Nietzsche y el feminismo : ¿Antagonista o precursor ?
A primera vista, Nietzsche parece ser el filósofo machista, misógino, sexista y patriarcal por excelencia, antagonista de las pretensiones del feminismo en todos sus sentidos. En efecto, quien escribió “¿Vas a la casa de la mujer? No olvides el látigo”, el que declaró que “La mujer quiere ser tomada, aceptada como propiedad” o para quien la ““Emancipación de la mujer” es el nombre que toma el odio instintivo de la mujer fracasada”, parece merecer esta calificación. Sin embargo, en este ensayo nos gustaría examinar los contextos de estas frases en el pensamiento nietzscheano sobre la diferencia sexual y la lucha entre los sexos. Para ver, con la ayuda de Sarah Kofman, si hay otras posibles lecturas subterráneas que podrían hacer de este autor no sólo un antagonista, sino también un posible precursor del feminismo.
Nuestra posición puede parecer paradójica. Pues tenemos la costumbre de declarar a los filósofos más bien como amigos ó enemigos del feminismo. Pero pensamos que, si hay un autor que permite ambas lecturas contradictorias al mismo tiempo, a partir de las mismas citas, éste puede ser Nietzsche. Porque es un autor que ha sido tomado por los nazis y los fascistas, así como por los anarquistas y los pensadores de la extrema izquierda. Es un autor colmado de fuertes declaraciones, incitaciones, provocaciones, que hacen imposible salvarlo o rechazarlo en su totalidad por cualquiera de los dos polos políticos.
Las críticas feministas contra Nietzsche son profundas y variadas. De hecho, leyendo algunos de sus escritos, podemos encontrar un filósofo machista, un guerrero activo contra las mujeres. En otros, un misógino, que las odia y las repudia constantemente. También un sexista, que propone que el único papel de la mujer es de servir como descanso y como madre para los hombres. O un filósofo patriarcal, que reconoce un grado menor de civilización en las mujeres que en los hombres. Además, se presenta explícitamente como un luchador contra la emancipación femenina. De hecho, a lo largo de toda su obra, ha dejado huellas de un pensamiento que lo convierten en uno de los mejores antagonistas del feminismo.
Sin esquivar estos argumentos, sino, por el contrario, partiendo de ellos, nos gustaría organizar nuestro ensayo. Ya que creemos que detrás de su machismo, puede haber una incitación al feminismo. Bajo su misoginia, quizás se oculta una provocación a la superación de un cierto tipo de mujer. En el corazón de su sexismo, podría vislumbrarse el reconocimiento de una potencia femenina tradicionalmente invisibilizada. Desde su visión patriarcal, podemos reconocer una crítica a la civilización masculina. Y a partir de su posición contra la emancipación de la mujer, entrevemos la posibilidad de un llamado a otro tipo de liberación de los impulsos femeninos.
NIETZSCHE MACHISTA
En Así habló Zaratustra, Nietzsche le hace decir a una de sus personajes, una viejecita: “¿Vas con las mujeres? ¡No olvides tu látigo!” [1]. Esa era su pequeña verdad. Esta frase absolutamente machista nos remite a una imagen cargada de violencia, que evoca físicamente la opresión patriarcal: el hombre azotando a la mujer. La dominación de la fuerza masculina contra el cuerpo femenino, este cuerpo de esclava, de oprimida.
Además, siguiendo la tradición de considerar al sexo masculino como el fuerte y al femenino como el débil, en La gaya ciencia, él nos dice que “Todas las mujeres son muy sutiles al exagerar sus debilidades, (…). Se defienden de los fuertes y de todo el ‘derecho de los más fuertes’.” [2] De esta manera, ellas no sólo son las débiles, sino que se victimizan aún más para defenderse. Y en sus Fragmentos póstumos, leemos:
“¡En fin, la mujer! Una de las mitades de la humanidad es débil, típicamente enferma, cambiante, inestable -la mujer necesita fuerza para aferrarse a ella-, y una religión de la debilidad, que glorifica como divino el hecho de ser débil, de amar, de ser humilde…(…) La mujer siempre ha conspirado con los tipos de decadencia, con los sacerdotes, contra los ‘poderosos’, los ‘fuertes’, los hombres.” [3]
Tal imagen y tales afirmaciones parecen incluso una declaración de guerra de los hombres contra las mujeres. Especialmente, considerando que Nietzsche proclama en su Ecce homo la “guerra perpetua entre los sexos”, que se basa en los instintos del “odio mortal de los sexos” y que utiliza el amor como arma de lucha. Esta batalla es una de las múltiples declaradas por Nietzsche, al igual que la guerra entre amos y esclavos, fuertes y débiles, romanos y judíos, espíritus libres y cristianos, Apolo y Dionisio, Dionisio y el Crucificado.
En relación con estas guerras, debemos tener en cuenta, en primer lugar, que su contexto es una filosofía marcada por el conflicto como una de sus principales cuestiones. No debemos olvidar la influencia de Heráclito en Nietzsche, para quien “La guerra es el padre de todas las cosas, de todas es el rey”. [4] Sin embargo, no debemos interpretar esta frase en su sentido literal, de luchas factuales, belicosas y sedientas de sangre. Porque para Nietzsche, la guerra crucial es más bien la batalla subterránea de valores, librada entre distintos caracteres, variados instintos, múltiples voluntades de poder. En este sentido, él no nos habla de una guerra asesina entre hombres y mujeres, sino más bien de los conflictos entre sus impulsos, entre sus distintas fuerzas masculinas y femeninas.
Además, estas luchas no sólo son destructivas, sino que también pueden ser constructivas. Como el autor nos cuenta en La justa en Homero, la diosa griega de la discordia Eris puede desplegarse en su versión de Guerra, Muerte y Noche. Pero también puede desdoblarse en su versión de Justa, Nacimiento y Día. En esta última forma, puede inspirar una lucha creativa entre artistas, en la que éstes busquen superarse a sí mismes a través de sus obras. Así, para el autor el conflicto trae la muerte, pero también trae la vida.
