Sitio y ocaso de la cultura elitista en Chile o el triunfo de las longanizas de Chillán
El viernes 16 de marzo de 2012 quedará en los anales de la cultura chilena. De un modo carnavalesco. Ese día se presentaron en el marco de las II Jornadas de Cultura Chilena en la Segunda Sala del Teatro Municipal de Chillán dos libros: El Chile de Juan Verdejo. El humor político de Topaze 1931-1970, de Maximiliano Salinas, Jorge Rueda, Tomás Cornejo y Judith Silva, y la Historia de las ideas y de la cultura en Chile, de Bernardo Subercaseaux. Dos perspectivas, dos apuestas: ¿dos Chiles?
La jornada –organizada por el escritor Alejandro Witker- se inició con la presentación del libro de Subercaseaux a cargo de los académicos Ariel Peralta, Salvador Dides y Armando Cartes.
Ariel Peralta, el reconocido autor de El mito de Chile, cuestionó de entrada los puntos de partida del libro: la noción de Chile y de Independencia (la obra de Subercaseaux tiene por subtítulo: Desde la Independencia hasta el Bicentenario). Argumentó que Chile había nacido, por supuesto, antes de la Independencia, con el mestizaje y el encuentro entre indígenas y españoles, sobre todo andaluces, que se comen las palabras, como los chilenos. Ese fue un encuentro pasional, sexual. Atisbando besos y caricias. Ahí estaban las raíces imperecederas de nuestra cultura, de nuestro lenguaje. Además, cuestionó el ideal ilustrado de la Independencia, recordando que Bernardo O´Higgins quiso “obligarnos a ser felices”. ¡Qué arar en el mar! Remató, finalmente, diciendo que hablar del mundo de las ideas era ponerse abiertamente en el punto de vista de las elites. Las ‘ideas’ eran el mundo ideológico de los dominadores, de los gobernantes, de los prepotentes. El pueblo común ha sufrido históricamente el mundo de las ‘ideas’, geniales o nada de geniales, de los de arriba. Ariel Peralta había prendido la mecha.
Salvador Dides, prestigioso ex académico de la Universidad de Chile –ayudante de Alejandro Lipschütz entre otras proezas- no hizo sino avivar el fuego. No le gustó para nada el carácter descomunal, desorbitado de la obra de Subercaseaux. Tres volúmenes, mil quinientas páginas. Como recibieron sólo un ejemplar de la Editorial Universitaria, contó que para comentar la obra se la habían repartido en un restaurant de Santiago con Peralta. Éste quedó con el volumen I, Dides optó por el volumen III, y el II, ya sobrante, ¡se lo regalaron a la señora que atendía el restaurant! Salvador Dides admitió, finalmente, que él ya no creía en absoluto en la academia ni en los libros. Después de toda una vida como profesor de la Universidad de Chile. Que venía de vuelta. Confesó hidalgamente que estaba más emocionado por venir en ese momento de una visita a la casa de Violeta Parra en San Carlos. Dijo que había recogido semillas de flores del jardín familiar de Violeta.
A esas alturas el libro de Subercaseaux rodaba por el suelo. Para recogerlo de tan bajos espacios, el académico penquista Armando Cartes, director de la Escuela de Derecho de la Universidad de San Sebastián, trató de elevarlo. No podía hacer otra cosa el autor de Franceses en el país del Bío-Bío 1550-1850. Mal que mal el autor en comento era Subercaseaux. No lo logró. Aunque blandiera en sus manos una primera edición de un empastado libro, de tapas duras, de José Victorino Lastarria. Su defensa resultó una lápida. Al decir que el libro de Subercaseaux representaba treinta y cinco años de ardua labor, toda una vida, no hizo sino decir que ahí estaban poco menos que las obras completas del autor. Lo reflejaba de cuerpo entero. ¡Requiescat in pace!
¡La hora avanzaba rápido y comenzaba a abrirse el apetito!
