Signos en rotación. Sobre «Resurrección y Saqueo» de Germán Carrasco – Carcaj.cl

"El saqueo de Roma" de Karl Briullov. Intervenido

17 de marzo 2025

Signos en rotación. Sobre «Resurrección y Saqueo» de Germán Carrasco

Reseña de Resurrección y Saqueo de Germán Carrasco. Editorial Deriva, 2024.

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¿Qué significa el término «resurrección»? ¿En qué consiste esta experiencia? Se tratará de una visión como aquella que tuvo Saulo de Tarso (San Pablo) en su camino a Damasco, o más bien se relaciona con la idea de que en el mundo nada se pierde, ni lo bueno ni lo malo, y más pronto, o más tarde, termina por dar una señal, aunque haya permanecido oculto, a veces incluso durante un periodo muy largo.

Y del saqueo, qué se puede decir, que fue la actitud del capitalismo primitivo con sus colonias durante su etapa de acumulación originaria. O antes quizás, la actitud de los godos y bárbaros con Roma, imperio que se comportó igual cuando llegó a Egipto, Grecia o Cartago. Todos, indistintamente, llevando de un lugar a otro objetos, símbolos y maneras sobre los que nadie podía predecir cómo terminarían en esa extraña e ilimitada carrera.

O tal vez, se pueda hacer referencia a un saqueo temporalmente más cercano, ese del que nos habla Bob Marley en su canción «Burning and looting», y que nos recuerda a la primavera de protestas de hace ya un lustro, que por todos los medios el poder ha tratado de borrar.

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Como sea, saqueo y resurrección o Resurrección y saqueo (Deriva, 2024) son dos modos de relacionarse con el tiempo, dos mecanismos que se presentan en este poemario enlazados por una dialéctica íntima con la que se alude a un ciclo de viajes, de muerte y reencarnaciones de palabras, cambios en los significados y símbolos. Poemas que reflexionan sobre cómo opera el tiempo en la materia y el sentido de las cosas, pero también el modo en que la época se entromete en el lenguaje.

Uno de los primeros versos con que tropezamos al leer este libro declara un encuentro con la tradición:

«El rescate aniquila el tiempo lineal
y permite, en la serenidad de lo caduco
un diálogo con los muertos»

Para Cesar Aira, en su charla en el Primer encuentro de Literaturas Americanas, «que una obra quede en la historia de la literatura de un país, ya sea como obra fundacional o curiosidad marginal, significa que queda disponible para las recuperaciones», en otras palabras, para la resurrección y el saqueo. Estas obras, las que quedan, son obras blindadas contra el olvido, esa muerte definitiva desde la que no se puede ya reclamar lo que el tiempo escondió para sí. Según el mismo Aira, el gusto literario es un efecto de la recuperación y no al revés, “no es que un gusto se forme primero y luego se busque en el pasado la obra que se adapte a él”, sino que es esa obra la que inspira una nueva inflexión del gusto: “Postular la preexistencia del gusto equivale a suponer que hay un gusto eterno, incuestionable, que sirve como referencia permanente. Lo cual desembocaría en una museificación paralizante, en un repertorio de palabras que se instalan con el fin de reforzar las jerarquías a través de una memoria que es materializada gracias a monumentos, museos, calles, placas o publicaciones”.

Sin embargo, mucha de esta resistencia paralizante acontece, o más bien, alguien la impone en el orden del discurso, en el cual se instalan palabras o temas, formas de escribir y formas de leer lo escrito, que parecen inmunes al flujo y reflujo natural de ese oleaje que es el tiempo.

Para contrarrestar esa fuerza, ese discurso que apergamina, Germán Carrasco nos propone a modo de método, pero también de actitud, la resurrección y el saqueo, como formas de vinculamos con el canon. De esa forma es posible darle un vuelco, un giro, para que se vayan ajustando las relaciones, las proporciones, los valores de cada obra respecto del todo y se genere una comunidad de significados distinta, en la que convivan nuevas filiaciones que ayuden a refrescar la letra.

En un conocido ensayo, titulado «La tradición y el talento individual», T. S. Eliot postula la idea de que existe una tendencia por alabar aquellos aspectos de la obra de un poeta, que menos se asemejan a los demás (o sea, a la tradición), ya que es ahí, en esas diferencias entre el poeta y sus predecesores, en especial sus predecesores inmediatos, donde creemos encontrar lo individual. Sin embargo, comenta que si nos aproximamos a un poeta sin este prejuicio, con frecuencia encontraremos que no solo las mejores partes de su obra, sino también, las más individuales, resultan ser aquellas en las cuales los poetas muertos, sus ancestros, confirman su inmortalidad más vigorosamente.

