pandemia, la cuarentena, el plebiscito. ¿Dónde yace el enemigo poderoso?, para efectos de nuestro ensayo, la policía verde constituye uno de los tantos poderosos enemigos –la PDI merece otro siniestro documento–, por su oposición de clase a los intereses de nuestro Sujeto Histórico. El malestar visceral es comprensible, mas siempre es significativo notar que muchos de sus efectivos pertenecen a nuestros grupos y estratos, ¿qué hacer con ellos?[33]. Respiremos aire lacrimógeno y mantengamos la compostura: tarde o temprano, la pandemia acabará –como esta policía– y repletaremos las calles nuevamente para abrazarnos en Plaza Dignidad.
[1] Cf. Max Weber, “La política como vocación”, El Político y el Científico, Madrid, Alianza Editorial, 2012.
[2] Véase una crítica política a la burocracia institucional, gremial y universitaria en Carlos Pérez Soto, “Psicología y Epistemología”, Sobre la Condición Social de la Psicología, Santiago, LOM Ediciones, 2009.
[3] No es vago retomar el concepto de un Sujeto Histórico. Incluso previo a los historiadores marxistas ingleses –no estructuralistas– y antes del mismísimo Marx, es posible ya rastrear la idea del folkgeist en el contexto del idealismo alemán. Apostamos a una recuperación de este concepto, real y sustancial.
[4] No negamos que la violencia sea un concepto en disputa, pero la categoría referenciada aclara la experiencia de la brutalidad policial: intención, asimetría y fuerza desproporcionada. Véanse los aportes de Neva Milicic y Ana María Arón, Clima social escolar y desarrollo personal, Santiago, Ediciones UC, 2017, aplicado al contexto educacional.
[5] En todo caso, para una explicación rotundamente más sustancial que cualquier paper indexado, óigase la obra de Portavoz, Dónde empieza. Nos parece la apuesta más contundente en hallar el origen de la violencia.
[6] En su afán burocrático, la academia nos exige referenciar y citar ideas ajenas. Un análisis histórico respecto a las contradicciones entre clases y poderes, a lo largo de dos siglos, puede hallarse en Julio Pinto y Gabriel Salazar, Historia Contemporánea de Chile, LOM Ediciones, 2010.
[7] Por supuesto, realizamos aquí un símil entre las fuerzas represivas del ejército, las policías, carabineros y FFAA, a pesar de que nuestro ensayo aluda explícitamente a carabineros.
[8] El informe completo podemos hallarlo bajo la autoría de Gabriela Pizarro, “Corrupción en Carabineros: las más de 40 alertas que nadie quiso escuchar”, en CIPER Chile, Santiago, 16 de marzo de 2017, extraído de https://www.ciperchile.cl/2017/03/16/corrupcion-en-carabineros-las-mas-de-40-alertas-que-nadie-quiso-escuchar/
[9] Pacogate debe la mejor etiqueta que titula la variopinta corrupción de esta corroída policía. Busque usted los vocablos de corrupción y carabineros para hallar un sinfín de reportajes, anuncios, noticias y alertas.
[10] El detallado documento excede a la coyuntura de la violencia policial desata a finales del año 2019: Lucía Dammert y Mauricio Duce, “Propuestas para iniciar un proceso de reforma a Carabineros de Chile”, en CIPER Chile, Santiago, 26 de noviembre de 2019, extraído de https://www.ciperchile.cl/2019/11/26/propuestas-para-iniciar-un-proceso-de-reforma-a-carabineros-de-chile/
[11] Nos queda seguir rastro a esta inédita decisión de Contraloría: Néstor Aburto, “Carabineros: Contraloría formula cargos a 7 generales del Alto Mando por estallido social del 18-O”, en Biobío Chile, Santiago, 11 de septiembre de 2020, extraído de https://www.biobiochile.cl/especial/reportajes/2020/09/11/carabineros-contraloria-formula-cargos-a-7-generales-del-alto-mando-por-estallido-social-del-18-0.shtml
[12] Pablo Contreras, Ricardo Montero y Sebastián Salazar, “Carabineros: una institución que (legalmente) se manda sola”, en CIPER Chile, Santiago, 30 de enero de 2020, extraído de https://www.ciperchile.cl/2020/01/30/carabineros-una-institucion-que-legalmente-se-manda-sola/
[13] Lo referenciado posee documentación a estante lleno; no es sobreinterpretación, sino una literalidad. Comencemos revisando lo básico en Bárbara Barrera, “10 preguntas y respuestas para entender qué son los DDHH”, U. Chile, Santiago, 7 de noviembre de 2019, extraído de https://www.uchile.cl/noticias/159016/10-preguntas-y-respuestas-para-entender-que-son-los-derechos-humanos
[14] Recomendamos revisar el breve, aunque contundente, trabajo de Danny Monsálvez y Mario Valdés, “El protagonismo de Carabineros de Chile en las crisis políticas desde el término del gobierno de Ibáñez del Campo al Movimiento del General Ariosto Herrera”, en Tiempo y Espacio, No. 16, Universidad del Biobío, 2006.
[15] Marta Escalona, “¿Cómo se preparan y cuánto saben? Así es un taller de DDHH en Carabineros”, en CHVNOTICIAS, Santiago, 27 de noviembre de 2019, extraído de https://www.chvnoticias.cl/reportajes/como-es-taller-dd-hh-carabineros_20191127/
[16] Sus declaraciones están en el mismo acierto periodístico. Así mismo, por su “mayor” bagaje en materia de DDHH es notoria su inminente aparición en prensa, toda vez que debe “salir a dar explicaciones”.
