[Reseña:] AURÉLIA LASSAQUE - DE MEMORIA PROFANA - Carcaj.cl
03 de mayo 2020

[Reseña:] AURÉLIA LASSAQUE – DE MEMORIA PROFANA

por Pablo Fante

Las siguientes líneas provienen de la presentación de esta traducción que realicé de la obra de Aurélia Lassaque con Libros del Pez Espiral, en el marco del Festival Internacional de Poesía de Santiago de 2019 (FIP Santiago 2019). El libro se publicó gracias a un fondo del Instituto Francés en Chile, quien además permitió que Aurélia Lassaque estuviera presente. En la publicación además participaron Rodrigo Hidalgo como corrector de pruebas, y el poeta cubano Víctor Rodríguez Núñez como prologuista, con un texto esclarecedor y comprometido.

Cuando me hablaron por primera vez de Aurélia Lassaque, en una reunión con Javier Llaxacondor (director del FIP) y el equipo del Instituto Francés, sentí una enorme curiosidad. Una poeta occitana. La lengua de los trovadores. Hay que de qué soñar despierto. Una poeta que proviene de la región de los cátaros, la Occitanía o País de Oc. Durante el año que pasé en Toulouse, en pleno Languedoc, me llamaba la atención la presencia subterránea pero persistente del occitano. Cabe recordar que la República Francesa, desde el siglo XIX y durante el siglo XX, aplicó políticas estatales para favorecer el francés como lengua nacional por sobre otras lenguas regionales. Tras años de esta lógica centralista, durante el siglo XXI el occitano ha ido recobrando un cierto espacio público, aunque sigue estando expuesto al Estado central.

Aurélia Lassaque proviene de este contexto lingüístico y es una protagonista de la persistencia y florecimiento del occitano en el contexto francófono. De hecho, escribe en occitano y francés simultáneamente, en un procedimiento creativo en que una lengua enriquece a la otra, sin que el lector pueda saber a ciencia cierta cuál vino primero y en qué lengua madre nacieron los versos. A diferencia de una traducción (en que se va de una lengua a otra en un solo sentido), aquí la poesía nace en dos lenguas unidas, revueltas, que se tocan y distienden. Por lo mismo, Aurélia Lassaque publica sus poemas en versiones bilingües, como algunos poetas mapuches en Chile. Este gesto tiene un contenido político de reivindicación lingüística del biculturalismo de la autora como forma válida de expresión poética. Un poema puede tener dos hogares, dos culturas, dos lenguas, que conviven en armonía y ganan con su unión.

Al realizar esta traducción, tomé en cuenta la ambivalencia lingüística. Traduje del francés consultando siempre el texto occitano, que por lo general me entregó claves de lectura. Además, tuve la suerte de poder cotejar mi traducción con la autora, que releyó todo con lujo de detalle y me ayudó a lograr una traducción fiel al original, tanto a nivel de significados como de musicalidad.

El lector que abra el libro descubrirá primero que se trata de dos poemarios. Por ser más preciso, son los dos poemarios publicados actualmente por Aurélia Lassaque: Para que canten las salamandras (de 2013) y En busca de un rostro (de 2017). Para darle un título unitario a la traducción al español, un título nuevo para el conjunto, busqué dentro de estos dos poemarios algún verso que me pareciera revelador del todo. Le propuse diferentes opciones a Aurélia, y finalmente a ambos nos resultó evidente que debía llamarse De memoria profana.

Me gustaría citar dos versos completos de donde se extrajo este título: «Todo esto viene de memoria profana / los poetas reinventaron todo». Los poetas inventaron el mundo al plasmar los mitos en versos, en un ritmo melodioso que poblaba las memorias y los relatos orales antes de ser fijado por escrito. Los poetas son forjadores de mitos y creadores de realidad. En ese sentido, Aurélia nos dice también: «cuando el poeta murió / diez otros tomaron su lugar y reescribieron la historia». La Historia (con H mayúscula) y las historias (los relatos, los mitos, las leyendas) se reescriben permanentemente, según cada persona que las vuelve a contar. Pensando en el rol creador del poeta, recuerdo además los famosos versos de Huidobro que aparecen en la página principal del FIP Santiago este año: «Solo para nosotros / Viven todas las cosas bajo el sol / El poeta es un pequeño Dios». La poesía de Aurélia está escrita desde esta Memoria profana que se reinventa en un nuevo relato de los mitos.

