Llamo y Llama - Carcaj.cl
09 de enero 2015

Llamo y Llama

Es bueno estar aquí y contribuir en la presentación de este libro dibujado y parlante, donde su autor relata por boca de tantos personajes la mala historia o una más de las varias malas historias que han marcado la geografía humana y natural de nuestro paisaje. Su autor es Pedro Prado, nombre del cual ya Rivera Letelier relevó las condiciones de portarlo y que a mí me hace pensar en Alsino el niño jorobado y campesino que a raíz de una banal caída (parece desde una tapia o un gallinero, algo así) con asombro siente de repente que de su maltrecha joroba brotan dos enormes alas de arcángel, un niño campesino chileno que vuela, Pedro Prado es también y por siempre para mí el ángel campesino que sobrevuela los potreros, las lagunas de la zona central de Chile y que curioso y asombrado contempla desde el aire el escenario terrestre. Es particular que el mismo Rivera Letelier diga que este Pedro Prado “angelizó un hecho de sangre terrible”, angelizar me parece entonces hacer salir de la joroba alas.

Presentar un libro, una obra es siempre y por supuesto un hecho social, un acto político, pero también y sobre todo es un hecho de lectura, compartir y abrir una mirada hacia la obra y hacia el autor, y también de ser posible adivinar quién será el público tocado. En este registro, la obra de Pedro Prado es un comic inspirado y confeccionado con las resonancias de un hecho histórico datado, eso más la novela del escritor Rivera Letelier Santa María de las flores negras.

Para mí como lector, se suma a estos referentes uno anterior en el tiempo, este es la Cantata Santa María de Iquique que conocí y me aprendí de memoria en los años setenta, cantada por los Quilapayún y en plena épica revolucionaria. También y contemporáneo a los datos anteriores figuran varias idas y vueltas mías por el norte, con paradas en las salitreras abandonadas, los pueblos fantasmas, Los cementerios calcinados con sus flores de cardo o de papel de seda violeta y negro, todo en ese horizonte sideral y bello, en esa visión lunar e inefable que es el desierto de Chile.

Entonces un paisaje, un hecho histórico, una épica musicalizada y la novela de Rivera Letelier, esas serían las confluencias que me acontecen a nivel de referentes.

De la Cantata tomo dos epígrafes, el primero dice:

“Canto a la pampa,
A la tierra triste”

Vidas y muertes cautivas en la pampa, la tierra triste escaldada entre guijarros, polvo y un sol de justicia parpadeando arriba. Los hombres de la pampa fijados en esquirlas, en trozos de espejo diseminados en lo árido. Esos mismos hombres recolectando el caliche y también las briznas de objetos sepultados. En algún momento esos hombres se cansaron, lo dijeron, bajaron desde la tierra triste hacia la orilla del mar, el mar extrañamente hostil, aguas saladas recién rapiñadas en guerra. Los hombres que descendieron al puerto, sus mujeres y sus crías, hostigados por días, finalmente quedaron muertos y apiñados en la casona peruana convertida en la Escuela Santa María.

La segunda cita de la Cantata es:

“Un niño juega en la Escuela
Santa María.
Si Juega a encontrar tesoros
¿Qué encontraría?”

Encontraría quizás esquirlas de balas, proyectiles de varias épocas y de varias guerras, unas con el exterior, otras con el interior. Objetos conservados por las sales del desierto, encontraría trapitos muy añejos, botones de vestimentas y quizás hasta un trompo olvidado. Si ese niño jugara en las salitreras abandonadas, si no hubiese salido de la pampa, es posible que en su juego encontraría tesoros del sin tiempo, del yo solo, sin padre, sin madre, sin olvido, huellas envaradas solas en la pampa y en algo que ya no es.

Iquique “el mentiroso”. En alguna parte vi que ese es su significado en aymara, pero no puedo asegurar la veracidad de esa traducción. En todo caso semióticamente esa acepción me resulta perfecta. La otra traducción dice que Iquique (iqueique) significa “el dormidero”, probablemente referido al dormidero de la gran cantidad de aves que anidaron por siglos en sus bordes de costa, arrecifes y acantilados blanqueados por el huano y por el murmullo constante del sueño de esos pájaros de mar.