Es de este modo que podemos entender que, en su Origen de la tragedia, Nietzsche compare la forma en que evoluciona el arte griego (a través de la dialéctica entre Apolo y Dionisio) con la forma en que la vida es generada por la polaridad de los sexos, que se acercan y se alejan. Para él, “Estos dos instintos (Triebe), tan diferentes, van de la mano, la mayoría de las veces en conflicto abierto, excitándose mutuamente para creaciones siempre nuevas”. [5] De esta forma, la pugna sexual para Nietzsche puede no sólo ser fértil, sino también, convertirse en el motor del constante juego dialéctico de transformación entre los géneros.
De esta manera, la imagen del látigo no se dirige contra la mujer en sí misma. Más bien, pretende provocar a un cierto tipo de feminidad: la servil, la oprimida, la esclava, la fuerza reactiva. Porque, como Nietzsche explica en su Genealogía de la moral, en los conflictos sociales hay fuerzas activas, auto afirmativas, y fuerzas reactivas, que necesitan oponerse a las activas para poder emerger. En este escrito de combate, el autor toma la palabra de los nobles, de los espontáneos. Él lucha contra los esclavos, los resentidos. Defiende a los fuertes contra los débiles. Sin embargo, a pesar de su posición de dominio, Nietzsche nos muestra que las fuerzas reactivas pueden superar a las activas. Porque éstas, con decir «no» a la moral de los nobles, ya han invertido el significado original del bien y del mal, dado nacimiento a nuevos valores. A partir de su genealogía de nuestra moral, podemos leer cómo los valores que dominan las épocas pueden ser transvalorizados. El patriarcado puede ser superado.
Así, en la filosofía nietzscheana, la diferencia sexual se presenta como un campo de batalla, un campo de disputa entre los valores masculinos y femeninos. Nietzsche juega aquí el papel de macho, claramente. Pero con esta disputa, abre un campo de batalla que antes no era cuestionable. Rompe con la idea de que la mujer debe estar siempre, naturalmente, sujeta al hombre. Abre la posibilidad de que las mujeres se superen a sí mismas y que, así, transvaloricen los valores masculinos. En su Genealogía, incluso nos da pistas para lograr esto: por una parte, la oposición reactiva a la moral patriarcal; por otra, el distanciamiento de esta moral, para la construcción activa de una moral femenina. Pues, como bien explica en esta obra, el desarrollo no es una progresión lógica, teleológica, económica, sino más bien un proceso de sujeción entre fuerzas activas y reactivas, en constante mutación. [6]
Nietzsche llega al punto de declarar en su Ecce homo que “el estado primitivo, la guerra perpetua entre los sexos, le asigna [a las mujeres] de lejos el primer rango.” [7] Él piensa que, en un estado sin derechos, las mujeres podrían incluso ser las dominantes en esta guerra. Es así que Sarah Kofman le contesta que “La mujer, como la vida o la naturaleza, reclama, quiere la guerra, la guerra entre los sexos en la que seguramente triunfará.” [8] Ambes autores dan a las mujeres la supremacía en este conflicto entre los sexos, aunque ellas no la hayan recibido aún. ¿La razón? La desarrollaremos más adelante, pero se centra en su capacidad reproductiva.
NIETZSCHE MISÓGINO
Buscando rastros misóginos en la obra nietzscheana, encontramos frases deplorables sin dificultad. Por un lado, leemos sobre la maldad femenina, en su Ecce homo, que “La mujer es infinitamente más malvada que el hombre, también es más maligna. La bondad en las mujeres ya es una forma de degeneración.” [9] Así, para él la mujer es tan baja moralmente que hasta la bondad la pervierte. En La gaia ciencia, también encontramos: «Un hombre perdió la cabeza por culpa de ella. Su cabeza era rica antes de esta distracción: el diablo se inmiscuyó en su cabeza – ¡pero no! ¡la mujer! ». [10] Ahora ella es malvada y diabólica para el hombre.
Por otro lado, encontramos frecuentemente sus pensamientos sobre la sumisión innata de la mujer. En su Zaratustra, por ejemplo, leemos frases como “La felicidad del hombre, dice Zaratustra, tiene nombre: yo quiero. La felicidad de la mujer tiene nombre: él quiere». [11] Aquí, la alegría de la mujer no depende ni siquiera de su propia voluntad, sino de la voluntad del hombre. También vemos terribles proclamaciones en La gaia ciencia, donde nos dice que “La mujer quiere ser tomada, aceptada como propiedad, quiere florecer en la noción de ‘propiedad’, ‘ser poseída’”. [12] Así declara que la mujer desea pertenecer al hombre. Y más tarde, en el mismo libro, hace decir a un sabio: “La naturaleza del hombre es la voluntad, la naturaleza de la mujer es el consentimiento – ¡esta es la ley de los sexos en verdad!” [13] ¡Nietzsche hace de la subordinación de la mujer incluso una ley de los sexos!
A partir de estas frases, es fácil pensar que Nietzsche representa a uno de los filósofos más misóginos de la historia. De hecho, llamó a las mujeres “malvadas”, “malignas” y las comparó con el diablo. Declara que ellas quieren ser poseídas por el hombre, que su felicidad depende de su voluntad y que su sumisión responde a la “ley de los sexos”. Es difícil mostrar más claramente un odio hacia las mujeres y un desprecio hacia su condición de inferioridad. Sin embargo, si seguimos las ideas de Kofman, hay tres razones para entender por qué estos sentimientos no se corresponden estrictamente con los de un misógino.
Primero, porque Kofman nos dice que, para él, “No hay mujer ‘en sí misma’, la mujer misma es una creación histórica.” De hecho, la idea de la esencia humana, de un sustrato innato, fijo e invariable en el hombre o la mujer, es objeto de constantes críticas en Nietzsche. Para él, “La forma es fluida, pero el ‘significado’ lo es aún más…”. [14] La naturaleza siempre está cambiando, encontrándose en constante metamorfosis. Cada personaje, cada tipo de vida nace y muere en la historia. No hay una sola naturaleza humana, sino varias, en constante evolución. Cualquier verdad sobre ‘la cosa en sí’ sólo puede existir en una interpretación siempre personal, parcial y particular. En su filosofía, cada verdad, incluso cada ley universal, no puede llegar a ser más que una ilusión. Así es como el autor puede declarar que ‘la mujer’, ‘el eterno femenino’ es sólo «un valor puramente imaginario en el que sólo el hombre cree». [15] Por lo tanto, Nietzsche no puede ser estrictamente misógino porque no cree en la existencia de ‘la mujer’, esencial y universal.
