«Somos el 99%»
Las manifestaciones, en la víspera de la asamblea del FMI del segundo semestre de 2011, llegaron a Wall Street. Desde el 17 de septiembre, centenares de personas empezaron a pernoctar en el parque Zuccotti, rebautizado por los manifestantes como Plaza de la Libertad. La iniciativa fue lanzada por la revista canadiense Adbusters con el propósito de protestar contra el poder financiero de Wall Street. Expresó el malestar por el rescate efectuado en 2008 de numerosos grandes bancos norteamericanos y el papel que continuaron desempeñando posteriormente, en circunstancias que simultáneamente miles y miles de personas eran despedidas de sus lugares trabajo y/o perdían sus viviendas. El movimiento se extendió rápidamente a nivel nacional, acampando en un momento también a una cuadra de la Casa Blanca. El sordo malestar estaba en ascenso desde el año 2005, cuando los ingresos de amplios sectores de la población se estancaron, “mientras que los de la clase pudiente –anotó Financial Times– siguieron trepando” (24/10/11). Por eso, las manifestaciones critican “al 1%” de más ingresos.
“Nosotros somos el 99% –escribió Paul Krugman– es un gran eslogan. Sin embargo –añadió– el eslogan del 99% apunta en todo caso demasiado bajo. Una gran parte del 1% más rico se concentra en un grupo todavía más pequeño, el 0,1% más alto” (11/12/11). Krugman para fundamentarlo se detiene en el informe de la Oficina Presupuestaria del Congreso para el lapso 1979-2005, dado que su último informe sobre la desigualdad no desagregó el 1%. En cambio, sí lo hizo para el que analiza 1979 -2005 y demostró que los ingresos después de pagar impuestos y ajustados a la inflación de los estadounidenses con una posición media en la distribución de la renta crecieron un 21%, en cambio el del 0,1% más rico lo hizo en 400%.
El movimiento de protesta –escribió Joseph Stiglitz– que nació en enero en Túnez, para luego extenderse a Egipto y de allí a España, ya es global: la marea de protestas llegó a Wall Street y a diversas ciudades de Estados Unidos. Hay una misma idea que se repite en todos los casos, y que el movimiento OWS (Ocupar Wall Street) expresa en una frase muy sencilla: “Somos el 99%”. Se han publicado en estos últimos años –destacó– diversas investigaciones que muestran lo importante que son las ideas de justicia y lo arraigadas que están en las personas. Los manifestantes de España y de otros países tienen derecho a estar indignados: tenemos un sistema donde a los banqueros se les rescató, y a sus víctimas se les abandonó para que se las arreglen como puedan” (07/11/11).
El rápido incremento en el endeudamiento de los estudiantes universitarios y graduados –al igual que en Chile– es otro factor poderoso del malestar. La deuda total de los estudiantes aumentó, según cifras de la Fed de Nueva York, desde US$80.000 millones en 1999 a US$550.000 millones al cerrar el primer semestre de 2011. El Departamento de Educación eleva su monto a US$805.000 millones. La morosidad en junio de 2011 subió a 11,2% desde un 6,5% en 2003, porcentaje poco menor al de las tarjetas de crédito (12,2%). Financial Times estableció una comparación con las deudas inmobiliarias subprime. “Si bien los propietarios de vivienda –expresó– pueden dejar de pagar sus hipotecas, los estudiantes no tienen forma de escapar de los préstamos que recibieron para estudiar […] y esas deudas no pueden incluirse en una declaración de quiebra” (24/10/11).
Obama, al iniciarse la acción de protesta, manifestó que expresaba la “frustración” de la población hacia el sistema financiero (07/10/11). A pesar de este reconocimiento del origen de las protestas, el movimiento OWS en el Parque Zuccotti se vio enfrentado a constantes acciones represivas, que también se produjeron en otras ciudades donde su ejemplo tuvo imitadores. El 15 de noviembre, al cumplirse dos meses del inicio de su movilización, fueron desalojados con violencia por instrucciones del alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, destruyendo sus pertenencias y una biblioteca de 5.000 textos reunidos mediante la solidaridad recibida. Luego del desalojo, comenzaron a reorganizarse a través de redes sociales, efectuando una manifestación bajo el lema “Reconquistemos Wall Street”. Al día siguiente retomaron el Parque Zuccotti, pero con la prohibición policial de ingresar camas y sacos de dormir.
