[Sorgo y acero:] 2. DESARROLLO – (2da parte)
Quinta entrega de una serie de traducciones de textos escritos por el colectivo Chuang, que irán apareciendo durante los próximos meses en Carcaj. Para ver los otros textos, aprieta acá.
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2. DESARROLLO
[2da parte]
La relación urbano-rural:
La intención del Partido tras la transformación de la producción y la sociedad rural en los ‘50 apuntaba a construir una base económica para el desarrollo industrial de China. Esto requería la construcción de una relación urbano-rural nueva. Las instituciones de esta nueva relación, establecidas a mediados -y tardíos- ‘50 fueron creadas para extraer plusvalía rural, principalmente a través del control sobre el mercado del grano. A medida que la población urbana aumentó debido al crecimiento natural y la migración libre permitida a principios de dicha década, los precios de los alimentos básicos subieron, los cuales eran todavía principalmente controlados por mercaderes privados, en aquellos tiempos. Este crecimiento de la demanda llevó a un rápido aumento de las ganancias de los campesinos a lo largo de 1954.[83]Aunque esto reflejaba una prosperidad relativa, también generaba restricciones al desarrollo nacional. Mientras el Estado controlaba el 72% de la plusvalía del grano en 1952, el año siguiente logró comprar solo el 52%, al mismo tiempo que los mercaderes se amontonaban en los mercados, esencialmente desviando la base de impuestos.[84] A medida que las ciudades pagaban más por el grano, la capacidad del Estado de invertir en la expansión industrial se vio restringida.
Las ganancias de los mercaderes del grano constituía una demanda secundaria a la producción de plusvalía rural (después de la de la burguesía rural) que el Estado buscaba eliminar. Los medios para eliminar esta demanda en competencia era el sistema de “compra y mercadeo unificado” (tongguo tongxiao) instituido en el otoño de 1953 -un bloque de construcción institucional crucial para la nueva formación social, y el mecanismo fundante que permitía el Primer Plan Quinquenal (y todos los planes siguientes) posibles. Bajo este sistema, que duró hasta los 80, solo el Estado tenía el derecho de comprar y vender grano, y lo hacía con precios y cuotas fijas. Esto significaba que el Estado podía poner “precios” como quisiera, controlando el consumo rural y extrayendo plusvalía rural en el proceso.[85] Obviamente los “precios” perdieron aquí la función que mantienen en las economías de mercado, en cambio tomando el carácter de meras cantidades. Entre 1952 y 1983, las compras estatales y los impuestos agrícolas comprendían un estimado del 92% al 95% de las ventas agrícolas.[86] Mientras la cantidad de grano extraída desde el campo a través de impuestos se mantuvo la misma a lo largo de los 50, la baja de precios en los bienes rurales relativo a los bienes urbanos se convirtió en una forma crecientemente importante de impuesto oculto.[87] Con el paso del tiempo, el mercado privado de bienes agrícolas rurales hacia centros urbanos en gran medida dejó de existir.
Una segunda institución clave en la nueva economía nacional fue el hukou o sistema de registro de hogares desarrollado a lo largo de los 50. Así como con el nuevo sistema de mercadeo del grano mencionado anteriormente, la preocupación del Estado sobre los alimentos -tanto para exportar como alimentar la población urbana- transformó el hukou desde un sistema relativamente mínimo utilizado para rastrear potenciales enemigos hacia una institución de largo alcance que dividía a los chinos entre productores de grano (titulares de hukou agrícolas) y consumidores de grano (titulares de hukou no agrícolas). El flujo incontrolable de migrantes hacia las ciudades durante el transcurso de los 50 -primero persiguiendo trabajos en las nuevas industrias y luego huyendo de las hambrunas en el campo- entregó el ímpetu para usar los registros de hukou para fijar a las personas en sus ciudades de origen. Esto se logró mediante la asignación de beneficios estatales acorde al estado de registro -efectivamente previniendo que los migrantes del campo encontraran trabajos en la ciudad. A través del sistema urbano danwei, los titulares de hukou urbanos podían ser provistos de una cuota de grano a un precio con subsidio estatal, mientras que de los titulares de hukou rurales se requería que produjeran grano y no recibirían raciones estatales, en cambio recibiendo derechos a una parcela de terreno, o una porción directa de la producción primero de las cooperativas, y luego de los colectivos.[88] Con la crisis de migración que acompañó el GSA, el sistema hukou llegó a ser utilizada como la herramienta primaria para controlar la migración y la tasa de urbanización, creando una aguda separación entre las esferas urbanas y rurales, al permitir la deportación en masa de nuevos migrantes. La compra y mercadeo unificados, el sistema de hukou y la colectivización rural fueron las instituciones estructurantes básicas que permitieron la estrategia de acumulación del PCCh durante el período socialista, creando un sistema inestable y fracturado que solo se mantenía unido por las sucesivas extensiones del Estado.
La primera ola de huelgas:
Mientras el GSA fue el primer período de gran malestar en el campo, los conflictos en la ciudad habían comenzado a cobrar fuerza ya desde 1956, finalmente llegando a un punto alto en 1957 en una de las oleadas de huelga más grande de la historia de China. Geográficamente el malestar estaba centrado en las ciudades costeras y ciudades de puertos fluviales, donde las redes de producción más duraderas antecedían las propias campañas de industrialización y nacionalización del Estado, y donde el movimiento de los trabajadores había sido más fuerte.