Así, podemos comprender que Nietzsche no criticó a ‘la mujer’ en los párrafos anteriores. En realidad, criticó a un cierto tipo de mujer: la débil, la buena, la servil, la dominada. ¿La razón? Según el pensamiento de Kofman, es porque este tipo, que no es más que un acontecimiento histórico, “corre el riesgo de convertirse en definitivo y constituir en adelante el ‘tipo’ femenino por excelencia”. [16] Uno de los principales enemigos de Nietzsche, recordémoslo, son las fuerzas reactivas que se han apropiado de las mujeres los últimos milenios. Según Kofman, si Nietzsche habla del eterno femenino, aludiendo al concepto desarrollado por Goethe, no es para exaltarlo, sino para desmitificarlo. Porque el concepto de mujer es también un campo en disputa, donde chocan distintos impulsos femeninos. Así, podemos leer la maldad femenina anterior incluso como una posibilidad de escapar de esta constitución de una mujer débil: una posibilidad de luchar contra nuestros propios instintos de dominación.
En segundo lugar, Nietzsche no puede ser misógino según Kofman porque “sólo hay tipos de mujeres, que él se esfuerza en establecer en un cuadro diferencial (estos tipos en sí mismos no son esencias sino ‘creaciones’ históricas): mujeres perfectas (wohlgeraten), mujeres fracasadas (missgeraten) que se transforman en mujeres emancipadas.” A esta lista podemos añadir a la viejecita del látigo, a las sinvergüenzas, a las buenas mujeres, a las madres, a las jóvenes del desierto, etc. Todos estos son tipos de mujeres. Ninguno de estos tipos puede explicar la diversidad de los caracteres y estilos de vida de las mujeres. Ninguno de estos tipos responde a la mujer ‘en sí misma’, eterna, universal. Más bien, son cristalizaciones de ciertos conflictos impulsivos que van formando configuraciones específicas y culturalmente heredables en las mujeres.
Por eso Nietzsche escribe tan virulentamente contra la mujer servil. Para él, esta forma de vida, como muchos otros instintos humanos (cristiano, judío, germano, esclavo, ascético, etc.), debe ser superada. “El hombre es algo que debe ser superado”, [17] ya que sólo así se puede permitir que evolucione el conflicto perpetuo entre les diferentes: con enemigues cada vez más fuertes, de quienes se pueda sentir cada vez un mayor orgullo de tenerles como antagonistas. Por esta razón, la caracterización de la mujer como malvada, maligna y demoniaca no es tanto un ataque contra ella. Más bien, podría ser una ofensiva a la moral cristiana que subyace en tales denominaciones. No debemos olvidar que para Nietzsche lo que está en juego va más allá del bien y del mal. Pues, para la guerra perpetua, el bien y el mal son valores en constante cambio de significado, que van tomando continuamente diferentes jerarquías. Y como explica en su Genealogía, ser ‘malo’ responde a una fuerza reactiva de venganza internalizada, que lucha contra el débil y humilde ‘bien’ cristiano.
En tercer lugar, Kofman nos dice que Nietzsche no es un misógino porque: “Además, sabe que no afirma ‘la verdad’ sobre ‘la’ mujer, sino que sólo exhibe ‘sus’ verdades sobre ellas, y que estas verdades dependen estrechamente de la imagen de la madre que lleva en su interior (…).” [18] En este tercer punto, lo primero que debemos destacar es que Kofman no pretende diferenciar el pensamiento y el hombre de Nietzsche. Pues es este filósofo el que hizo imposible tal separación. A lo largo de su obra, fue él quien transpuso los pensamientos más abstractos de Sócrates, Platón o Kant a sus biografías y a sus pasiones más íntimas. Fue él quien subrayó que las ideas ‘universales’ de los filósofos sobre la mujer surgían de sus relaciones personales. Para él, “Toda la misoginia proviene de un enorme miedo al poder de la fantasía materna.” [19]
De hecho, si miramos las relaciones biográficas de Nietzsche con las mujeres, encontraremos las raíces de sus sentimientos hacia ellas. Para ello, primero debemos recordar que el filósofo creció en medio de una familia de mujeres. Su padre murió cuando Nietzsche tenía cinco años. Desde entonces fue cuidado (en su inestable salud) por su madre Franziska y su hermana Elisabeth, especialmente en los últimos años de su vida. Así, mientras la madre intentaba guiarlo por el camino cristiano, su hermana rescataba sus pensamientos para el partido nazi. Ambas se opusieron a sus fuertes instintos y sólo le sirvieron en sus momentos más débiles. Estas dos mujeres fueron la fuente de su imagen de mujer astuta, maliciosa, servil y devota. Es principalmente hacia estas dos mujeres que Nietzsche dirige su odio en sus escritos.
Nietzsche nunca se casó. Nunca tuvo una relación romántica seria. Pero amó apasionadamente a dos mujeres en su vida: Lou Andreas-Salome y Cosima Wagner. Conoció a Lou por primera vez a la edad de 38 años, cuando ella tenía 21, y con ella y Paul Rée, formaron una ‘trinidad intelectual’. Los dos pensadores se enamoraron de ella y cada uno le pidió matrimonio, pero ella se negó a ambos. Nietzsche no pudo soportar la derrota y rompió su amistad con les dos. En sus últimos años de locura, fue Lou quien escribió el primer libro sobre Nietzsche. Él conoció a Cosima mucho antes, cuando él era joven, y ella ya era la esposa de su maestro Richard Wagner. Fue ella la primera en recibir su primer manuscrito, El nacimiento de la tragedia, y su último, Ecce homo. En esta última, “es a ella a quien envía, bajo el nombre de la prometida de Dionisio, la princesa Ariadna, su amada, una declaración no de veneración sino de amor: ‘Ariadna, te amo…’”. [20]
Según el mito griego, Ariadna, hija de Minos, es seducida por el héroe Teseo, ayudándolo a salir del laberinto del Minotauro. Más tarde es abandonada por Teseo, conoce al dios Dionisio, se convierte en su esposa, tiene con él muchos hijos y alcanza la inmortalidad. En su Ecce homo, Nietzsche declara que Ariadna es la única que tiene la clave para resolver el enigma de Zaratustra. Vemos en esta imagen de Ariadna, construida a partir de Lou y Cosima, el ideal de la mujer de Nietzsche: inteligente, con un espíritu libre, que resuelve enigmas, que traspasa su mortalidad, que participa con el dios de la metamorfosis en una dialéctica de muerte y procreación, en el eterno retorno de lo mismo.
