De vez en cuando
Tomé el libro De vez en cuando de Claudio Bertoni, y no me acordaba haberlo leído.
O sea, no recordaba haberlo leído de esa manera como me doy cuenta que lo hice hace años subrayando y todo, doblando algunas hojas para releerlas.
Y me volvió a gustar mucho. Fue publicado en diciembre de 1998 por LOM. Lo mismo ocurrió, por esos mismos años, en editoriales como Cuarto Propio. Es como si la producción de Bertoni, sus publicaciones más conocidas, editorialmente hablando, fueran de finales de los noventa. Pero él llevaba años escribiendo, solo que de ahí en adelante (o más bien a partir de entonces, casi de manera ininterrumpida) aparecieron todos sus libros, hasta ahora.
Porque tal vez sin propósito (como uno supondría le pasa a Bertoni) él sacara sus libros cada año, como una forma de dar señales de vida.
Y se ha cumplido. Siempre aparece algo nuevo, aunque sean poemas antiguos, escritos de antes, que llegan como recados o cartas para reinas de otras primaveras o inviernos, apuntados junto a la playa o desde una calle cualquiera
en Viña
Concón
París
Londres
Providencia
Ñuñoa.
Hace poco sacó otro, que acabo de leer, su nombre El tamaño de la verdad (poemas del 2008).
Ah, y también el 2011 apareció otro de esos tremendos diarios de vida ¿A quién matamos ahora? con el que está retrocediendo como en el poema de Gonzalo Millán, hacia atrás. Este va desde el 11 de octubre de 1972 hasta el 11 de septiembre de 1973. Cortes diacrónicos en una vida que vamos recomponiendo, o más bien armando, con los retazos que se despliegan como pistas, claves, relaciones, nombres, instantes, encuentros, olvidos. Una secuencia discontinua pero posible en los años que, mientras esto se escribía, tal como en el haikú de Kobayashi Issa “El mundo es rocío/ puede ser de rocío/ y sin embargo…” Ahí hay un proyecto de escritura total, pienso.
*
Es conocido en el mundillo hispano que Ricardo Piglia también lleva un diario por más de medio siglo, donde como un “laboratorio de la escritura” apunta lo que podría, eventualmente, tomar forma en sus ficciones. Hace algún tiempo, en esta misma revista, referimos al diario de Kafka, seleccionado en sus pasajes, por Carla Cordua. Maestro de la suplantación, de la metamorfosis, donde la promesa de quemar sus escritos –la empresa silenciosa hasta de un diario en forma de escritura secreta– salió al revés, cuando Max Brod publicó todo. O casi todo, del espigado copista de Praga. Y vuelvo a decirme ¿qué es un diario?
Un reemplazo, una forma de sustituir lo que llamamos literatura. Apuntar en hojas sueltas. Llevar una agenda. Tener una libretita de notas. Escribir como el viento dejando que se levante una tormenta de arena y se lleva esas letras de aire.
Aunque también uno se pregunta ¿es necesario publicar todo lo que se escribe?, ¿se debe y puede hacer eso?, ¿dónde está el límite entre realidad y ficción?, ¿o es que todo lo real también es literatura? Siento que estas preguntas de tan inocentes, acaso pueriles, podrían tener respuesta si nos detuviéramos en libros como estos.
Hasta aquí le ha funcionado a Bertoni, y no es porque las editoriales lo hagan, sino porque la lectura soporta esa situación y condición de escritura, que es la recogida en un campo abierto, una explanada agreste, donde pueden recogerse poemas, cartas, citas, aforismos, mensajes, diario de vida, memoria, autobiografía, “momentos de un momento”, al decir de Enrique Lihn. Versos que entre llanos y quebradas buscan llegar al mar. No lo sé. Porque escribí. Porque escribí estoy vivo.
*
En De vez en cuando salen unos precisos versos, que para mí serían como una definición de la poética de Bertoni: “Son las dos de la mañana/ Dile algo a tu libretita”.
