Foto de prensa de Luisa Capetillo
Luisa Capetillo: Contra el matrimonio y la esclavitud
Muchas son las definiciones que hoy en día se discuten en torno a cómo se debe amar. La monogamia junto con el amor romántico son estructuras que están siendo cada vez más cuestionadas. Pero ¿es tan reciente esta discusión? Este texto tiene como finalidad la revisión de dos ensayos escritos en 1911 por la anarquista puertorriqueña Luisa Capetillo (1879-1922), que ya desde principios de siglo tenía la mirada puesta en cuestiones del amor y de cómo se han construido históricamente en desmedro de las mujeres. En “El matrimonio esclavo y el matrimonio libre. El deseo esclavo y el deseo libre” y “El matrimonio actual”[1], la autora realiza un trabajo crítico respecto a la institución del matrimonio con la agudeza de abordar una serie de problemáticas que afectan las condiciones sociales de la igualdad y libertad de ambos sexos, poniendo perspicaz atención a temas como el amor, la moral, la sexualidad; pero también enlazándolos con la lucha de clases, las hegemonías políticas, y el patriarcado, como ejes contenedores del problema.
Hay que remontarse a finales del siglo XIX y principios del XX, para situar el contexto histórico, político, económico y social en el que la autora desarrolla sus ideas, para vislumbrar su contenido reivindicativo con opiniones realmente adelantadas y transgresoras a su época. Capetillo, lamentablemente en sus ensayos no vislumbra la opresión en términos raciales[2] -hay que tener en cuenta que la producción de las plantaciones en el Caribe se caracteriza por tratarse de un sistema de explotación de origen colonial, marcada por la importación de mano de obra esclava (Benítez Rojo, 1989)-, pero si los elabora desde la lucha de clases y los derechos de igualdad, evidenciando los resabios del colonialismo -que por lo demás aún parecieran no estar superados en el Caribe (Bosch, 2009) ni en el resto de Latinoamérica- de una explotación económica de las mujeres a lo largo de la historia, por lo que su emancipación va de la mano con la revolución social y obrera[3]. Ella fue una activa sindicalista, y fue en las plantaciones y las fábricas, donde la autora trabajó como lectora, y participó activamente en la lucha por mejores condiciones laborales, por la igualdad de las mujeres y los derechos de los obreros[4], promoviendo así el feminismo y el anarquismo.
Luisa Capetillo, a lo largo de los dos ensayos, va entretejiendo una serie de problemáticas, cuyo centro es la crítica a la institución del matrimonio y a la forma en que este se concibe y se practica, la cual ha trastocado diversos ámbitos de la vida de hombres y mujeres provocándose una suerte de círculo vicioso, que ha coaccionado el comportamiento de mujeres a lo largo de su vida producto de la falta de educación y, a su vez, a raíz de la intencionalidad de mantener un status quo en pro del dominio masculino/patriarcal en manos de quienes detentan el poder: jueces y evangelistas (las leyes y el dogma -Iglesia-). El dogma y la ley, estarían hechas por hombres, lo que Pierre Bourdieu (2000) llama la dominación masculina, la cual se aplica: 1.- de manera objetiva: es material, consiste en la marginación y segregación de ciertos grupos subordinados al acceso a ciertos espacios reservados para algunos o en el caso de tener acceso suelen ocupar lugares inferiores con respecto al otro; y 2.- subjetiva: estaría oculto en estas estructuras objetivas de segregación, en que lo femenino y lo masculino sería interpretado simbólicamente a raíz de dos oposiciones que asigna roles y características de comportamiento a hombres y mujeres, y que ha sido a tal punto naturalizado y aceptado, que los sujetos dejan de cuestionarlo, ordenando la interpretación y la práctica de los sujetos en el mundo, mediante mecanismos de orientación, en función del sexo con el cual nacen. Esto concuerda con lo que Luisa Capetillo a principios de siglo denuncia en sus ensayos respecto a la posición subordinada -de esclavitud- en que se encuentra la mujer respecto al hombre, y que ella propone derrumbar.
