Ilustración: Sor Juana Inés de la Cruz, por Miguel Cabrera (Detalle, intervenido)
Cinco poetisas en Ediciones Sin Fin
Hablar de “escritura producida por mujeres” sigue siendo hoy polémico. Algunas preferiríamos hablar de “escritura” a secas, antes que utilizar adjetivos que muchas veces caen en la generalización, o en la sobreteorización que deriva más tarde en pura banalidad de mercado. Es cierto, pareciera que hoy “ser mujer” nos daría una suerte de “plus editorial”, algún tipo de supuesta ventaja en los concursos literarios de moda, así como en el campo cultural en general. Sin embargo, también es cierto que para nosotras, y durante siglos, estuvo negada la diosa poesía, que casualmente se definía –por nuestros pares masculinos— en términos femeninos. Durante demasiado tiempo fuimos expulsadas del mercado editorial (cuántas obras han desaparecido en el olvido más rotundo, y cuántas otras no llegaron siquiera a ver la luz), sistemáticamente ignoradas en los concursos y fondos estatales de diversa índole. Durante siglos nuestra escritura fue reducida a “la expresión de sentimientos”, a nuestro supuesto vínculo intrínseco “con la naturaleza”, o a la expresión pintoresca de mujeres acomodadas que no tenían más que hacer que ocuparse de las “cosas bellas”. Queríamos que nos llamaran “poetas”, que no “poetisas” –yo misma me vi defendiendo tal término frente a amigas y amigos de otros ámbitos— pero justo antes de morir, la poeta argentina Tamara Kamenszain volvió a encender la polémica, a poner el dedo en la llaga: “Poetisa es una palabra dulce / que dejamos de lado porque nos avergonzaba / y sin embargo y sin embargo / ahora vuelve en un pañuelo / que nuestras antepasadas se ataron / a la garganta de sus líricas roncas” (Chicas en tiempos suspendidos, Eterna Cadencia, 2021).
La muestra que se presenta a continuación ha sido especialmente preparada por Ediciones Sin Fin (editorial fundada en 2012 por el poeta chileno Bruno Montané y la editora argentina Ana María Chagra en Barcelona) para la Revista Carcaj. Una muestra de cinco voces, cinco mujeres latinoamericanas que desde diversos contextos empuñaron la lírica ronca contra viento y marea, tensionando y actualizando los cánones literarios, poniendo en tela de juicio los estándares de belleza, introduciendo temáticas hasta entonces prohibidas o mal vistas para la pluma de una mujer, y demostrando que la escritura puede ser un territorio de cuestionamiento no solo estético, sino que también, y, ante todo, de emancipación política. Carmen Ollé (Perú), Elvira Hernández (Chile), Mara Larrosa (México), Eunice Odio (Costa Rica) y Helga Krebs (Chile) son autoras importantes que, por diversos motivos, marcaron el devenir de la literatura producida por mujeres, no solo latinoamericanas, sino de las mujeres escritoras en general, abriéndonos espacios para la experimentación lingüística, instalando nuevas genealogías literarias e históricas, nuevas imágenes del cuerpo, de la sensualidad, de la tradición y del pensamiento. Cada una de ellas, y desde su más rica diversidad lírica, vienen a cuestionar el orden establecido, y es que muy probablemente todas estas mujeres estaban calladas, pero no ausentes, todas estas subdesarrolladas tenían el hábito de escribir sobre lo INNOMBRABLE (Ollé), aquello que no podía ser dicho: la mutilación erótica, la mutilación del cuerpo, la mutilación de la democracia, echando lava por la boca (Hernández), por el cuerpo que envejece y defeca (Ollé), porque todos somos 30 millones. Todos garzas. Todos pliegues de roca, pliegues de caballo, pliegues rudimentarios y ojalá pudiéramos desbandarnos (Larrosa); porque somos mujeres, y todo se mueve (Larrosa), e incluso en el amoníaco de los pañales, hay una lírica del orín (Ollé). El mundo está en nuestras manos, para nacernos, para refundarlo todo desde el acto poético emancipador. Espérenme las cosas, dice Eunice Odio, devolviendo a las poetas esa función primordial de crear una realidad a partir del lenguaje, torciéndole el cuello a Platón, haciendo revivir a los muertos, a las madres que salen del agua con algas en la boca (Krebs) y que hoy vienen, surgen de entre las cenizas y nos indican el camino hacia el futuro, para seguir escribiéndonos, seguir refundándonos desde este lugar que durante tanto tiempo nos fue negado: la poesía, la escritura a secas.