Siguiendo este mismo hilo, Eliot, continúa desarrollando para sostener finalmente que la tradición encarna una cuestión de significado mucho más amplia y profunda, pues «no puede heredarse, y quien la quiera, habrá de obtenerla con un gran esfuerzo, ya que implica, en primer lugar, un sentido histórico que se puede considerar casi indispensable. Dicho sentido histórico conlleva a una percepción no solo de lo pasado del pasado, sino de su presencia; asimismo, empuja a un hombre a escribir no meramente con su propia generación en la médula de los huesos, sino, con el sentimiento de que toda la historia de la literatura, tiene una existencia simultánea y compone un orden simultáneo».

El trabajo del tiempo sobre las novedades o la tradición emerge en los poemas de Resurrección y saqueo como una fijación, poniendo el acento no tanto en el canon, sino, en cómo éste se transmite y relaciona con el presente.

¿Por qué lo que se instala en un momento determinado luego nadie lo desinstala?

En el libro de Carrasco, la relación entre el pasado y el poeta es una relación con la memoria reciente, pero también con la simultaneidad y yuxtaposición de ambientes y momentos que se repiten y confunden, ya sea como tragedia, ya sea como farsa.

«Se me mezclaba la UNCTAD, la Bauhaus
Se me mezcló un desastre del año 2023:
por especulación inmobiliaria
construyeron una aberración
sobre un santuario de dunas
Naturalmente colapsó con la primera lluvia.
una dulce venganza de la arena».

O lo que hay en estos otros versos, en los cuales, desde el presente, se reinterpreta el pasado, con el fin de no seguir idealizándolo.

«No quiero ser monótono
como algunos de mis viejos colegas
Según ellos fueron perseguidos
Según ellos esto era un pueblito risueño
en donde la gente pensaba en plural
y tenía modales antes del golpe.
No lo creo.
Ellos hablan de los mismos santos
y las mismas anécdotas por años
mientras aparecen plantas nuevas
en mis viejos maceteros rescatados».

La memoria épica, esa que trabaja con los grandes eventos que refuerza (o resucita) cada efeméride, tiene un lugar que el poder defiende repitiendo obsesivamente. Pero algo acontece con la memoria reciente, un cierto tipo de resistencia la niega, la esquiva o, lo que es peor, simplemente, la borra.

Así mismo, la poesía pareciera relacionarse con el canon, aliándose con poetas temporalmente más lejanos y obviando la idea de que lo moderno es una tradición. Una tradición hecha gracias a una serie de quiebres en la que cada ruptura es un comienzo que cambia el orden y reorganiza lo que antecede a esa obra.

Pero no es solo esta la intención con la cual se interroga al tiempo en estos poemas, porque el autor, en algún punto, comienza a pensar en la muerte. Consciente de los ciclos, de la noción de períodos, como el mismo Eclesiastés plantea al decirnos: «tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado, tiempo de hacer duelo y tiempo de bailar, tiempo de esparcir piedras y tiempo de juntarlas». Germán Carrasco piensa en su pacto personal con el tiempo y la muerte con la cual dialoga:

«el pájaro dice
ya nadaras en una seda de lodo azul,
como tobogán de terciopelo
no te inquietes
la muerte será como la miel»

O esta otra estrofa:

«Desnuedos
y a la intemperie
y que el tiempo nos convierta
en tiza
para escribir
lo que se borra»

E insiste

«sólo tiza
hecha de la cal
de nuestros huesos
Polvo diminuto, microscópico»

El desaparecer, el perderse y proseguir en un ruedo infinito es una forma de leer estos versos, en los cuales se identifica un tono más cercano a la experiencia que a la teoría, (mismo tono que puede reconocerse a lo largo de toda su obra).

Se habla de la muerte pensando en un acto de redención con el tiempo, y se espera la hora con humildad más que con orgullo.

Las preguntas que rondan Resurrección y saqueo, dicen relación con algo más particular que resucitar autores empolvados por el tiempo que puedan, o no, pertenecer al canon, habitando en su centro o en sus bordes. De lo que se trata, es de rescatar un habla, o sea, de recuperar ciertas palabras que han sido condenadas y ponerlas junto a otras para así reconfigurar el discurso y ampliar el repertorio lingüístico. Volver sobre aquellas palabras que se cancelaron o que han sido archivadas porque el poder las convirtió en tabúes, a sabiendas de que el conflicto entre aquello que se libera y aquello que se condena, es una batalla por la identidad y por dotar de legitimidad determinado modo de pensar y de actuar.

A fin de cuentas, este método propuesto por el poeta, la resurrección y el saqueo, es un modo de vincularnos con el lenguaje, quien, más que el autor o el lector, es el verdadero responsable del poema.

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*Se agradece a Diego Leiva Quilabrán por tareas de corrección y edición de este texto.

Resurrección y saqueo, de Germán Carrasco.
Villa Alegre: Editorial Deriva, 2024.

Alfonso Medrano

(San Javier, 1987). Estudió Psicología en la Universidad de Santiago de Chile. Actualmente se desempeña como editor en Deriva.

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