Cuenta regresiva - Carcaj.cl
18 de octubre 2024

Cuenta regresiva

por Daniela Contreras González

10

sentimos los puños galopando en la puerta

y nos agolpamos hacia la muerte

nos enrollamos en unas sábanas con salpicaduras de perfume

y nos metimos bajo de las camas

mi madre siempre nos dijo:

a la primera, se van a ir cortados

el régimen tiene ojo incluso donde no mira

pero nunca fue capaz de decírnoslos con nuestro padre

sentado a la mesa

nunca pensó que su oración también se referiría a nosotros

de algo sí estábamos seguros:

aprehensiones de nuestros rostros ocultos

señoreaban sobre la mesa de un grupo de oficiales

la identificación fue excesivamente fácil

somos tan pocos los que reímos con la cara tapada

tan pocos los que estáticos creíamos que con el balance de las llamas

también nos moveríamos

9

creíamos en cosas como esas

cuando ni en el colegio nos interesó la miseria de algunos compañeros

antes pensábamos que se lo merecían

y nos causaba gracia las historias que se oían en los baños

más de alguna vez oí una de las palabras prohibidas,

más de una vez le conté todo rápidamente a mis profesores

pero yo sé, ahora que lo pienso, que ellos se limitaban a verme

con las pupilas en cualquier parte que no fueran los ojos:

ellos también seguían encandilados con el fuego de la guerra

8

en esos años mi familia y mucha gente aún no creía en las desapariciones,

aún sonaban como temática de película, y eso que nosotros

teníamos harto tiempo para sentarnos en las butacas del cine

a veces nos sentábamos en las tardes a mirar las teleseries

y las historias más inverosímiles nos parecían reales

recuerdo haber visto llorar a mi mamá un montón de veces

por las tramas intrincadas de las telenovelas

mientras mi padre llegaba, colgaba el sombrero en la baranda de la escalera

y le preguntaba, despistado, dónde había un paño y un poco de cloro

[para quitarles a sus zapatos las salpicaduras de sangre]

mi mamá se tomaba el collar de perlas cuando oía historias

como las que le contaba a veces, de esas que se oían en los baños del Liceo,

le conté muchas veces del llanto ahogado de algunas compañeras,

de sus padres desaparecidos, aunque con ella la palabra que usaba era ausentes

se cogía con los dedos el collar de perlas y sentía como su garganta culminaba en acidez

nunca le creas a tus compañeros,

ellos están ahogados en resentimiento, me decía

quizás el sonido de las burbujas aglutinándose en su cuello

la erosión interna de una vergüenza degolladora

sea mi visión más clara de la justicia

7

durante muchos años no sentí vergüenza

cuando con mi padre entrábamos a la Escuela,

a mí me parecería galante la rigidez con la que se movía

nunca podré ver mi rostro tan nítido como en el reflejo de sus zapatos

incluso en las fotografías de la polaroid de mi mamá lo único brillante

siempre fueron mis placas

durante muchos años no sentí vergüenza

me contuve como mi padre dándole la pasada a sus mayores

con la cabeza reclinada, con el sombrero en la mano

con la espalda estirándose ligeramente hacia atrás

con mis manos tocando sus mulos para no caerme en la reverencia

6

supe de una vez que el general no sabía mucho de las cosas

que se quedaba siempre quieto cuando le hablaban los perros

que le daban miedo las agujas,

que su mujer le hartaba tanto

que se ponía los lentes oscuros para que ella nunca se diera cuenta

que él dormía plácidamente con la insistencia de su voz,

que su mujer fue joven, que él también fue joven

incluso nos enteramos que ellos también eran como personas

que tenían sangre esparciéndose en el cuerpo

que dormían de noche

que comían en la cama

que se reían a veces

nunca podré olvidar mi cara,

la cara que puse cuando supe que se reían a veces

que era supersticioso,

que escupía en el fuego cuando veía un gato negro

que odiaba a Morzart

pero que obligaba a los cadetes a poner sus sinfonías

en los cuarteles, que le parecía artístico combinar la muerte

con la música de un sordo

a mí mamá la Lucía le contaba muchas cosas

y en tanto ella se iba, nos sentábamos a tomar té con esas galletitas francesas

que claramente nunca nos compró en Francia

mi mamá siempre decía que era una mujer rota

que algo dentro de ella estaba clisándose

yo me acuerdo que pensaba en la partitura del pelo de mi padre

en medio de la cabeza hasta la nuca

nunca entendí por qué se la hacía si nadie podía ver

su división perfecta por el sombrero

pero ahora entiendo que parte de cargar un fusil era saber entretenerse

en las divisiones

5

mi primera marcha militar la tuve a los dieciocho

yo quería usar el primer uniforme de mi padre

que guardaba en un cajón envuelto en plástico

pero me compraron otro:

