Imagen: Felipe Cooper (interiores de Demasiada luz para hacer poesía, de Paula Cucurella)
Maldiciones
Reseña de Demasiada luz para hacer poesía de Paula Cucurella, DobleAEditores, 2020.
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Como los fortune cookies plegados entre las páginas de este libro, los poemas de Paula Cucurella Lavín guardan secretos. En medio de un mundo en que hay demasiada luz para hacer poesía—un mundo saturado de imágenes e información, incluyendo las escenas de violencia e injusticia que nos asaltan casi diariamente (el título puede ser visto como una reformulación de la famosa pregunta de Adorno, si acaso es posible escribir poesía después de Auschwitz)—estos poemas centellean desde escondites a la vez íntimos y mundanos. Uno de los poemas los cualifica como poemas de velador y la descripción es apta en más de un sentido. El epíteto evoca versos garabateados desde el entresueño y tirados al lado de la cama, asentándose como polvo sobre la inmovilidad de los muebles, pero de repente la materia doméstica, incluyendo el lenguaje, empieza a deslizarse, desestabilizando los tiempos y espacios de la vida cotidiana. Los poemas de velador son descritos como una maldición, lo que sugiere un modo de decir que no corresponde a la vigilia gobernada por las lógicas del progreso y de la producción (aunque el título del poema señala que esta maldición es también una aflicción de abundancia y/o pasaje: mal de d/itus). Y efectivamente, las piezas en este poemario corresponden a otro registro de hablar y de velar, no de la vigilia productiva, sino de un velar crepuscular que se inclina hacia zonas fronterizas, tanto internas como externas, y con un compromiso radical a la exposición, tanto ética como erótica. Estos poemas rozan las heridas de la vida actual, sumergiéndose en el olor y el dolor del tránsito por los límites del mundo “desarrollado”, entre la indigencia y el ditus del decir y de la vida. Se esfuerzan por traducir fragmentos del uno y otro lado, buscando espacios hospitalarios entre los malentendidos. Interpelando e interpelados por el exilio y el accidente, los poemas realizan una examinación a la vez tierna y acerada de la precariedad de la vida cogida en la luz ámbar del desierto de la modernidad tardía. Las reproducciones del arte de Felipe Cooper trazan hermosamente las tensiones y encuentros explorados por los poemas, mostrando la marca, la línea y el punto como inseparables de la mancha, el accidente y el exilio. Los labios de las heridas apenas se tocan, pero traducen la imposibilidad de no decir nada.