Imagen: Portada del libro Santiago Poems
Santiago Poems
James Scully (New Haven, Connecticut, 1937) es un poeta, editor y traductor estadounidense caracterizado por su interés en el compromiso político, en la relación entre poesía y las transformaciones sociales.
Estos poemas pertenecen a su libro Santiago Poems (Curbstone Press, 1975), que fue un documento poético de su estadía en Santiago de Chile entre 1973 a 1974, en los inicios de la dictadura de Pinochet. En este sentido, se puede rescatar una experiencia testimonial. Un archivo relativamente desconocido de la poesía por estos territorios, de un tiempo oscuro que nos puede hacer rememorar para el empuje al presente en crisis.
[Nota del traductor]
CUANDO LA GENTE FUE DESAPARECIDA
Santiago de Chile, 12.X.73
Y cuando la gente fue desaparecida
dejaron el techo azul de
su monumento
pudrirse en paz
Y no quedó ni un alma a la vista
excepto Neruda, muriendo de cáncer
bajo arresto domiciliario
Y no quedó ni un palo de mueble, salvo
un sofá
ensangrentado
que fue bautizado como “Allende”
Y cuando los murales de esperanza de los pobres
dejaron las
esquinas, las orillas del río
sucias brillantes de belleza
–y después de que todo eso
fuera borrado–
las momias volvieron a la luz, desenrollando
sus alegres harapos a lo largo de las calles: la
desoladora
elegancia
de Providencia en primavera
no era nada por lo que valiera la pena llorar.
*
TOQUE DE QUEDA
Ya el casero de Merced
está cerrado.
A quién le importa
ahora, si cobraba demasiado
o que sus grasientos pulgares hicieran milagros
con la balanza.
La poca gente que queda
son diarios que el viento
vuela
una y otra vez. Qué importa
qué mentiras contarán,
qué historias
enterradas
Esa vez, con el bulto arropado bajo el brazo,
que una vez fuera un niño
apretando su almohada
Su cabeza
torcida
sobre su hombro, donde acecha el miedo
Y el hombre gordo cojea, es terrible
verlo tan apurado
No fue hecho para esto
sino para una silla cómoda, con un dulce pastel
ilegal: de azúcar, harina y mantequilla.
Pero con un hambre
ahora
que ningún mercado negro puede satisfacer,
arrastra y balancea la pierna
como si fuera joven, torpe y ligera
Oh, tan salvaje
como si nunca pudiera sacarle todo el jugo a la vida.
*
EL DÍA DE LA NOCHE
El día de la noche
en que arrestaron a Fernando:
Estoy descansando en un banco,
entre viejos jubilados
y flores moradas
en la Plaza de Armas.
Un hombre de una pierna
se arremanga
y tararea: sobre
una fuente de agua
remojando
sus manos y antebrazos.
Habiendo dejado caer su muleta
se está lavando.
El desgastado
azul de su camisa
es gris como el cielo saturado de trabajo.
Él podría ser una nube
azul
un pájaro de patas delgadas,
parado, en una pierna
más o menos recta,
la otra recogida
bajo su vientre:
escupiendo unas gotas
fuera, en la mugre compacta
bajo una enorme palmera frondosa
que se inclina y eleva
–pero inmóvil–
en el monóxido de carbono
del que puede vivir,
la manera en que un oasis
vive en el desierto.
Él estará parado
72 horas, sin nada
que comer
una negra
capucha en su cabeza.
Si tuviéramos alas, raíces, pétalos
no seríamos seres humanos.
*
EL LOCO
un hombre
salta bailando en la Plaza
de Armas
es Vincent
Van Gogh.
Con el pelo rojo recortado
pero ambas orejas
radiantes en su cráneo
como 2 flores pecosas
entre las malezas.
Estuvo a punto de quedarse ciego
¡pero se salvó!
Ahora en
su musculoso traje mohoso,
zapatos rotos
salta de arriba
a abajo
sobre las baldosas,
manos rechonchas levantadas
como diciendo “Me rindo,
estoy limpio,
no van a
encontrar nada en mí
salvo un libro de oraciones”
su rudo
canto de oso
subiendo pesado sobre la catedral
en la pared
al otro lado de la calle: “GRACIAS A DIOS
GRACIADIOS”
Él da las gracias,
no quedó ciego.
***
WHEN THE PEOPLE WENT EXTINCT
Santiago de Chile, 12.X.73
And when the people went extinct
they left the blue roof of their monument
to rot in peace
And not a soul left in sight
except Neruda, dying of cancer
under house arrest
And not a stick of furniture, but one
bloody sofa
which was christened “Allende”
And when the dream graffiti of the poor
had left the cornerstones, the river banks
filthy bright with beauty
–and after all that
had been wiped out–
the mummies came back to light, unwinding
their glad rags through the streets: the desolate
chic
of Providencia in spring
It was nothing to cry over.
*
TOQUE DE QUEDA
Already the greengrocer’s on Merced
is shuttered up.
Who cares
now, if he charged too much,
or that his thumb worked greasy miracles
with scales
What few people are left
are newspaper the wind blows
over and over. What difference is it
what lies they told,
what stories
buried
That once, with the bundle tucked under his arm,
he was a child once
clutching its pillow
His head’s
wrench
over his shoulder, where the fear is
And the fat man with a limp, it’s terrible
to see him hurrying!
He was not built for this
but an easy chair, a sweet illegal
pastry: of sugar, flour, butter.
But with a hunger
now
no black market can satisfy,
he drags and is swinging the leg
as though it were young, gawky and flighty
O so wild
as never could get enough out of life
*
THE DAY OF THE NIGHT
The day of the night
they arrested Fernando:
I’m lounging on a bench,
among retired old men
and purple flowers
in the Plaza de Armas.
A one-legged man
rolls his sleeves up
and hums: over
an iron water bubbler
bubbling over
his hands and forearms.
Having dropped his crutch
he’s washing away.
The wornout
blue of his shirt
is gray as the overworked sky.
He could be a cloud
blue
bird with spindly legs,
standing, one leg
more or less straight,
the other tucked up
under its belly:
tossing a splat of drops
off, onto the packed dirt
under a huge leafy palm
that droops and crests
–but motionless–
in carbon monoxide
it can live with,
the way an oasis
live with desert.
He will stand
72 hours, without
a thing to eat,
a black
hood over his head.
If we had wings, roots, petals
we would not be men.
*
THE MAD
man
hop dancing in the Plaza de Armas
is Vincent
Van Gogh.
With red cropped hair
but both ears
radiant on his skull
like 2 freckled flowers
among the scrub.
He’d nearly gone blind
but didn’t!
Now in
his muscular moldy suit,
ruptured shoes
he jumps up
and down
on the tile walk,
stubby hands held up
like saying ‘I give up, I’m clean,
you won’t find nothing on me
but a prayerbook,’
his gruff
bear’s chant
lumbering up the Cathedral
wall across the street: ‘GRACIAS A DIOS
GRACIADIOS’
He gives thanks,
he did not go blind