La otra CDMX y otros poemas
La otra CDMX
Desde esta parte del basurero
donde el mundo es una nada
estamos los jodidos
despedazados
con un chingadazo de realidad
heridos/heridas
mutilados/
esparcidos/
por el basurero
de esta ciudad sin Ángeles
acordonados por el miedo
como infantes que dibujan
en la sombra un dios bueno,
desamparados
huyendo de las cloacas
en donde se cuelan
los ojos de los privilegiados
que vienen a burlarse
de este sabor a derrota y sangre.
Desde este casi algo
bailamos la interminable soledad.
De bajo de la lengua nuestros muertos
piden de comer.
Somos una parte de la gran hambre
con su corazón a punto de romperse
y tragarnos a todos en esa herida.
*
Sijtli
Mi abuela es un lugar común:
A veces llora a través de mis ojos
Cuando el cáncer le muerde el estómago. Mi abuela es un Xoloitzcuintle que amamanta la noche con atole. De su sexo se desprenden niños pájaro y lágrimas de piedra. Mi abuela ladra a los ancestros en náhuatl, porque dice que son sordos y no escuchan a los extranjeros. Desde su tumba reposa su cuerpo de perro herido,
La lumbre eterna la deja sin pelo. Mi abuela en su condición de perro está ciega, persigue la luz de la familia.
Cada tercer día de sangre el tecolote canta, mi abuela muere.
*
Secretos revelados
Ahora sé que las fotografías funcionan como contenedores, para reciclar lágrimas que uno, algún día necesitará.
También sé que cada cierto tiempo un vientre se abre para darle vida a un ser
Híbrido,
Sin nombre,
Sin Dios,
Ni credos.
Un octubre mi madre abrió su cuerpo,
Deformando su figura de flor perpetua
Para que el mundo conociera mis ojos de piedra,
donde más tarde fueron extraídos los recuerdos más tristes de la casa.
Mis padres inmortalizaron mi infancia
En un cuadrito de cartón, donde habita un niño que me reclama el extravío de sus canicas, a mis 26 años sé lo suficiente de el dolor y los excesos, pero no sé cómo callar al niño de la fotografía.
Me lanzaron como piedra
A un río sin memoria,
Cerquita de la montaña
Con leña prendíamos la luz de los amaneceres y al apagarla nos cubríamos los miedos con el cobertor De la noche.
Los libros aburrían como el lenguaje temporal de la neblina que ocultaba la mugre de los perros y la fiereza de los fantasmas.
Ahora sé que las fotografías
Ocultan secretos y que de vez en cuando
Mi madre rezaba para que papá volviera a casa.
*
Rojo lamento
Mi madre soñó con un perro,
Un perro desollado a media noche,
Un perro que lleva mis vísceras, Mi
ropa, la medida de mis ojos, La
oscuridad de mi cabello, Mis tenis
rotos
Y mis ansias de libertad.
Mi madre soñó con un perro
Que le dice mamá y lanza ladridos En
forma de auxilio,
Auxilio mamá, auxilio, auxilio.
Soñó con un perro cubierto de sarna,
Cubierto de mí,
De mi sombra,
Sombra de cuchillos y balas Que
atraviesan la piel del can, Del
hombre, del niño.
Mi madre soñó con un perro, con un perro
Desollado que responde a mi nombre y aúlla A la
noche con lágrimas y gritos.
Mi madre soñó con un perro de 26 años,
Desesperado jugando su infancia,
En el cadáver de su propia forma.
Mi madre vio en su sueño bolsas negras,
Ya no había perro, ni niño, ni hombre ni carne, Solo el
sueño, la pesadilla, la pesadilla, la pesadilla.
*
Penitente
He aprendido a sostener mi fe, con las pocas plegarias que aún no le ofrendo a mis muertos. Desde este erebo vigilo mi propia sombra, para que al avanzar no se abalance el miedo hacia mi rostro y me deje como a mis demonios, con una máscara de felicidad que ellos mismos no soportan.
Estoy tan solo en este pequeño cuadro de piel ambulante, voy por todos los rincones de un cuerpo que ya no me pertenece, como una quimera observo al horizonte buscando una brizna de luz para calentar los pies errantes de aquellos que me siguen. Escupo dioses del tamaño de mi miseria y con mi propia lengua han aprendido atormentarme, cada uno lleva en sus palabras un recuerdo de cuando fui mortal, a estas horas, en otros tiempos
debería estar escribiendo sobre la levedad de la vida o la duración de un cuerpo en mis manos, en cambio me dedico a escribir los tormentos de mi pasado con mi sangre y huesos, mientras sostengo el peso de otras vidas. Soy el hijo de un desvelo interminable, guardián de todas estas pesadillas que a diario salen en busca de un nuevo yo.
*
Negación
Mi madre sembró rosas en mi frente, para no desvanecer
los jardines donde aún me mira.
Uno nunca se imagina siendo una fotografía en el altar
donde los santitos de la familia descansan.
En esta urbe donde convivo con las sombras de otros
cuerpos, no soy más que un sueño, una bala que
abraza, el ovillo de cierta vida.
Habito en la garganta de papá en su voz que en jaula mi
nombre y se desvanece en cada trago que pasa por su garganta.
Mi máscara se forma a diario en el rostro de todos
los que aún me piensan.
Me deshojo en el llanto flor que va dejando mi madre.
Ella me reconstruye en la marcada silueta que quedó en mi cama, las cobijas
de apoco van olvidando mi silueta.
Mamá es experta en sacar su CORAJE.
Lo expulsa con el llanto que produce la pérdida, pero por más
que llore, su rosal jamás volverá a florecer.
*
La paloma
“Yo conocí una paloma con las dos alas cortadas;
andaba torpe, sin cielo”.
Rosario Castellanos
Llevaba en el pecho El
color de mil tulipanes,
la observé sentada en la orilla de un lirio, con el pico
roto me dibujaba un poema, me regaló un libro lleno de cartas
que lloraban solas, en sus ojos me vi como la piedra que
se sueña pez, aguardaba triste acechando el río,
“nada de esto estaría pasando” silbaba la paloma, si no le
hubiese escrito tantos versos a la soledad. Con la mirada
perdida en el cielo,
buscando entre sus cabellos las trencitas de algún mar,
llorando la paloma a una flor que no volvió, se quedó
petrificada al oír el canto de un viejo amor.
*
Fragmento de la casa
Mi padre es sinónimo de llanto, un
cuervo en mi garganta que grazna
mi nombre.
Desde las paredes donde me observa habita un
pequeño silbando. Dentro de mis abismos crece una
casa sostenida con los huesos de mis juguetes, regados
en el patio hay fragmentos de la infancia
árboles que dan cometas como frutos y las
cientos de cadenas de todos los perros que jamás
habitaron sobre su sombra.
En cada habitación se asoma el rostro de un niño que
toma mis manos, mientras dibuja con su Dios un
nuevo ángel.