Entre Tragos y Tormentas: Alcohol, Poder y Colonización en la reescritura de Césaire sobre Shakespeare - Carcaj.cl

Imagen: Prospero desarmando a Ferdinand, grabado de Francesco Bartolozzi (intervenido)

19 de mayo 2024

Entre Tragos y Tormentas: Alcohol, Poder y Colonización en la reescritura de Césaire sobre Shakespeare

por Manuela Rodríguez Careaga

En el presente escrito quisiera reflexionar sobre escenas de la obra de teatro escrita por William Shakespeare llamada “The tempest” (representada por vez primera en 1611) (Shakespeare, 2003) y su contraescritura en la pluma de Aimé Césaire “Une tempête” (1969) (Césaire, 2011), leídas ambas por mi persona en su versión en español. Las escenas analizadas son aquellas que nos muestran a Trinculo y Esteban, interactuando con Calibán. Me llama la atención de estas escenas en particular (y por ende del rol que cumplen estos personajes en la trama) por que da cuenta de la visión que Shakespeare en esta obra puede tener respecto a los sujetos que ocupan los últimos escalafones de la jerarquía social: por un lado, los pobres, y por otro, los salvajes. Y de cómo Césaire, con ciertas modificaciones, subvierte o redefine algunos elementos.

En ambas obras (la original y su contraescritura) la interacción que ocurre a lo largo de toda la obra de estos tres personajes (el bufón Trínculo; Esteban, el marinero/mayordomo asiduo a la bebida; y Calibán, el “salvaje”), corresponden a una serie de conversaciones y situaciones que acontecen de manera paralela al resto de la trama principal, siendo el único suceso de acciones que escapan de la vigilancia de Próspero. Esto llama muchísimo la atención, pues en toda la obra, Shakespeare (y que Césaire en su contraescritura trastoca un poco) se empeña en mostrarnos que el mago, protagonista de la obra, es quién ejerce el control (en el caso de Césaire, es quien ejerce el poder colonial) sobre los sujetos/actores en todo el proceso de planificación y ejecución de su venganza. En estas escenas en particular, los sucesos ocurren en un punto ciego para Próspero, pues el encuentro de Calibán con estos dos personajes, serán cruciales para mostrar a los espectadores la posibilidad de imaginar una venganza y urdir a su vez una estrategia para derrocar a Próspero de su posición de poder. Me parece interesante que tal vez de manera inocente, se plantea el hecho de que para derrocar al poderoso es necesaria la unión de los oprimidos independiente de sus diferencias (aunque creo difícil que a Shakespeare lo quisiera plantear como una posibilidad, sino más bien que lo estaría mostrando como digno de reproche o de ridiculización)

En escena, podemos ver a Calibán, en medio de sus lamentos por la condena al trabajo esclavo1. A lo lejos, escucha una voz que le provoca un gran pavor pues piensa que son nuevos espíritus enviados por Próspero para atormentarlo por haberse detenido un segundo a descansar. Ante el miedo, se esconde bajo su capa, temeroso a las voces espirituales que le escarmientan. Sin embargo, quien entra en el escenario es el bufón, Trínculo, uno de los personajes que se encontraban en el navío cuando ocurre la tempestad. Entra en escena arrancando de una posible nueva tormenta y de las nubes amenazantes de lluvia, quejándose de lo inhóspito del lugar, sin encontrar un arbusto en donde cobijarse. Aquí, podemos interpretar que, se pone de manifiesto que el bufón (desde los ojos de Shakespeare en este caso) observa en su entorno un paisaje no apto para ser habitado y por ende sus pretensiones no van en la línea de la conquista y ocupación del territorio. Sino más bien de desprecio hacia el paisaje desolador. Al observar a su alrededor, se encuentra con Calibán escondido bajo una manta, lo que lo lleva a cuestionarse si se trata de un hombre o un pescado, un dilema que en la obra de Shakespeare se mantiene ambiguo pero que en la obra de Césaire es inequívocamente resuelto como un indio. Además, se debate si Calibán está vivo o muerto, reforzando la idea de imaginarlo como una bestia extraña y ajena a lo humano.

