Imagen extraida de "Fredric II, Triaté de Fauconerie", 1201-1300 (Fuente: gallica.fr)
La ciudad imaginada (Crónica poética del encierro)
sufriendo, enfermos, errantes sobre ella,
ni siquiera la recordamos.
Anna Ajmátova
Tierra nativa
La ciudad imaginada
las calles por donde sólo están los perros y al fin son ellos los que pasean a sus dueños
y están los niños que por decreto pueden jugar bajo vigilancia de alguien más alto que ellos
y estoy yo una especie híbrida entre estas dos bestias
y están las farmacias abiertas distribuyendo dharmas
y un par de policías ociosos pidiéndole sus documentos a las sombras.
Han dejado salir a los niños, los perros, los locos
y los vagabundos siempre estuvieron afuera.
Yo me debato dentro por saber quién soy.
Desde aquí nos imaginamos la ciudad
podríamos estar en cualquier otro sitio y sería lo mismo
cambiarían quizás los idiomas de las conversaciones del balcón
y los muertos no estarían en los hospitales ni en los cementerios sino sobre las calles de Guayaquil siendo velados por mi amigo Lucas.
Encerrados con Teresa vamos de un lado al otro del pasillo como olas ebrias
y a cada instante hacemos el amor y a cada instante se renuevan
nuestras miradas se cruzan como las miradas de la pantera de Rilke con sus barrotes.
El mundo es tan grande ahí fuera y sin embargo somos
el nuevo entretenimiento de dios a las tres de la tarde
cuando ya ha terminado de comer
nosotros las bestias encerradas en esta reality voyeur
donde de a poco nos vamos dando cuenta de lo prescindible que es la ciudad y la gente
/es lamentable
lo mucho que necesitamos el vino los libros y el pan
y de vez en cuando una pastilla efervescente de vitamina C
por las mañanas junto con una tostada con ajo y una felación.
Si tuviera que hablar de mis recuerdos de la ciudad tendría que tumbarme boca arriba sobre algún sillón
hablaría de mi padre y de mi madre y del recuerdo de un niño difuso entre los edificios.
No habrían recetas para el asco que me da volver a revivir estas imágenes
de palomas destrozadas sobre el pavimento
y de turistas borrachos devorando las colillas en el suelo de la medianoche del Raval.
Pensar en mi vuelta al trabajo me hace querer buscar las maneras de ser un monje
/como Thelonius
al menos ya tengo el hábito, pienso
de dormir poco y reír en las madrugadas
me gusta el arroz y me desempeño bien en mi oficio
hablo dos idiomas
adjunto mi carta de recomendación.
Después de dos meses de encierro se pierde el contacto con lo Real
/si alguna vez lo hubo
de vez en cuando hacemos fiestas de espejos para multiplicar nuestra soledad
porque es cierto
los amantes creen bastarse a sí mismos
y no hay mejor amor que el amor desesperado.
Yo no sé qué sería de mí sin mi amor en esta perrera
sería una persona miserable e iría voluntariamente al exterior
/como un suicida
a caminar por las calles infectadas de la ciudad.
Los pechos de Teresa son como rosarios de carne al que les rezo sin falta cada noche
voy uno por uno pasando mis palabras sobre ellos y prendiéndole velas
han vuelto a ser blancos por mi insistencia en el fuego.
Recién ahora entiendo las convenciones
eso de levantarse temprano para alargar el día y los sufrimientos
comer tres comidas al día y hacer la cama
y recoger los espacios de la destrucción
porque el adentro es el afuera
de por qué el viernes es distinto al sábado
pero sobre todo a los otros días de la semana
y por qué el domingo se descansa
por qué se crean y recrean los hábitos algunos más sanos que otros
por qué morder un pan en lugar de una manzana.
Extraño el lugar donde me encontraba con Henry Miller a tomar café y hablar sobre la autoficción
ese vehículo metafísico mediante el cual uno se traslada de un extremo al otro de sí mismo
y pienso en la carretera donde en algún momento todas esas autoficciones se encuentren
y en medio de un atasco la civilización comience a construirse de nuevo
sin necesidad de nuestros cuerpos.
Qué capítulo de nuestra novela es esta ciudad imaginada?
Quizás Calvino ya escribió sobre nosotros,
sujetos sin rostro
y es seguro que García Lorca ya caminó por estas calles desoladas de Nueva York
o Parra desde su encierro en una residencia de Oxford
mientras Oscar Wilde imprecaba contra la traición desde su celda como un caballo enajenado en su Balada de dos por dos
/mejor suerte que Rodrigo Lira suicidado solo el día de su cumpleaños.
Por las noches escucho a Cesar Vallejo en la sala de imprenta corrigiendo las últimas dislocaciones de Trilce
mientras sobre Guernica cae la guerra
y Bacon lanza su último gemido.
Pero quién soy yo en todo esto, exiliado del sol
un punto blanco flotando sobre la noche
perdido en los sueños del opio que guarda como un heraldo mi carnal Ulises en su habitación de San Antonio.
Sueño con mis versos publicados en la imaginación de mis contemporáneos
el mercado editorial de las subjetividades andantes
donde la página en blanco pase de su antiguo formato al digital
para difuminarse luego eternamente sobre el blanco del pensamiento
ninguna palabra ninguna letra más prensada al vacío con tinta negra
tan solo recuerdos de imágenes intuidas.
Marina se ha puesto una braga sobre la cabeza para sujetarse el pelo
con un cigarrillo saliéndole de la boca parece un retrato antiguo de un pintor Provenzal.
Luego de pasar un Clonazepam con vino
y una pastilla de Amoxicilina con cerveza
brindis! beberemos una infusión de tu sangre, amor
cada 8 horas la fiebre aparece como la evocación de un sueño
que se disipa apenas intentamos recordar quiénes somos
qué hacemos aquí
quién eres tú y por qué me miras de esa manera.
La videollamada con mi médico me ha dejado la certeza de que aún no me muero
(lo cual no me tranquiliza)
y acaso la única bitácora posible es la de las facturas
que se acumulan en nuestro archivador
es decir un libro de la Guerra Civil en Catalunya
bajo los huevos
a un lado de la botella casi vacía de Ginebra.
Mientras el Viejo Mundo se cae a pedazos el Nuevo se arma poco a poco a partir de los escombros que dejó el Viejo Mundo
/y Estados Unidos no pertenece ni a uno ni a otro margen
es un objeto volador manejado a distancia.
En Otoño las hierbas de Machu Picchu van dejando al descubierto la piedra.
Notre Damm se quema.
Las calles son un manual de misantropía urbana.
En los hospitales los médicos deciden quién vive
porque no hay suficientes camas
no el viejo
no el enfermo
no el inmigrante.
Otra vez se puede respirar
por los pasillos blancos de la sanidad pública
dice mientras llena de humo sus pulmones
exhalando orgulloso su pecho
con la mascarilla aún puesta.
Así al menos no se ve la cara del verdugo
y se llena de deudas el sistema de salud público
privando de su suerte a otros:
los viejos
los enfermos
y los extranjeros como el propio virus.
La vida se extingue en virtud de su presente letargo aquí en Barcelona
que es como decir un ejemplo de lo que es Europa
una tierra que pensó que tenía identidad
pero fue devorada como un cadáver por las ratas del Nuevo Mundo
/víctimas & verdugos de su propia suerte.
El monumento a Colón apunta a un lugar equivocado.
Barcelona, 2020.