Valentina Marchant
* * *
Carmen Ollé
⟮Sin título⟯
Las relaciones con las partes de mi cuerpo no son teológicas
son frustraciones derivadas del dolor de un cuerpo fetiche.
Hoy perdí un diente:
¿evacuación de una conciencia sufriente?
Pérdida de rigor:
¿hay algo más honesto que esta ley-grave?
¿La belleza de las piezas naturales intactas no es un
humanismo narcisista?
Hoy perdí un diente (y hoy perdí un diente)
Me extravío-
más allá de esta frase se sitúa otra cualquiera
debajo un mundo paradigmático bloqueado
afirma su relación directa con el comportamiento
sexual.
La impotencia de ligar con el texto proviene
de la práctica erótica mutilada (desempleo sexual)
o
una fijación interfiere el juego
y los muslos son como árboles petrificados sobre el lecho
¿es acaso un melodrama?
el onanista hunde los párpados la mutilación
los abre.
Tuve que hablar de la mutilación erótica
ahora hablo del cuerpo mutilado:
el INNOMBRABLE
-Perder los miembros y conservar los dientes
qué escarnio – Becket
¿la compasión paternalista es mis señores un atributo
decente?
Perder los dientes y no perderlo todo
Perderlo todo y no perder la vida
Conservar la vida y criogenizar el arte
Perder la vida industrializar la muerte
uno espera tener 80 años para hablar de sí mismo
hablar de sí mismo es un cuchicheo intermitente
e inútil
la ciencia se vuelve bélica y hablar de sí mismo
no es nada práctico pero es una guerra
esperar a tener 80 años para hablar de sí mismo
¿dónde radica lo verdadero en esperar o en hablar?
Hoy se pierde un diente mañana un ovario
hoy no ha de durar más que hoy
o mañana a lo sumo un mes.
Hoy ocupa su puesto la porcelana o el oro
y el estomatólogo a cambio recibirá su recompensa.
Estoy en el Mediterráneo.
Podría estar en cualquier otro lugar sintiéndome
la misma criatura y sorprendida ante los
cambios de su cuerpo
la traslación de un cuerpo significa un corte
se vuelve a ser
y lo que nos ocurre aquí no nos hubiera ocurrido allí.
Se cree esto con tanta fuerza con tan absoluta confianza
que el regreso se nos figura un retorno a la frescura
de la piel:
los dientes no se pudren allí
el rostro no se aja
la piel no pierde lustre.
Los parientes fallecen (porque hemos partido)
el pueblo estalla
las familias empobrecen
se repueblan se sintetizan
¿no es una teoría nerviosa de la historia?
Nuestro Tótem.
Defecamos con soltura y es el único motor intacto
se corona una era escatológica
LA CACA ES TAN PODEROSA COMO UN PEQUEÑO COMPLEJO
(De Noches de adrenalina. Ediciones Sin Fin, Barcelona, 2015)
*
⟮Sin título⟯
El tiempo es un fantasma
Masoch
una torre gótica y perversa
un aniversario descuartiza mis nervios retuerce mis zapatos
me hace un gesto lascivo como si tuviera entre los dedos
un miembro gigante envuelto en cerda o una máquina de descoser
el asunto es gozar maníacamente
¿quién rompe dos veces
el mismo himen?
Pedazos de piel tallos y espigas sensoriales
que son hoy un Zeitgeist
¿nos hemos situado ya dentro de la
convención o desadaptado de acuerdo
a una visión?
¿La dinámica del sufrir es acaso mecanicista?
Algunos sufren su pathos lo acarician lubrican con él.
¿El amoniaco de los pañales no es la lírica del orín?
La ciudad es una expresión que no alcanzaba desde las
rejas del colegio lo que en tus aulas lustrosas
las voces de los profesores ocultan por una educación
virtuosa, el piano delicado y el idioma sajón.
Torpe y sin fuerzas en el aburrido domingo juvenil
y el paseo a Chosica frustrado por la boñiga desparramada
en todos los verdes.