Podemos leer, por un lado: “Si estuviera ahora en Inglaterra, como lo hice en otro tiempo, y tuviera este pez, aunque solo fuese en pintura, no habría tonto en día festivo que no diese por verle una moneda de plata. Este monstruo haría allí la fortuna de un hombre. Todo animal extraño enriquece a su dueño. Mientras no os darían un óbolo para socorrer a un mendigo lisiado, gastan diez por ver a un indio muerto” (Shakespeare, 2003, pág. 31). Y en la obra de Césaire: “De todas maneras, ¡me conviene! Si está muerto, me resguardo bajo sus harapos; me hago un tapado, un abrigo, un parapeto. Si vive, lo hago prisionero y lo llevo a Europa, y allá, palabra, ¡mi fortuna está hecha! Se lo vendo a un feriante. ¡No! ¡Yo mismo lo exhibo en las ferias! ¡Claro, qué suerte!” (Césaire, 2011, pág. 107) En estas líneas, recitadas por Trínculo, se refleja un fenómeno que tuvo lugar en Inglaterra en esa época, y que Césaire expande al resto de Europa. Se evidencia la práctica de exhibir seres humanos no blancos o que no cumplen con los estándares de «lo normal» en ferias o espectáculos, una práctica que se basaba en la descarnada explotación de la diferencia.

Trínculo, en la original y en la adaptación de Césaire, expone su deseo de explotar la situación, ya sea usando a Calibán como abrigo si está muerto, o exhibiéndolo y vendiéndolo en Europa si está vivo, lo que ilustra la búsqueda de enriquecimiento a costa de la otredad y la diferencia. Esta práctica se manifestaba en las ferias donde se presentaban «rarezas biológicas», reflejando el extrañamiento por la otredad y los cuerpos diferentes, categorizándolos como «anómalos» y desencadenando una fascinación morbosa por lo «horroroso». La acumulación de riqueza a través de la exposición de lo considerado «insólito» o «no humano» en una sociedad eminentemente capitalista es denunciada en ambas obras desde la perspectiva de Trínculo.

La escena se interrumpe al resonar en el ambiente nuevamente un atronador trueno y Trínculo se esconde entre las mantas que cubren a Calibán. Es cuando entra Esteban o Stefano tomando grandes sorbos de una botella de licor. Al ver el montículo formado por Calibán y Trínculo bajo la capa, en la obra de Shakespeare el marinero ve inmediatamente un ser extraño de cuatro patas, mientras que en la obra de Césaire, Esteban ve inmediatamente un indio del Caribe2. Esta pequeña modificación en el caso de la contra escritura nos permite como espectadores situarnos en el contexto y lugar en donde ocurre la historia y, a su vez, entender quiénes son aquellos que son víctimas de la colonización (los indígenas del Caribe).

Aquí quisiera destacar que Aimé Césaire saca cierto provecho de estos dos personajes (Trínculo y Esteban) al momento en que ingresan a escena. Ambos ingresan cantando (hecho que en Shakespeare no ocurre) lo que nos permite entender la historia fuera de la historia teatral representada, es decir, nos ubica como lectores /espectadores en un tiempo y espacio determinado que nos permite entender el contexto en el que se sitúan. Por ejemplo, Trínculo ingresa con un cántico que habla sobre Virginia (Césaire, 2011, pág. 107) por lo cual parece que Césaire sabía de alguna manera de que Shakespeare se inspiró en las expediciones de las colonias inglesa instaladas en el Nuevo continente, siendo Virginia la más relevante, en cuyas crónicas muchas relataban los incesantes naufragios (Palmero, 2015). Esteban, por otro lado, ingresa cantando un despido a Burdeos para ir a Cabo de Hornos, en donde denuncia la inescrupulosa caza de ballenas al extremo sur del continente en donde muchos a su vez arriesgan su vida (Césaire, 2011, pág. 109).

De este modo, podemos ver en Césaire, que aprovecha la instancia para denunciar las empresas/naciones capitalistas que explotan el continente de norte a sur. En cambio, Shakespeare si bien plantea los intereses de la sociedad de la época en la expansión capitalista, no lo hace desde una mirada crítica, sino más bien realzando la tarea civilizatoria y los valores relacionados a esta empresa: el perdón, el amor, la nobleza, la sabiduría, por ejemplo. Mientras que, en escena, quienes dan cuenta de la vil necesidad de acumulación de dinero y de sacar provecho mediante la explotación del “salvaje” en la exhibición en la feria, serían aquellos que contienen en sí mismos menor valor moral, los marineros pobres. Al ser una idea que ya no sólo es de un personaje, en este caso Trínculo, sino de dos (Trínculo y Esteban), en que a ambos sólo los vincula pertenecer a la misma clase social, me hace pensar que este interés por la exhibición de los humanos en ferias se aborda por Shakespeare a modo de denuncia, pero que va destinada a una crítica de un comportamiento que se representa como propio de la gente pobre. Es decir, es un comportamiento de valores cuestionables y los pobres son capaces de hacer ese tipo de actos -según la obra teatral-, por ende, los pobres serían intrínsecamente de dudosos valores.

