CNI: Una ráfaga de balas borró la realidad
El día 2 de julio de 1984, alrededor de las 23:30 horas, Enzo Muñoz Arévalo y Patricio Sobarzo Núñez estacionaron el automóvil marca Daihatsu de color rojo en que se movilizaban, en Avda. José Pedro Alessandri, en dirección al sur, a metros de la Rotonda de Departamental, en la acera poniente, en un ensanchamiento que allí existe, frente al Conjunto Habitacional Don Camilo. El vehículo se estacionó dejando las luces correspondientes prendidas. Una de las víctimas, que vestía una chaqueta tipo parka de color café claro, cruzó la avenida para hacer un llamado telefónico –frente a unos blocks de departamentos que allí existen– la caseta ubicada en la acera oriente de esa calle. Su acompañante permaneció en el vehículo. En ese momento el automóvil Daihatsu fue rodeado por agentes o individuos de civil que se movilizaban en vehículos pintados como taxi. Los sujetos andaban armados y con brazaletes rojos. Uno de ellos disparó una ráfaga de metralleta contra la persona que permanecía en el automóvil y, posteriormente, le dispararon un tiro proveniente de un arma corta, cayendo el cuerpo por la puerta del conductor hacia afuera, de manera que éste quedó tirado en la calzada en forma perpendicular al auto.
Simultáneamente, un agente agredió a quien estaba en la caseta telefónica, tirándolo al suelo de un golpe. Cayó boca abajo y en esa posición fue golpeado brutalmente. En seguida, varios individuos le ordenaron a gritos ponerse de pie con las manos en alto, al mismo tiempo que lo registraban, pudiendo observar algunos testigos que no le fue retirada especie alguna. Luego le ordenaron sacarse la chaqueta, lo que no alcanzó a hacer, pues fue introducido violentamente en un vehículo pintado como taxi donde se le ordenó tirarse al piso.
Este último tenía 32 años, era casado, padre de un hijo, profesor de Historia y Geografía en el liceo “Villa El Cobre”, escribía poesía, militaba en el MIR y era además presidente de la Agrupación de Profesionales Democráticos y participante activo del Corporación de Promoción y Defensa de los Derechos del Pueblo, CODEPU.
Las letras del horror: CNI
Hace poco más de un año escribí, no sé si con mucho acierto, pero muy conmovida, sobre el tomo I: DINA, la primera de las entregas del exhaustivo trabajo investigativo de Manuel Salazar, para dar cuenta de la historia de los organismos represores de la Dictadura. Enfrentada a esta nueva muestra, ahora sobre la existencia de la Central Nacional de Informaciones (CNI), son este tipo de recuerdos como el descrito más arriba los que afloran y abren las entrañas de mi pasado y presente. Mis padres conocieron a Sobarzo, yo participaba por esas fechas de un grupo juvenil en la Sagrada Familia, la iglesia aledaña al centenario colegio Salesiano, donde lo acribillaron junto a Enzo. A contar de entonces fue ese recorrido de Macul un lugar común para que refiriéramos, como síntesis, a todo el horror de ese tiempo, con la imagen de Sobarzo muerto en plena calle. Yo recordaba su voz, su mirada con anteojos, un cigarrillo colgando del labio, el comentario de sus últimas lecturas, mientras el humo se iba colando en el trasnoche del “toque de queda”. Mientras escribo esta nota, un juez ha pedido la extradición desde Miami de Pedro Barrientos, uno de los autores materiales del alevoso asesinato de Víctor Jara, quien junto a otros 8 ex militares participaron de su ejecución y de los cientos de prisioneros que pasaron por sus manos a contar del 11 de septiembre de 1973. Han pasado casi 40 años, una eternidad, para que se comience a hacer justicia con Víctor, o más bien con una memoria doliente que a la larga, puede ser la de todos. Mi padre fue detenido y nosotros debimos partir a Cuernavaca con lo que quedó de la familia, sin nunca saber de su paradero. Desde entonces han sido, creo que el tema de los desaparecidos, más que los ejecutados –que me perdonen sus deudos– mi mayor preocupación. Mi trabajo ha sido el de la reparación de sus víctimas. Es la suma de todas las cosas. Todo vuelve. Nada quiere irse.
Novela de no ficción
Leyendo este registro de Salazar uno puede reconocer información valiosísima para reconstruir la orgánica de la CNI, pero de igual modo también uno puede revisar escenas del éxodo y el ocaso de los grupos subversivos de la izquierda. Leo estas páginas de Salazar en conjunto y creo que en estos dos tomos, podría encontrarse la novela de no ficción de la Dictadura que tanto nos pena. Sí, ese libro no escrito, muestra de una obra monumentalmente tolstiana, que pueda abarcar esos años de las sombras. Leía hace un tiempo en una entrevista al escritor Roberto Bolaño, cuando este respondía a la pregunta: “¿Qué cosas lo aburren? El discurso vacío de la izquierda. El discurso vacío de la derecha ya lo doy por sentado”. Asertivo. Creo que en esa condición se haya esta última muestra de Salazar, al permitirnos recorrer la historia operativa de la CNI, pero por defecto también las gestas del MIR y el FPMR, todo el rollo en capítulos (Chacaritas, Carol Urzúa, los degollados, Carrizal, el atentado a Pinochet, entre otros). Quizás con libros de este tipo las nuevas generaciones, por medio de los datos incuestionables, puedan llegar a entender lo que pasó, y enmarcando ese contexto, encontrar valor a aquellas gestas, sobre todo ahora, cuando comenzamos a creer, nuevamente, en las masas populares. En la vitalidad de la juventud, en estar reconquistando ciertas cuotas de esperanza, acaso lejos de estas lacras.