El matrimonio en su configuración legal y moral cristaliza la relación desigual entre ambos sexos, pues se basa en lo que la autora denomina “deseo esclavo”, materializando a través de la ley y el contrato que condena a las mujeres a ser las esclavas del capricho de un amo que la ha adquirido, que convierte “a la mujer en propiedad privada del hombre” ya que ellas ceden todos los derechos al marido (Capetillo,111)[5]. De este modo la unión del matrimonio “se hace por rapto o por compra de la mujer por el varón, y lo que se compra es, principalmente su fecundidad” (Capetillo, 4). El Estado y la religión, intercederían en este ordenamiento, imponiendo el matrimonio monógamo y el origen de la familia como forma de proteger la herencia de la propiedad, crítica al capitalismo de parte de Capetillo que se habría inmiscuido en todos los ámbitos de la vida. Desde el anarquismo, la autora manifiesta la necesidad de abolición de las leyes y dogmas del matrimonio, haciendo la comparación con la institución del Estado[6] como uno de los grandes culpables del problema: “El hombre hace de jefe de familia o sea de Estado, donde se esclaviza a la mujer y se obliga a los hijos a respetar al padre como jefe, para acostumbrarlo a respetar al gobierno. He aquí la esclavitud empezada en el hogar. Se esclaviza a la mujer, para que ella esclavice a los hijos. El matrimonio es el sostén más fuerte del gobierno… La mujer esclavizada en el hogar, sostiene al gobierno y a la religión, inculcándolo a sus hijos” (Capetillo, 114)[7] La mujer en su rol de madre y educadora, sería por tanto quien da continuidad a esta esclavitud, por lo mismo, la única responsable y capaz de liberarse de dichas cadenas, Capetillo hace el llamado a la disolución de la familia actual[8], la cual derrumbaría al Estado y la ley que lo representa.
El matrimonio, además, consiste en una institución que ha sido impuesta a los sujetos como algo que dura “toda la vida”, lo que hace infelices a aquellos que no se aman, o si se amaron alguna vez, a aquellos que dejan de hacerlo después de un tiempo, obligando a dos personas a estar juntas y comprometidas en un esquema de apariencias que no tiene consistencia más allá de la obligación y el tratado económico, lo cual acarrea una serie de problemas que afectan tanto a la salud de los involucrados, por ser antinatural, como a la sociedad, provocando el adulterio y perpetuando la prostitución. La autora señala que la mayoría de las enfermedades que afectan a las mujeres de la época (tísicas, histéricas, nerviosas y otras afecciones) son producto de la norma que ha reprimido a las mujeres en su libertad, “lamentos y gemidos de millones de mujeres que han sufrido horrible mutilación por un concepto equivocado de la moral” (Capetillo,111), una moral[9] que ha sido castigadora y represiva, y que a lo largo del tiempo ha generado una auto-coacción en las mujeres, reprimiendo sus propios deseos y propia libertad, lo que las conduce a enfermedades inevitables por ir a contrapelo de lo natural. Vemos la comprensión de la enfermedad como un problema social, y no individual, así las dinámicas emocionales y afectivas que sienten los sujetos no es sino parte y contraparte de la dinámica social (Elias, 1994).
Aquellas mujeres que buscan librarse del matrimonio son derechamente castigadas: “no se libera de la carga crítica que la injuria, calumnia y trata de anularla, como honrada y buena mujer, si se divorcia o se va con otro que le guste más” (Capetillo,110). La prostitución es uno de los fenómenos que la autora recalca constantemente como producto del menoscabo hacia las mujeres, a raíz del error respecto de la interpretación o a la no comprensión del amor libre. Prostitución hace referencia en los textos a dos tipos de mujeres, insisto, catalogadas por los hombres como tal: 1° A las que ejercen el comercio sexual, las denominadas “pecadoras”, que la autora llama también “las mártires de la venta pública”. Son los cuerpos que se mercantilizan, por tanto, consumidos por aquellos que buscan saborear placeres o “aberraciones antinaturales” (Capetillo, 110). Con ellas, es que sexualmente se inicia a los hombres en su pubertad o juventud, obligado o voluntariamente llevado por la costumbre, para que se inicie en su masculinidad. Aquí llama la atención que la autora sin hablar de masculinidades ya pone en el tapete la crítica hacia el comportamiento de demostraciones de “hombría” a la que son sometidos los hombres a temprana edad (en contra de su desarrollo natural) “allí en manos de tristes mercenarias quedan todo el fuego de la juventud” (Capetillo,121). Las prostitutas son las mujeres que a cambio de dinero cumplen las fantasías de hombres casados y solteros, y junto con ser consumidas como mercancías, a su vez, estas mujeres, son aborrecidas y negadas, ocultas como parte de lo cotidiano de las prácticas masculinas. 2° Prostituta es aquella mujer que engaña a su esposo o se atreve a sentir amor por otro que no sea aquel con quien contrajo matrimonio. Matrimonios forzados, por conveniencia o como la autora llama “sacrificio del amor en aras del interés” (Capetillo,121), en donde mujeres puras y castas pueden cometer el error de imitar a los hombres y tener un desliz con otro, cometiendo adulterio se le sanciona como prostituta, aplicando los ya mencionados mecanismos de orientación de Bourdieu que servirían para ejercer la dominación masculina. “El hombre siempre ha tenido libertad sexual y la mujer carga solamente con el epíteto de prostitución” (Capetillo, 110).