Con una cuota de humor aportada a la obra, me parece que esta escena es utilizada como una instancia de burla hacia las clases menos favorecidas (Trínculo y Esteban como los marineros pobres, como ya se dijo, bufón y bodeguero) y los salvajes (Calibán), siendo tres individuos representantes del estrato más bajo del orden social (y el salvaje aún más abajo que los hombres blancos de clase baja)3.

Trínculo y Esteban son dos personajes que bordean lo ridículo, son dos sujetos por lo demás que no poseen aspiración alguna más allá de asumir su destino (sobrevivientes de la tempestad) y beber alcohol. Si no son estimulados por la venganza de Calibán jamás soñarían con ser reyes, por ejemplo, o tener las agallas de organizar un nuevo modo de vida en la isla y gobernar en la que han varado luego de la tormenta. Sólo se les ocurre dominar a Calibán para exhibirlo en una feria y el medio de dominación, y aquí me quiero detener para profundizar, es el alcohol.

Tanto en la obra de Shakespeare como en la de Césaire, le dan de beber alcohol a Calibán para embrutecerlo y poder domesticarlo para sus fines lucrativos. En el caso de la primera (obra de Shakespeare) Calibán los venera por ser los portadores del líquido que interpreta como divino. Se subyuga de lleno al placer de la embriaguez y se declara vasallo fiel de estos personajes poseedores del elixir. Es representado por el dramaturgo inglés como un ser que bajo ningún caso pierde su condición de súbdito, incluso se inclina ante estos sujetos como si se tratara de nuevas divinidades, se sorprende incluso que no sean seres provenientes del cielo (luego de escuchar su conversación respecto a cómo se salvaron), a lo que le responden, ¡venimos de la luna! (todo esto en tono cómico, me imagino que es porque frecuentan las fiestas de la vida nocturna). Calibán mientras tanto, representado como un ser adorador y tremendamente creyente de lo sobrenatural, cree a ojos cerrados en esta respuesta e incluso afirma haberlos visto antes en la luna. El bufón y el borracho se ríen de él y lo tratan de monstruo ebrio, mientras le dan más de beber. Calibán promete besarles los pies, completamente ebrio, mostrarles la isla y enseñarles todo lo que sabe del territorio y ofrece los frutos y carnes de la rica tierra. Se entrega a sus servicios con tal de que derroquen a Próspero, ante sus ojos, el tirano. Calibán embrutecido por el consumo de alcohol, se alegra por su supuesta futura libertad.

Mi apreciación es que queda representado en la obra de Shakespeare como un salvaje iluso, incluso como un niño, fácil de convencer con el alcohol como si fuese un dulce (en la caricatura infantil para manipular/educar mediante premios). Es interesante lo que Trínculo dice en un momento de la obra: “Se dice que sólo hay cinco habitantes en esta isla. Somos tres de ellos. Si los otros dos tienen el cerebro como nosotros, vacila el Estado” (Shakespeare, 2003, pág. 39), dando cuenta aquí que Shakespeare deja de manifiesto lo ridículo que sería que tres personas pobres gobiernen un territorio.

En otra escena, mientras Caliban explica a su nuevo “amo” (Esteban) el sufrimiento que vive en manos de Próspero, aparece en escena Ariel, quien en un juego cómico habla en su estado invisible lo que va generando malos entendidos entre los interlocutores. Todo lo que dice es para contradecir a Calibán, lo cual es atribuido a Trínculo. Calibán pide a Esteban que lo defienda del bufón, y Esteban amenaza a Trínculo en protección de su súbdito. De este modo, Ariel provoca que Trínculo, Esteban y Calibán discutan por la confusión y malos entendidos (muy similar a una pelea de cantina entre borrachos). Finalmente, Calibán los convence de derrocar a Próspero (y eliminar sus libros que son la fuente de su conocimiento), bajo la posible recompensa y premio mayor: su hija Miranda, representada como objeto de deseo y a la vez como ser perfecto para tener descendencia (el estereotipo de mujer: de la puta y de la madre).

