Para mi otra primavera - Carcaj.cl
03 de noviembre 2018

Para mi otra primavera

I

 

YA QUE NO PUEDO PINTAR

(DESEOS DE SER UN HÉROE)

 

1

Qué sueños tuve de ti, Manuel Rodríguez.

De tu tumba inabarcable, de tus nefandas elucubraciones.

De tus vestuarios de dama perdida o de monja, creo,

para seguir tu embiste guerrillero. Sueños de despierto,

que en las noches aún sueño con princesas y con ángeles

en volcanes que aún no conocí.

 

Y ahora, con el café de la mañana, se hace todo confuso, Manuel,

tus sueños me recuerdan al de Juan de la Cruz.

Es de noche y no hay comunión espiritual para ninguno de los tres.

No hay patrias bajo mar, sobre tierra, en los aires.

No hay siquiera nubes ya en el cielo destemplado.

 

Qué sueños tuve yo de ti, queridamía.

Alunicé frecuentemente, oficialmente descomulgado,

vestido de lo que fuera, mendigando a cuanta criatura celestial falsamente me ofreciera.

Se me parecen los sueños.

 

Qué sueños tuve, para despertar sudando, para despertar solo,

débil, lejos de todo precario heroísmo.

 

2

Yo quise ser un héroe, como el niño al que mandan por primera vez a comprar el pan al boliche o la niña que se despierta para una para un día más de sol y sonríe con sus dientes inmaculados talvez que buenanuevas;

Quise ser un héroe para honrar a aitata y birraitata y hasta a David Bowie, y pasear por las calles recibiendo la gratitud de niñas y niños y hasta de la ancianas más pernoctadas y de los viejastros más sobrevividos también —

Hoy me basta resucitar de a poco.

 

Porque quise tu amor nada más, — y hoy no soy nada;

Si en la decepción de mi andar anímico cupiera la de un jamón colgando del techo de la despensa me sentiría en la gloria —

No fui un héroe, excusez-moi, mon amour.

 

3

Soñaba, en definitiva, con ser algo más que un paño de lágrimas o un pozo para la angustia,

y en esos sueños alcanzaba fácilmente el cielo de los cínicos,

y me pasaba un buen rato entre héroes hablando —

Y eso que por las mañanas me va bien, son las tardes, mi amor;

son las tardes en que hasta lloro y me enjugo las lágrimas y queda la nada de héroe en mí y no me da pensar que algún día, algún día

construiré un puente colgante sobre esa Rías café de lágrimas, de derecha a izquierda o viceversa, para conocer mi heroicidad vespertina — Sueño matinal.

 

Oh, eguzki nerea, te lo ruego.

Oh, eguzki, brilla sobre nuestras buruak.

Oh, eguzki, un último favor y te dejo tranquilo.

 

4

INTENTO DE SER YO MISMO UNE ULTIME FOIS, MALADAE OU NON. JE MÊME, AVEC TOUTES MES DOLEURS. HÉROÏQUE… QUI VIENT?

Deseo de levantarme una vez más como no pueden las hojas caídas del otoño en que ella partió;

De ser piel de azufre, o de cobalto como el cielo, de siena tostada como la tierra, amarilla como a veces se ve la luna, rojisangre como el último rallo del sol, negra y azulada como la noche de los amantes.

Pero eso, o ya está escrito o no cabe decirlo, o es que, en rigor, no me interesa tanto como
para perseverar en el escrito;

Deseo, al fin, solo de ser yo mismo—otro intento, con todas las lágrimas que ya ni me brotan
y las sonrisas que se me hacen pocas, —

y de tenerte aquí una vez más, pero eso es como pedirle a la hoja roja que se levante;

deseo de soñarte, de llorarte menos.

 

II

 

SOBREESCRITOS

Y OTROS SUEÑOS DE LA ESTACIÓN DE LA MUERTE

 

1

OTRA PRIMAVERA. Los pájaros coquetean. Cigarros. Fumar infinitamente. El gris, lejos de irse. Por las mañanas. Quiero ver a mis abuelos muertos en sendas primaveras, años atrás, que circulan en torno a mi gran cabeza,

como el propio humo hecho volutas o los zorzales y palomas que se llevan los jirones de mi corazón.

Voluntad gris. Como la mañana. Como el humo. Fumar. Recuérdame dónde está el sol. La extraño.

 

SUEÑO con montañas y nieve a veces, de eso me acuerdo. Y con ella, sueño. Despertar hastiado,

Recorrer las desganas del

día con ojo de vaca.

 

2

IT’S JUST A SHADOW…

 

Mira la sombra que persigo. Entre árboles, sobre mis flores esparcidas en el suelo. Persigo la sombra. Te pido (ya no sé a quién) le eches un ojo, con solicitud muda, — de alcance que no pasa de mis labios. Sé que no hay rejas más allá del gris de cielo. La sombra que persigo. Los recados que quisiera darle. Sueño con la sombra. Despierto con su dicción en los dedos.