En la nueva división del poder, muchas de las ciudades portuarias estaban deslizándose hacia abajo en la jerarquía política y económica. Ciudades como Shanghai y Guangzhou eran poderosas en términos de población y producción, pero relativamente subfinanciadas en el Primer Plan Quinquenal. La nacionalización en estas ciudades conllevaba menos inversión que la que se le ofrecía a las nuevas zonas de industrialización y las autoridades estaban enfocadas en consolidar numerosas empresas de pequeña escala para formar una empresa de gran escala, complejos industriales Estatales de “propiedad conjunta”. La composición industrial preexistente de estas ciudades fundada en industria ligera, tales como textiles y bienes de consumo duraderos, reforzaba aún más la posición secundaria que ocupaban dentro del Plan Quinquenal, el cual enfatizaba la industria pesada.
Los trabajadores dentro de tales empresas de propiedad conjunta, no solo se encontraban careciendo de privilegios respecto a su contraparte en la industria pesada de propiedad estatal, sino que además veían removidos los beneficios que habían arrebatado a los antiguos dueños de fábrica durante la década pasada. Bajo “propiedad conjunta” crecientemente perdieron oportunidades de participar en la administración, atestiguando el debilitamiento de las instituciones democráticas que se habían construído dentro de la empresa como contrapeso al de los propietarios privados. Muchos de los dueños privados junto al personal de administración que habían contratado eran simplemente transferidos a posiciones de autoridad dentro de la nueva estructura industrial, provocando que la obliteración de las instituciones de los trabajadores fuese todavía más insultante. Quizás más importante el número de administradores, supervisores y otro personal administrativo se disparó, componiendo “más de un tercio de los empleados totales en las empresas de propiedad conjunta en Shanghai”[89] Este aumento en personal administrativo se volvió necesario por la escala de consolidación y el carácter caótico de la infrastructura industrial preexistente en las ciudades portuarias. Sin embargo, la práctica parecía puramente improductiva desde la perspectiva de la mayor parte de los trabajadores de base, instigando aún más resentimiento.
Cuando la nacionalización de las sociedades privadas restantes se completó en 1956, muchos trabajadores en las empresas de propiedad conjunta vieron sus sueldos nominales a la baja, reemplazado solo en parte por nueva seguridad social y sistemas de pago por producción. Al mismo tiempo, hubo un repentino impulso a aumentar la producción cuando se asomaba la fecha límite para las metas del Primer Plan Quinquenal. Esto conllevaba “excesivas horas extra y turnos extra” muchos de los cuales eran impagos, mientras “los órganos de nivel superior aprobaban las horas y turnos extra solicitados pero luego rechazaban proveer dinero extra para los sueldos, de tal modo que las empresas tenían que cortar bonos y otros pagos a trabajadores para compensar esta suma”.[90]
Además la prisa de último minuto para cumplir las metas planificadas forzó al Estado a soltar las restricciones de contratación, resultando en la primera “pérdida sobre el reclutamiento de mano de obra” (zhaogong shikong), comenzando en 1956 cuando “el Ministerio de Trabajo decentralizó los poderes de reclutamiento permitiendo a las empresas a recurrir a oficinas locales de trabajo en lugar de los ministerios industriales para las nuevas contrataciones”. El resultado fue que se le permitió de nuevo a las empresas contratar desde “la sociedad”, y “el número de trabajadores casi duplicaba el convocado por los planes nacionales”.[91] Este nuevo repunte en la urbanización trajo nuevos migrantes rurales hacia las ciudades, comenzó a profundizar la integración de las mujeres en la fuerza de trabajo industrial y aumentó el desgaste de la costosa infrastructura urbana.
Para poner esto en perspectiva: de los cinco millones de trabajadores atraidos hacia el sector estatal en 1956, “la mitad eran residentes rurales migrando hacia las ciudades”.[92] Esta tendencia en la urbanización fue brevemente controlada en 1957, junto a la supresión de las huelgas, solo para explotar nuevamente durante el GSA. Aunque la población urbana había estado creciendo a lo largo de los 50, entre 1955 y 1958, los residentes urbanos saltaron desde el 13,5% al 16,2% de la población, con los campesinos atraidos hacia la prosperidad y privilegios de las ciudades, y luego al 20% en 1960, cuando los campesinos huían de los efectos de la hambruna en el campo. Después de esto, los nuevos controles del movimiento de población verían aplanarse la curva de este crecimiento durante el período socialista restante, solo para volver a crecer durante la era de la reforma.[93]
A fines de 1956 e inicios de 1957, sintiendo el malestar y atemorizados por las recientes revueltas contra los regímenes respaldados por la Unión Soviética en Europa del este, el PCCh patrocinó una “política de (limitada) liberalización y democratización e incremento de la amplitud de mirada en las críticas hacia el Partido”, en lo que es conocido como la campaña de las “Cien Flores”.[94] En representaciones estándar del período, Mao llama al criticismo del Partido y los estudiantes e intelectuales hacen lo mismo. Una vez que el movimiento se va de las manos, con críticas profundas dirigidas hacia el Partido y haciendo comparaciones con la rebelión en Hungría, el Partido inicia la campaña antiderechista para frenar el movimiento y castigar a los que hablaron duramente sobre el liderazgo. A menudo hay una ambigüedad en estos reportes sobre si el movimiento de las Cien Flores fue o no en cierta medida un truco para traer a los enemigos potenciales del liderazgo del Partido a la luz.[95] Pero, ya fuera un truco o un intento honesto de reforma, la mayor parte de los relatos son consistentes en su retrato del movimiento como un asunto principalmente dirigido desde las cúpulas, involucrando mayoritariamente estudiantes e intelectuales.
En realidad la campaña de las Cien Flores fue una respuesta a los conflictos sociales extremos que se habían levantado durante el transcurso del Primer Plan Quinquenal. Simplemente reconocía las dinámicas que ya alcanzaban un punto de ebullición en la sociedad china y los escondía bajo las quejas de los estudiantes e intelectuales, figuras que fácilmente podrían haberse descartado como vestigios de la vieja sociedad. Reconocer directamente el antagonismo existente entre los trabajadores urbanos hubiese levantado el cuestionamiento sobre si el Partido había perdido el mandato de la clase trabajadora. Esto conllevaba también, que después de lo ocurrido, los trabajadores “dentro de la historia escrita de las Cien Flores tenían que quedar fuera como manifestantes, estando presentes como defensores del Partido durante la campaña anti-derechista”[96] Pero la realidad era bastante diferente.