En la obra de Césaire, en cambio, la relación con el alcohol es diferente. El autor, en esta contraescritura, nos muestra que Calibán se niega a beber el segundo sorbo del brebaje, rechazando así “la acción civilizadora”. Incluso Esteban y Trínculo se muestran más críticos hacia la alta sociedad, por ejemplo, cuando se dan cuenta de que el naufragio no es una desgracia en vista de que: “nos saca de encima a una caterva de estrafalarios que no dejan vivir en paz a la pobre gente! ¡Paz para sus almas! Pero, ¿a vos te gustaban esos Reyes, esos Duques, toda esa nobleza? Yo los servía, caramba, después de todo hay que ganarse el vino… Pero, jamás, me escuchás, jamás pude tragarlos. Trínculo, amigo mío, ¡yo soy un viejo republicano! Sí, no es hablar por hablar, ¡tengo las tripas republicanas! ¡Abajo los tiranos!” (Césaire, 2011, pág. 113). Además, en la obra de Césaire, es a Trínculo a quién se le ocurre que al quedar vacante trono y corona, ellos son quienes podrían tomar el poder (no así en la de Shakespeare, no es una ocurrencia propia, si no se los dice Calibán, no toman conciencia de la posibilidad de ascenso, ni tampoco su interés de conquistar el territorio como ya se dijo en Shakespeare lo percibe como inhóspito). Esteban y Trínculo discuten sobre quién debería ser el nuevo rey, y Esteban se autoproclama como tal, a lo que Calibán grita: “¡Viva el rey!”, ambos personajes se sorprenden de que la criatura salvaje hablara. A lo que Esteban señala: “Ves, mi querido Trínculo, ¡es la voz del Pueblo! Vox populi, vox Dei… Pero por favor, no te aflijas. Esteban es magnánimo y no va a abandonar al amigo Trínculo, su amigo de los días malos. Trínculo, nosotros comimos juntos el pan duro, juntos bebimos vino de última. Quiero hacer algo por vos. Te nombro Mariscal. Vas a comandar mi guardia personal. Pero volvamos a nuestro buen salvaje… ¡Milagro de la Ciencia! ¡Habla!” (Césaire, 2011, pág. 115). Hay ironía en este diálogo, burlándose de la magnificencia como un atributo noble y los favores que entre la nobleza se comparten de manera celosa. Además, al hacer referencia a la voz del pueblo, al parecer es una expresión que aprovecha de introducir el discurso político para visibilizar que es el pueblo quién debería proclamar a sus líderes (o revelarse a los mismos para promover una nueva sociedad).

Calibán propone derrocar antes a Próspero, y al conseguir el apoyo de “nuevo rey”, pero a diferencia de Shakespeare, no utiliza a Miranda como moneda de cambio para entusiasmar a Esteban, las motivaciones son meramente políticas.

Se ponen nuevamente a beber. La obra de Césaire no especifica que Calibán también beba, incluso quien se queda dormido es Esteban. Al despertar se ponen en marcha, discuten sobre este tal Próspero y se dan cuenta de que debe ser poderoso, Caliban insiste en incitarlos a la guerra, Trínculo no quiere seguir avanzando, mientras que Esteban se da ánimos con el alcohol para envalentonarse. De pronto aparecen unos ropajes y Trínculo y Esteban se distraen probándose las lindas prendas para vestir como reyes, a lo que Caliban reacciona: “Dejá eso, imbécil, ¡yo te hablo de conquistar tu dignidad y no de conseguir ropa usada! (A sí mismo.) ¡Cargar con estos malandras! ¡Qué imbécil soy! ¡Cómo pude creer que con vientres y borrachos podía hacer la Revolución! ¡Pero tanto mejor! La Historia no va a reprocharme no haber sabido liberarme solo. Próspero, ¡en guardia!” (Césaire, 2011, págs. 134-135)

Próspero, en ambas obras se enteró por Ariel del complot en su contra. Es en la escena de los ropajes en donde los intercepta y los aprisiona como ladrones. Al llevarlos frente al rey Alonso (en la boda de Miranda y Ferdinando), Trínculo y Esteban, se muestran sumisos y llenos de excusas ocultan sus antiguas intenciones de sublevación apelando a que en la aventura de querer devolver los ropajes a sus dueños (los nobles y el rey) se toparon con una gran aventura, a lo que Próspero los interrumpe: “¡Bueno, basta! Hoy es un día de bondad, y de nada serviría razonar estando ustedes en el estado en que se encuentran… Retírense… Vayan a fermentar su vino, borrachos. Mañana aparejamos.” A lo que agrega “¡Ojalá un día sean capaces de atracar, en su navegación terrestre, en Temperancia y Sobriedad, malandras!” (Césaire, 2011, págs. 142-143)

