El Estado 51 (sueño de una noche de verano)
Qué importante ha sido el proceso venezolano para ayudarnos a definir de una vez por todas quiénes somos y qué queremos. Por mucho tiempo, la vieja burguesía oligárquica quiso convencernos que somos los ingleses de América Latina, los más jóvenes podemos decirles: ¡No! No somos ingleses, somos estadounidenses y a mucho orgullo. Los Estados Unidos son nuestro Norte y a pesar del ocasional chovinismo barato de las clases populares, con su nauseabundo: ¡chilito lindo!, deberíamos pensar seriamente en agregar nuestra estrella a la de la Unión. Algunos consideran que esto no es necesario, porque de hecho ya somos un estado de la Unión, pero entendamos que hay actos simbólicos que marcan con fuerza y belleza los destinos de un pueblo y no podemos saltarnos esos pasos que concluirían un proceso tan arduamente trabajado por nuestra clase política.
Por otra parte, el examen ya lo dimos. Hay muchos que piensan que Chile es un país de mierda, que fue educado por 17 años por el hampa militar y empresarial; obnubilados por ideologías arcaicas, ellos se equivocan. Militares, empresarios y capas medias emprendedoras sólo se dedicaron con fogosidad a “normalizar” nuestro país, a rehacerlo y dejarlo listo para integrarse al mundo, a limpiarlo para que pudiera ser penetrado y asimilado por una gran potencia sin temor a la infección. Cuando Sebastián Piñera habla de estar muy cerca del desarrollo, manifiesta ese sueño de la clase que anhela, a cualquier precio, ser digna de ser llevada al altar, de ser engullida por nuestro novio angloamericano, grandote y devorador que nos quiere, pero que hasta hoy no lo expresa de manera inequívocamente abierta.
Porque nosotros lo queremos, queremos hablar su idioma, queremos usar su divisa, expresar nuestros logros en sus términos. Es tan sugestivo comprobar cómo el ministro Larroulet, uno de los adalides del amor por los Estados Unidos, lee la cercanía a la meta de la prosperidad: “Pero este gobierno, ¿a qué se comprometió? A llevar a Chile por el camino hacia el desarrollo. Teníamos 15 mil dólares per cápita, ahora estamos cerca de los 20 mil y ad portas del desarrollo”.
¿Por qué no cambiamos nuestra moneda por el dólar? Posiblemente por timidez, por el temor de que algunos romanticones del siglo pasado argumenten que “el peso es Chile”. ¡También podría serlo el “escudo”, retardatarios! Si nuestra divisa fuera el dólar, podríamos ir a Argentina, vender en el mercado negro a precio de lujo y pasarlo el desraje. Podríamos tener más autos más baratos, más teles con cable, más notebooks, más celulares, consolas para juegos de video, toda la última tecnología y armas de fuego fáciles de conseguir.
Si tuviéramos unidad política podríamos lavarle la cara al grandote, con el simple hecho de bajarles el índice de corrupción. Chile es menos corrupto que Estados Unidos y que muchos países de la Unión Europea. Estamos 22 entre 182 países del mundo según Transparencia Internacional. Nuestro aporte sería levantar a nuestra admirada Gringolandia a un puesto más honorable, sumando a su índice, uno de corrupción menor. Sería una prueba de amor.
No quiero meterme en asuntos religiosos, pero probablemente nuestra mayor probidad se deba a que nuestra elite es educada, en su mayoría, por la Santa madre iglesia católica. Un buen número de nuestros líderes hicieron el camino de los privados Sagrados Corazones, pasando por la Universidad Católica y culminando su periplo en la Universidad de Chicago, fundada por los Bautistas con dinero aportado por John D. Rockefeller, que da los últimos toques al espinoso calvario de ganar perfección y pasar a ser parte activa de la aristocracia local. La bendita relación con Chicago nació con el convenio firmado entre la Facultad de Comercio y Ciencias Económicas de la UC, y el Instituto de Asuntos Interamericanos de la universidad norteamericana en 1956. El convenio establecía un programa de estudios y de investigación económica, realizado con la asistencia de profesores norteamericanos en Chile, e instituía un Centro de Investigaciones Económicas, que produciría investigaciones sobre “nuestra” realidad económica, además de enviar becarios chilenos a Chicago. Una larga lista de ellos trabajaron en el proceso de “normalización” del país bajo Pinochet y el genial Milton Friedman. El presidente Obama enseñó en esa universidad 12 años, por lo que obviamente comparte cultura académica con los graduados de esa institución.