Elsa Sira Margarita las amo porque nadie sabe qué camino
han tomado sus frustraciones
estoy callada pero no ausente
Clarice Lispector escribe rodeada de sus niños en el hogar
Silvia Plath pensaba dejarlo todo en aquel caso
el Occidente ha dado talentos como la Woolf cuya amistad
con la Ocampo hizo decir a ésta: yo, como toda subdesarrollada
tengo el hábito de escribir.
(De Noches de adrenalina. Ediciones Sin Fin, Barcelona, 2015)
* *
Elvira Hernández
ÑOÑA POR DOQUIER
a la hora del desayuno, en las micros a la carrera, en el Himno Nacional rampante y sonante, pegada en los vidrios como calcomanía, en los edificios y balcones, de norte a sur, subiendo y bajando en los ascensores, en los jardines infantiles
la pusieron cantada en el seno de la Sagrada Familia, entre sus defensores y detractores, entre políticos apolíticos y cientistas de pelaje plástico
la sacaron con pinzas desde los poros de la vanguardia teórica del arte y la literatura
la recogen con palas en el Ministerio de Defensa y otros ministerios indefendibles, de los bares y hospitales, la sacan de debajo de los párpados y de la lengua, del zoológico, de las sacristías, y de todos los medios de comunicación sin excepción
la democracia la lanzó con ventilador, sin proponérselo por cierto, y está en el aire, en los juramentos, en el amor recién hecho, en los recipientes de las ideas, en la ardiente paciencia, aquí y en la quebrada del ají
el pan nuestro de cada día
(De La
Bandera de Chile/Carta de viaje/Santiago Waria. Ediciones Sin Fin,
Barcelona, 2020)
*
HUEVICHE SÚMMUM
Cero claridad. Durmiendo el día y despertando de noche. La ampolleta apagó la luz en la mitad de la escalera. Cayó sobre mí una montaña ardiendo, una ruma de piedras caldeadas o me tragué un pan muy picante. Crucificada en los escalones yo sólo hubiera querido echar lava por la boca. Después estaba en cueros, sucia, goteando, como salida de un terremoto pero intacta, y mi corazón parado de un solo campanazo.
Cero claridad. Ya he contado el veintiocho, el treinta y cinco, el cincuenta y seis y el setenta y cinco sin ver sangre. Sin ver el sol, sin ver nada. Sólo los perejiles que me pongo, y creo que alguien las verá verde.
(De La Bandera de Chile/Carta de viaje/Santiago Waria. Ediciones Sin Fin, Barcelona, 2020)
* *
Mara Larrosa
ALA PRÍSTINA
El ave más antigua que se conoce vivió
hace 150 millones de años, ¿te das cuenta?
Le pusieron Archeoptheryx = ala prístina.
La habrían clasificado como reptil
pero encontraron Huellas de plumas.
Estas aves ancestrales durándonos bajo la sal y el humus;
durándonos todavía en los sobacos, en los árboles
de las grandes avenidas, en las casas finas enjauladas,
en las vecindades con municiones en la panza,
me dejaron su huella a los 16 años de mi existencia
en mi periodo tan diferente al de ellas,
y yo que ya conozco el vidrio.
Todos somos 30 millones. Todos garzas. Todos pliegues
de roca, pliegues de caballo, pliegues rudimentarios.
Tu piel, la mía y la de Chaplin con pliegues de Plioceno,
de pelos, de temperaturas; pliegues de flamingos
en nuestra larga historia hasta llegar a ser mamíferos,
tiernos mamadores, tristes. 8600 millones de siglos
para que tuviéramos uñas, tobillos, amor por los lápices,
por la verdadera lucha social.
Todos acomodándonos lo que nos queda de búhos,
de sollozos, de especies que ni siquiera conocimos.
Nuestro tiempo de débiles huesos, de alas ovaladas,
de arena en las mandíbulas: con los primeros colmillos,
blancos al principio, amarillos al final.
Todos con pliegues de luciérnagas y ártico,
cachos de piña en los oídos: todavía los traemos.
Después de tanta tierra, tanta tierra oscura:
llegamos a inventar las escuadras, los alfabetos.
Los Dadás encuerándose en las conferencias;
después de tantos caracoles y picotazos a las frutas
en las selvas, después de haber sido hemisferios,
mariscos anaranjados, hemos llegado a hacer clavecines,
todavía con la arena negra en las muelas;
¡después de tantos caracoles!