NIETZSCHE SEXISTA
Hemos dicho en este ensayo que Nietzsche no creía en la mujer esencial, que no creía en ‘el eterno femenino’. Pero también hemos subrayado su concepción de la mujer estrechamente ligada a su procreación. ¿Hay alguna contradicción aquí? ¿Puede Nietzsche tanto desustancializar como diferenciar el hombre y la mujer? ¿O es que esta divergencia de roles lleva consigo un intrínseco sexismo?
Cuando leemos, por ejemplo, que “el hombre debe ser criado para la guerra, la mujer para la relajación del guerrero, todo lo demás es una locura”, el sexismo parece obvio. También cuando dice: “Así es como quiero al hombre y a la mujer: uno apto para la guerra, la otra apta para el parto, pero ambos aptos para el baile, por la cabeza y por las piernas.” [21] Para él, el rol del hombre es luchar, participar activamente en la política, matar y ser matado. El rol de la mujer es ser su descanso y dar a luz a sus bebés. Reduce la función de la mujer exclusivamente al deber de esposa y de madre. La diferencia es tan clara como injusta. Más aún cuando añade en un escrito póstumo: “Una mujer quiere ser madre; y cuando podría serlo pero no quiere, casi merece la casa de corrección: tan grande es su degeneración interior.” [22] Aquí Nietzsche no sólo hace una distinción sexista, sino que llega incluso a alentar a los correccionales para las mujeres que no quieren ser madres.
¿Pero cómo puede ser tan sexista un filósofo que rechaza toda forma de esencialización? Creemos que aquí también, Nietzsche no habla de hombres y mujeres reales, sino más bien de los instintos que les mueven. Porque a nivel de fuerzas, él constantemente alienta el impulso masculino para la guerra y el impulso femenino para la reproducción. Es cierto que en su filosofía, tales fuerzas están frecuentemente ligadas a un sexo específico, y que Nietzsche aboga en ciertas oportunidades por esta separación. Pero creemos que, más allá de una diferencia estática, binaria, lo que él busca es fomentar la batalla creativa de los sexos, una cierta dialéctica de las voluntades de poder.
La voluntad de poder es un concepto clave en la filosofía de Nietzsche. A partir de ésta, él intenta romper con la visión fija, pasiva y esencialista del mundo, para inaugurar una interpretación que es mutable, activa y eterna. Con este concepto, busca “explicar toda nuestra vida impulsiva como el desarrollo y la ramificación de una única forma fundamental de voluntad”. [23] En suma, podemos entender por voluntad de poder un impulso primordial, un principio de desequilibrio, una fuerza que tiende a aumentar. Esto está presente en todos los seres vivos, así como también en los inorgánicos, llevándolos a desarrollar, ampliar e intensificar lo que ya son. Creemos que es precisamente este concepto al que hace referencia con la polaridad que se da entre el hombre y la guerra, y la mujer y el parto. Porque esta voluntad de poder se expresa principalmente, por un lado, matando, muriendo y dominando, y por el otro, reproduciéndose, dando a luz y criando. Es también a través de estas dos acciones que es posible superarse y crear.
Pues este es otro de los ejes principales de la filosofía nietzscheana: la superación de sí misme, la creación que va más allá de une, la transformación en artista. Aparentemente, esto es posible en primer lugar a través de la muerte y el renacimiento propio. De hecho, Kofman nos dice que, en su autobiografía del Ecce homo, “Nietzsche se entierra varias veces para renacer y reapropiarse de sí mismo”. [24] Con este fin, vemos la llamada al instinto guerrero masculino. Pero la segunda forma, mucho más explícita en Nietzsche, se refiere precisamente al instinto de procreación femenina, frecuentemente asimilado por él a la creación artística.
En su Zaratustra, Nietzsche nos dice, por ejemplo: “Para que el creador mismo sea el recién nacido, debe querer también estar allí como mujer en parto, y sentir el dolor que siente la mujer en parto.” [25] El sufrimiento del alumbramiento debe ser compartido por el creador de la nueva vida. Un poco más tarde, nos dice que, para él, la virtud es estar enteramente en acción “como la madre está en el niño”. [26] En su Genealogía, compara el instinto de los filósofos creadores con el instinto maternal, porque “el amor secreto por lo que crece en él le lleva a situaciones en las que se dispensa de pensar en sí mismo”. [27] También compara el amor de la madre por el niño “con el amor del artista por su trabajo”. [28] Madre y creadora son tipos humanos íntimamente conectados en la filosofía nietzscheana.
No obstante, cabe señalar que, para Nietzsche, las posibilidades de creación y de nacimiento no se encuentran todas en el mismo nivel. De hecho, la jerarquía entre los valores de la creación y el nacimiento es una cuestión crucial en su filosofía. Se juega en la guerra de los instintos, pero también en la batalla de los caracteres. Así, el nacimiento se convierte en un medio para continuar la lucha: crear un genio para competir con otro (La justa en Homero). Parir y criar para luchar. En este conflicto, a diferencia de la guerra viril, la estrategia no es atacar, dominar y matar otros instintos. Más bien, la táctica sería engendrar nuevos caracteres humanos, y elevarlos. De esta forma, según la valorización de sus voluntades de poder, las mujeres pueden ser más o menos madres, más o menos creativas, más o menos superhumanas.