La definición de prostitución como categoría despectiva impuesta por quienes detentan la hegemonía de la moral y las leyes -cleros y jueces- para descalificar a las mujeres que no cumplen la norma de la institucionalidad, es fundamental para llegar a la definición que la autora da del matrimonio que, desde su perspectiva, es la inmoralidad institucionalizada. El matrimonio sería la prostitución legalizada, admitida y reconocida como lo más decente (dentro de las posibilidades de las mujeres en el status social). Lo único que diferencia a la prostitución socialmente descalificada del matrimonio para Capetillo es que en ésta última hay mayor lujo y derroche de dinero, y además reproduce la figura y hegemonía del Estado, pero en resumidas cuentas ambas son la venta carnal en el mercado del cuerpo como propiedad privada, la compra y venta de una mercancía en que la falsificación del sentimiento los une (Capetillo, 113), pues en el matrimonio las mujeres en su situación pasan de la esclavitud filial a la marital.
Capetillo promueve el amor libre como la vía de escapatoria de un matrimonio que ha esclavizado a las mujeres, y como proclamación anárquica que busca la igualdad entre ambos sexos. La autora define el amor libre como la expresión de la naturaleza que ha sido limitada por la moralidad, por tanto sería la unión de dos personas de distintos sexos con el fin de la procreación, siempre y cuando se sientan atraídos entre sí, sin necesidad de casarse, “sin el afán de humillar y ser obedecido” (Capetillo,121), ésta última una práctica que ha instalado el matrimonio por encadenar a hombres y mujeres entre sí sin deseo mutuo. Así, propone que una de las formas de romper con la inercia del matrimonio impuro o falso, es que hombres y mujeres busquen a su pareja una vez que ambos alcancen la madurez sexual y que la naturaleza (Natura le llama Capetillo) permita que se junten “cuando sea necesario y lo pida el organismo” (Capetillo, 121). “Para amar de un modo completo, es necesaria la posesión mutua de dos que se miran, se gustan y se desean, se toleran hasta que se cansen o hastíen y se repelan” (Capetillo, 121). La autora, a diferencia de las actuales nociones de éste, define amor libre como algo que no cuestiona la monogamia, el amor es de un hombre con una mujer, sólo los dos, no a “la masturbación o al delito contra natura del mismos sexo” (Capetillo, 117), no lésbica ni homosexual, y tampoco palpa la idea de una relación de dos o más personas (poli-amor) o con una relación estable y posibilidades de involucrarse con terceros (relación abierta), que son formas de amar que hoy en día sí podrían ser posibilidades del llamado “amor libre” entre la juventud (y por qué no, entre cualquiera que se atreva, si logra superar normas morales que hasta hoy imperan) y claro, para Capetillo y para cualquier intelectual de principios del 1900, esas posibilidades eran impensables y, si bien lo más probable es que esas formas de amar hayan existido, la manifestación pública o escrita de ello habría significado que la normativa legal y eclesiástica ejerciera un castigo que incluso podría encarnar la muerte. Ahora bien, esa misma cita, y a modo bastante atrevido para la época, da a entender que la autora habla de una monogamia, que de alguna manera entiendo como monogamia “sucesiva”, contraria a lo que establece el matrimonio monógamo para “toda la vida”, el amor se puede terminar y generar el hastío, lo que significa que los seres naturalmente se pueden juntar y separar y volver a juntar (con el mismo ser humano, del sexo opuesto, o con otro), siempre y cuando estos presenten mutuo amor y deseo. Pero llama la atención, que cuando habla de deseo, desprecia lo que sería el acto sexual realizado “por placer” puesto que ello sería un resabio de nuestro origen animal; la autora lo llama “consecuencia natural de nuestra bestialidad” (Capetillo, 121). Para ella el acto sexual es para la procreación y sólo es posible una vez alcanzada la “humanidad nueva libre de vicios y corrupciones” (Capetillo, 121), pero que se ha visto truncada a raíz de todas las trampas que la cultura y la moralidad han interpuesto al desarrollo “natural” del ser humano, como ya se ha dicho matrimonio por conveniencia, castidad femenina, entre otros; que solo tienen como resultado los llamados “vicios” o “pecados” como el adulterio y la prostitución.