De acuerdo a cifras de la OCDE, la relación promedio de sus países miembros entre el 10% más rico y el 10% más pobre es de nueve a uno, en EE.UU., es de catorce a uno. Por su parte, la Oficina del Censo norteamericano estableció en 2010 que el 16% de la población se encontraba en situación de pobreza, lo que equivale a 49,1 millones de personas. Se trata del peor registro en 51 años. En el caso de la población hispana el porcentaje se eleva a 28,2%, afectando a 14 millones de personas. En la población negra fue de 15,4% y en la de origen asiático ascendió a 16,7%, mientras en los blancos llegó a 14,3%. En la década de los ochenta el 1% de la población indigente de EE.UU. estaba constituida por familias; con la recesión –según datos del Centro Nacional de Familias sin Techo– pasaron a ser grupos familiares la tercera parte de los extremadamente pobres, veinte millones. 1,6 millones de niños en 2011 vivían en las calles, refugios o compartiendo casas con otras familias. “Hay algo así –constató Ellen Bassuk, presidente del Centro– como un Tercer Mundo emergiendo en nuestro patio trasero. […] miren lo que está pasando aquí” (04/01/12). Si entendía realmente la “frustración”, Obama debió ponerse al frente de medidas para modificar esta situación y no limitarse a constatarla.
Una encuesta efectuada por The New York Times y la cadena televisiva CBS en octubre de 2011 mostró que el movimiento de protesta era consecuencia en un porcentaje importante de la incertidumbre por la evolución económica y por la desconfianza en la gestión gubernamental. La generalidad de los encuestados consideró que los recursos generados deberían distribuirse de manera más equitativa. Un 70% de la muestra señaló que las políticas del Congreso favorecen a los ricos y un 84% desaprobaba su gestión. Un 74% fue de opinión que el país se dirigía por una vía equivocada y un 89% afirmó que el gobierno no estaba actuando en forma correcta. La desaprobación a Obama fue de 49%. Por tanto, la conclusión de la muestra fue que la “indignación” es consecuencia en buena medida de la marcha del país y la gestión de sus autoridades. A su vez, el expresidente de la Fed Paul Volcker, quien ha sostenido una intensa campaña en contra de la expoliación financiera y promovió una ley que les prohíbe la administración de la cartera propia, declaró que la protesta “refleja una sensación de agitación y preocupación que es comprensible” (27/10/11).
Los “indignados” figuraron en el ranking anual de la revista Time entre los personajes que ejercieron durante 2011 una mayor influencia. Sus llamamientos tuvieron una gran audiencia. En su momento de máximo apogeo como expresión de protesta llamaron a cambiarse en un día determinado de banco. Un estudio de la consultora Javelin cifró en 600.000 socios los que acogieron la convocatoria, cantidad que equivale al 11% de los 5,6 millones de personas que durante 2011 pasaron de una institución a otra.
En EE.UU., en medio de la crisis económica, solo un 1% de la población absorbía el 23% del ingreso nacional y controlaba el 40% de la riqueza. Entre ellos los banqueros, factor de gran importancia en el desencadenamiento de la crisis. “Los gobiernos –escribió Susan George, presidenta de honor de Attac– […] han ayudado a los banqueros a abrocharse sus paracaídas de oro y a flotar suavemente hasta terreno firme con grandes sumas de dinero en el mono, han mantenido a los banqueros fuera de la cárcel (Bernard Madoff no cuenta, fue el lobo expiatorio) y han aflojado cantidades astronómicas para sacar a los bancos de una situación peliaguda de la que ellos mismos eran precisamente los responsables”. (*)
La hegemonía del sector financiero en la economía estadounidense se manifestó –como aconteció igualmente a nivel global– en la década de los ochenta del siglo pasado. Se expresó, como anotó Paul Krugman, gracias a “una serie de decisiones políticas conscientes, en especial un proceso de liberalización que se prolongó hasta justo antes de la crisis de 2008. Luego llegó la crisis, que demostró que todas esas afirmaciones sobre que habían reducido el riesgo y hecho el sistema más estable, eran un completo sin sentido. Los rescates gubernamentales fueron los que nos salvaron de una debacle económica tan mala o peor de la que dio lugar a la Gran Depresión. ¿Y qué hay –se preguntó Krugman– de la situación actual? Las nóminas de Wall Street se han recuperado aún cuando los trabajadores corrientes siguen padeciendo el elevado paro y la reducción de los salarios reales (23/10/11). Por tanto, la “indignación” tiene un fundamento muy profundo”.