Es por esta razón que Nietzsche nos dice en su Zaratustra: “Debes construir más allá de ti mismo. (…) No sólo debes procrear, sino también supercrear.” Porque el juego no está en dar a luz, crear y criar lo mismo. Está más bien en el nacimiento y desarrollo de la diferencia, esa obra que se ha creado para ir más allá de su madre, más allá de su artista. Nietzsche continúa: “Tienes que crear un cuerpo más alto, un primer movimiento, una rueda que ruede por sí misma, – es un creador que tienes que crear.” [29] Pues la superación de la humanidad es el engendrar una superhumanidad. Para el filósofo, ese es el propósito del ser humano, ya que él es sólo un puente. Por esto nos escribe que “El hombre es una cuerda que se extiende entre el animal y el superhombre”. [30] Es así como Kofman se las arregla para decir —citando un pasaje de este libro donde Zaratustra tiene la tarea de procrear “una nueva humanidad, a partir de este material que es el hombre del pasado”— que ésta es la misma tarea de la voluntad de poder. Es la tarea de la voluntad procreadora, que subordina y redime todas las demás voluntades. [31]
De esta manera, en la filosofía de Nietzsche, sin tener un género fijo, ‘natural’, dependiente de un sexo biológico, hay claramente una diferencia sexual. Los instintos masculinos son los de nutrición, de muerte y de renacimiento. Los impulsos femeninos son los de reproducción, (pro)creación y crianza. Pero estas fuerzas no pertenecen a un sexo en específico. De hecho, el mismo Nietzsche en su Ecce homo no sólo nos cuenta de sus propios impulsos maternales, sino que también nos relata su embarazo, su parto, el nacimiento y la crianza de su hijo Zaratustra. Así, los instintos femeninos pueden pertenecer también a los hombres. Del mismo modo en que ciertas masculinidades también pueden pertenecer a las mujeres, especialmente a las que Nietzsche llama ‘mujeres emancipadas’, de las que hablaremos más adelante.
Lo que Nietzsche nos insta con sus frases sexistas anteriores es a no perder nuestro instinto maternal. Más bien, revalorizarlo, desarrollarlo, transformarlo. Porque, en la ‘guerra perpetua entre los sexos’, este impulso es la ventaja de las mujeres. Es por esta razón que Kofman nos dice que “Cuando las mujeres mismas, las ‘emancipadas’, ‘se niegan’, por incapacidad, a dar a luz y reclamar un ideal ‘superior’, sólo son cómplices del ideal ascético y van, como él, en la dirección de la negación de la vida, (…)”. Debilitan su propio poder femenino y fortalecen el instinto ascético masculino, que, además, es infértil. Luchando por los mismos derechos humanos, dentro de un sistema patriarcal, “pretenden, de hecho, hacer a las mujeres inferiores a los hombres, hacerlas perder, en la guerra de los sexos, la supremacía que se habían asegurado para sí mismas”. [32]
NIETZSCHE PATRIARCAL
Ya hemos mostrado cómo Nietzsche decía que las fuerzas del hombre, comparadas con las de la mujer, eran más fuertes, más nobles, más dominantes, mejores moralmente y más guerrilleras. Pero también debemos añadir que, para él, también eran más profundas y más civilizadas que las de las mujeres. En su Zaratustra, él escribe que “El alma de la mujer es toda la superficie, una película conmovedora e inquieta en aguas poco profundas. Pero el alma del hombre es profunda, su río ruge en las cuevas subterráneas: la mujer adivina su fuerza pero no la entiende.” [33] En esta descripción, leemos a una mujer tan superficial, tan estúpida e inocente, que no puede entender las profundidades del alma masculina. En Más allá del bien y del mal, el autor nos dice que “En la venganza y el amor, la mujer es más bárbara que el hombre.” [34] Y en sus fragmentos póstumos, encontramos: “Las mujeres son siempre menos civilizadas que los hombres: salvajes en lo más profundo de sus almas; viven en el estado como gatos en casa, siempre listas para saltar por la puerta o la ventana y volver a su elemento.” [35] Así, en el amor, en la venganza y en la sociedad civil, las mujeres no alcanzan la profundidad masculina de la civilización patriarcal. Ella siempre permanece más bárbara, más animal, menos humana que el hombre.
Sobre el problema de la superficialidad de las mujeres, en primer lugar, no debemos confundirlo con un problema de imbecilidad. Éste es más bien un problema de distancia entre los instintos, masculinos y femeninos, que son incomprensibles entre sí. Y, sobre todo, es un problema de falta de cultura y desarrollo de los instintos femeninos. Porque la profundidad de un cierto tipo de alma es algo que se elabora desde una posición dominante, soberana, que las mujeres no han tenido. Hay que tener en cuenta que en la época de Nietzsche, el desarrollo independiente de la mujer estaba mucho menos evolucionado que en la actualidad.
Pero para el filósofo, como explica en Humano, demasiado humano, esta carencia de cultura femenina no significa una falta de inteligencia femenina. Por el contrario, “La inteligencia de la mujer se manifiesta en forma de perfecto dominio, presencia de la mente, explotación de todas las ventajas. (…) las mujeres tienen comprensión, los hombres tienen sensibilidad y pasión.” Así, invirtiendo la distinción tradicional, él nos dice que las mujeres son aún más inteligentes que los hombres, haciendo de éstos los sensibles. Continuando, comenta: “Esto no está en contradicción con el hecho de que los hombres llevan su inteligencia mucho más lejos: sus impulsos son más profundos, más poderosos,”. Debido a que han tenido la posición dominante en la cultura patriarcal, han sido capaces, hasta ahora, de llevar todos sus instintos más lejos que las mujeres. Pero esto no significa que la profundidad del hombre sea más valiosa que la brillantez de la mujer. Ya que “los hombres buscan sobre todo un ser dotado de profundidad y alma, pero las mujeres un ser brillante, (…)”; cada sexo busca “el cumplimiento de sus propias cualidades”. [36] Así, Nietzsche nos dice que no se debe cultivar el alma femenina según la formación masculina profunda, sino que sus brillantes poderes femeninos deben ser criados según sus propias reglas, constituyendo sus propios ideales.