Las huelgas de las Cien Flores comenzaron en números pequeños en 1956, sólo explotando a lo largo del país en 1957. Aquí son puestas en perspectiva mediante comparaciones con rebeliones previas, usando a Shanghai, epicentro de ésta, y las oleadas de huelgas anteriores como unidad de comparación:
“En 1919, Shanghai experimentó solo 56 huelgas, 33 de las cuales estaban conectadas al 4 de Mayo. En 1925, hubo 175 huelgas, de las cuales 100 estaban en conjunción con el 30 de Mayo. En el año de más actividad de huelgas en la era republicana de Shanghai, 1946, se vio un total de 280”.[97]
Sin embargo, solo en la primavera de 1957:
“Disturbios (naoshi) mayores en el trabajo erupcionaron en 587 empresas […] involucrando a más de 30.000 trabajadores. Más de 200 de esos incidentes incluyeron marchas desde las fábricas, mientras alrededor de 100 involucraron ralentizaciones organizadas de la producción. Además, más de 700 empresas experimentaron formas menos serias de descontento laboral (maoyan).”[98]
Los trabajadores comenzaron a trazar paralelos con la rebelión húngara, cantando “¡creemos otro incidente húngaro!” y amenazando con llevar el conflicto hasta sus últimas consecuencias “desde el distrito a la ciudad al Partido y a la Internacional Comunista”[99] Cuando las demandas no fueron rápidamente cumplidas, los trabajadores también comenzaron a crear nuevas infraestructuras a través de las cuales organizarse, una que empezó a ir más allá de los límites de su unidad de trabajo individual y que imitó formas de organización que los mismos comunistas habían usado anteriormente en la prolongada guerra revolucionaria:
“[…] los trabajadores distribuyeron panfletos para publicitar sus demandas y formaron sindicatos autónomos (a menudo llamado pingnan hui, o sociedades de reparación de agravios). En el distrito de Tilanqiao más de 10.000 trabajadores se unieron al “Partido Demócrata” (minzhu dangpai) organizado por tres trabajadores locales. Algunos manifestantes usaron contraseñas secretas y diseñaron sus propios sellos de oficina. En algunas instancias, se establecieron “cuarteles unidos de comando” para proveer dirección marcial a las luchas.”[[100]
Sin embargo, la composición de los huelguistas nunca se sobrepuso a las divisiones impuestas por la propia reestructuración industrial que había contribuido a la oleada de protesta en primer lugar: “algunas secciones de la fuerza laboral, tales como los empleados de las que anteriormente fueron empresas privadas, aprendices y trabajadores jóvenes, eran mucho más prominentes en su malestar”. Esto fue a pesar del hecho de que “muchas de las quejas que levantaron las protestas eran comunes a todas las empresas ya por 1956 y 1957.”[101] Al interior de la empresa misma: “Usualmente […] menos de la mitad de los trabajadores estaban involucrados, con los trabajadores más jóvenes jugando un rol desproporcionadamente activo.”[102] Aquí las “líneas más salientes de división” eran entre “socio-económicas y categorías espaciales: permanentes versus trabajadores temporales, viejos versus trabajadores jóvenes, locales versus afuerinos, urbanos versus rurales”[103]
En algunos casos, esta división al interior de las empresas tomó formas extremas y las huelgas fueron aplastadas por los mismos trabajadores con más privilegios, sin necesidad de direcciones desde el gobierno central. Durante una disputa en la Compañía de Fertilizantes de Shanghai en Mayo de 1957, 41 trabajadores temporales, a quienes se les había prometido estatus regular pero que fueron abruptamente despedidos, atacaron a oficiales del sindicato, demandando ser reintegrados como trabajadores regulares. Después de casi matar a golpes al director y vicedirector del sindicato, el sindicato, la liga juvenil y los trabajadores permanentes prometieron resolver el conflicto ellos mismos, y los trabajadores permanentes “incluso reunieron armas preparándose para matar a los trabajadores temporales.” Antes de que esto pudiera pasar, las autoridades municipales intervinieron y arrestaron a los líderes de los trabajadores temporales.[104]
Dados los riesgos presentados por una revuelta desatada de los trabajadores, el Partido no solo se alineó con los miembros más privilegiados de la fuerza laboral industrial -es decir, trabajadores permanentes más viejos con familias de base urbana empleados en la industria pesada- sino que también buscó inicialmente reformar los sistemas de administración industrial y política. Ya tempranamente, en el otoño de 1956, las capas más altas del Partido habían notado la oleada de huelgas, aunque todavía en su infancia, estaba arraigada en conflictos más profundos que estaban engendrados por la política industrial nacional. Eventos en Europa del Este verificaron y ahondaron estos temores. En el Octavo Congreso del Partido el Modelo Soviético influido por los planes quinquenales de los años 30, con el “manejo unipersonal” en su centro, fue rechazado en favor de un Modelo Soviético alternativo, basado en principios altos Estalinistas, que favorecieron movilizaciones de masa, participación obrera, y directa supervisión y manejo por comités del Partido en lugar de liderazgo tecnocrático de los directores e ingenieros de las fábricas.