Claro, escribir todo: implica también verbalizar el abismo de la hoja en blanco. Los tiempos muertos de la no escritura. Ese instante donde aflora, no la inspiración despreciada por Charles Baudelaire. Sino la persistencia de la escritura, las horas en que se fragua el oficio, la constancia de ese ejercicio. La prepotencia de trabajo que tanto alentó Roberto Arlt, para proyectar el futuro. Cuando escribir es de vida o muerte. Y en esa buscada belleza es donde Dios y el Diablo barajan sus cartas.
En el diario de vida, que salió hace poco, hay un epígrafe notable de Elías Canetti, cito: “Di tus cosas más personales, dilas, es lo único que importa”. De eso se trata.
Bertoni, ya lo he dicho en otros lados, es uno de los poetas vivos más interesantes y propositivos de Chile. Al leer sus libros, al acercarse a una interpretación de su escritura, podemos reconocer la intensidad y profundidad de su proyecto: escribir sobre el tiempo. Pero no conceptual o epistemológicamente sobre él, sino en el tiempo, sobre el curso de los acontecimientos. Sus circunstancias. Situado en el devenir del propio tiempo de la escritura.
De ahí el valor, desmedido, que cobra el fijarlo en cualquiera de sus medios: apuntes, ritmos, visualidad, audios. Se sabe que Bertoni es un artista visual, un músico, un fotógrafo, alguien que registra lo que sea (?) en una grabadora. Recuerdo haberle leído en una entrevista, la que luego fue recogida en el libro Fragmentos escogidos, lo siguiente: “La literatura son palabras que, si las escoges y las agrupas bien, la página funciona bien. Cualquier tipo puede ir al psiquiatra, contarle todo y grabar eso, lo que tiene un valor. Pero la mayoría de las veces no es literatura”. Pero, ¿qué es literatura?, diría Jean-Paul Sartre. ¿Todo y nada? En otra entrevista dice: “Para mí la fugacidad es la clave, porque produce un sentimiento de pérdida. Gran parte del dolor que uno alivia al escribir se debe a la fugacidad. Comencé a hacer arte cuando sentí el drama de perder esos momentos y esas cosas que emocionan y afectan. La mayor parte de lo que escribo se debe a un intento por conservar la fugacidad”.
También en otra entrevista, ante la pregunta ¿para qué escribir?, responde “para transcribir los mejores trozos de un monólogo interior constante que hay dentro de mi cabeza. En eso consiste, sobre todo, mi escritura de los últimos diez años. Estoy tratando de dejar un rastro fidedigno, me estoy persiguiendo lo más de cerca que puedo y en eso la grabadora me ha servido muchísimo. La lengua es más rápida que la mano, está mucho más cerca del pensamiento. Puedo decir, a lo mejor, que recién encontré mi voz”.
*
Y en la búsqueda de registrar esa fugacidad, el criterio para seleccionarlos, se traslada o es referida en su relación con el ocio, las mujeres, sus lecturas, su escritura, la soledad, la ternura, el ascetismo, lo Zen, la muerte. En este librito de LOM se desarrollan muchos de esos temas, constantes de su obra. Y tengo la sensación de que se trata de un compendio de cosas, más que una idea de libro, como sí ocurre con Ni yo, y sobre todo con el excelente Harakiri, por ejemplo, que conforma un corpus más parejo o acabado. Aunque recién ahora, cuando escribo esto, lo encuentro una aberración querer funcione como un concepto cerrado de libro, y creo que contradigo lo que veo como la gracia de sus publicaciones: esa tensión anárquica y sublime del respiro o el vómito como estilo. Además no quiero que esto sea una crítica ni mucho menos un estudio de su obra, me gustaría sonara a una celebración de su lectura. Si es posible, los comentarios de un lector que ha puesto oído a su ritmo. Porque lo suyo es mezclar, samplear, improvisar aunque no lo parezca, sin abandonar el free style, cuando todo vale, siempre que todo suene bien: “Ahora la mayoría de lo que escribo cabe más en la poesía. El criterio para seleccionarlas es el sonido. Si no suena bien, simplemente no me lo trago. Veo las palabras agarrándose a patadas y no funciona”.