Ahora bien, en relación al problema de la falta de civilización de las mujeres, podemos entender que Nietzsche pensaba esto a partir de las mismas razones: una naturaleza masculina más cultivada en el patriarcado, una naturaleza femenina que aún queda por cultivar. Sin embargo, no hay que pensar que por esto el hombre representa un progreso mayor que la mujer, o un cierto nivel que ella debe llegar a alcanzar. En sus fragmentos póstumos, lo leemos decir: “¡No nos equivoquemos! El tiempo “progresa” – nos gustaría creer que todo lo que está en el tiempo “progresa” también, “avanza” … que la evolución es un paso adelante…”. Pero Nietzsche critica la idea de un tiempo y desarrollo lineal, marcado por el ascenso de formas de vida humanas cada vez más perfectas. En efecto, el autor critica constantemente nuestra civilización occidental, marcada por instintos ascéticos, en una sociedad decadente y nihilista que va en contra de la vida misma. Así, continúa: “La humanidad no avanza, ni siquiera existe… (…) El hombre no constituye un progreso en relación con el animal.” [37] De esta manera, si Nietzsche dijo antes que la mujer es menos civilizada, más salvaje y natural, esto no es estrictamente un reproche a su constitución. Son más bien comentarios a partir de la ventaja que la mujer tendría contra esta civilización decadente.
Ya que, aunque Nietzsche estaba antes del lado ‘enemigo’ de las mujeres (del lado de los fuertes, los nobles, los dominantes, los hombres), en esta guerra contra el nihilismo, él está con la vida, con la naturaleza y con los impulsos femeninos. Porque, como leemos en sus póstumos: “La mujer, más que el hombre, está más estrechamente ligada con la naturaleza y permanece similar a ella en todo lo esencial.” [38] Tal pertenencia a la naturaleza, siempre cambiante, siempre creativa, siempre salvaje, es de hecho su posibilidad de escapar al dominio del patriarcado. Pues, volviendo a su naturaleza originaria, la mujer puede desarrollarla de una forma distinta. Sobre este punto, en La gaya ciencia, en un aforismo titulado Vita femina, Nietzsche nos dice: “Pero quizás este es el encanto más poderoso de la vida: está cubierto con un velo tejido de oro, un velo de bellas posibilidades, que le da un atractivo prometedor, reticente, modesto, irónico, lastimoso, seductor. ¡Sí, la vida es mujer!”. [39]
NIETZSCHE CONTRA LA EMANCIPACIÓN FEMENINA
A lo largo de este ensayo, hemos visto cómo Nietzsche le dio a la mujer cierta superioridad en la lucha de los sexos: en términos de procreación, de su fuerza creativa, en su acercamiento a la naturaleza y a la vida misma. ¿Pero podemos llegar a pensar que Nietzsche abogó por una especie de liberación femenina? Para creerlo, ¿no deberíamos olvidar todas sus críticas explícitas a la emancipación de la mujer?
Pues este mismo autor nos dice, en su Ecce homo: “La emancipación de la mujer. Un síntoma notable del creciente debilitamiento de todos los instintos femeninos.” [40] Así, para la mujer, la emancipación va en contra del desarrollo de sus fuerzas femeninas. También en este libro nos dice: “Emancipación de la mujer” es el nombre que se da al odio instintivo de la mujer fracasada, es decir, incapaz de dar a luz, contraria a la mujer de una buena llegada.” Aquí, él opone la procreación a la emancipación de la mujer. Hace de esta liberación el producto del odio y del resentimiento. Continúa: “Levantándose, bajo el nombre de la ‘mujer en sí misma’, de la ‘mujer superior’, de la ‘mujer idealista’, estas mujeres tienden a bajar el nivel general de la mujer; (…)”. [41] De esta manera, no parece posible elevar el nivel de la mujer sin disminuirlo al mismo tiempo. Además, en Más allá del bien y del mal, Nietzsche nos dice “Mulier taceat de muliere”, [42] es decir, que la mujer se abstenga de hablar de la mujer. Entonces, si nosotras, como mujeres, no podemos luchar por nuestra emancipación ni elevar nuestro nombre sin rebajar nuestros instintos, si ni siquiera podemos expresarnos sobre nuestra condición de mujeres, ¿es posible para Nietzsche una especie de liberación femenina?
Nos gustaría decir que sí. Pero esto probablemente tendría que ser muy diferente de la emancipación masculina. Porque lo que Nietzsche ve a su alrededor es la emancipación igualitaria, liberal y fraternal de las mujeres. Es la que exige los mismos derechos, la misma educación que los hombres, la misma valorización de la mujer dentro del sistema patriarcal. Y, para él, esto no es una verdadera liberación femenina, sino una ‘masculinización de la mujer’. Porque la batalla que le interesa a Nietzsche, como ya hemos mencionado, no es la lucha política por un mejor lugar para las mujeres al interior del sistema dominante de valores masculinos, cristianos y ascéticos. Lo que le interesa es la superación de este sistema, de este tipo de humanidad, la transvaloración de sus valores. Y es en este sentido que le concierne la liberación y la superación de las mujeres. Es por esta razón que ve la emancipación del feminismo liberal como contraproducente. Ya que la mujer, al luchar por medios bélicos masculinos, devalúa su propio poder creativo femenino. Porque ella, idealizando la ‘mujer en sí misma’, continúa con el mito de una esencia femenina que, como hemos visto, tiende a definirla como débil y sumisa. Porque, hablando de la ‘verdad’ de la mujer —dentro de un lenguaje y de una ideología masculina— ella no podrá jamás liberarse.
Así es como Kofman nos dice, en relación con esta frase, “Cuando Nietzsche pide a las mujeres que guarden silencio sobre las mujeres, les pide que no sean cómplices de los hombres, metafísicos, de todos los dogmáticos que creen en la ‘verdad’.” Pues la idea misma de la verdad asume la esencia de la mujer, asume la fijeza de su naturaleza y la perpetuación de su condición. Por el contrario, para ella, “la mujer es, cuando no está corrompida por los hombres, escéptica. Sabe que no hay verdad y si se vela, es porque sabe que no tiene nada que ocultar.” [43] Así, la mujer, más cercana a la reproducción de la vida, a la creación artística y a la naturaleza siempre cambiante, sólo ella puede distanciarse y sospechar de cada palabra que pretende ser ‘su verdad’.