Aunque apoyadas en los niveles altos y convertidas en mitología socialista mediante las comparaciones con la URSS, las políticas movilizacionales que resultaron fueron más el producto de soluciones locales, soluciones prácticas a conflictos a escala de fábrica y ciudad y en muchas instancias finalmente excedían lo que las autoridades centrales consideraron aceptable concederle a los trabajadores. En muchas fábricas se fundaron congresos de trabajadores “consistiendo de representantes directamente electos que podían ser revocados por los trabajadores en cualquier momento”, una forma de organización que fue promovida por el entonces director de la Federación de Sindicatos de China (FSC), Lai Ruoyu, quien “identificó la democratización de la administración como la característica que distinguía a las empresas capitalistas de las socialistas”.[105]
Por su carácter local, la implementación de estas reformas fue desigual. Trabajadores que habían implementado tales cambios gustosamente aceptaron los reconocimientos formales, mientras que las empresas que veían menos actividad propia respondieron con desconfianza. Algunos trabajadores rechazaron elegir representantes para los congresos, que a menudo tenían poderes sólo vagamente definidos.[106] Dado que los planes de producción formulados a niveles más altos del Estado permanecían inviolables, era poco claro cómo tal reorganización administrativa, incluso si era realmente una devolución verdadera de las decisiones a nivel de fábrica a los trabajadores, podría resolver las constricciones básicas impuestas a las empresas. Aunque muchas autoridades del Partido en la época, particularmente dentro del liderazgo de la FSC, parecen haberse honestamente alineado con los trabajadores en sus disputas, también era claro que los ataques hacia la “burocratización” y privilegios de los cuadros producía en el mejor caso mejoras menores a las vidas de los trabajadores desaventajados, haciendo poco para remover las tensiones de la sub-financiación de las empresas de propiedad conjunta, el estatus de trabajador temporal o las horas extra de producción.
Estas reformas no solo probaron ser incapaces de cumplir las demandas básicas de los trabajadores, sino que fallaron en prevenir el rápido aumento en las actividades de huelga, que peligrosamente excedían las expectativas del Partido. El resultado fue un aumento en la represión contra los líderes de las huelgas, una reorganización del liderazgo de la FSC y una avalancha de concesiones a nivel de fábrica que formaría la base del próximo período de reorganización industrial durante el GSA.
En términos de represión, los trabajadores sufrieron mucho más que los estudiantes o intelectuales. Aunque la represión de las huelgas fue concurrente con la campaña antiderechista, a los trabajadores se les negaba el estatus de “derechistas”. En cambio, eran clasificados como “malos elementos”, implicando simple criminalidad en lugar de cualquier oposición política basada en principios. Esto no era una diferencia semántica: “trabajadores y algunos oficiales de sindicatos fueron de hecho encarcelados y enviados a campos de trabajo como consecuencia del movimiento de las Cien Flores y algunos fueron ejecutados”.[107] Cuando oficiales de alto rango de la FSC como Lai Ruoyu, Li Xiuren y Gao Yuan se pararon junto a los trabajadores, incluso llegando a abogar por sindicatos independientes, el resultado fue la vilificación, despido y una purga general de la FSC.
Los disturbios de trabajadores continuaron después del fin de la campaña antiderechista, resultando en más concesiones y reformas anti-burocráticas durante el Gran Salto Adelante. Pero pese a su tamaño, la oleada de huelgas de 1956 y 1957 nunca se cohesionó en una verdadera huelga general. Una de las características distintivas de los disturbios de trabajadores a mediados de los años 50 era que “no tenía una queja política central […] alrededor de la cual se pudiera galvanizar la opinión pública.”[108] El resultado fue que la rebelión permaneció fragmentada, ya que fue en gran medida limitada a problemas en el espacio de trabajo locales. No hubo formas sustancialmente nuevas que cohesionaran a los huelguistas ni fueron capaces de reformar los órganos existentes del PCCh.
No es sostenible, por lo tanto, simplemente atribuir el fracaso de la oleada de huelgas a las medidas represivas del Estado. En la mayor parte de los casos, el Estado simplemente no tuvo que intervenir. Las divisiones entre la fuerza de trabajo -particularmente entre líneas de antigüedad y de regulares versus temporales- fueron a menudo suficientes para prevenir que las demandas de los huelguistas galvanizaran un apoyo más amplio. Los trabajadores en huelga eran a menudo minoría dentro de sus propias empresas, y sus demandas eran también a menudo violentamente rechazadas por otros trabajadores, como por ejemplo, la fábrica de fertilizantes de Shanghai.
El Partido pudo pronto aprovechar este hecho, pintando a los huelguistas como “malos elementos” con orígenes familiares no proletarios, que intentaban engañar a otros trabajadores para participar en conspiraciones anti-comunistas. Pese a la exageración de esta propaganda, el grano de verdad aquí era simplemente que una parte significativa de la fuerza laboral industrial nacional estaba suficientemente satisfecha con sus posiciones y era cuidadosa de no perderla. Esto era especialmente cierto respecto a los trabajadores más viejos, quienes no solo tenían sueldos más altos y recibían más beneficios, sino que también recordaban las condiciones abismales de trabajo anteriores a la revolución.