Todos fuimos amarillos, fuimos plomo y zinc,
también plagas dañinas, costas azules.
Venimos del agua.
Nació Myra Landau y pintó, y ahora alguien
tiene que ayudarme a soportar las cucharas de peltre,
las aldeas convertidas en periféricos de aluminio,
larguísimos.
Los hombres llevamos mucho tiempo en la tierra
haciendo ruido, lamiéndonos los labios. Ahora
huelo los perfumes en el camión,
los olores de los muchachos comprando cachos de cuarzo
en los mercados, si pudiéramos desbandarnos…
Es el miedo de ver las resinas de los árboles en las fábricas,
a los minerales muriéndose, a los obreros tristes
aunque se hayan tomado las instantáneas en los parques,
el miedo a los fascistas, el miedo que nos queda
por haber dejado de ser rocas, olores de bosque,
simples hongos húmedos.
Antes Alaska, como todo, estaba vacía de miedo humano,
y ahora es imposible querer volver a los criaderos del norte
después de la Primera Revolución Industrial,
imposible el retorno al agua,
al ojo del calamar, a la pura capa de aire con el trabajo
que nos da la liberación, la liberación para los niños.
Andamos con nuestra herencia de patas, de orines;
nos hemos acostumbrado a los ojos, a las caderas:
a mí no dejan de sorprenderme, y la vida que llevamos
es la menos adecuada para crecer y ser hermosos.
Rachmaninoff anocheciendo en un cuartito,
el olor a hombre de F, estábamos tan limpios,
hermosos y al mismo tiempo tan hundidos y sucios
de país, yo amaba todo eso, los olores del cuarto,
las toronjas chupadas y los besos, los sobacos y las colas.
¿Por qué se sufre mientras el mundo sigue
y ni siquiera se sabe si el Universo se extiende
o se comprime, ni siquiera por qué lloramos?
Nos hemos atrevido a poblar el Planeta, hemos llegado
de los hombres que hicieron con la madera olorosa
camellos sentados en la tierra, de los hombres que no leían,
que no tenían letras sino prolongados búfalos;
de los hombres del arco; de las mujeres egipcias
con los párpados pintados; del hombre casi animal
que se sentaba en las rocas a dar alaridos
con la mandíbula ancha. Hemos llegado.
En Alemania algunos labraron hojas en el capitel
de las columnas, en México metían puñados de maíz
en la boca de los muertos. Hemos llegado.
De las mujeres que se lavaron el cabello largo
en las cubetas mientras los perros dormían,
y hoy que los hombres se ríen en las plazas
con las encías rojas, sentados en las sillas de hierro,
Cesi y yo salimos a San Juan de Letrán
a conseguir pinacotecas
y compramos ramitos de gardenias de a peso;
yo uso una locioncita baratísima: la gente me ha de oler
en el camión y yo también la huelo,
le huelo la época y la edad.
Así estamos con la luz del sol viviendo en las ciudades,
llorando en los lugares de siempre, viendo a las señoras
que salen a sacudir el mantel a las 5 de la tarde
en pleno ardor de sol y de existencia. Los olores
de los burócratas en el tranvía, la dulzura de Darío,
las noticias de los barrios negros, Joel que llega
con los dientes postizos a la escuela en la soledad total.
Este planeta lleno de águilas amarillas, de pájaros verdes
y labios. ¿Qué va a pasar con el país lleno de mujeres
que se dejan pasar las mañanas escogiendo detrás
del vidrio el plástico floreado en las tiendas de telas?
¿Qué sucederá con mi amor por nuestra identidad
de mujeres? No podemos quedarnos con los brazos
perdidos, llenos de puras posibilidades y de dignidad.
Soy una mujer. Todo se mueve.
Las mujeres cazadoras, desnudas, antiguas,
reposando en los ciervos, ahora podrían ser
las vietnamitas fecundando el campo,
las mujeres que abortan atrás de las bardas.
Yo, una simple muchacha que compra gelatinas de a peso
a las seis de la mañana.
Extraño el mar donde existen pueblos de borrachos
cerca de los ingenios, y me acuerdo de Alfre
cuando era adolescente y tocaba en un conjunto de Rock.
Esta es la hora en que las criadas están en las azoteas
calladas, el aire les pega el vestido de algodón
a los muslos, a los vientres, y se les mueve el pelo largo.
Mi madre se saltaba las bardas de los huertos,
pero esto ya casi no tiene importancia.
