Ilustración: Sisyphus, de Franz Stuck (1920 - Detalle)
Cuando esperar se transforma en rutina
Los tristes tienen dos motivos para estarlo: Ignoran o esperan.
Albert Camus, El mito de Sísifo.
Después de leer Esperando a Godot —y mientras lo hacía— se me vino a la mente una conversación que había tenido con Emma en el balcón del departamento en el que yo viví a los diecisiete años. Estábamos los dos sentados, uno al lado del otro, yo en boxer y ella con una camisola que le cubría las rodillas. Recuerdo que era una mañana calurosa de enero, muy temprano y era extraño, porque durante ese año me acostumbré a levantarme muy tarde. Ella se fumaba un cigarro y yo bebía un vaso de Coca Cola, ese era nuestro desayuno de adolescentes. En ese tiempo nos hacíamos llamar existencialistas hasta que Emma leyó a Marx y se hizo marxista. Yo me quedé con Camus y ella comenzó su recorrido marxista con Engels y Marx, luego se hizo marxista-leninista y después trotskista. “Lo que me aburrió del existencialismo”, dijo ella con tranquilidad mientras fumaba, “es que pierde el tiempo en interpretar la realidad en lugar de transformarla”. Yo quise responder algo inteligente, pero no supe cómo hacerlo así que solo asentí. Pensé que ella tenía razón, pero también sentí que nos estábamos distanciando y, pensar en eso, provocó un bloqueo en mi capacidad de razonar cualquier otra cosa.
Años después leí un ensayo de Fabian Casas en donde expone una discusión que tuvo Eugenio Montale con Pasolini que me hubiese gustado leer antes. Yo ya había dejado de hacerme llamar existencialista y pasé a ser marxista para seguir a Emma. Luego terminamos y mi corazón roto buscó respuestas en el budismo y así deambulé entre ismos hasta ser una mezcla de todos ellos y convertirme en una persona incapaz de ponerse etiquetas por vergüenza. Casas (2016), en su ensayo, explica que Pasolini acusó a Montale de burgués porque le cantaba al paso del tiempo en vez de reflejar las injusticias sociales, y este le respondió: “Querido Malvolio, no hay que cambiar lo esencial por lo transitorio. Sin duda hay injusticias sociales. Pero también hay injusticias esenciales” (citado en Casas 17). Me gusta esta cita porque me hace pensar en Emma, en nuestra conversación y separación, pienso en mí, en nuestras idas y venidas como pareja y como marxistas y existencialistas y en la necesidad de querer limpiar el mundo cuando tenemos nuestra habitación sucia.
En estos momentos pienso que Esperando a Godot (1953) se hace cargo de las injusticias esenciales, es decir, se hace cargo del tiempo, la espera y el absurdo de la existencia. El título de la obra comienza con la palabra “esperando”, que comparte raíz léxica con “esperanza”, y para Camus (1995) la esperanza es un engaño: “Esperanza de otra vida que hay que “merecer”, o engaño de quienes viven no para la vida misma, sino para alguna gran idea que la supera, la sublima, le da un sentido y la traiciona” (21). Camus se burla de la idea de esperanza que nos han entregado las religiones en cuanto a la recompensa o castigo que se nos da después de la muerte como también pareciera que Beckett se burla de sus propios personajes. Estragón y Vladimir esperan algo que no llega en ningún momento, esto plantea la pregunta de si la esperanza en sí misma es una ilusión o un engaño. La venida de Godot es lo que le da el sentido de vida a ambos vagabundos, si no llega, ellos se suicidan:
ESTRAGON: Didi.
VLADIMIR: Sí.
ESTRAGON: No puedo seguir así.
VLADIMIR: Eso es un decir.
ESTRAGON: ¿Y si nos separásemos? Quizás sería lo mejor.
VLADIMIR: Nos ahorcaremos mañana. (Pausa.) A menos que venga Godot.
ESTRAGON: ¿Y si viene?
VLADIMIR: Nos habremos salvado (Beckett 126).
Estragón se nota desesperado, angustiado en su dilEmma existencial por esperar a alguien que no llega mientras que Vladimir minimiza los sentimientos de su compañero y deja su destino en manos de la llegada de Godot. Los diálogos en casi toda la obra son así: repetitivos, ambiguos y con un lenguaje económico. Beckett enfatiza en esto para crear una obra sin respuestas claras, monótona, sin progreso, simple, en ocasiones limitada, tal como son sus personajes. Se utiliza mucho el recurso de los silencios y las pausas en los diálogos que nos transmiten soledad y vacío, similar a lo que ocurre en las pinturas de Edward Hopper o Andrew Wyeth. Este último autor pintó una de las obras más conocida del siglo XX, El mundo de Cristina (1948), y en ella podemos encontrar a una mujer tendida en el pasto, sola, que observa hacia un horizonte lejano.
