Eso no es amor, es trabajo
Cuando en la madrugada
la guagua se pega un llanto
yo solita me levanto
y mi hombre no hace nada.
Quedo súper agotada.
Y después durante el día
aparte ‘e cuidar la cría
limpio, ordeno y cocino
y al andar este camino
me siento una porquería.
Él trabaja una jornada
y llega a ser atendido
y si ayuda yo le pido
me hace sentir humillada,
sola y desvalorada.
Que cómo me canso tanto,
que de floja yo lo espanto,
que soy desagradecida
de mi hombre y de la vida
y que mejor yo me aguanto.
Como soy dueña de casa
yo me quedo en el hogar,
porque este es mi lugar
lavo plato y lavo taza
y preparo bien la masa.
Porque quién me va a pagar
sostener el bienestar
y hacer de su plata poca
alimento pa la boca
agradable al paladar.
Porque quién me va a pagar
por hacer bien mi labor
que es cuidar y dar amor,
limpiar y administrar,
y también organizar.
Porque quién me va a pagar
si no salgo a trabajar.
Y si quiero liberarme
tengo que asalariarme
y otro trabajo cargar.
Con marido y con patrón
hice a la cría un lado,
se la encargué al Estado(!)
pa una doble explotación,
se me parte el corazón.
Toy quedando demacrada
¿dónde está la emancipada?
De haberlo antes sabido
no lo hubiera elegido
pero no puedo hacer nada.
Porque cómo resolver
el tener rol asignado
sin habernos preguntado
si eso queríamos ser,
sólo por nacer mujer.
El trabajo asalariado
está sobrevalorado
y esta otra gran función,
sostener la producción,
la silencia el patriarcado.
Foto: Ariel Arango Prada