En cuanto a las materias de seguridad, en Chile ha habido y siguen habiendo excelentes y leales agentes chilenos de la CIA. Han participado de gobiernos como funcionarios, como asesores; han militado en partidos políticos, algunos vinculados a la prensa, alcanzando puestos de poder en las finanzas, etc. No han faltado tampoco los representantes de compañías, gerentes de multinacionales, lobistas de las empresas mineras que han luchado con ardor por mantener, en suculenta ventaja, los intereses de los Estados Unidos en este país. Y eso, ¿no es amor? Todo lo que costó mantener bajo el royalty para que las mineras puedan seguir llevándose recursos significativos del cobre, para mantener el estilo de vida de los inversionistas o ayudar a Washington a resolver las crisis económicas generadas por la especulación en Wall Street. Pero hay que disculpar a nuestros dolidos compatriotas lobistas que dieron la batalla por el royalty, incluso teniendo que renunciar a sus antiguas convicciones patrióticas, ellos estaban sinceramente convencidos de que los intereses norteamericanos son nuestros intereses, porque eso le daría estabilidad a nuestros commodities en el global market de los futures.
En el frente geopolítico, como será la confianza que nos tienen, que en algún momento, según el diario londinense The Guardian, los Estados Unidos propuso dar a los refugiados palestinos tierras en Chile como alternativa a su insistencia por regresar a sus antiguos hogares en el Medio Oriente y los territorios ocupados por Israel.
En el frente diplomático y cultural, habría que destacar numerosos acontecimientos que legitiman nuestra unión.
1) La visita de Condaleezza Rice, a la que el canciller Foxley llamaba Condy, para que todo el mundo pudiera enterarse del tremendo grado de amistad y confianza que existe entre él y la exsecretaria del Departamento de Estado. El canciller proclamó que Condy era “una persona de un extraordinario talento, que se proyectaba al mundo como una figura de primer nivel en la política mundial”. ¿Será porque ella, como Evelyn Matthei, estudió piano?
Y como no elogiarla, si la Condy había dicho que Chile estaba “abrazando los mismos valores y las mismas creencias que nosotros sostenemos en los Estados Unidos, la misma devoción por el ascenso social y la inclusión social”. Según ella: “Chile es un país que ama a sus empresarios, adhiere al libre mercado, los mercados abiertos, y el libre comercio y por eso ahora está recibiendo los beneficios”. Finalmente, y aquí viene el bajón, ella consideraba a Chile un “socio” de los Estados Unidos. Un “socio” y ¿por qué no un estado como lo quieren nuestros dirigentes?
Después, Foxley agradeció una carta de interés de Arnold Schwarzenegger para crear intercambios con California, pero no sirvió de nada.
2) Los constantes viajes de ida y vuelta. El mayor esfuerzo, en pro de la total asimilación, lo hizo el gobierno saliente de Sebastián Piñera. Lo que siguió al gesto de recibir a Obama en Chile como al dueño del planeta, darle de comer, hacerle regalos de diversa índole, fue que finalmente lo invitaran a Estados Unidos a firmar acuerdos y negocios. Y allí, en la mismísima Casa Blanca, en un gesto de calculada audacia política, sentó su culo en el sillón presidencial dando esa señal apasionada, desesperada, del que pide amor y ofrece entrega. Pero, en vez de lograr que Obama cayera de rodillas pidiéndole la estrella de Chile, se rieron de él. Lo trataron de renacuajo. “¿Quién te crees que eres? Le preguntaba desde su portada el envidioso Daily Mail de Londres.
No importa, cuando Obama estuvo en Chile nos lucimos en el frente cultural. Pienso que cuando esté viejito ese presidente se acordará siempre de su extraordinaria visita a finis terrae. Cómo olvidar esa extraordinaria cena de gala en el Palacio de la Moneda, 300 personas besándole “el mano”. ¡Espectacular! Lástima que todavía no estuviera Roberto Ampuero como ministro de cultura, pero igual estaban el gran Don Francisco y el “Negro” Piñera representándonos en la “cena del emperador”, como dijo algún invitado.
Fue estupenda la presencia del “Negro” Piñera, porque nos hizo partícipes de información privilegiada sobre las visitas.
De Obama dijo: «Siempre he sido admirador de él, desde antes de que fuera presidente. Es una persona muy grata y, por lo que he hablado con mi hermano Sebastián, muy relajado, un gallo con mucha onda, que tiene buena vibra».
Y como era buena vibra, persiguió a Michelle Obama para sacarse una foto abrazado con ella y luego al presidente para ofrendarle dos CDs de música chilena: De Violeta Parra a Myriam Hernández, pasando por Américo. «Yo creo que es el mejor recuerdo que le puedo traer», dijo en “Negro” emocionado a TVN. Y cumplió con su promesa.