Pero si, entonces, para Nietzsche las mujeres no pueden luchar contra el patriarcado sobre la base de los derechos, los valores y las verdades masculinas, ¿qué formas le quedan para luchar? Como hemos visto a lo largo de este ensayo, la estrategia que Nietzsche propone es otra que la guerra bélica y la apropiación de las mujeres de la cultura masculina. Más bien, lo que nos propone como táctica es la justa, la batalla creativa entre los sexos. En esto, las mujeres todavía pueden decir “no” a la moral y a los valores patriarcales. Pueden romper con el estereotipo femenino de la mujer débil, dominada y servil. Pueden superarse a sí mismas, creando más allá de lo que son, dando luz a nuevos valores y levantando originales formas de vida, para continuar con la lucha. Para Nietzsche, el consejo es que, en lugar de buscar apropiarse de los instintos masculinos violentos, las mujeres pueden apoderarse de sus propios impulsos femeninos creativos.
¿Podemos entonces llegar a creer, partiendo del mismo Nietzsche, que las mujeres pueden eventualmente derrocar las fuerzas del patriarcado, cambiar la jerarquía de valores y liberarse a sí mismas de sus valores? A partir de nuestra interpretación de la ‘guerra perpetua de los sexos’ y de algunos escritos nietzscheanos, nos gustaría pensar que sí. Primero, porque en esta guerra, como en cualquier dialéctica, la actual jerarquía y posición dominante no puede ser eterna. Siempre hay reconfiguraciones e inversiones de las fuerzas. La posición masculina dominante deberá necesariamente pasar en algún momento a ser dominada. Las fuerzas femeninas oprimidas algún día tendrán que transformarse y convertirse en soberanas. Esta es una idea que Nietzsche imagina en un aforismo de La gaya ciencia, titulado ‘Las dominadoras de los amos’:
“Al escuchar a veces en el teatro una voz de viola profunda y poderosa, nos parece que el telón se levanta sobre posibilidades en las que no solemos creer: De repente creemos que en algún lugar del mundo podría existir una mujer con un alma sublime, heroica, real, capaz y preparada para las réplicas, para los propósitos, para los sacrificios grandiosos, capaz y preparada para dominar a los hombres porque lo mejor de los hombres parece haberse convertido en ellos, más allá de las diferencias de los sexos, en el ideal encarnado.” [44]
Esta es una posibilidad difícil de imaginar para él, pero que, de repente, lo convence. Las mujeres pueden llegar a ser tan valientes, épicas, extraordinarias, que lleguen al punto de dominar a sus amos. Pero esto dependerá de cómo vayan reconfigurando sus impulsos masculinos y femeninos en un ideal viviente. La cuestión de qué tipo de transformaciones tendrán que atravesar estas potencias, para alcanzar tal ideal, sigue abierta. Pero lo que Nietzsche nos dice sobre el futuro de la mujer es que estará “iluminada por las virtudes de un mundo que aún no existe”. [45]
En este ensayo, revisamos las principales acusaciones feministas contra Nietzsche. Al mismo tiempo, intentamos encontrar en estas mismas afirmaciones, contextualizadas en la obra nietzscheana y con la ayuda de Sarah Kofman, posibilidades feministas de subvertirlas. En este sentido, mostramos cómo Nietzsche tomó una posición machista en la ‘guerra perpetua entre los sexos’, pero también cómo, con esta misma declaración de guerra, abrió la posibilidad de una inversión de fuerzas por parte de las feministas. Leímos los horribles escritos misóginos de Nietzsche, para demostrar con Kofman cómo su filosofía podría al mismo tiempo ayudar a combatir la misoginia: con una crítica de la ‘esencia femenina’, con un examen de los diversos tipos de mujeres y con el reconocimiento de la dependencia de las teorías filosóficas en las relaciones personales encarnadas. Desplegamos la particularidad del sexismo nietzscheano, más centrado en la polaridad de los impulsos masculinos y femeninos que en la diferenciación binaria hombre/mujer, y aquí vimos cómo la procreación femenina podía convertirse en un arma de lucha. Revisamos sus escritos patriarcales, revirtiendo la superioridad de la civilización y la profundidad masculina por la preponderancia de la naturaleza y del esplendor femenino. Por último, examinamos las críticas de Nietzsche a la emancipación de la mujer, para mostrar cómo estos eran ataques a las estrategias masculinas, más que condenas propias a la liberación de la mujer.
El propósito de este ensayo no era en absoluto salvar a Nietzsche de todas estas acusaciones. Quisimos mostrar cómo, de hecho, la mayoría de ellas estaban bien fundamentados en sus escritos. Pero creemos que, en estas mismas declaraciones, Nietzsche hizo una revolución en el pensamiento filosófico patriarcal, abriendo nuevos caminos y posibilidades para el feminismo. Es cierto que su discurso no nos ayuda en la imprescindible lucha de las mujeres por la igualdad de derechos, que ha sido la base y el principal medio para el desarrollo del feminismo. Sin educación, sin vida política, sin trabajo productivo, las mujeres no habríamos alcanzado el punto en el que nos encontramos hoy. Y sin la continuación de estas luchas, la opresión hacia las mujeres no podrá nunca llegar a un fin. El pensamiento de Nietzsche no nos ayuda en estas batallas. Aquí, en efecto, él es un gran enemigo.
Sin embargo, pensamos que el trasladar la guerra política entre los sexos a un campo de luchas de valores, de caracteres e impulsos puede resultarnos muy fructífero para nuestro movimiento feminista. De hecho, este desplazamiento ya ha sido retomado por Sarah Kofman, en su interpretación del parto filosófico y su crítica de la esencia femenina. Abrió la teoría de género de la diferencia sexual, donde Luce Irigaray fue capaz de reconocer cierta feminidad fluida e infinita, en contraposición a una masculinidad rígida y finita, sin esencializar ninguna de las dos. También hizo posible el nacimiento de cierto pensamiento ecofeminista, como el de María Mies y Vandana Shiva, quienes vinculaban la opresión patriarcal contra las mujeres y sus capacidades reproductivas con la explotación de la tierra, la naturaleza y la vida. Su propuesta de una transvaloración de todos los valores fue fundamental para la crítica marxista de Silvia Federicci, quien cuestionaba la diferencia de valores entre el trabajo productivo y el reproductivo. Su pensamiento emancipador fue clave para feministas como Carla Luonzi, quien propuso la génesis de una nueva subjetividad femenina, a partir del poder creativo femenino. Por lo tanto, a pesar de que Nietzsche representó uno de los mayores antagonistas del feminismo, también fue y puede seguir siendo uno de sus grandes precursores.