Me parece interesante detenerme a modo de corolario en este punto, específicamente en la construcción de la idea de personajes ebrios como un elemento estratégico para justificar el poder de unos sobre otros, es decir, la dominación. Diversos estudios dan cuenta de que el estereotipo del “indio borracho por naturaleza”, se ha elaborado desde el discurso del poder y por ende desde la literatura como una estrategia de posicionamiento valórico social por parte de occidente respecto a lo indígena (Gaspari, 2020). Una serie de crónicas y relatos señalan que los rituales indígenas estaban asociados al consumo excesivo de alcohol, lo cual fue la excusa perfecta para extrapolarlo a todo ámbito que permitiera caracterizar al indígena como seres inferiores debida a su “condición” o “naturaleza” del indígena ser propenso al consumo de alcohol, lo que lo convierte en un sujeto al cual se le atribuyen males como la debilidad física hasta a la rebeldía (Earle, 2008). De esta manera se comienza a crear un relato del indigena, el salvaje, como un individuo propenso a los vicios. Si bien la bibliografía que yo manejo principalmente corresponde a textos españoles frente a las colonias de lo que actualmente corresponden a Latinoamérica, pudiese ser aplicado también a lo que vemos en Shakespeare. El autor da cuenta de ello en su obra, incluyendo no solo en el análisis el componente de raza sino también de clase (indígenas y pobres beben alcohol, los nobles y reyes no). Pero Césaire tuerce este imaginario, presentando a un Calibán estratega y sin consumir ni venerar a los portadores de tal brebaje.

Vemos que Shakespeare contribuye a la construcción de un relato que instala la idea de que los pobres y los salvajes no son capaces de gobernar una isla, ni de ejercer ningún tipo de poder sobre otros, ni sobre sí mismos, debido a que su naturaleza tendiente a los vicios da cuenta de personalidades por naturaleza débiles y con voluntades doblegadas ante la bebida y el consumo. Césaire, en cambio, va a contrapelo de esta postura. Calibán prueba el alcohol y no le gusta, lo rechaza al segundo sorbo y urde su plan para derrocar a Próspero influenciando a los borrachos blancos. Aquí vemos que el autor puede estar señalando que el vicio ha sido una costumbre que el hombre blanco ha introducido en el territorio caribeño y trata desde la literatura/teatro construir un relato crítico ante el imaginario del “indio borracho” como elemento que ha justificado la colonización.

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Referencias

Césaire, A. (2011). La tempestad – Edición bilingüe. Buenos Aires: El 8vo. loco.

Earle, R. (29 de abril de 2008). Algunos pensamientos sobre “El indio borracho“ en el imaginario criollo. Revista de Estudios Sociales., págs. 18-27. Obtenido de Revista de estudios sociales.: https://journals.openedition.org/revestudsoc/18383

Gaspari, M. (marzo de 2020). Reflexión histórico-antropológica sobre las prácticas de consumo de alcohol en el Perú andino. Entre arqueología histórica y estereotipos sobre el indio borracho por naturaleza. Cultura y represnetaciones sociales, 14(28).

Palmero, M. L. (2015). Naufragio y renovación política en la temprana colonización de Virginia. Cuadernos del sur- Historia 42, Historia(42), 87-106.

Sánchez, F. (2013). Inventarios de la civilización. Geopolíticas del saber y exhibiciones zooantropológicas en la construcción del mundo moderno colonial . Revista Chilena de Antropología Visual, 46-67.

Shakespeare, W. (2003). La tempestad. Biblioteca Virtual Universal. Obtenido de https://biblioteca.org.ar/libros/1140605.pdf


Notas

1 Calibán maldice a Próspero a lo largo de toda la obra por el eterno castigo de acarrear leños de un lugar a otro, siendo éste el precio que debe pagar por haber traicionado a la mano que le cuidó, le dio de comer y le enseñó a hablar. La deslealtad consiste en el intento de violación a Miranda, hija de Próspero, lo cual de alguna manera pasa a un segundo plano en vista de que bajo esa práctica/excusa lo que realmente se esconde es un repudio profundo a la naturaleza salvaje de Calibán. Shakespeare en ningún caso denuncia la violación como aspecto reprochable, sino más bien apunta a que traicionar a Próspero. La representación de la barbarie misma es codificada como el acto de desafiar la autoridad del padre, no la de atacar sexualmente a una mujer.

2 Esteban también tiene la misma ocurrencia de exhibirlo.

3 Se muestra de manera muy bien lograda en la representación presentada en el Stratford Festival – 2010. The Tempest – Christopher Plummer En: https://www.youtube.com/watch?v=piTraKIfQWk.

Antropóloga chilena, Master (c) en Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Chile, adscrita al Grupo de Investigación en Ciencias Sociales y Economía (GICSEC)

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