Veré si puedo acertar con una selección que confirme esto que digo:
DE VEZ EN CUANDO (Claudio Bertoni)
Monte Everest
yo no necesito energías
para subir el monte Everest
yo las necesito
para quitarme los calcetines
para lavarme los dientes
para llevarme la comida a la boca
De puro solo
saludo a las llaves puestas en la puerta
saludo a la manguera
saludo a mis casets y a mis compactos
y saludo a sus intérpretes
saludo a mis cigarrillos
“hermanitos” los llamo.
a los chanchitos
a las hormigas
a las arañas
y a los grillos
también les digo hermanitos.
saludo a mi cama
cuando me acuesto.
16/7/97
«Si nacieras otra vez, deberías andar despacio
aún en apegarte a tu madre».
( C. Pavese).
si yo naciera de nuevo
sería tu marido
y no el triste huevón gemebundo
que ahora soy.
Luciano
Siempre que barro
me encuentro con una bolita de cristal
con una «lunita»
que se le quedó una vez a mi sobrino
cuando durmió aquí
Nunca la recojo
ni la guardo
ni se la devuelvo
ni mucho menos la boto
La dejo que dé vueltas por ahí no más
que conviva conmigo
que tenga su vida ahí en el suelo
como una lucecita que dice «Luciano».
Su novio la toma de la mano
pero ella
le ha entregado además:
los labios la boca
los ojos el
pelo
los brazos el sexo
los senos el
poto la lengua
y los pies.
El ciego
llamo y llamo
y tú no estás
sé que no estás
pero sigo llamando
por lo menos el teléfono suena ahí donde no estás
pero donde sueles estar
en el espacio que sueles ocupar
en el aire que sueles llenar
en las sillas que sueles tocar
en los muebles que sueles tocar
en la cama que sueles ocupar
en el teléfono que sueles contestar
y tomar en tu mano
y acercar a tu boca.
llamo y toco ése lugar.
yo soy el alma el corazón y el ¡ay!
del grito que toca ese lugar.
Soñar no cuesta nada
siempre miraba en la puerta
en el suelo a la entrada
por si había algún papelito
por si se te había ocurrido pasar
por si habías sentido la necesidad de pasar
y siempre que volvía de Viña
tenía el sueño de encontrarte ahí
sentada en la puerta
sentada en la escalera
y siempre te saludaba
y así me aliviaba,
en una ínfima medida me aliviaba.
también cuando los perros ladraban mucho
pensaba que eras tú
que podías ser tú
porque así le ladran los perros a las personas que no conocen
y el viento en las ramas del damasco
y en las hojas
y el viento en las plantas
también eras tú
también podías ser tú
y los perritos que vienen a pedir cáscaras de queso
también podías ser tú
pero nunca fuiste tú
nunca en ninguno de estos casos fuiste tú
siempre fue el viento
y los perritos
y los pasos de otras personas
y los ladridos para otras personas
y ya no te confundo con los pies de los perritos
y ya no te confundo con el viento entre las ramas
y ya no te confundo con el viento entre las hojas
y ya no te confundo con el viento entre las plantas
y ya no te confundo conmigo
y ya no me confundo contigo
y ya no nos confundo a los dos
Vida interior
Tu
ropa
interior
es mi vida
interior.
Podríamos irnos
Podríamos irnos al desierto
Pero a ti no te gusta el desierto,
Te gusta lo verde
¡vámonos a vivir
a una palta entonces!
y vivimos en la palta
y nos comemos la palta
y cuando lleguemos al cuesco
cavamos un hueco
y ahí nos quedamos desnudos
tiritando de amor y de frío.
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