(De Ala Prístina. Ediciones Sin Fin, Barcelona, 2021)
* *
Helga Krebs
MUJER DESNUDA EN EL MUELLE
A la memoria de mi madre
El mar, estruendo
y remolino de sulfatos,
de pronto me devuelve
a mi joven nadadora.
Leve y desnuda emerge
como desmemoriada y viene
subiendo por la escalinata
rota del antiguo muelle.
Al pasar junto a mí,
bañada de burbujas,
no me ve. Yo no existo.
Un filamento de alga
en su ancha boca sonámbula
escurre agua. Ebrios
los ojos color de acero
se despiden de una tempestad
en el horizonte.
Yo no existo.
No existo. Y reconozco
su imprecisa distracción
al empuñar el manubrio
de la bicicleta y partir
calmosa a lo largo
de las tablas carcomidas.
Yo no existo. (Casi capullo
de espuma, mi cuerpo no ha
dislocado aún el vientre
de la pequeña nadadora).
Por el embarcadero
las ruedas se demoran y giran
lentamente hacia el pecho
del amoroso extraño que hoy,
junto con la noche
de hace más de medio siglo,
se bajará del tren
a las 7:15 en la aldea.
(De La curvatura de la manzana. Ediciones Sin Fin, Barcelona, 2016)
* *
Eunice Odio
PROYECTO DE MÍ MISMO
VII
Ya están los cinco sentidos.
Puede empezar la gran aventura ineludible,
y la agónica paz del nacimiento,
sabe extenderse a su mayor medida.
Ya están los cinco sentidos,
los estrados en que puede acabar o detenerse
esta veloz carrera impredecible.
Ya están los cinco sentidos,
inhábiles criaturas que aprenden su organismo.
Tienen esa inocencia de sí con que se olvidan,
son habitantes puros del tacto y el abrazo;
mas de otro modo vivirán conmigo.
Nada saben de sí,
de cómo eran antes de su memoria,
de cómo el paladar esperaba su aurora,
que le trajera un tacto de piel en la garganta.
Nada saben de sí,
pero andarán conmigo desde el alba,
en esta inmensa soledad del cuerpo
donde les mostraré su aposento de gracia;
y a cada cual le enseñaré lo suyo diciéndolo,
hiriéndome,
bajándome a la sangre;
haciendo la profecía de la harina y el agua
–cuando la harina sea un presentimiento
de retorno al olvido–
diciendo la palabra que da un temblor de piedra
sobre piedra en el alma,
la que no traerá paz sino guerra,
y hará dudar al grito contra el grito,
y a una dimensión contra su hermana.
La palabra que hará remontarse a las cúpulas,
la que florecerá en la lengua del muerto,
nueva palabra desnacida y ciega,
reanudando el origen del silencio en el verbo.
VIII
Así he de enseñarles su pasión y su tránsito;
porque el tacto
–es un ejemplo a contraluz del llanto–
el tacto ignora la tiniebla,
la tiniebla que engaña disminuyendo el fruto
en color, forma, alegría;
el fruto que en lo oscuro se torna menos tiempo,
y más pulpa deleitosa.
Yo le enseñaré al tacto la tiniebla
y él la empuñará;
y una tarde sin nadie,
sin objetos marinos ni terrestres,
jugaremos a ponernos oscuros y perdernos;
mas nos encontraremos
casualmente en la mano,
y entraremos al mundo
recobrados.
IX
Están los cinco sentidos.
Con ellos puedo dar un paso y detenerme,
mover el alma,
designar el sueño,
tocarme el corazón y retenerlo;
herirme y escuchar cómo la sangre
sube, de su aposento,
por oscuras escalas a los ojos;
y sentir a los labios penetrar en la voz
con el húmedo gesto.
Puedo nacerme.
Sacar una sonrisa con presencia de lámpara,
aventurar un brazo como si fuera un álamo;
salir de mis entrañas
con una mano desconocida en alto,
impartiendo una rosa en son de movimiento.
Voy a nacerme,
espérenme las cosas.
Como antes interrúmpanse:
la manzana en la suma de todos sus bienes y atributos;
el fósforo en su sombra.
Ahora descansaré.
Ahora dormiré con la mitad del sueño.
(De El tránsito de fuego. Ediciones Sin Fin, Barcelona, 2019)