A modo de cierre, Luisa Capetillo, a principios del siglo XX desde Puerto Rico, sorprende por tratar en sus textos directamente la temática de la sexualidad y formas de amor que difieren de lo establecido por la norma, en una época en que el arquetipo del “ángel del hogar” -buenas madres, esposas, delicadas, pulcras, entre otras características de lo femenino- recién está siendo criticado y discutido por mujeres a través de sus ensayos, con nuevas alternativas de “ser y estar” en el mundo.
Los principales culpables de las aberraciones que la autora detecta en la desigualdad de la libertad sexual y de las normas impuestas a mujeres que se privan en pro de la norma, una supuesta honestidad y pureza, que las hacen terminar enfermas mental y físicamente, son los religiosos, los egoístas y los explotadores que han mantenido en estado de miseria al pueblo. La principal salida del círculo vicioso que expone la autora es la educación no sexista, ¿para quién? Para todos, pero sobre todo, para las mujeres quienes tienen en sus manos la forma de romper con el vicio y las aberraciones impuestas por el dogma y la ley.
Quisiera terminar comentando que en Capetillo encontré frases que están muy en boga hoy en los movimientos feministas y que vemos constantemente en las manifestaciones, un ejemplo de estas, respecto a la ley moral que ha sido aplicada y legislada desde los hombres, la autora señala “pues que la siga él y la practique, que él no tiene derecho de legislar para la mujer, ni de marcarle rumbos, ni señalarle límites” (112), las mujeres seguimos luchando por la toma de decisiones sobre nuestros propios cuerpos, sobre sentirnos libres en las calles sin miedo a vulneraciones, acoso o violación, y ello es porque aún se pelea por igualdad de condiciones en nuestro entorno, por la equidad, en donde “el hombre es libre, la mujer tiene igual derecho y aptitudes de hacerlo” (Capetillo,111)
[1] El libro usado en este análisis corresponde al compilado de obras completas de Luisa Capetillo: Mi patria es la libertad, realizado por Norma Valle Ferrer, 2008. Por lo que las citas de los ensayos de Luisa Capetillo, corresponderán a las numeraciones de página de este documento.
[2] La interseccionalidad fue un concepto acuñado por primera vez, muy posteriormente, por la jurista Kimberlé Crenshaw en 1989.
[3] Magda Portal en 1933, defendía la misma dinámica de llevar a flote las luchas de mujeres a la par de la política de clase, en este caso a la par con el APRA. Ambas autoras creían en que la autonomía y la libertad se podía conseguir de manera colaborativa en conjunto con los hombres, mediante una educación no sexista, en armonía y diálogo intelectual. Gabriela Mistral es otra de las intelectuales que aboga por la lucha de los derechos de las mujeres obreras.
[4] A diferencia de muchas intelectuales mujeres de la época, las cuales la mayoría provenían de familias de elite, lo que explicaría su interés por los temas obreros, Luisa Capetillo tiene un origen modesto, sin embargo, de alto capital cultural, puesto que su madre, institutriz francesa, y su padre, obrero de origen español de ideas progresistas, fueron fuente de su cultura letrada.