Notas:
[1] Nietzsche, F. Ainsi parlait Zarathoustra. Librairie Générale Française (1983), p. 87
[2] Nietzsche, F. Masculin, féminin, « Présentation et choix de textes de Didier Raymond ». Editions du Rocher (1990), p. 84
[3] Ibid., p. 93
[4] Héraclite. Fragments. Presses universitaires de France, 1986, p. 441
[5] Nietzsche, F. La naissance de la tragédie ou Hellénisme et pessimisme. Bouquins (1993), p. 202
[6] Nietzsche, F. La généalogie de la morale. Librairie Générale Française (2000), p. 155
[7] Nietzsche, F. Masculine, féminine, Op. Cit., p. 63
[8] Kofman, S. Explosion II. Gallilée (1992),p. 64
[9] Nietzsche, F. Masculine, féminine, Op. Cit., p. 57
[10] Nietzsche, F. Le gai savoir. Gallimard (1982), p. 42
[11] Nietzsche, F. Ainsi parlait Zarathoustra, Op. Cit., p.
[12] Nietzsche, F. Gai Savoir, Op. Cit., p. 270
[13] Ibid., p. 100
[14] Nietzsche, F. La généalogie de la morale, p. 155
[15] Nietzsche, F. Masculin, féminin, Op. Cit., p. 71
[16] Kofman, S. Explosion II, Op. Cit., p. 58
[17] Nietzsche, F. Ainsi parlait Zarathoustra, Op. Cit., p. 52
[18] Kofman, S. Explosion II, Op. Cit., p. 71
[19] Ibid., p. 68
[20] Ibid., p. 208
[21] Nietzsche, F. Ainsi parlait Zarathoustra, Op. Cit., p. 254
[22] Nietzsche, F. Masculin, féminin, Op. Cit., p. 145
[23] Nietzsche, F. Généalogie de la morale, Op. Cit., p. 88
[24] Kofman, S. Explosion I. Gallilée (1992),p. 25
[25] Nietzsche, F. Ainsi parlait Zarathoustra, Op. Cit., p. 108
[26] Ibid., p. 119
[27] Nietzsche, F. Généalogie de la morale, Op. Cit., p. 200
[28] Ibid., p. 149
[29] Nietzsche, F. Ainsi parlait Zarathoustra, Op. Cit., p. 89
[30] Ibid, p. 23
[31] Kofman, S. Explosion II, Op. Cit., p. 287
[32] Ibid., p. 68
[33] Nietzsche, F. Ainsi parlait Zarathoustra, Op. Cit., p. 86
[34] Nietzsche, F. Par-delà bien et mal, GF Flammarion (2000), p. 130
[35] Nietzsche, F. Masculin, féminin, Op. Cit., p. 151
[36] Ibid., p. 121
[37] Nietzsche, F. Œuvres philosophiques complètes XIV : Fragments posthumes Début 1888 – Début Janvier 1889. Gallimard (1977), p. 77
[38] Nietzsche, F. Masculin, féminin, Op. Cit., p. 151
[39] Nietzsche, F. Gai Savoir, Op. Cit., p. 231
[40] Nietzsche, F. Masculin, féminin. Op. Cit., p. 75
[41] Ibid., p. 66
[42] Nietzsche, Par-delà bien et mal, Op.Cit., p.209
[43] Kofman, S. La question des femmes : une impasse pour les philosophes. En : Les Cahiers du GRIF, n°46, (1992), p. 6
[44] Nietzsche, F. Le gai savoir, Op. Cit., p. 101
[45] Nietzsche, F. Ainsi parlait Zarathoustra. Op. Cit., p. 85
4 comentarios
Las frases misóginas de Nietzsche se aprecian a lo largo de su obra de forma coherente y categórica.
Si bien aquí se reconoce el marcado componente machista de su pensamiento y se citan sus frases más polémicas al respecto, creo que el ensayo resulta demasiado benevolente e injusto al concluir que en su misoginia es posible extraer un benéfico componente emancipador.
«Por lo tanto, a pesar de que Nietzsche representó uno de los mayores antagonistas del feminismo, también fue y puede seguir siendo uno de sus grandes precursores».
¿No cree que una conclusión así es una evidente violación al más elemental principio de no contradicción?
¿Por qué buscar y forzar un impulso motor favorable en quien fue, tal como usted señala, un antagonista a la emancipación femenina?
No resulta posible extrapolar el ideal de Übermensch y la subversión de valores Nietzscheana a casi cualquier aspiración, a la manera de una filosofía de autoayuda que resulta ad hoc a quien quiera que la lea, ya que el ideal de Nietzsche siempre fue restaurar los valores de la clase aristocrática, perdidos según él, cuando la clase dominante se sometió a la moral de los esclavos y débiles.
Como breve comparación ejemplificadora: ¿Por qué buscar un precursor en Nietzsche, cuando, mientras él en 1885 escribía su «Así habló Zaratustra» (con sus consabidas frases misóginas), el filósofo y político John Stuart Milt ya había solicitado en el parlamento británico el voto femenino en 1886, luego de varios ensayos previos en favor del movimiento feminista?
Me parece que no entendiste sus libros. Nietzsche admiraba a las mujeres. Te recomiendo leerlos de nuevo pero en otro enfoque, ya que tú los leíste buscando machismo y lo encontraste. A parte has hecho citas fuera de contexto durante todo este innecesariamente largo texto.
Me dio mucho gusto leer este texto por la polémica que tiene detrás, en medio y por delante. Nietzsche no es para todos y es para todos, como su Así Hablaba Zaratustra. Hay que tener oídos nuevos para música nueva. La labor de exégesis no es de un ratito, ni a dos clicks de distancia.
AbraZEUS por lo granDIOSo 🙏🏻😁