[17] Dos opiniones vinculan a Carabineros con valores antidemocráticos y el pinochetismo. Una emana de Enrique Villanueva, “Las Fuerzas Armadas siguen siendo pinochetistas”, en Diario Universidad de Chile, Santiago, 24 de julio de 2017, extraído de http://radio.uchile.cl/2017/07/24/las-fuerzas-armadas-siguen-siendo-pinochetistas/ Otra crítica surge de Carlos Huneeus, “Carabineros ha llegado a un grade de autonomía incompatible con la democracia”, en Palabra Pública, Santiago, 28 de diciembre de 2018.
[18] Una exhaustiva revisión de los informes podemos hallarla en Claudio Nash, “La violencia estatal y sus responsables en los informes sobre derechos humanos”, en CIPER Chile, Santiago, 2 de diciembre de 2019, extraído de https://www.ciperchile.cl/2019/12/02/la-violencia-estatal-y-sus-responsables-en-los-informes-sobre-derechos-humanos/
[19] Ley No. 18.961, “Ley Orgánica Constitucional de Carabineros”, en Biblioteca del Congreso Nacional, marzo de 1990 (actualización de febrero de 2020).
[20] Nuestra hipótesis es que el 18/O fue un levantamiento popular inorgánico –carente de organización– que debiera mutar hacia un movimiento orgánico con explícitos objetivos socioeconómicos y políticos.
[21] Hay un texto fabuloso que revisa todo aquello que la “triunfal” sociedad de libre mercado oculta bajo la alfombra, paradójicamente dentro de las ciudades más exitosas: Loïc Wacquant, Parias Urbanos. Marginalidad en la ciudad del milenio, Buenos Aires, Manantial, 2001.
[22] Claudio Fuentes, “Tarea urgente: desmilitarizar Carabineros”, en CIPER Chile, Santiago, 23 de enero de 2019, extraído de https://www.ciperchile.cl/2019/01/23/tarea-urgente-desmilitarizar-carabineros/
[23] La revisión detallada yace en El Mercurio; aquí hemos reunido la información más notable, porque no poseemos una suscripción a ese pasquín: Emol, “Brusca caída en las postulaciones a la Escuela de Carabineros: bajan un 71% luego de la crisis social”, en El Mercurio, Santiago, 6 de septiembre de 2020, extraído de: https://www.emol.com/noticias/Nacional/2020/09/06/997154/Brusca-caida-postulaciones-Escuela-Carabineros.html
[24] Mauricio Weibel y Matías Jara, “Carabineros revela que disparó 104 mil tiros de escopeta en las primeras dos semanas del estallido social”, en CIPER Chile, Santiago, 18 de agosto de 2020, extraído de https://www.ciperchile.cl/2020/08/18/carabineros-revela-que-disparo-104-mil-tiros-de-escopeta-en-las-primeras-dos-semanas-del-estallido-social/
[25] Es inevitable recordar el caso del rebelde soldado David Veloso, quien se negó a participar del estado de emergencia; luego de ser detenido, fue dado de baja y hoy reside en su comunidad. Tarea pendiente para nosotros, pues aquí hay cierta solidaridad de clase digna de ser analizada: Claudio Silva, “Ejército determinó baja del soldado David Veloso que se negara a participar del estado de emergencia”, en ADN, Santiago, 12 de noviembre de 2019, extraído de https://www.adnradio.cl/nacional/2019/11/12/ejercito-determino-baja-del-soldado-david-veloso-que-se-negara-a-participar-del-estado-de-emergencia-3978082.html
[26] Eduardo Klein, “Eme”, en Nueva Antología, Talca, Puebloculto, 2017.
[27] Nota mental: por favor, nunca más llamarlos “araucanos”.
[28] Véanse siete informes reservados, en Nicolás Sepúlveda, “Informes reservados de Carabineros: así se infiltran los agentes encubiertos en la zona mapuche”, en CIPER Chile, Santiago, 8 de agosto de 2019, extraído de https://www.ciperchile.cl/2019/08/08/informes-reservados-de-carabineros-asi-se-infiltran-los-agentes-encubiertos-en-la-zona-mapuche/
[29] Un diagnóstico robusto de lo mencionado podemos hallarlo en Mónica González, “Furia desatada en Carabineros: fuera de control y sin piloto”, en CIPER Chile, Santiago, 12 de noviembre de 2019, extraído de https://www.ciperchile.cl/2019/11/12/furia-desatada-en-carabineros-fuera-de-control-y-sin-piloto/
[30] Cualquier profesional comprometido en las ciencias sociales y las humanidades debiera sopesarse epistemológica, ética y políticamente en Carlos Pérez Soto, Sobre un concepto histórico de ciencia. De la epistemología actual a la dialéctica, Santiago, LOM Ediciones, 2008.
[31] No confundir con el conservadurismo. Este es, por definición, antirrevolucionario, sin disposición a los cambios apresurados; los reaccionarios, en cambio, abusan de la retórica revolucionaria y tienen por objetivo “volver” a un estado anterior, recuperar, restaurar, restablecer.
[32] Este no es el espacio para explayarnos, pero gran parte de la impronta en estos grupos se basa en el vitalismo de pensadores y literatos como Nietzsche, una filosofía que promueve “el deseo por el deseo”, esto es, luchar por luchar, y luego despreciar al Otro. Ojalá tuviéramos más espacios para desplegar esta advertencia.
[33] Nótese que ni siquiera desarrollamos aquí el vergonzoso actuar, parcial, de esta policía ante manifestaciones acaecidas “de Plaza Dignidad hacia arriba”.