Preguntar por la crítica literaria: no por afán normativo, sino para poner en cuestión determinados flujos dentro de un campo (el campo literario) en la variopinta y a ratos obtusa relación de las escrituras a las lecturas.
Pero, antes, ¿Qué es una (la) crítica? ¿Crítica para quién? ¿Qué viene primero, la crisis o la crítica? Preguntas tanto más acuciantes en la medida en que si en algún momento ha habido una relación estrecha entre crisis y crítica, hoy la crisis es la crítica misma. La crítica en crisis: la domesticación universitaria de la crítica transforma muchas veces la crítica en una disciplina de saber absoluto, con sus propias técnicas al servicio de una erudición vacía. Si la relación entre crítica y crisis está en la palabra griega que designa el separar, hoy se requiere del acto crítico que pueda romper con la realidad en crisis.
¿Pero qué decimos realmente cuando decimos la crítica en crisis? No la crisis de un género, ciertamente –el ya gastado tira y afloja de pretensiones y resentimientos entre críticos y escritores, por apuntar a algo banal-, sino la generificación misma de la potencia de la crítica. Si con la Ilustración la idea de la crítica subió a la palestra como arma del progreso y órgano de la crisis que refundaría el orden político y moral occidental, podemos concluir con facilidad que el uso de esta arma fue estrictamente funcional, y que no siendo entonces el arma parte de la estrategia, la prosecusión del destino crítico sólo fue posible como literatura. Así por ejemplo lo señala Nietzsche: la incapacidad de la crítica de producir efectos reales sobre la vida y la acción, la monopolización de la respuesta a las obras y acciones contempráneas bajo la forma de simples críticas, la acumulación de críticas sobre más críticas antes de la completa desparación de estas en el olvido y la nulidad; todo ello sólo revela de la debilidad de la personalidad moderna, su impotencia[1]. La crítica es la crisis entonces: la rotura que la despoja de su potencia de producir una rotura real.
¿Pero por qué decimos de la inefectividad de este lenguaje que es Literatura (típica afirmación de que La Realidad = la-cuestión-concreta + el-resto-es-literatura)? Resulta aquí que la crítica literaria, que busca darle su contexto real a aquello que separa de sí misma como su objeto, La Literatura, parece constantemente querer afirmarse, ya sea desde las tribunas de los periodicos o las torres de marfil de la academia, como el espacio de discusión real de aquello que, sin ella, solo existiría como literatura. ¿Qué hay de la crítica como literatura entonces? Preguntamos. Y, ¿dónde queda la posibilidad del desborde de lo literario? ¿Del desborde crítico? ¿De donde viene la crisis que haga estallar lo crítico?
El diagnóstico viene entonces sólo para producir, profundizar la insistencia: preguntamos por la crítica para invocar la crisis; preguntamos por la crítica literaria para interpelar las categorías del lenguaje que buscan condenarnos al mundo de la representación, el gusto o la información. Preguntamos por provocar. Llamar a la crisis por venir.
Cuando el crítico despertó, la crisis seguía allí.
¿Vigilando el sueño del crítico, quizás?
¿O esperando a que despertara?
Así, damos el lugar a estos textos que pondrán a circular estos problemas. La relación entre crisis y crítica se deja traslucir en la carta de Benjamín aquí traducida por Felipe Kong: la crítica no debe entenderse como destrucción, sino como exposición y descomposición, en plena consonancia con la luz. El lugar problemático de la crítica literaria entre escritura y lector es a su vez profundizada por Martín Cinzano, mientras Grinor Rojo nos da cuenta de una reflexión entre las etiquetas de “estudios literarios” y “crítica literaria”.
En esta edición:
Grínor Rojo – Ciencia vs. crítica literaria: una falsa oposición.
Martín Cinzano – Parcial historieta apasionada de la crítica literaria.
Felipe Kong – Walter Benjamin. Carta a Belmore sobre la crítica.
[1] Nietzsche, Sobre la utilidad y los prejuicios de la historia para la vida, Parágrafo 5.