¿Dónde estabas tú?
“El concepto de intelectual orgánico se va a la mierda en estas sociedades dependientes” sentencia a poco de comenzar la novela de Hernán Valdés, A partir del fin (2003), su personaje descreído del proceso que, también al inicio de la historia, está llegando a su fin: la vía chilena al socialismo que tan provisoriamente fuera anunciaba por el gobierno del depuesto Salvador Allende. Hito fundamental sobre el que se mueve el libro que, a varias décadas de su publicación mexicana, editorial LOM lo puso en circulación por primera vez en Chile el 2003. Un sencillo prólogo del autor señala los rumbos seguidos por el libro: “Los libros que se quiere callar son los rebeldes. Si antes era demasiado pronto para considerar con un espíritu abierto parte de su contenido, no creo que ahora sea demasiado tarde”.
Valdés se propuso hacer, desde el primer día del régimen terrorista de Pinochet, un análisis sesudo del desencanto y la prematura muerte de quienes confiaron en el proceso instaurado por la UP. Escribiendo desde el trauma del Golpe de Estado. Y en ese sentido el libro puede resultar todavía esclarecedor al revisar –más allá de la falsa imposición ficcional propuesta por su autor– los errores y lo inoficioso que resultaba seguir sosteniendo un discurso donde nada parecía claro, ni viable, ni mucho menos duradero: “¿Una pura y magnífica ficción revolucionaria? (…) ¿Un puro reflejo popular de una voluntad intelectual, superestructural? ¿Bastará dejar caer una bomba en el palacio, albergue simbólico del gobierno, para que todo se paralice?”, son las conjeturas que sitúan el nivel de reflexión en que cae su alter ego, el escéptico Hache, en los albores de la dictadura, discutiendo con Eva, su mujer, y otros tantos compañeros entre los sorbos de gin y whisky con que buscan pasar lo amargo de una jornada sangrienta que avizoran recién está comenzando.
La secuencia dislocada del éxodo allendista
Un recuento confesional, por lo mismo dentro de su ficción: anecdótico, descarnado y a ratos surrealista dada la disposición onírica y poética de Valdés. Un libro que busca pugnar los deseos y pasiones de quienes sobrevivieron a esa atmósfera viciada y deprimente. Doble derrota, diremos ahora, en el plano ideológico y amoroso, al desplomar un modelo utópico de vida: el fin de la república y el ocaso de una relación tensada como un triángulo (Hache-Eva-Kurt), donde el término, como su propia contingencia, resultan una promesa autocumplida.
¿Cuál es el aporte más allá de su contexto de producción o que pertenezca al autor del cruento pero notable testimonio de Tejas verdes? ¿Podemos ensalzar, como se ha venido haciendo con muestras de este tipo, a Valdés como un referente ético sólo por develar el cinismo, la incapacidad y oportunismo de los intelectuales, antes, durante y después del Golpe de Estado? Pensamos que sólo lo salva su carácter reconstructor, es juego loable en que caen siempre las reediciones. Y que en el caso de A partir… sabe entregar nuevos antecedentes sin hacer ningún favor a la derecha, antes sí una saludable contrición para los que todavía resistirían llamarse hombres de izquierda, al postular la desacralización de la “figura discursiva” de Allende, inmortalizada –en tela de juicio– desde sus últimas palabras. Contrapunto que nos permite confirmar la evidente deshumanización del terror de una época confusa y por lo mismo poco dada a la autocrítica, al haberse entregado a las redes del mito que sólo justifica su fracaso.
Sin embargo, luego de trescientas páginas el supuesto se vuelve reiterativo, dejando la sensación de observar una pieza museológica y estar leyendo sólo un capítulo más de esa novela de la Dictadura que no existe. El libro imaginario que todavía no se escribe y que hemos debido componer (¿deberemos seguir haciéndolo?) a partir de los cientos de párrafos centrados en la catarsis, el llanto, la furia, la indiferencia y el silencio. Una literatura reñida con lo imposible, en un país sin lecturas, donde la verdad siempre se escudará en la ficción, dejando otra vez en el desamparo, sin un refugio legítimo, una memoria frágil que no perdona más trampas. Y este libro, pese a todo, digamos que es un primer avance.