[5] Una cita que da cuenta de la mujer tratada como propiedad privada en el ensayo de Luisa Capetillo y que me traslada debates de actualidad es: “algunos alegan el descaro, yo no voy a mantener una mujer para que otro la use. Eso es una grosería que confirma que el hombre conceptúa a la mujer como un mueble de su propiedad” (Capetillo,115). Hoy en día en Chile (2022), producto de la crisis sanitaria (Covid-19), se han aprobado desde el Congreso varios retiros del 10% de las Administradores de Fondo de Pensiones para apalear la falta de recursos que afecta a las personas, con la salvedad de aquellos padres que tengan deuda de pensión alimenticia con sus hijos: muchos de los mensajes publicados en redes sociales respecto al descontento de estos padres tiene que ver con la resistencia de entregar el dinero a las madres que se hacen cargo de esos niños, porque no quieren que se los gasten en ellas mismas. Tras ello se observa la lógica de sólo entregar el dinero a alguien que debe ser “su pareja”, o gastarlo en cosas “que él estime convenientes”, entre otros enunciados.
[6] Haré una breve reseña para entender desde los clásicos del anarquismo al Estado: Bakunin preconiza la libertad sin límites, es innata e inherente a nosotros y constituye la base de nuestro ser y como tal es incompatible con el Estado. Kropotkin piensa que el Estado es un impedimento para la revolución social y el mayor obstáculo de una sociedad que se base en la igualdad y la libertad. Para Malatesta el gobierno es innecesario, peligroso y perjudicial, Estado es usurpador de libertad. Para Stirner el carácter particular del yo (libertad) no puede expandirse si se ve agobiado por las normas (Estado). Godwin opina que el Estado es inmoral y desprovisto de razón, y defiende el vivir sin coacción externa e interna. (Beltrán, 2019: 2-3)
[7] No puedo evitar asociar esta cita y los temas abordados hasta aquí en el ensayo con la canción “Un violador en tu camino” autoría del colectivo Las Tesis, lema de las movilizaciones feministas desde el 2019 en adelante en Chile y que fue fenómeno mundial, en la lucha contra el machismo, el patriarcado y por nuestros derechos y la vinculación con el Estado, las leyes y los jueces; copio aquí un fragmento: El patriarcado es un juez, que nos juzga por nacer y nuestro castigo es la violencia que no ves… El patriarcado es un juez, que nos juzga por nacer y nuestro castigo es la violencia que ya ves… Es feminicidio… Impunidad para el asesino… Es la desaparición… Es la violación… Y la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía. ( x 3)… El violador eres tú… El violador eres tú… Son los pacos (policías)… Los jueces…El estado…El presidente… El estado opresor es un macho violador (x 2)…
[8] El cual no ha cambiado hasta el día de hoy. Tal vez la mayoría no son a través de la Iglesia, pero en su modalidad civil, presenta las mismas características de unidad económica como base fundamental del Estado y, actualmente, de las empresas -como mano de obra y en su rol de consumidora-.
[9] Moral entendida como la construcción tradicional de parte del clero y que las mujeres se ven obligadas a sentir y pensar de acuerdo a él (Capetillo).
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Bibliografía.
- Beltrán, Joaquin. “Visión de los anarquistas sobre el Estado: Una perspectiva desde la historia” Encuentros Multidisciplinarios n°61 Enero-Abril (2019)
- Benítez Rojo, Antonio. «Capítulo I. De la plantación a la Plantación«. La isla que se repite. El Caribe y la perspectiva posmoderna. Hanover, USA: Ediciones del Norte, 1989, pp. 1-65
- Bosch, Juan. “Una frontera de cinco siglos”. De Cristóbal Colón a Fidel Castro. El Caribe frontera imperial. México: Miguel Ángel Porrúa, 2009 (1970), pp. 61-85.
- Capetillo Luisa: “El matrimonio esclavo y el matrimonio libre. El deseo esclavo y el deseo libre” (pp.110-111) y “El matrimonio actual” (pp.113-121). En mi opinión. Disertaciones sobre la libertad de la mujer (1911) En Luisa Capetillo: Mi patria es la libertad, realizado por Norma Valle Ferrer, (2008)
- Elias, Norbert. “Civilización y violencia”. Revista REIS, Madrid, n. 65/94, p. 141-151, enero-marzo. 1994.
- Portal, Magda. “Hacia la mujer nueva” (1933)