Las divisiones que prevenían que la huelga se generalizara también eran el producto de una geografía desigual. Ciudades como Shanghai eran únicas en cuanto al alto porcentaje de empresas de “propiedad conjunta” de menor privilegio, mientras que las nuevas áreas en las ciudades del noreste tenían una proporción más alta de empresas industriales de propiedad estatal, y por lo tanto recibían una parte mayor de la plusvalía neta durante el curso de los años 50. Pese al notorio declive en los sueldos y beneficios de los trabajadores de Shanghai, las tendencias nacionales eran entonces ambiguas u opuestas. A nivel nacional, “la producción de grano y disponibilidad de granos alcanzó un peak en 1955 y 1956” y una parte desproporcionada de lo que se produjo durante este peak fue entregado a los centros industriales urbanos, en lugar de dárselo a los campesinos que lo habían producido. Esta repartición cayó ligeramente en 1957, pero no fue hasta las desastrosas políticas del GSA que la mayor parte de los centros urbanos vieron un verdadero declive en sus estándares de vida.[109]
Orígenes del Gran Salto Adelante en las ciudades:
Las políticas industriales del GSA pueden entenderse como una respuesta carente de sistematicidad a varias crisis que se gestaban en la economía. Pese al éxito en pausar la transición hacia el capitalismo, las etapas tempranas de lo que se solidificaría como el régimen de desarrollo socialista fue finalmente forzado a una mimesis mecánica de las dinámica que había buscado subvertir. Casi medio siglo de guerras periódicas había terminado y la calidad de vida de las personas promedio había mejorado, pero las concesiones dadas a la fuerza de trabajo urbana comenzaron a limitar la cantidad de plusvalía que se podía extraer de segunda mano desde los trabajadores industriales consumidores de grano, y de esta manera obstaculizaron la expansión y modernización de la industria. Al mismo tiempo, en los años 50 el número de personal administrativo y técnico se disparó más allá de los límites presupuestarios planeados, limitando aún más la plusvalía disponible para inversión.
Todo esto había creado una situación que aunque relativamente próspera, arriesgaba la creación de nuevas formas no-capitalistas de extrema desigualdad a través de la reinvención involuntaria del modo cuasi-tributario de producción o simplemente otro colapso hacia el caudillismo. Al mismo tiempo, existía el riesgo de que los patrones de crecimiento y transición demográfica evidentes en los años 50, a través de la mímesis con las dinámicas capitalistas, pudieran finalmente llevar a la culminación de la transición capitalista bajo los auspicios del Estado mismo. Ya en los tardíos ‘50, el segundo riesgo es el que se volvió más prominente. En el otoño de 1956, coincidente con el segundo “peak” del Plan Quinquenal y poco después los cambios de poder en la URSS señalaron el deterioro de las relaciones sino-soviéticas, la Primera Sesión del Octavo Congreso del Partido (el primer congreso pleno desde 1949) “trazó un programa de moderación económica” que “proyectaba un sistema económico con un significativo, aunque subsidiario, rol para el mecanismo de mercado, y que incluso contemplaba el renacer y coexistencia de diferentes formas de propiedad”. El espíritu del congreso “encontraría ecos en muchos de los programas de 1978”[110], los cuales, por supuesto, sí retomaron finalmente la transición china hacia el capitalismo.
Ya por el año 1957, la sobreinversión había resultado en un cuello de botella industrial. La escasez perpetua de commodities había requerido “racionamiento estricto de los bienes de consumo esenciales” desde 1953, y la presión inflacionaria del segundo peak de inversión (junto al malestar de los trabajadores) resultó en una reducción de las metas de planificación de 1957. El año pronto vio “un aumento en el desempleo en los distritos urbano y en el campo”, especialmente severa entre los nuevos trabajadores migrantes que no tenían estatus regular en sus empresas. Políticas de control de nacimiento fueron implementadas a una escala sin precedentes y las prohibiciones a la migración se hicieron nuevamente más estrictas.[111] Tanto las reformas económicas liberales de orientación de mercado propuestas en la Primera Sesión del Octavo Congreso del Partido como los programas del GSA que finalmente tomaron forma deben entenderse como intentos divergentes de responder al mismo cuello de botella económico.
Al principio el GSA no pareció ser nada más que otra versión más acelerada del “gran empuje” de industrialización ya intentado durante los dos picos del Primer Plan Quinquenal. Aunque muchos de sus elementos básicos ya habían sido formulados durante la crisis de varios años antes e implementado a nivel nacional, el GSA fue formalizado en la Segunda Sesión del Octavo Congreso del Partido (en Mayo de 1958), en el cual muchas de las políticas liberales expuestas durante la Primera Sesión -muchas de las cuales nunca se habían implementado- fueron rotundamente rechazadas.
El progreso de los tempranos 50 había vuelto al Partido confiado respecto a los retornos productivos a la inversión, pese al embotellamiento industrial el foco del Segundo Plan Quinquenal sería un nuevo round de industrialización pesada, con la producción de acero en el centro. En lugar de la moderación y mercantilización, la meta era acelerar a través del embotellamiento para escapar. En línea con la industrialización del Primer Plan Quinquenal, el GSA vería “un incremento masivo en la tasa de transferencia de recursos desde agricultura a la industria”[112], además de una expansión sin precedentes en el empleo estatal, cuando “casi 30 millones de nuevos trabajadores fueron absorbidos al sector estatal durante 1958”.[113] Muchos de estos trabajadores nuevos eran nuevos migrantes rurales a las ciudades, ya que los controles migratorios recientemente endurecidos fueron en gran medida abandonados.
El giro político que sucedió entre la primera y segunda sesión del Octavo Congreso del Partido es, en la literatura existente, atribuido ya sea al simple capricho o al celo idealista de las visiones en competencia al interior del liderazgo.[114] En realidad, estos cambios en las políticas estuvieron hondamente vinculados a la naturaleza inestable del régimen de desarrollo socialista. Con la transición al capitalismo efectivamente pausada y China removida del circuito de commodities global no habían incentivos estables o costumbres sociales guiando la acumulación, la organización industrial o nuevas rondas de desarrollo e inversión. El resultado fue un vaivén caótico entre potenciales disparatados incorporados a la estructura agrícola e industrial heredada del país, sin mencionar su geografía física y la proporción entre tierra-población. En este período ninguna política nacional fue implementada de la forma esperada, y ninguna fue completada de la forma planeada. Pero cada política creó un círculo de retroalimentación, modificando las posibilidades al interior del sistema y creando nuevas geografías de producción, generando nuevas crisis y condicionando la variedad de respuestas posibles a estas crisis.