Sin pausa, y de corrido, se abrió entonces la presentación de El Chile de Juan Verdejo. El humor de Topaze 1931-1970. ¡Qué duda! Ahí apareció, entre risas, otro Chile, suelto de cuerpo, desenfadado, popular. Abrió los fuegos el autor presente, Maximiliano Salinas. El profesor de la Universidad de Santiago de Chile, que ya nos había deleitado con su libro editado por Ediciones LOM La risa de Gabriela Mistral, argumentó que la revista humorística del siglo XX había sabido revelar con imágenes imborrables la vida del pueblo chileno, mal vestido e ingenioso, derrochador y dionisíaco. Burlándose a diestra y siniestra. El mundo ninguneado por la república conservadora o liberal de Andrés Bello, y sus discípulos. Ilustrados, librescos, exclusivos.
Ariel Peralta confirmó con entereza lo aventurado por Salinas. Recordó que los ‘rotos’ de Chile habían sido abatidos por los que se creían dueños del país, recordando la clásica y odiosa afirmación de la familia Matte en 1890: “Lo que genera la autoridad en Chile, el pueblo, somos nosotros mismos, los propietarios del suelo,…”, etc. Mirada impúdica, que, a juicio del autor de El mito de Chile, habría conducido a la extinción del roto.
Ahí fue cuando el segundo presentador, Salvador Dides –aún embargado por la emoción del jardín de Violeta Parra– fue categórico, robusto, locuaz, definitivo, para refutar los dichos de Peralta. Compartiendo con entusiasmo la mirada de El Chile de Juan Verdejo argumentó que los rotos estaban, por supuesto, vivos. A lo más, escondidos. Vivos en las buenas burlas del humorista del último festival de Viña del Mar contra las tarjetas de crédito, y su mentor, el presidente de la República Sebastián Piñera. ¿Cómo decir que estaban extintos? Los había visto allí mismo, ahora mismo, en Ñuble, en Chillán, en San Carlos, en sus calles y en sus bodegones. Con su hospitalidad, su simpatía, invitando tomar un trago de tinto. ¡Qué de extintos!
La Segunda Sala del Teatro Municipal de Chillán podía estar pronta a dar un veredicto.
¿Cultura elitista o cultura oral en Chile?
En un momento Subercaseaux, tratando de remontar el vuelo, afirmó que su libro había sido bien recibido por el alto mando de la Fuerza Aérea de Chile. Bueno, ese era ciertamente otro espacio. Un espacio aéreo. Distante. Mejor admitir que volvía a Santiago, ya no con los indigestos ejemplares de su Historia de las ideas y de la cultura en Chile, sino con una generosa, abundante y aprovechada provisión de longanizas de Chillán.
Chillán, época de la vendimia, marzo de 2012.
2 comentarios
Estimados CARCAJ:
A propósito de la crónica del lanzamiento en Chillán sobre la cultura llamada de «elite» y la «cultura popular», faltó agregar un dato: ambos eminentes presentadores -Ariel Peralta y Salvador Dides- confesaron al iniciar sus presentaciones que no habían leído la obra y que solo la habían ojeado. Ariel Peralta se quejó abiertamente -luego de revisar el índice onomástico- por qué no había sido citado, e incluso me pidió una explicación pública al respecto. Quienquiera que lea o haya leído mi «Historia de las ideas y la cultura en Chile. Desde la Independecia hasta el Bicentenario» podrá comprobar que en ella están presentes desde Huidobro hasta las longanizas de Chillán, desde la cultura llamada de elite hasta la cultura popular, y también -incluso- la cultura de masas. Véase al respecto la sección sobre la la cultura oral y la Lira Popular en el siglo XIX en el primer volumen. O el capítulo sobre la música popular y la conciencia crítica en el tercero, o el del marxismo en Chile, en el mismo tercer volumen. No es casual que la Revista Docencia -del Colegio de Profesores- en el número de junio haya publicitado la obra en función de constituir un material útil para el ejercicio de una pedagogía crítica. La referencia al comando de las Fuerzas Armadas es inexacta, lo que ocurrió es que el alto mando de la Fuerza Aérea organizó una serie de conferencias para su cuerpo de generales con académicos civiles a comienzos de marzo de este año (participaron, entre otros Carla Cordua y Raúl Sohr) y a mí se me pidió una conferencia sobre la cultura en Chile. Fui -como era de suponer- con mucha reticencia, sin embargo pude hablar sin tapujos y para mí sorpresa darme cuenta de la preocupación y apertura de algunos oficiales, que incluso -a diferencia de los presentadores de Chillán- sí habían leído la obra, y que en sus comentarios me hicieron notar que compartían la crítica a ciertos efectos perversos del neoliberalismo y el mercado en la cultura y la educación. A eso me referí.