“El movimiento OWS –declaró Kenneth Rogoff– surgió por un sentimiento de desigualdad e injusticia en el sistema político económico actual. Mucha gente siente que Estados Unidos se ha convertido en una plutocracia, donde la gente que se enriquece puede utilizar su riqueza para comprar poder político y enriquecerse aún más” (28/12/11). Contribuir a ampliar esta comprensión justificó con creces la importancia de la iniciativa. Sin embargo, que genere capacidades y fuerzas para cambiar este estado de cosas, constituye un desafío muy superior. “[…] el movimiento se ha debilitado –observó Rogoff al finalizar el año– por la falta de un mensaje claro más allá de la insatisfacción por el status quo”. El ex economista jefe del FMI en una conferencia efectuada en Santiago manifestó que entre los norteamericanos existe mucho descontento por la reducción experimentada en sus niveles de vida.
“En EE.UU. […] –escribió a su vez, Jeffrey Sachs, director del Earth Institute– la búsqueda inquebrantable del crecimiento del PIB llevó a grandes desigualdades en materia de riqueza y poder, alimentó el crecimiento de una vasta subclase, sumergió a millones de niños en la pobreza y causó una seria degradación ambiental. La búsqueda demencial de ganancias corporativas –añadió– nos está amenazando a todos” (30/08/11). La duración promedio del desempleo en EE.UU. desde el inicio de la crisis es la más alta registrada.
Mientras, como lo ha señalado el tercer hombre más rico del mundo, según los rankings de la revista Forbes, Warren Buffet, en declaraciones a The New York Times, debe dejarse “de mimar a los super ricos. Mis amigos y yo –detalló– hemos sido ya bastante mimados por un Congreso amigo de los millonarios”. Proponiendo que se eleven los impuestos “a todos los hogares con un ingreso anual de más de un millón de dólares” (16/08/11). En Francia, igualmente 16 de las mayores fortunas pidieron al gobierno que les incrementaran sus tributos. Entre ellos la presidenta de L’Oreal, así como los máximos ejecutivos de la petrolera Total, del grupo hotelero Accor, Danone, el Banco Société Générale y Air France-KLM. ¿Y en Chile, qué dicen los Piñera, Luksic, Matte y Angelini?
En Francia, el candidato socialista a la presidencia, François Hollande, hizo suya la campaña iniciada por el movimiento OWS. “Mi real adversario –señaló al lanzar su candidatura– no tiene un nombre, no será jamás candidato y no resultará nunca electo. Pero él nos gobierna. Porque mi real adversario es el mundo de las finanzas que tomó el control de la economía
y la sociedad” (23/01/12). Es la realidad que se vive a nivel global desde comienzos de la década de los ochenta del siglo pasado, constituyéndose en un factor determinante en la magnitud de la crisis financiera iniciada en 2007, y que a pesar de la responsabilidad que tuvo en los escandalosos manejos especulativos realizados, mantiene una posición hegemónica.
2011 cerró con una tasa de desempleo en EE.UU. de 8,5%, habiendo empezado el año en 9,4%. El descenso, eso sí, se produjo en parte debido a una reducción de la fuerza laboral. “Si se juntan los 5,8 millones de empleos que quedan aún por recuperar de la Gran Recesión con el incremento de la población –calculó el Economic Policy Institute– el déficit en el mercado laboral es de diez millones de empleos […]” (08/01/12). Si a ello se añaden los 8,1 millones obligados a trabajar a tiempo parcial, que corresponden a un subempleo equivalente al 15,2% de la población activa, se visualiza la magnitud del problema a resolver, graficado también con una baja participación laboral (64%) y el estancamiento de los salarios. En febrero de 2012 la desocupación juvenil se elevó al 23,8%.
En el segundo semestre de 2011, la incorporación mensual promedio en el número de trabajadores fue de 142.000, aproximadamente el 50% de los que se requiere para una reducción significativa de la tasa de desocupación. “En ninguna otra recuperación estadounidense, desde la Segunda Guerra Mundial –constató The Wall Street Journal–, las empresas han sido tan rápidas en impulsar el gasto en maquinaria y software y, al mismo tiempo, más lentas a la hora de contratar empleados” (18/01/12). Ello ha sido favorecido con la asistencia de tasas de interés en el corto y largo plazo, históricamente reducidas así como por exenciones tributarias destinadas a reducir precisamente el costo de las inversiones.
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(*) Susan George, Sus críticas, nuestras soluciones, Icaria Editorial, 2010, p. 26.
Hugo Fazio Rigazzi, Indignación. Causales socioeconómicas, Colección Ciencias Humanas, CENDA-LOM, Primera Edición, 2012. Pp-177-181.