regalo de la señora Lucía

no estoy seguro de si era nuevo, pero hasta el día de hoy

lo guardo con un cuidado extremo

en mi cómoda reposan los aspavientos de un genocida

también en trozos de tela se descuartiza a la gente

4

el asco me asaltó un día como cualquiera

sentía arcadas hasta en los brazos

los dedos y las piernas me tiritaran

mis zapatos no hicieron nada para evitar el fluir de la sangre

no podía soltarlo, seguía empuñando el fierro como un aplauso

en la boca sentí un sabor extraño

por los labios recorría una gota de sangre desde mi nariz

los ojos de la mujer se detuvieron justo en mis zapatos:

nunca vi un rostro tan bien reflejado como en los zapatos que llevaba ese día

el cuerpo de la mujer se retorcía suavemente, mientras no dejaba de mover los dedos

como un puño: sé que con las manos trataba de agarrarse del aire

que trataba, a toda cosa, ceñirse un poco al espacio que iba dejándola

la mano de mi padre se posó sobre mi hombro

unas palmaditas bastaron para desplomarme

3

intenté imaginarme planes elaborados, dibujé bocetos de nichos

en todas partes llevaba un lápiz y una libreta

no podía contenerme, dibujaba y escribía ideas sueltas

tenía la ilusión de elaborar un plan perfecto

ilusoriamente exacto, en donde la suavidad de un palmadita

bastara para degollar a los hombres

ya no me hacía gracias que mi mamá hablara y nos contara historias

de la Lucía, ya no quería oír las anécdotas de mi padre

cuando hizo el servicio, ya no quería

ya no tenía ganas de verlos a los ojos:

no me veía en las pupilas de nadie

a veces me desasía en silencio

nunca pude llorar como sé que mucha gente lo hacía

contemplando cómodas con muecas estáticas

deformadas ahora quién sabe por cuántos metros de tierra

más que tristeza sentía asco,

y empecé a despertar con las encías sangrantes

una infección extraña, me decía el odontólogo

mientras yo repasaba con la lengua en contorno de mis dientes

una infección extraña, me repetía

mientras yo sentía que lo único sólido a veces era lo que rellenaba la boca

2

no me di cuenta cómo fue que llevé a cabo el plan

sólo entendí que no había vuelta atrás después de la explosión a mis espaldas

como nunca entendí que tanto bullicio es innecesario cuando se trata

de desorganizar un montón de dominós inestables

hubiese sido tan fácil riéndome en su cara

entendiendo que la risa en bocas como las de ellos

no ensalzan ni el contorno de sus dientes

las mordidas de tantos hombres enrollados en trajes

no valían nada sin esos fierros que por ellos se deshacían en carcajadas

recién en ese momento entendí

que bastaba con desfundar los colmillos y el mundo se deshacía

que era tan simple como quedarme mirar el fuego y que todos supiesen

que también los uniformados tienen algo más que balas

días después me preguntaba la razón de tanto cuidado

no sabía si quería derrocar el miedo o que me vieran un tanto más humano

momio culiao,

me gritó un niño cerca del centro

no quise perseguirlo porque sabía que mis piernas

se deshilvanarían en harapos de diarios

y el aire es un sarcófago innecesario

que descompone más rápido que la muerte

1

a mi hermano siempre le conté todo, y cuando

sentimos los puños de alguien sobre la puerta no nos quedó

más remedio que ocultarnos

mi mamá algo sospechaba, pero no se atrevía a preguntarnos nada

ni siquiera fue necesario que le dijésemos que nos diera tiempo

para ir a escondernos

abajo de nuestras camas se oían las voces de los oficiales

mi hermano me miraba recostado al lado mío pensando que jugábamos

antes de salir de abajo me miró con unos ojos enormes,

la oscuridad lo tenía con unas pupilas gruesas y penetrantes

quizás fueron diez segundos en los que por primera vez supe cómo era mi rostro

que por primera vez vi mi rostro asustado

en el comedor había dos oficiales,

uno se acercó lentamente sin sonreír,

el otro seguía de espaldas sentado con las manos apoyadas en los muslos

mi madre no me miraba, se quedó fija con una mano sobre un estante

hasta aquí llegó la cuenta regresiva

el hombre se acercaba cada vez más a mí:

no tenía los zapatos brillantes y en el cuerpo las placas tampoco brillaban tanto

después del uno ya no queda nada

le tendí la mano

entre camaradas son entendemos, oficial

le dije con una sonrisa

cero

(1997) es Licenciada en Estética con Bachiller en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Chile. Egresada de Licenciatura en Filosofía y actualmente cursando estudios de posgrado en el Magíster en Pensamiento Contemporáneo de la Universidad Diego Portales, gracias a la Beca ANID. Ha publicado poemas, microcuentos y artículos académicos en revistas y diversos medios. Ha sido galardonada en las categorías de poesía, microcuento y ensayo.

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