Dentro de esta tradición, cabe destacar que Aurélia suele recitar y cantar su obra de memoria, como los aedos. Sus presentaciones en vivo llevan el libro escrito de vuelta a la oralidad, al universo de los primeros poetas deambuladores, en un contexto profano.

En ese sentido, y como bien señala en su prólogo Víctor Rodríguez Núñez, la obra de Aurélia Lassaque está escrita desde un contacto con la naturaleza y universos que escapan a todas las lógicas devastadoras de la sociedad capitalista actual. Los poemas se desarrollan fuera del consumo descontrolado y la acumulación de desechos químicos, en un mundo pre-urbano, donde «Los hombres, entre hombres, recobran su naturaleza.»

Así, el poemario Para que canten las salamandras (2013) arranca sumiéndonos en el ambiente pagano de la fiesta de San Juan, cuando en Europa se celebra el solsticio de verano y se suelen encender fogatas nocturnas para fortalecer al sol:«Los tímpanos arden al pie de la hoguera, / la sangre gotea en los cuerpos / y la respiración se vuelve ruidosa. // Las campanas aturdidas / desgarran el aire en suspenso / cuando la noche inunda las calles.»

En el contexto de la fiesta nocturna y estival, donde la fértil naturaleza impone su ritmo profano, reina la sensualidad de los cuerpos: «La bella baila sola por los caminos / para las estrellas y los animales salvajes. / Con las manos suspendidas en el aire / deja que el viento la visite.» En la noche de San Juan «El fuego desgarra los corpiños». Los cuerpos se mezclan en una fiesta de libertad moral en que, sobre todo, el hombre celebra el renacimiento del sol (que es el verano). Es decir, en un ambiente pagano de comunión con los ciclos de la naturaleza.

En el segundo poemario de Aurélia Lassaque, En busca de un rostro (2017), este viaje regresivo a la naturaleza se desarrolla de la mano del mito de Ulises y Penélope. Aunque también podríamos decir Penélope y Ulises, porque Penélope tiene un rol central. Ambos personajes míticos dialogan uno tras otro, revelando su visión personal de la separación, desplegando sus recuerdos, su memoria profana de su propia vida.

Ulises centra su relato en la errancia. Errancia que implica el deseo de viajar lejos al sinsentido de la guerra: «quiero la espada y un suave corte donde meter mi carne tiesa». Pero el viaje de Ulises también está dominado por el deseo de volver y encontrarse a sí mismo a pesar de que los años nos cambian y destrozan: «¿no sabes que hasta el alma más salvaje / necesita un refugio?». Finalmente, Ulises se cruza consigo mismo, su doble, pero envejecido, que tiende la nuca para ser acabado por el Ulises joven, intrépido y guerrero. Esta imagen revela plenamente la posición de inconsciencia en que Aurélia Lassaque sitúa a Ulises: el héroe hace caso omiso de su condición mortal y de la erosión del tiempo.

Penélope por su parte está inmóvil, clavada por el mito en un mismo lugar, a la espera, invadida por los recuerdos y la interpretación de estos recuerdos. Penélope se exclama al inicio del libro: «No hay territorio más vasto que mi memoria». Mientras observa con desesperación el envejecimiento de su cuerpo (es decir, que se va transformando, que ya no es la misma que cuando Ulises estaba presente, que ya no será la misma si él regresa), por la memoria de Penélope desfilan los diferentes rostros de Ulises, deformados por los años, el olvido y la añoranza: «ese hombre que […] usa todas las máscaras / ese hombre que llaman Ulises». Penélope se siente perdida en un laberinto de arena, donde «Cada mañana hay que empezar todo de nuevo», porque los recuerdos se derrumban ante las olas del tiempo. Y por eso Penélope se exclama: «Ulises / tu / nombre / es / una / blasfemia // y tu amor un dios del exilio».

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