Agustín Squella, un liberal pastabasero - Carcaj.cl

Ilustración: konrad

22 de diciembre 2020

Agustín Squella, un liberal pastabasero

por Diego Armijo Otárola

Entonces, ansioso, arreglándose algún mechón despeinado, oliendo su aliento, esperaba que le abrieran la puerta. En sus manos, una bandera negra, que más que marcar luto parecía anunciar la llegada de un barco con piratas. Ahí Agustín, Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales 2009, ya muy hambriento, había tocado el timbre hace ya bastante rato y se demoraba en atenderlo la asesora del hogar para dejarlo pasar. ¿Qué es esta falta de respeto?, se preguntaba, estando a punto de asolearse con el sol de septiembre, aunque tapado por los frondosos árboles de aquella comuna que rechaza. Se impacienta, hace sonar el taco de su zapato golpeándolo con las veredas sin grietas de esas calles. Se seca el sudor con su pañuelo amarillento, que combina con él. Revisa su calendario de bolsillo, pensando si quizás se equivocó de fecha. Pero no, ese día es este día. ¿Cómo olvidarlo? Día aciago, suspira. Pero nadie lo escucha. Nadie abre la puerta. Está preocupado. ¿Habrá pasado algo? ¿Habrá pasado algo hoy? No me avisaron. Me hubieran llamado. Me hubiera enterado algo. Todas esas preguntas que lo cruzan son acompañadas por la brisa que levanta volantines en las poblaciones, que ahí, a la altura en donde se encuentra Agustín, solo hojas desparramadas a sus pies. Recuerda que su amigo le había dicho que trajera un vino, si quería, pero que no se preocupara tanto, que para ese asado él era el anfitrión. Ponía la casa, la carne y la mesa. La ensalada y los vinos caros. El mantel y la bandera chilena.  Pero ese amigo aún no mandaba a nadie a recibirlo. 

Dirá, Agustín, en estos días como candidato, “yo esperaría críticas a los planteamientos que he hecho, no a qué asados iba, en qué fecha, con quiénes”, cuándo se le cuestione, pequeñez. Esa será su forma de guarecerse de la llovizna que le ha mojado los fuegos artificiales. Decir, en radio ADN, que sí, por supuesto que iba a ese asado, que sí, era el 11 de septiembre, que sí, durante toda la dictadura cívico-militar asistió, que sí, el dueño de casa era un fanático del régimen. Pero, amigo del alma, le dejaba llegar con su bandera negra, que con los años fue destiñendo; mientras que daba vuelta los trozos de carne en la parrilla, lo escuchaba; ya había izado la bandera. 

Me pregunto, ¿usted sabe lo que significa poner la bandera un 11? Digo, usted, un serio académico de la Universidad de Valparaíso y la Universidad Diego Portales. Usted, columnista de El Mercurio —su trinchera «liberal»— y redactor de cartas al director. Usted, ganador del premio al Mérito Hípico 2006, Doctor Honoris Causa por la Universidad Ricardo Palma (Salamanca) 2009. Usted, asesor cultural de Lagos. Usted, que fuera nombrado ciudadano ilustre de Valparaíso durante el mandato de Jorge Castro, uno de los alcaldes de la línea del desfalco, «¿te invité yo a vivir aquí?». ¿Recuerda?

¿Usted sabe lo que significa?, o ¿las «libertades individuales» son tan importantes que permiten la desfachatez? Usted mismo lo ha dicho, que es un «defensor de las libertades individuales como la democracia y la justicia social». Claro, es muy fácil andar dando ese discursito mientras se atraganta con un pedazo de carne, señor abogado. 

Más aún, acusa al Partido Comunista de no respetar esas «libertades individuales». 

El día 26 de julio de 2019 en El Mercurio —muy efectivo megáfono para sus ideas «liberales»—, Agustín se pregunta «¿Qué significa ser comunista?»:

«Lo que pregunto es si los comunistas de hoy creen en esas mismas cosas, o si creen en ellas con matices que antes no establecieron, o si creen en algo distinto de lo que pensaron ayer»

Lo que me pregunto es si los liberales de hoy creen en esas mismas cosas, en la onda, digo, de Arturo Alessandri Palma, el gatillo de la Matanza del Seguro Obrero, que tanto perturbó a Carlos Droguett. Digo, pues usted no suelta su crítica a ideas que están en constante cambio, diálogo, ¿ha escuchado el concepto de «dialéctica? Seguro que sí, le pagan para enseñar. Pues Marx no es un profeta, «El Manifiesto Comunista» no es la biblia. 

Me permito lanzar estas piedras con forma de letras pues pertenezco a los votantes del Distrito 7, en donde el Partido Liberal —el actual, desabotonado el primer botón de la camisa— busca enchufar a este señor de calcetines largos, el señor Agustín, como redactor, ya no de cartas al director o libros pastabaseros publicados en la editorial de la Universidad de Valparaíso, sino que para nuestra Constitución.  

Esto no es una película de acción que busca revivir viejos músculos flácidos, no necesitamos a un sujeto que opta, en el uso de sus «libertades individuales», por pasarse los 11 de septiembre, durante la dictadura, comiendo carne, con animales que apoyan tan «aciago» periodo histórico. 

Quizá, de todas maneras, usted salga electo. Los amantes de la carne ensangrentada abundan. Pero tenga presente que la «crítica a los planteamientos que ha hecho» persistirá. No crea que la gente que no ha sido rector de universidad, como usted, solo sirve para servirle su café, mientras usted lee El Mercurio. También pensamos, opinamos, criticamos. Oh, aciago señor. 

(Viña del Mar, 1994). Es comerciante. En 2020 obtuvo una mención honrosa en el Premio Roberto Bolaño, categoría novela. Ha sido becario del Fondo del Libro y la Lectura en 2019 y 2021. Ha publicado el libro de cuentos Glorias Navales (BAJ Valparaíso, 2019) y la novela Carcasa (La Calabaza del Diablo, 2020).

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