El resultado fue que ningún modo de producción cobró completa coherencia durante el régimen de desarrollo socialista -y es precisamente por esta razón que el Estado mismo, crecientemente fusionado con el Partido (y, últimamente, los militares) jugaron el rol mecánico de ordenar la producción, distribución y crecimiento. En algunos casos esto conllevó imitar patrones vistos en la transición al capitalismo, en otros casos importando prácticas, técnicos y fábricas completas desde la URSS, y en otros replicando o reinventando formas de despliegue de la mano de obra, de desarrollo de infrastructuras y movilización cultural que guardaban una significativa semejanza con las prácticas encontradas en la historia de la región.
Al mismo tiempo, porque estos métodos de acumulación eran mecánicos, el Estado tendía a osificarse en una burocracia rígida si cualquiera de estas políticas o métodos se mantenía por mucho tiempo. En cada punto, nuevas prácticas eran adoptadas no a partir de apegos ideológicos o como herramientas neutras en batallas de facciones, sino más seguido como un bricolaje de respuestas improvisadas a la acumulación de innumerables crisis locales. A lo largo de la era socialista, cada cambio de políticas fue también un método de re-aceitar los mecanismos osificados del Estado a través de la modificación y reinvención. En casos extremos estos cambios iban acompañados de purgas de gran escala y renovación de personal.
Bajo la apariencia de un simple empuje de industrialización consistente con el de los tempranos 50, el GSA también trajo consigo cambios significativos y duraderos para la estructura industrial básica de China. Respondiendo al descontento de 1956-57, el Partido adoptó una política de tratar “duramente con quienes consideraba más culpables, cuyas palabras y acciones habían ido mucho más allá de lo permisible, y de hacer algunas concesiones limitadas a todo el resto […]”[115]. Estas concesiones venían principalmente en la forma de ataques contra el “burocratismo” a través de sesiones de disputas públicas donde los trabajadores podían dar voz a sus críticas de los técnicos, personal del Partido y administradores. Esto tenía el beneficio añadido de distraer de las inequidades estructurales crecientes dentro del nuevo sistema, enfocándose casi exclusivamente en “cuestiones de acititud y forma de trabajo”, mientras se les concedía mayores grados de participación en la administración a los trabajadores.[116] Simultáneamente, inyectó nueva vida al Estado y las jerarquías del Partido, mientras las estructuras establecidas en el Primer Plan Quinquenal eran rotas y recompuestas.
Aunque los críticos más abiertos del Estado habían sido silenciados en la campaña Anti-derechista, las tomas crecientemente violentas, huelgas y ataques directos a los cuadros por estudiantes y trabajadores en 1957 convencieron a muchos líderes, tanto a nivel local como nacional, de la necesidad de reformas profundas dentro del Partido. La campaña Anti-derechista por lo tanto incluyó también una campaña de rectificación, apuntando primariamente a los cuadros y técnicos a nivel de empresa, lo que fue particularmente extendido en las ciudades portuarias que habían visto el mayor descontento obrero. Reuniones masivas dentro de la empresa permitían a los trabajadores ventilar sus quejas y acusar a sus superiores, muchos de los cuales fueron posteriormente degradados o deportados al campo. En la industria de maquinaria de Shanghai la campaña “vio un total de 810 miembros de personal enviados al campo”, de los cuales “la vasta mayoría eran cuadros y técnicos”.[117] Muchos serían devueltos a sus puestos después de un año o dos, ya que sus habilidades eran necesarias para cumplir las demandas productivas del GSA. Pero una vez devueltos también muchas veces se encontraban degradados, como la política de “dos participaciones” requería que los trabajadores trabajaran en administración y los cuadros como mano de obra.
Pese a la reorganización de tareas la expansión del sector estatal requería un crecimiento mayor en el número de cuadros del Partido, que saltó desde un total de 7.5 millones en 1956 a 9.7 millones en 1959.[118] Talvez más importantemente, el GSA formalizó la devolución del poder a los comités del Partido dentro del espacio de trabajo, los que a menudo operaban a través de campañas de movilización masiva. Pero las campañas en este período iban más allá de la escala de sus homólogos anteriores. En lugar de simples reuniones en el espacio de trabajo o administración arriba-abajo por parte del director de fábrica, los métodos de despliegue de la mano de obra durante el GSA suponían una movilización total. Cuadros y técnicos participaban en trabajo físico, mientras todos los miembros de la empresa participaban en algún grado de la administración. Los bonos, las tarifas por pieza y otros incentivos materiales fueron eliminados, incluso mientras “trabajadores a todos los niveles eran empujados a trabajar horas extra, siete días a la semana, en un intento frenético de intentar hacer todo a la vez”.[119]
Más importantemente, el GSA vio la descentralización de la autoridad planificadora a autoridades provinciales, locales e incluso a nivel de empresas, lo que fue acompañado por un cambio de foco desde impulsar exclusivamente proyectos industriales pesados de gran escala a la fundación de cantidades récord de nuevas empresas a múltiples escalas y en una mayor diversidad de locaciones. Llamada la “línea general para la construcción socialista”, la Segunda Sesión del Octavo Congreso adoptó un conjunto de políticas que explícitamente abogaban por “desarrollo de lo local, empresas de pequeña escala con métodos indígenas de producción”.[120] Ésto señaló un cambio masivo desde los planes de dirección central, intensivos en capital, hacia un modelo de planificación descentralizada y de producción intensiva en mano de obra. También cambió el centro de gravedad industrial una vez más, dispersando la inversión industrial de vuelta hacia el campo y poniendo a las ciudades portuarias en una posición ligeramente más favorable, ya que ahora tenían acceso a una gran fuerza de trabajo urbana desempleada y que contaba con una rica historia de redes de producción descentralizada.