Iquique el mentiroso es un puerto y también es un dormidero, un lugar de tránsito, de intercambios de toda índole, una plataforma de piratería y contrabando, una rada de comercios turbios. Un lugar de entrada y de salida, de guarniciones navales y de tierra que vigilan. ¡Iquique nunca fue lugar indicado para las criaturas del desierto!

Y criaturas del desierto son las que emprenden la marcha hacia el puerto, camélidos semi domésticos, rumiantes dulces y con ojos siempre tristes. Son los mamíferos de resistencia incomparable. Comen y guardan, beben poco, aguantan porfiadamente la ruda vida que les tocó. Su humor es serio, paciente e impaciente a la vez, cuando protestan o se irritan escupen, escupen de frente, impávidos. Sus crías, chulengos se les llama, son algodonosas, curiosas y hacen cabriolas.

El zoomorfismo en esta historia reparte ternuras y juicios. Animales de la pampa, animales del puerto, la lucha de clases extendida al reino viviente y local completo. Están los camélidos, las cabras, alguna lagartija, enjutos ratones del desierto y están también lo siniestros pericotes del puerto, algunos cerdos, perros apatronados y también kiltros itinerantes. Hay búhos, flamencos, garzas y lamentables aves de corral, pavos intendentes, jotes trashumantes y foráneos bulldogs. Un bestiario completo y propio de la zona encama todas las diferentes posiciones en los personajes de esta historia, es eso lo que me parece una torsión certera, animalizar lo humano no necesariamente es bestializar, sino también acudir a la ternura, a la inocencia del animal y a sus vicios de domesticación, es decir a la avaricia, el provecho sin intercambio, la arrogancia, la mentira, la traición, la impunidad, los vicios que solo lo humano como gran depredador ejecuta.

«Santa María -1907 – La marcha ha comenzado», es un homenaje que la memoria hace a los héroes de Iquique, héroes silenciosos y rumiantes de largo aliento. Sería interesante ilustrar la historia oficial con estos dobles zoomorfos, me pregunto qué pasaría por ejemplo con la batalla de Maipú, Ja guerra del Pacifico, la Pacificación de la Araucanía, la guerra civil de 1891, por decir algo; qué pasaría con el bestiario completo de toda nuestra zoología humana, expuesta y conservada como verdadera historia de la Historia con mayúscula.

Recuperar, trasladar, inventar pasajes inéditos, interpretar y reinterpretar son acciones de resistencia y de obstinación. Hay una cita que Jorge Semprún en el libro “Vivir es resistir” recuerda y que me parece muy a propósito. La cita es al escritor Scott Fitzgerald y dice: “Así, habría que comprender que las cosas no tienen remedio y sin embargo estar decidido a cambiarlas”. Semprún dice que posiblemente lo propio de la auténtica inteligencia es que es capaz de funcionar con ideas contradictorias. Una inteligencia no oficial sino insurrecta, posiblemente más poética que lineal. La cita es bella y feroz, las cosas, la vida, la historia, la realidad, carecen de esperanza, ellas son lo que son, pero aún así hay que querer cambiarlas. Vieja moral de la lucha, que a estas alturas no es para nada una moral de masas, más bien es una posición individual, una solución del sujeto solo. Aunque no se logre victoria hay que mantenerse vigilante y poner todo el peso de humano en eso. Aplicaría yo estas reflexiones a Pedro Prado y a su trabajo.

Finalmente espero que el título que le he dado a estas divagaciones alcance para uds. su sentido, el sentido con que lo he tejido. “Llamo y Llama” que son macho y hembra auquénidos propios del norte de Chile y del altiplano compartido con Perú y Bolivia. También llamo y llama son la primera persona singular y La tercera también singular del presente indicativo del verbo llamar. Un verbo y una acción que puede ser entendida en sus acepciones como: invitar, convidar, citar, clamar y reclamar. Entendamos por favor todo eso junto.

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