La mujer de la pintura no avanza, se le ve quieta, inmóvil en medio de un ambiente desolado. Ella se está arrastrando para llegar a su destino, un destino que se ve lejano. Me gusta esta pintura porque es una pintura que nos muestra un mundo rural sin grandes ambiciones. Los personajes de Wyeth son personajes reales, solitarios, silenciosos y melancólicos que esperan o que se cansaron de esperar. Es como esa canción preciosa de King of convenience que dice “homesick/ cause I no longer know/ where home is” (King of convenience, Homesick). La mujer sabe donde está su casa, pero se ve tan aislada de ella que prefiere quedarse tendida en el pasto y mirarla de lejos o volver hacia ella, pero utilizando el camino largo. También creo que su interpretación depende del momento en que estemos pasando y me gusta su ambigüedad por eso mismo. Quizás la mujer quiere llegar rápido pero simplemente no puede porque sufre de alguna discapacidad física y para ella la espera la desespera.
Vladimir y Estragón también se encuentran en medio de un lugar desolado y árido. Lo único que hay en ese paisaje es un sauce que para colmo no tiene hojas:
VLADIMIR: Parece un sauce llorón.
ESTRAGÓN: ¿Dónde están las hojas?
VLADIMIR: Debe estar muerto (Beckett 21).
En ese lugar parece no haber vida más allá de Vladimir y Estragón y Lucky, Pozzo y el Muchacho que entran en acción de forma efímera en la obra. Que el sauce esté seco es un simbolismo que ocupa Beckett para representar el estado de decadencia en que se encuentra el entorno de los personajes. Representa la inmovilidad de ellos y del tiempo. El tiempo tiene una función importante; los personajes no recuerdan el pasado quizás por el abuso con el alcohol o también por la rutina y la repetición de sus acciones. Constantemente están reproduciendo el mismo dialogo. El pasado no existe y ellos parecen estar pendientes solo del futuro y su objetivo prácticamente es que pase el tiempo, matar el tiempo, como dice Vladimir:
VLADIMIR: ¿Qué decía? ¿Cómo sigue tu pie?
ESTRAGON: Se hincha.
VLADIMIR: Ah, sí, ya sé, la historia de los ladrones. ¿La recuerdas?
ESTRAGON: No.
VLADIMIR: ¿Quieres que te la cuente otra vez?
ESTRAGON: No.
VLADIMIR: Así matamos el tiempo. (Pausa)
Vladimir y Estragón son personajes tristes por esto, por su falta de comunicación y su alienación temporal, como señala Camus (1995) en el Mito de Sísifo, “los tristes tienen dos motivos para estarlo: ignoran o esperan” (96) y Estragón y Vladimir esperan y se aburren. Se esfuerzan constante y sistemáticamente para matar el tiempo y agotar su estancia en la tierra. En el capítulo 5 de la serie The midnight gospel (2020), el protagonista, Clay, decide hacerle una entrevista al escritor Jason Louv. En aquel capítulo ambos hablan sobre el tiempo, la magia, el ocultismo, la espiritualidad, la filosofía y la esperanza, y Louv señala que,
El hecho de que no todo sea permanente es una causa de sufrimiento (…) Vivimos en un universo donde el tiempo existe y, por lo tanto, todo se desintegrará y desaparecerá, y eso nos causa un sufrimiento insoportable (…) Cuando aceptas las cosas como son, ya no tienes que esperar, porque te das cuenta de que estás bien donde estás. La esperanza es una puta tortura (The midnight gospel 2020).
Creo que aquí la clave es la palabra “aceptar”. Aceptar las cosas como son. Aceptar el absurdo. Camus ejemplifica esto con Sísifo. Sísifo fue condenado por los Dioses a subir una y otra vez una roca hasta la cima de una montaña, y cuando llega al objetivo, la roca nuevamente rueda hasta el inicio, dejando a Sísifo en un trabajo inútil y sin esperanza. “Sísifo me interesa durante ese regreso, a esa pausa. Un rostro que sufre tan cerca de las piedras es ya él mismo piedra” (Camus 159) y finalmente expone que “hay que imaginarse a Sísifo dichoso” (162). Hay que imaginarse a Sísifo feliz porque es capaz de encontrarle un sentido y un propósito a su destino y al absurdo. Los diálogos de Vladimir y Estragón son como la piedra de Sísifo y representa la repetición y la rutina y, la espera ante Godot, es una tarea fútil sin sentido. Pero hay que imaginárselos felices.