Estimados, hasta en la propia crónica del señor Pincheira (ilustre apellido de cuatreros) se percibe que tanto los presentadores de la ocasión como el cronista están saboreando no las longanizas de Chillán (de las que me traje un par de kilos) sino atragantados con el salchichón del resentimiento.
Cordialmente, Bernardo Subercaseaux
A PROPÓSITO SOBRE EL DEBATE «DE CULTURA CHILENA Y LONGANIZAS”
Por no ser un hombre dedicado – ni siquiera “iniciado” en el mundo del ciber espacio – recién el lunes pasado me informé de la polémica desatada en “CARCAJ” por la presentación del libro “Historia de las ideas y de la cultura en Chile” de Bernardo Subercaseaux, acto realizado el 16 de marzo en la ciudad de Chillán , en el marco de las II Jornadas de Cultura Chilena y que incentivó al chillanejo Rudecindo Pincheira a escribir una humorística y ácida crónica de tal evento. Réplica del autor ante sus dichos, y de paso observaciones despectivas sobre los presentadores a quienes califica de “eminentes “ así, entre comillas.
En lo que respecta a mi persona- autor de “El Mito de Chile” – cuya primera edición fuera publicada en 1971 por la Editorial Universitaria, no tenía nada de antojadizo pedir una explicación a Subercaseaux por la no presencia en su voluminoso libro- que por lo demás es un emplasto de otros libros ya publicados por el autor de la novela “El Trompo” (el de Lastarria y el de Balmaceda), debido a que es considerado –mi libro – como un clásico del tema de la identidad nacional, tanto por decenas de comentarios hechos tanto en Chile como en Estados Unidos y Europa por reconocidos ensayistas entre los que puedo citar Martín Cerda, Carlos Rama, Jaime Giordano, Edmundo Concha, Javier Pinedo, Roberto Escobar, José Miguel Neira o reputados historiadores como Rafael Sagredo, así como catedráticos norteamericanos especializados en el mundo hispanoamericano como Arpard Von Lazar del Fletcher School of Law & Diplomacy .
Antes de la presentación le comenté tal hecho al señor Subercaseaux, haciendo hincapié que también se omitía a Roberto Escobar Budge, que con su “Teoría del Chileno” estampó un signo identitario muy difícil de superar por su originalidad “subsoleana”. Ni que hablar de Juan Rivano, tal vez el único filósofo chileno que ha sabido adentrarse en el “ethos” chileno desde la complejidad de su disciplina (“Largo Contrapunto”).
Textualmente Subercaseaux me manifestó que tanto mi libro como el de Escobar estaban mencionados en un pequeño libro de su autoría editado por LOM con el título de “Chile o una loca Historia”, símil del famoso libro de su tío abuelo, lo cual posteriormente en Santiago pude comprobar que tal aserto era falso (afortunadamente el librito de marras, sólo costaba mil pesos…).
Lo curioso que su explicación por la no presencia de Peralta y Escobar en su “magna obra”, era que ellos trataban el problema de la identidad, ¡como si ésta, no fuera precisamente uno de los émbolos fundamentales de la antropología cultural de una nación! La verdad es que nuestro autor jamás ha leído “El “Mito de Chile” ni “Teoría del Chileno”, ni menos el notable “Largo Contrapunto” de Juan Rivano, de quien – supongo- Subercaseaux debe haber sido alumno.
El señor José Alberto de la Fuente, de quien no tengo mayores referencias , hace una larguísima apología del libro de Subercaseaux, no encontrando mejor recurso que enumerar los contenidos de la obra, cuestión tediosa y que denota de por sí, la incoherencia metodológica del autor.
