“Me interesan pocos espectadores, pero intensos”
La primera vez que supe de la existencia del cineasta Raúl Ruiz (1) fue a través del director Carlos Flores del Pino, a la salida del Centro Georges Pompidou, en Paris, a mediados de los años 80. Unos años más tarde pude ver una de sus películas fundamentales en Buenos Aires, cuando Argentina recuperaba su democracia y nosotros seguíamos bajo la sombra ominosa de Pinochet. Era un ciclo de maestros y Las tres coronas del marinero (2) figuraba después de Solaris, de Andrei Tarkovsky, quien al igual que Ruiz tenía su propia teoría sobre el tiempo (3).
En 2003, y con ocasión del rodaje de Cofralandes, lo encontré por primera vez para hacer una entrevista que sería publicada en la revista Cultura, de la Secretaría de Comunicación y Cultura. Con la complicidad del productor general, Christian Aspee, accedí al rodaje de uno de los capítulos de la serie en un lugar cerca de Santiago. Allí estaba Ruiz, con las mangas de la camisa arremangadas y sombrero de paja, dirigiendo a Nestor Cantillana, caracterizado como gañan de campo. A ratos, después de filmar una escena, Ruiz paraba el rodaje y caminaba de un lado a otro sin hablar con nadie, mientras el equipo técnico, encabezado por Inti Briones, esperaba las órdenes que el realizador daba con un tono respetuoso, casi gentil.
Un par de veces más pude conversar con el cineasta, quien luego de recibir el Premio Nacional de las Artes de la Representación y Audiovisuales (1997) se comprometió a pasar más tiempo en Chile y a hacer “cosas” en este país. Pude comprobar en esas ocasiones su impresionante erudición, no solo leía muchos libros sino que también coleccionaba ediciones raras o antiguas, y su tremenda memoria, al punto que resultaba difícil mantener un diálogo sin poner la máxima atención.
Esa característica de complejizar el relato es lo que ha servido de pretexto para ignorar sus películas en Chile (aunque ciertamente una parte importante de su producción haya sido vista por muy pocas personas en todo el mundo). A él parecía no importarle demasiado y lo explicaba así: “Me interesan pocos espectadores, pero intensos. Es cierto que mi cinematografía y la de otra gente que siento cercana corresponde a lo que el filósofo Ortega y Gasset critica o examina cuando dice que el arte tiende a producir obras que son vistas solo por artistas. Pero hay un efecto que contradice este proceso y que el mismo Ortega y Gasset describe como la Rebelión de las masas: todo está hecho para un rendimiento óptimo; es decir las ciudades están hechas para crecer infinitamente, los restaurantes para ser llenados. Frente al encierro de las formas estéticas, esta manera de crear un vacío es complementaria a la rebelión de las masas”.
Pese a esta convicción, Ruiz abrió las compuertas y se aplicó a hacer otras películas más masivas (incluso filmó en estados Unidos) y reconocidas mundialmente, como El tiempo recuperado (4) o La comedia de la inocencia, ambas realizadas en Francia. ¿Una concesión al público o a la industria? Le pregunté. Respondió: “Evidentemente hay procesos de simplificación que se deben hacer para que la gente vaya al cine (…) Yo puedo hacer películas más narrativas. Pero he seguido defendiendo el cine lo más complejo y rico posible, sabiendo que nunca va a ser masivo. Y aún así, en este tipo de películas voy a tratar de darles el máximo de complejidad”.
Rapsodia de Chile
Ese fue el espíritu que animó la serie Rapsodia de Chile (originalmente llamada “Cofralandes”) que hizo en coproducción con el Ministerio de Educación, y que puede revisarse en la Cineteca Nacional. De este trabajo dijo: “Tiene el máximo de complejidad, pero es accesible, porque tiene códigos conocidos (…) ciertos poemas que se aprenden en el colegio, ciertos paisajes tópicos. Son cosas que se ven de una sola manera y que uno puede darles un aspecto más lúdico, manipularlos y volverlos más complejos, de modo que se puedan ver sin que se necesite un ejercicio de cinéfilo, que en Chile no se tiene”.
Más adelante volvió a este ejercicio con La Recta provincia (2007); Litoral, cuentos de mar y la entrañable Días de campo (2004), inspirada en el libro de Federico Gana, donde Ruiz mostró que a pesar de la lejanía y el trabajo en tan distintos países nunca había dejado de ser chileno, por mucho que bromeara acerca de lo “infernal” de este país (en el capítulo de una serie sobre La Divina comedia los que se portan mal van a parar a Chile). Un rasgo que la académica Jacqueline Mouesca ya destacaba en Erase una vez el cine (LOM 2001):
“Para nosotros sigue siendo un cineasta chileno por los guiños a lo nuestro que siempre o casi siempre van a descubrirse en sus películas por ajenas que nos sean en lo que cuentan; pero para el espectador extranjero lo dominante será la fantasía visual y la pirotecnia lingüística, el juego con los espejos y las máscaras, con personajes y situaciones e el límite mismo de la extravagancia, la mirada burlona, el humor despiadado y sin emoción o con una emoción contantemente frenada”.
Ruiz nació en Puerto Montt vivió su adolescencia en Santiago (donde estudió Derecho y Teología) y luego cursó cine en Argentina, en la Escuela de Santa Fe. Entre los años 1969 y 1972 tuvo a su cargo la Cátedra de Cine del Instituto de Arte de la Universidad Católica de Valparaíso. Para entonces ya había hecho su primer largometraje “Tres tristes tigres”. A partir de su exilio en Francia comienza una prodigiosa carrera que con “Las tres coronas de un marinero” lo sitúa en un lugar de privilegio, en el país que lo adopta así como también lo haría Portugal, donde filmó Misterios de Lisboa (2009), uno de sus últimos largometrajes estrenados en Europa.
Con sus contantes búsqueda de montaje o desmontaje, en el uso de distintos recursos, ángulos y metarelatos, tanto en cine como en teatro, Raúl Ruiz actuaba movido fundamentalmente por el gusto de hacer películas y de motivar la reflexión: “Mi mujer dice que actúo como los perros de Pavlov: veo una lata de películas y empiezo a mover la cola. Pero uno siempre hace las cosas por razones que no se explica y empiezan a aparecer poco a poco. Hay una curiosa superstición que dice que en el arte si uno reflexiona pierde capacidad creativa. Siempre he reflexionado y no creo que haya perdido algo”, declaró en una de las entrevistas que le hice.
NOTAS:
(1) http://www.decine21.com/Perfiles/Raul-Ruiz
(2) http://www.memoriachilena.cl/temas/dest.asp?id=raulruizcoronas
(3) (http://www.andreitarkovski.org/biografia.html