VLADIMIR: Estamos contentos.
ESTRAGON: Estamos contentos. (Silencio.) ¿Y qué hacemos ahora que estamos contentos?
VLADIMIR: Esperamos a Godot (81).
El sinsentido, el aburrimiento, el absurdo, la soledad, el aislamiento, la espera y el tiempo son lo que Montale llamaba injusticias esenciales. En Esperando a Godot, estas injusticias también se reflejan en lo social a través de Pozzo y Lucky, donde Pozzo representa la autoridad y Lucky, la esclavitud. Beckett explora la historia con sus cinco personajes: Vladimir y Estragón simbolizan la igualdad y complementariedad de clases, mientras que Pozzo y Lucky encarnan la dependencia y la lucha de clases. Según Hegel, en su Fenomenología del espíritu (1807), la historia comienza cuando dos conciencias deseantes se enfrentan. En esta lucha, quien teme morir se convierte en esclavo, como Lucky bajo el mando de Pozzo.
VLADIMIR: ¿Quiere usted deshacerse de él?
POZZO: Piensen que yo hubiera podido estar en su lugar y él en el mío. Si el azar no se hubiera opuesto. A cada cual lo suyo.
VLADIMIR: ¿Quiere usted deshacerse de él?
POZZO: Naturalmente. Pero en lugar de echarle, como muy bien hubiera podido hacer, quiero decir, en lugar de ponerle patitas en la calle, es tal mi bondad que lo llevo al mercado de San Salvador, donde espero sacar algo de él. Lo cierto es que a seres como éste no se les puede echar. Para hacerlo bien, sería necesario matarles (Beckett 43–44).
Hegel expone que el amo se debería hartar de su esclavo porque quien le reconoce es el reconocimiento de un ser que no es autónomo, es un ser dependiente, no humano. En Carta al padre de Kafka (2019), se expone con impecabilidad este término, cuando el narrador le escribe a su padre: “si te hubiera obedecido menos, seguro que estarías mucho más satisfecho de mí” (47).
El amo, insatisfecho, manda al esclavo a trabajar la tierra, creando cultura. Así, el esclavo se humaniza mientras el amo cae en la pasividad. Aunque el esclavo debería ser liberado, eso no ha ocurrido. Lucky tuvo la oportunidad de ser libre, pero falló. Su objetivo no debería ser convertirse en amo, sino alcanzar la libertad. A pesar de su momento de poder en el segundo acto, Lucky sigue atrapado en una situación absurda y sin esperanza.
En resumen, la obra de teatro Esperando a Godot es una obra existencialista que toca temas como el absurdo, la esperanza, la alienación temporal, la rutina, la repetición y la dependencia. Beckett utiliza un lenguaje simple, económico y repetitivo para hacernos sentir en un mundo monótono y sin progreso, tal como se puede sentir Sísifo al levantar la roca una y otra vez, pero también es importante imaginarnos a Estragón y Vladimir felices en su vida absurda.
Yo no sé quién es o qué es Godot. Existen múltiples teorías, para algunos es Dios y piensan que Godot se llama así por un juego de palabra con la traducción al inglés “God” y al alemán “Gott”. Para otros, Godot es el sentido de la vida. Los personajes están esperando que les llegue algo para qué vivir e incluso Godot puede ser la muerte. Vladimir y Estragon están tan ensimismados en matar el tiempo que no me parece extraño que solo estén esperando morir.
Estas explicaciones son un tanto genéricas. Creo que todos tenemos un Godot en nuestras vidas. Para algunas personas es encontrar un trabajo que no les sea alienante. Para otros puede ser volver a encontrarse con un ser querido, con sus padres, hijos o con un viejo amor. Esperando a Godot podría perfectamente llamarse Esperando a Emma o Esperando una buena calificación para esta crítica, qué sé yo. De todas formas, tienen que imaginarse a Matías feliz escribiendo este ensayo.
Referencias
Beckett, Samuel. Esperando a Godot. Austral, 2021.
Camus, Albert. El mito de Sísifo. Alianza, 1995.
Casas, Fabián. Trayendo a casa todo de nuevo. Emecé, 2016.
Kafka, Franz. Carta al padre. Debolsillo, 2019.
King of convenience. “Homesick.” Riot On An Empty Street. 2004.
The midnight gospel. Creada por Pendleton Ward y Duncan Trussell, Temporada 1, Episodio 5, Netflix, 2020.