La gran descentralización:
En cierto sentido estas nuevas políticas eran simplemente la formalización de las prácticas que de facto ya estaban funcionando desde hace algún tiempo. La estructura ordenada de los ministerios de planificación central había sido siempre más un mito que realidad, y el GSA buscó volver esta debilidad en una fortaleza. A instituciones tales como el Departamento de Trabajo Industrial del Comité del Partido del Municipio de Shanghai, que habían surgido como estructuras locales improvisadas, lidiando con todas las complicaciones desatendidas del régimen de desarrollo, se les permitió fijar -y de hecho se las alentó a especular competitivamente sobre- sus propias metas productivas. Las empresas “todavía tenían que enviar el grueso de sus ganancias al gobierno central”, pero ahora a las autoridades a nivel provincial “se les permitía retener un 20% de las ganancias de la empresa”[121], creando presiones competitivas a nivel local tanto para movilizarse por las tasas más altas de producción como a reportar valores por encima de los valores reales de producción.
La escala de reorganización fue sorprendente: “Nacionalmente las 9.300 empresas bajo administración central en 1957 fueron reducidas a 1.200 a fines de 1958”[122]. La mayor parte de las empresas que permanecieron bajo control de la autoridad central fueron las que se consideraban clave para la seguridad nacional, tales como “industria pesada y manufactura de maquinaria, así como minas de gran escala, plantas químicas, plantas energéticas, refinerías de petróleo y empresas militares”. Gran parte de la producción antes cubieta por “los Ministerios de Industria Ligera y de Industria Alimentaria, fueron transferidos a gobiernos locales” entregando a las ciudades portuarias, con su gran concentración de industria ligera, mucho más control local sobre la producción que al noreste, que permaneció bajo control de la autoridad central.[123]
Pero esta descentralización también causó nuevas formas de caos competitivo, a medida que diferentes segmentos de las jerarquías locales competirán por el control de los nuevos poderes devueltos a las ciudades y provincias. En algunas ciudades, tales como Guangzhou y Shanghai, los comités del Partido municipales efectivamente tomaron control directo de gran parte de la industria pesada de la ciudad, pese a que los dirigentes del Partido dictaron que estas industrias serían administradas por las autoridades de planificación central. Mientras tanto las empresas descentralizadas (dando cuenta de más del 85% de todo el empleo en Shanghai) fueron efectivamente entregados al “control directo de los comités del Partido municipales)”, lo que significaba que “gozando como lo hacían de lazos con los oficiales locales del Partido, en las empresas los comités del Partido ganaron control sobre las tareas productivas”. Hasta en las unidades más básicas de vida urbana, la política era “garantizar el liderazgo absoluto del Partido en la producción industrial”.[124] La descentralización entonces representó una fusión mayor de Partido y Estado, ya que tanto las tareas de producción diaria, como el fijar las metas productivas y reportar los números de producción total eran entregado a los comités del Partido en lugar de a los técnicos y administradores.
La descentralización de la planificación también conllevó la descentralización de la autoridad en la asignación de mano de obra, lo que permitió un aumento sin precedentes en la fuerza de trabajo industrial. No solo se le permitía a las empresas sino que se las alentaba a “reclutar desde la sociedad”, mientras se reconstituían redes de producción intensivas en mano de obra en un intento de “cumplir metas de producción utópicas fijadas por oficiales locales que tenían poco conocimiento de la industria y mucho menos capacidades de administración macroeconómica”[125]. Entre 1957 y 1959 la población urbana total aumentó en un 19% alcanzando un peak en 1960 en 20% de la población total -una tendencia que sería efectivamente revertida en la retracción siguiendo el GSA, con una población urbana que no llegó nuevamente a un porcentaje tan alto hasta los 80.[126]
Desde fines de 1958 hasta inicios de 1959, durante varios meses, alrededor de tres millones de campesinos migraron a las áreas urbanas, representando la mayor parte del aumento en la población urbana durante todo el período. Pero al mismo tiempo “el aumento en la fuerza de trabajo industrial se calculó en veinte millones de nuevos trabajadores solo en 1958. ¿De dónde salieron los trabajadores adicionales? Una parte significativa de esos 17 millones de trabajadores industriales nuevos, no-migrantes, estaban en el campo, trabajando en la expansión de las industrias rurales. Pero también hubo aumentos sustanciales en el empleo de la población urbana preexistente, a medida que las empresas reclutaban “mano de obra de callejones” (lilong gong), una fuerza de trabajo semi-empleada compuesta principalmente de mujeres que eran elementos fijos en los callejones de la ciudad y que tomaban trabajo de forma temporal”.[127]
La movilización total del GSA vería también la formación de “comunas urbanas” (aparentemente la etapa final de la nacionalización) en la cual el mismo trabajo del hogar era socializado, liberando a más mujeres trabajadoras para la producción, creando nuevas industrias desde el trabajo previemanete realizado en el hogar y organizando la población urbana en estructuras celulares que excedían el tamaño de un hogar -así como la colectivización en el campo lo había hecho. Gran parte del producto de las nuevas actividades de las comunas urbanas, consistentes principalemnte en artesanías y provisión de servicios, alimentaría directamente hacia estructuras de bienestar crecientemente autárquicas sin ser tomadas en cuenta por ninguna directiva de planificiación, y a menudo sin ser mediadas por muchos intercambios monetarios en la forma de precios o sueldos. Como había pasado en ciclos de inversión expansiva previos, la inflación se mantenía a raya ampliando el acceso a bienes de consumo sin precio, provistas por empresas y fundadas por asignaciones de material planeado en cantidades globales en lugar de precios.