El otro gesto de amor magnífico, una suerte de beso de despedida, una especie de “quicky”, fue el que produjo el ex alcalde de Santiago, Pablo Zalaquett, quien estuvo cuatro minutos con Obama en el Hotel Sheraton a las ocho de la mañana, cuando éste ya partía para El Salvador. Le llevaba una botella de pisco, que tal vez deseaba que bebieran juntos en la suite presidencial, y las llaves de la ciudad para declararlo Visita Ilustre.
Con esa felicidad en el rostro que produce el orgasmo, con esa sonrisa tan suya, Zalaquett confesó: «Nos reunimos y conversamos, me preguntó cuánto llevaba de alcalde, le conté que venía de una familia empresarial… Estaba muy contento, le encantaron las llaves de la ciudad y lo encontró un simbolismo realmente particular, las miró con mucho agrado y le expliqué el concepto».
“Le encantaron las llaves de la ciudad”, ¿Se habló de Sanhattan? ¿Cómo deberíamos interpretar ese simbolismo?
Al parecer, que estamos a punto de caer en tus brazos, Barak. Todo está preparado para el siguiente paso. Si Virginia Reginato, la alcaldesa de Viña del Mar te hubiera entregado las llaves de lo que ahora la prensa define como: Las Vegas chilena, habrías firmado inmediatamente la orden de anexar, de manera concreta, este país a la Unión.
Si Dios quiere que nuestro sueño se cumpla, en el futuro seríamos el estado número 51 y nuestra estrella se agregaría a la bandera de los Estados Unidos el 4 de julio. Bueno, tal vez no se va a cumplir en este periodo, pero puede ser una de las cartas que Sebastián Piñera guarda en la manga para cuando sea nuevamente candidato a la presidencia el 2017. Él y su equipo podrían hacer realidad este deseo de tantos “chileans”.
Entretanto, conformémonos con el pololeo. Ilusionémonos con lo lindo que será que venga Joe Biden a felicitar a la gobernadora de Chili y entronizarla con la bendición de la Casa Blanca y el Congreso. Qué lindo si Sebastián Piñera financiara la candidatura de su hija, nacida en los Estados Unidos, para que pudiera ser elegida a la Cámara de Representantes. Si fuera así, ¿creen que Perú nos hubiera quitado mar? No se hubieran atrevido jamás. Asimismo, ella, como nuestra representante en el Congreso, podría impulsar el turismo, invitar a esquiar a Miley Cyrus y otros ídolos que harían tan felices a nuestra clase política. ¡A sacarse fotos chiquillos con nuestras autoridades que aman a las estrellas de cine y a los cantantes de rock en La Moneda! Podríamos provocar más accidentes, algún suicidio en la calle de la Bolsa, la caída de Julio Ponce Lerou, cualquier cosa para que Hollywood viniera a hacer nuevas películas como la del avión de los uruguayos, los 33 mineros u otra de James Bond. Obviamente los ex gobernadores podrían tener la opción de sacarse fotos con los famosos. Imagínense a Sebastián Piñera entre Brad Pitt y Angelina Jolie, un perfecto ménage à trois, o abrazado desde atrás por Bono, o de la mano con Justin Bieber. ¡Serían registros que harían historia!
Pero seamos realistas, los gringos están preocupados en esta coyuntura de destruir Venezuela, Ucrania, Siria, etc. Los apoyamos de corazón y entendemos que éste no es el momento de pensar en nosotros, a pesar de la tremenda contribución que podríamos hacer en mano de obra militar si los conflictos pasan a mayores. Seamos pacientes, la esperanza es lo último que se pierde. Se dice que muy pronto entraremos en la lista de países que no necesitan visa para ingresar a la cuna de la democracia y la libertad. Mientras tanto, podemos seguir vendiendo el país de a poquito y cuando llegue la hora: ¡Zaz! Estrella 51. ¡Todos con pasaporte nuevo y a comprar a Miami!
1 comentario
«Pero seamos realistas, los gringos están preocupados en esta coyuntura de destruir Venezuela» dice el articulista. Hay muchos juicios en este articulo que son sólo opiniones personales y no están sustentadas por una mínima bibliografía . La cita que pongo como ejemplo es una se opinión y no existe ninguna prueba objetiva en este momento que EEUU este intentando un golpe de estado en ese país porque EEUU no tiene ningún monopolio gringo en el territorio venezolano. La principal riqueza que es el petróleo está nacionalizado hace tiempo. Venezuela o ese «socialismo del siglo XXI» tiene el control de todos los poderes del estado y del ejército así que ese juicio arriba que EEUU va a apropiarse de Venezuela no tiene base sustentable por ningún lado.