San Cristián Warnken - Carcaj.cl

Ilustración: "Asta su abuelo" (detalle), serie Caprichos, de Francisco de Goya

25 de enero 2021

San Cristián Warnken

por Diego Armijo Otárola

Tú, sobrino de poeta. Mala sobra.

Quédate atento a nuestros afligidos dolores.

Escucha los lamentos encerrados en las comunas rechazadas.

Pues, eres tú San Cristián Warnken,

mártir de las bellas letras chilenas,

él único capaz de explicar la realidad que nos conmueve.

Quise alejar mi lenguaje de expresiones directas, pero populares, pues frente a sujetos de tu perfil, hay que ser refinado, y no parecer «roto», «muerto de hambre».

Digo, como para estar de tú a tú.

Para que no pregunten «y ese, ¿quién es?», como el otro Merino.

Distrayendo la cuestión al título nobiliario.

Pero es tan difícil contigo. Se me escapa la lengua que he mordido, para no saltar e injuriarte.

Decir: la media perso que te gastai.

Doloroso te pones frente a la circunstancia de que uno de tus «lugares sagrados» baje la cortina.

Que lamento, de verdad, por los trabajadores, pienso.

Pero tú, belleza del pensar, por favor, piensa un poco.

Te pagan por eso.

Te pagan bien. Te pagan para hacer entrevistas. Icare.

Para ser, he escrito, el megáfono de la ultra-derecha chilena.

Ni te arrugas. Estás tan cerquita del poder. Si hasta te premian por tu labor comunicativa.

Onda, Doña Lengua te premia. Pero está bien. Entre cuicos se lamen.

Si debes de justificar tu «trabajo» al hablar con Jaime Mañalich —el orgulloso criminal—, Juan Sutil —el flojo empresario—, Carlos Peña —rector de la Universidad Jaime Guzmán—, Javiera Parada —amante de violadores de los derechos humanos—, Ignacio Briones —indolente monedita de oro—, Ricardo Lagos —privatizador—, Evelyn Matthei —negadora pinochetista—, Víctor Pérez —cadáver andante—, Enrique Paris —diminuto cascarrabias—, Pepe Auth —amarillo crepúsculo— y Sebastián Piñera  —ladrón, asesino, violador de derechos humanos.

Quizá hasta de poeta lo consideres.

Total, filtración de pasillo, Piñera al aparecer el virus lo nombró San Covid.

San Covid.

Reza por nosotros escritores.

Para que doña Consuelo ilumine su andar.

El arte no se crea en rascacielos de Las Condes.

Danos consuelo.

Sin descontar la charla con otros elementos fuera del campo de la reacción fascista.

Eres el amante fascista.

Pero estás cómodo. Eso va en tu traje de clase.

Mientras afuera de tu oficina con vista a los cerros con nieve, nada parece doler, tú estás tranquilo.

No importa que al nieto de Enrique Lihn —tu tío, el poeta con el que tanto haz vampirizado—, lo hayan, durante la revuelta popular, golpeado los pacos.

No. Porque hay que tener diálogo, dices.

Denuncias la violencia en otros ámbitos. Pero cuando está tan cerquita.

La pose de indolente.

¿Qué diría el poeta de El paseo Ahumada?

No creo que se pondría a comer chocolates con los que dieron las órdenes.

Pero así eres tú. Poeta de título, hedor a Rivas, sin importancia.

Tú. Cómodo.

No te importa que la indolencia del gobierno criminal se exprese, una vez más, en la muerte de los pobres.

No. Porque hay que tener diálogo, dices.

No importa. Viajen a Miami. No compren zapatillas.

Encerrado en tu jardín, oye, santito.

Los pajaritos cantan, pero tú no los entiendes.

Te dicen que mires por la ventana.

Te des cuenta de la realidad.

Nada te va a proteger de la ciudad de la furia ni la funa.

Pero vuelvo.

Te entristece que tus lugares desaparezcan.

Un restaurante.

Y culpas, como esos periodistas idiotas, de todo a la revuelta, sumada a la pandemia.

Nunca al gobierno que teje los hilos de la injusticia.

No po. La próxima semana entrevistas a otros fascistas y debes guardar compostura.

Nunca los criticarías. Total, vecinos tuyos, el humo de sus asados llega a tu patio con pajaritos.

Y te pones a discursear con citas a autores, regurgitados, para encontrarte la razón.

¿Se te alarga el brazo para darte palmaditas en la espalda?

«también el «estallido social» mató a nuestros lugares sagrados»

Eso escribes. ¿Te das cuenta?

Eres poeta. O eso crees tú.

Trabajas con las palabras, comunicas.

Y ocupas la palabra muerte.

Cuando hay muertos de verdad. Personas con nombre y apellidos. Claro, no tus nombres y apellidos, no los nombres y apellidos de tus amigos.

Hay personas mutiladas por los seres que tú, campante, entrevistas.

Hay gente real. Fuera de tus libros amarillentos.

Mejor anda.

Anda a llorarle a los pacos.

Anda a pedirle a tus amigos inaugurar otro restaurante para tus melancolías.

Plata hay.

Pero. Te doy un consejo.

Saca tu cabeza por la ventana. Escucha a los pajaritos en las ramas.

Date cuenta. Eres el cómplice.  

San Cristián Warnken.

Adorado benefactor.

Piensa en nosotros cuando te indignen los dolores burgueses.

Tennos presentes en tu benevolencia.

Existimos igual que tú.

Aunque no nos creemos con aura.

(Viña del Mar, 1994). Es comerciante. En 2020 obtuvo una mención honrosa en el Premio Roberto Bolaño, categoría novela. Ha sido becario del Fondo del Libro y la Lectura en 2019 y 2021. Ha publicado el libro de cuentos Glorias Navales (BAJ Valparaíso, 2019) y la novela Carcasa (La Calabaza del Diablo, 2020).

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