Subercaseaux – fundamentalmente con estudios en filosofía y literatura- desaprensivamente entra en el campo de la Historia para la cual no tiene conocimientos ni menos una mínima conceptualidad para hilar el fluir histórico, con sus respectivas categorías culturales. “Yo no soy historiador” dijo en cierta oportunidad en un panel celebrado en el Museo Vicuña Mackenna con la participación de Salazar, Grez, Devés y Peralta – “¿Y qué haces aquí?” – me pregunté – ¿Sería tal vez por la ampulosidad de sus temas que se cree a sí mismo, un ser omnisciente pregonando en la ínsula Barataria?.
Tanto De La Fuente como Subercaseaux tratan despectiva y groseramente a Pincheira, cuyo comentario del evento chillanejo me pareció agudo, inteligente, provocador y pleno de humor, del cual nadie escapó de los participantes. La sorna con que se le trata, tiene mucho de prepotencia capitalina y de engreimiento pseudo académico , tono rayano en el acento de un patrón de fundo.
A Subercaseaux una última observación: jamás me he sentido atragantado por un pretendido resentimiento de su voluminosa obra. Me basta figurar en diversas antologías latinoamericanas, europeas y norteamericanas, para sentir que mi aporte al ensayismo continental ha tenido resonancia, aunque el número de páginas de mis libros no contengan ni la tercera parte de los suyos.
Lo que sí tengo una profunda envidia por la cantidad de recursos que Subercaseaux ha logrado obtener para sus publicaciones de los gobiernos de los últimos veintitrés años, y lo más admirable ser cobijado por el Colegio de Profesores (de quien yo soy afiliado desde el momento de su creación) lo que le ha permitido viajar por todo el país sin gasto alguno, vendiendo por supuesto su libro, que es más bien una reedición de otros, salvo el tercer tomo.
La segunda edición de “EL Mito de Chile” fue financiada en su totalidad con mis “ahorros” de simple profesor del Instituto Nacional, y mi último libro sobre el general Bulnes, en coedición con la Editorial Bravo y Allende.
Un recado final: las longanizas me caen mal y lo indigesto para mí también cae en lo libresco, no suficiente para regalar a la dueña de un restaurant la “Historia de las Ideas y de la Cultura en Chile”, de la cual conservo el Tomo primero y Dides los tomos dos y tres… ¡Un buen y sarcástico chiste de Pincheira! a quien desde ahora sinceramente admiro – sin conocerlo- por fabricar longanizas y saber pensar con conocimiento, lo que demuestra una vez más la mediocridad de la academia chilena, tan bien reflejada en la masividad de las protestas de nuestros estudiantes.
Santiago, 4 de agosto de 2012
Ariel Peralta Pizarro
Profesor de Historia (Titulado en la Universidad de Chile en el año 1962).
Profesor de la Universidad Técnica de Santiago. (1966).
Profesor de la Universidad de Chile. Sede Chillán (1970 – 1973).
Profesor de la Universidad Católica de Santa Fe, Argentina. (1974 – 1978).
Profesor de la Universidad del Litoral, Santa Fe, Argentina. (1974 – 1976).
Profesor del Instituto Nacional, desde donde jubilé el año 2008.
Autor de:
1.- “El Cesarismo en América Latina” (1966 – Premio Ensayo “Gabriela Mistral” de la Municipalidad de Santiago.
2.- “El Mito de Chile” (1971 – Editorial Universitaria
1999 – Editorial “Bogavante”)
3.- “Idea de Chile” – Universidad de Concepción 1993
4.- “Ambrosio O´Higgins” – Cuadernos del Bío Bío (1994)
5.- “Los chilenos : ¿Quiénes somos? “ (2004) Editorial Bravo y Allende.
6.- “Bulnes, entre la ley y la espada” (2010) Editorial Bravo y Allende.
7.- Decenas de artículos en revistas chilenas y extranjeras (“Mapocho”, “Historia”, “Ultramar”, “Árbol de Letras”, “Plan”, “Criterio”).