Las personas que me aprietan y otros poemas
A Jesús Montaño
Las personas que me aprietan
inenarrables
condenan mi cuerpo
a ser partícula del miasma lixivial
antes de ti
recuerdo no comprender
cómo se veía la calma
recuerdo ignorar
la forma
de una memoria inofensiva, sin declaración de guerra
antes de ti
no cabía en este espacio
ni en este ni en este
intentaba reencarnar en otros y sacudirme todo lo proveniente de mí
creía que mi muerte sería una serendipia que pasaría a la historia, ¡líbranos de su
presencia! Exclamarían
antes de ti
no existía el instante conformado
por la revelación en donde somos capaces de mirarnos
como seres vacíos de rencor, con un aroma de existencia sin cáncer
-imposible que naciera algo de estas lágrimas-
pero ha nacido porque esto es un después de ti
una utopía donde los árboles crecen en horizontal, con sus frutos disponibles a
cualquiera
son como tú
desprenden sin miramientos todo lo bueno que contienen y sanan
de a poco
el suelo infértil de quienes nos desterramos al vacío.
*
A Guadalupe Ángeles
Al morir
mi madre dijo que sentiría de nuevo el viento en la cara
sin notar el llanto recorriéndome el cuerpo
que otros ojos me verían como un milagro
y que más hebras se enredarían en mis dedos
los mismos que no aceptaron esa cuenta regresiva
en el momento adecuado
entonces empecé a buscarla
estaba en el agua de río manteniéndome a flote
y en las marcas de sol abrazando mi espalda
me visitaba para ayudarme a resistir un día más sin ella
con un pedacito de sí acompañando mi cuerpo
luego se iba lejos
para no reducirme al dolor de respirarla
sin soportar la angustia de saberme sola.
Entonces
conocí nuevas formas de no ahogarme
de ser resistencia.
un día vi tu sombra encaminada con la mía y no necesité más del viento
un día vi tu sombra encaminada con la mía y entendí que amar también es un milagro
un día vi tu sombra encaminada con la mía y supe que estas hebras tienen más espacios en dónde revolverse
un día vi tu sombra encaminada con la mía
y supe que seríamos
al menos
una encarnación
de todo el amor que no pudo darme.
*
Te mantuviste lejos
como una huella invisiblemente indeleble
o un remiendo que rompe el tejido.
Nunca pude verte
siempre lo supimos.
Hoy, a deshoras de esta ausencia tuya
puedo tocarte enramando mis dedos
en la piel desgastada
que replicó tus lunares
para mantenerte en su memoria.
Entonces al fin puedo verte,
a siete filos de tu último respiro:
te veo en el concierto matutino de cada luz
y bajo mis pies, convertida en arena.
Puedo verte en el sonido del viento
que mece las ramas,
y mientras sucede el baile
tú estás cepillando estas hebras
que son más tuyas que mías.
Frente a mis sollozos
te recuerdo conmigo, para mí.
Y yo contigo.
*
Existen columnas serpenteadas
por los colmillos del cansancio,
razonamientos quebrados en la mandíbula
en el corte ácido del silencio.
Las arrugas señalan el patriotismo.
Entonces el sudor
cuajado entre las quejas y la costumbre
hidrata los dedos heridos de esfuerzo,
de avaricia
por ganar el salario mínimo
sin desfallecer junto a un desconocido
ante la puerta corrediza
del transporte público.
*
Detrás de un cielo sin escombro
no hay cosa alguna
que valga la pena reconstruir
reconozco que me armo
en las ruinas de ser una cicatriz habitable
reconozco que no logro entender
por qué estos quiebres
te hacen pensar en la entereza
me tomas por una figura
intencionalmente abstracta
con significados aún desconocidos para mi memoria
me pregunto qué sería
si no tuviéramos estas heridas
que embonan como el agua en la grieta
y nos hacen pertenecer
en el sonido sordo del amor.
Tus fragmentos y los míos se unifican:
estamos hechos de la misma materia.