 

… PRINCESA DE OTRA PRIMAVERA. El zorzal que se nos paraba en la ventana esa otra primavera. Y no despertaba con espectáculo de trinos y revoloteo de alas. Iba de un lado a otro, el pajarito, como mi mano ahora (aunque más lenta) por las cuadrículas de un cuaderno viejo,

en que enclavo la pena

parcial que me embarga.

 

… JUST MY SHADOW…

 

La mañana. Fría aún. El cenicero. Trinos tronan mi cabeza. De a poco. El pajarerío invade mis dedos. Se cuela una vez más en el poema. Solo mi sombra. Sola. Mi querida, mi odiada sombra. Sabré algún día cómo pillarla.

 

… YOU’RE SEEIN’…

 

Me achacan diversos sectores de la cabeza. Del cuerpo más bien. Siento algo en la zona del bazo, lo juraría. Escribo en piyamas.

El sol está en lo alto pero qué va. El día no me llama. Le hago el quite a la obligación de pararme de la silla e ir a saludar al astro rey.

Lo sé amarillo, lo sé esplendente en el mediodía de Santiago. Conozco los cielos azules. Y me afectan los recuerdos que siempre me trae.

Si dormir pudiera otra tanda, y sacarme al día de la cabeza. Si tuviera un parrón, pienso, y me echara la mañana ahí hasta el anuncio del gran mediodía.

Si, anunciado ya, pudiera yo contemplar el mecerse de los álamos. Caminar un poco. Ver las montañas verdes.

Correr al ritmo del no hacer nacer nada. Respirar. Ser simplemente una sombra, a vista y paciencia tuyas.

Las tareas achacan. Los dedos se me mueven lento.

Soy la sombra, una sombra anhelante. De nada.

 

… THAT HE’S CHASIN’

 

El cansancio ya no me maravilla, ensuelado en mis pies, sin nadie que ver. Beso la flor del olvido del jardín de mi ama. Es fresca.

El cansancio o las ganas de salir de nuevo. Una pieza muy oscura, en que las sombras se tocan por vez última.

La pieza en que di por encerrarme, después de la última vez que te vi, de modo que nadie pudiera cazar mi sombra, ni beber del pozo agrietado de mis lágrimas.

 

Talvez, si alguien me llevara algún lugar distinto, algún héroe;

algún lugar de horizonte dorado, de arrebol sangrado, un lugar para ver morir al sol;

talvez así vivir quisiera con la energía del que caza las sombras por la mañana y es cazado por las sombras de la trastarde.

Pero no hay quién. No hay quien venga pandero en mano a enseñarme todo ese misterio.

 

Soñé con héroes y con la raíz de mi fracaso.

Soñé con mi enfermedad y vencerla, como diría Zaratustra, creo, una victoria mayúscula.

Soñé con la adormidera, con mis labios refrescados y la mente limpia.

Con volcanes nevados que no conocí y que visitaba con ella.

Con héroes de a caballo o en vehículos militares. Héroes de páginas de libros, discos o recuerdos familiares.

Y levantarme, como no pueden las hojas caídas de la dulce estación enrojecida.

 

III

 

SONETO BAJO LAS MONTAÑAS DE PIEL AMANECIDA

 

Hacer la guerra a otros corazones en nombre de esa que perdí en lunes sucesivos, meses atrás,

rogar por el costado abierto de mi alma, el lado ciego de las premisas del Señor,

hacer la guerra al ángel caído de su cuerpo, al ángel caído en mi pecho,

recorrer nuevas montañas. Saludar al sol.

Rogar porque el poema no parezca una oración, asestar un disparo en la nuca del Ángel—

olvidar que ya murió, que mi fusil no tuvo arte ni parte en el asunto.

Olvidar cada palabra que la escribiste,

hacer la guerra a mi roto corazón.

 

Llorar solo los domingos porque los mirlos parten los zorzales ya no cantan de hastiados los tiuques se quebraron los picos escarbando desechos y el Señor no está aquí para ayudarme. Cayó con su Ángel.

No pedir perdón. Ya rogué demasiado.

Estar ciego. Ciego de los rayos del astro que se levanta esta mañana mía.

 

Hacer la guerra por los meses perdidos por el afán de un porvenir largo y hermoso.

Conocer nuevas mejillas y desconocer las pasadas. Jugar al esperpento con las propias cicatrices.

Escribir una cancioncilla y empezar de nuevo. Saludar al ojo del cielo. Él no envidia heridas cerradas ni abiertas.

 

Por Camilo González Villanueva

Santiago, octubre de 2018

Camilo González Villanueva (Santiago, 1987) es licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales y Literatura Hispánica por la Universidad de Chile. Ha publicado poemas en revistas electrónicas.

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