Reinos - Carcaj.cl

Foto: Bill Perlmutter

08 de marzo 2022

Reinos

por Balentina Madrid

Un pololo que tuve era un entusiasta de las novedades literarias. Se dejaba llevar por la portada y por una que otra furia, feria o cuneta. No era un gusto pretencioso, parecía genuino. El ejercicio de andar por la calle y comprar el libro que tenía ilustraciones depuradas o paletas de colores bien logradas, con un nombre pequeño. Entre esas adquisiciones apareció “Reinos” de Romina Reyes. Una portada lúgubre y canina, rojinegra, con un nombre grande. Me gustan los nombres grandes. No me dejó hojearlo, y eso, lo engrandeció más (al libro, claramente).

“Reinos” llegó a él por manos de otra mujer. Lo supe cuando, en medio de una ducha solitaria, asalté el estante. Busqué el relato más breve. No había. Terminé tomando prestado “Terriers”, de Constanza Gutiérrez. En la portada aparecía un perro melancólico, en medio de un atardecer rosa y azulino. El interior es similar, con relatos dulces como “Marrón glasé” y terribles como “Chiquita linda”, donde el baile y el viaje siempre transitan al borde de la fragilidad, no propia, sino exterior. Historias magnas, pienso, en ojos infantes. Narradoras profundas, de apariencia ingenua y de actuar fuerte. Amigas, hermanas, hijas, amantes, a veces.

Esos personajes también aparecen (o podrían hacerlo perfectamente) en “Qué vergüenza”, de Paulina Flores. Antología de cuentos, con una portada que lleva por título la expresión de un padre cesante, que no sabe ser más allá de ese adjetivo. Simona, su hija, ha encontrado un aviso en el diario: una agencia de publicidad lo espera. Caminan por Santiago, junto a Pía, a pata, a cuestas. Llegan. El fotógrafo desea sus rostros, los inocentes. Qué vergüenza. Simona ha fallado, piensa. La voz de hija mayor silencia a la menor. No habrá papas fritas, sí padre. Las pérdidas también son eso, comprender más de la cuenta, pasar del narrador niñe al narrador adolescente. También habrá perros, adelanto. “Laika” es uno de los nueve relatos.

En “Paisajes (No habrá muerte. Aquí terminará el cuento)” de Macarena Araya Lira no hay perros y el padre aparece como un paisaje eriazo. Un vacío letrado y concreto, un silencio:  IIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII. El libro de Macarena es una autoficción, una autoficción preciosa y terrible. Un cúmulo de paisajes: “Barcelona”, “Los suburbios”, “Ovalle” y más, acompañados de citas entre paréntesis que caerán como la rueda de la fortuna de su portada. Mampato, la plaza y Uruguay, escenarios con relaciones a distancia, peleas de vecinos, trabajos de mierda y amor. “Uruguay” también comienza con un hombre, José. Luego se tratará de lo importante, su madre. Y aquí terminará el cuento, nos dice. Aquí terminará el cuento. Luego solo le queda espacio a la crónica. 

Cuando nos separamos me compré “Reinos”. Lo leí. No recuerdo nada, tendré que volver a hacerlo. Solo retengo una dedicatoria simbólica y críptica, y a la mujer que me condujo por un camino de perros luminosos y tristes. También al hombre que ocultó en su estante, por pudor, a la lectora aguda. 

Me gusta leer nombres como Romina, Constanza, Macarena y Paulina, también Arelis, Valentina y Daniela, escritoras que forman parte de una generación que escarba en historias pequeñas, para narrar reinos completos. La calle, el living, la cuneta, la casa de los primos, los paseos a la playa, el mundo de los padres, la soledad del recreo, el mar.

V(B)alentina Madrid Stuardo. Licenciada en Letras Hispánicas y Profesora de Lenguaje. Actualmente enseño en Enseñanza media, enfocándome en el análisis crítico del discurso, el desarrollo de la escritura creativa y la promoción/diversificación de la lectura.

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