Para dar una idea de la escala involucrada: las “comunas urbanas” extendían sustancialmente las provisiones de bienestar del danwei, con estadísticas (aunque infladas) de los 1960, declarando que el GSA había visto varias ciudades establecer “53.000 comedores […] servir comidas a alrededor de 5.2 millones de personas”. Este número, en 1960, habría representado poco menos que el 40% de la población urbana. Los datos citados son casi con certeza exagerados, pero incluso la mitad o un tercio de tal cantidad todavía sería una figura significativa. Mientras “aproximadamente 50.000 jardines infantiles proveían acomodación para alrededor de 1.46 millones de niños” y “al inicio de marzo de 1960 habían 55.000 centros de servicio entregando asistencia a aproximadamente 450.000 personas”. Estos centros de servicios entregaban “lavandería, sastrería, reparaciones, peluquería, ducha, limpieza del hogar y servicios de protección de la salud”. En Chongqing, las estaciones de servicio fueron “establecidas en cada avenida y callejón”. El resultado fue que ya por “marzo de 1960, las comunas urbanas habían provisto a las empresas de operación estatal más de 3.4 millones de trabajadores, de los cuales el 80% eran mujeres”.[128]
No queriendo volver a encender los conflictos entre temporales versus permanentes, jóvenes versus viejos, o nuevos migrantes versus citadinos esblecidos, las autoridades abolieron los bonos y las tarifas por pieza, asegurando que los supervisores de rango más alto y cuadros participaran del trabajo manual y que los trabajadores participaran en la administración, todo mientras incorporaban a migrantes y otros nuevos trabajadores urbanos, particularmente mujeres, al empleo regular con acceso completo (o casi completo) a los beneficios danwei. Esto conllevó desembolsos masivos de tiempo y recursos para la construcción de nuevas viviendas, instalaciones médicas y de educación, además de los varios servicios mencionados anteriormente. Esta presión sobre los recursos alentó aún más a las empresas a moverse hacia movilización total, en la medida que los trabajadores entendían el vínculo directo entre la disponibilidad de varios beneficios externos al sueldo y el rendimiento de su empresa relativa a las demás.
Esto también significó que la crisis especulativa que vería el aparato descentralizado del GSA acelerándose fuera de control no fue simplemente el producto de la ingenuidad de oficiales locales, sino que fue también el resultado de una presión desde abajo hacia arriba para maximizar la competencia relativa a otras empresas para retener mayores percentiles de la plusvalía para las unidades empresariales autárquicas -con los trabajadores entendiendo que gran parte de esa plusvalía volvería en la forma de gasto en bienestar. La crisis de la especulación en planificación, en muchos sentidos, fue generada orgánicamente desde las unidades más bajas de la estructura industrial, gestada a través del establecimiento de jerarquías de privilegios urbanos durante el Primer Plan Quinquenal.
Un ejemplo extremo de esto puede verse en la práctica de varias fábricas en Guangzhou, que adoptaron “una política anárquica de “no adminitración” (wuren guanli).” Esta política suponía que las empresas “practicaban los “Ocho Propios” (ba zi), en que los trabajadores arreglaban sus propios planes, cuotas de producción, tecnología, planos, operaciones, insumos de bienes semiprocesados, inspecciones de calidad y contabilidad”. La práctica llegó a ser tan extrema que los bancos “distribuían efectivo a cualquier trabajador que viniera con órdenes de compra. Los trabajadores que sabían la cuenta bancaria de la empresa podían retirar fondos para conseguir cualquier ítem que necesitaran para sus fábricas”.[129] Pero aún con esta abolición casi completa de la administración a nivel de empresa y con los trabajadores acordando colectivamente sobre sus propias cuotas de producción, toda la evidencia sugiere que estas fábricas cuasi-sindicalistas sufrieron la misma especulación respecto a su capacidad de producción que las fábricas que retuvieron formas más tradicionales de administración. El efecto último de la crisis de producción no fue mitigado en Guangzhou.
El GSA fue en gran medida exitoso como intento de anular el descontento obrero en los años siguientes a 1957. Le dio nuevos incentivos fuertes a los trabajadores a través de la expansión del bienestar y la participación en la administración, incluso mientras incentivó una forma de movilización total, que en último término era de carácter disciplinario. Al mismo tiempo, las políticas del período fueron exitosas también en el intento de revitalizar las jerarquías estatales y del Partido en proceso de osificación, esto mediante la descentralización y reorganización del poder. Las tendencias más notorias que surgieron durante el GSA pueden ser vistas como una evolución distintivamente china del Alto Estalinismo. Fue un período en que el Modelo Soviético y el Modelo de China del Este se encontraron en igual magnitud, los dos centros gravitacionales colisionando de tal forma que ambos fueron fragmentados.
Pero esto no quiere decir que estos experimentos de corta vida tendieron hacia el comunismo como la propaganada de la era sostenía. En su lugar, eran aún otra dimensión del fundamentalmente inestable régimen de desarrollo socialista -esta vez señalando una fuerte tendencia hacia la reinvención de las prácticas productivas tradicionales. El GSA vio un intento de revivir las redes de producción rural, ahora bajo el auspicio del nuevo Estado en lugar del mercado rural, orientándolos hacia sus fines desarrollistas. En las ciudades, el carácter del Estado de nuevo tendió hacia su norma histórica, con una jerarquía hinchada en el centro a medida que las responsabilidades extractivas se devolvieron desde las agencias centrales hacia las autoridades provinciales, mientras los que estaban a nivel local fueron dejados a autogestionarse crecientes porciones de su propia subsistencia en la medida que entregaran la parte requerida de su producción al Estado central.
De modo similar, la movilización total de la mano de obra industrial y los proyectos de infraestructura rural guardaban más que una semejanza pequeña con el despliegue de mano de obra forzada usado durante los trabajos públicos imperiales bajo el modo tributario de producción y el régimen expansionista japonés. Más allá de cualquier continuidad con los modos previos de producción que esta semejanza pueda sugerir, su principal significado es que el régimen de desarrollo socialista tomó tanto de la experiencia histórica china como de la práctica extranjera, ya sea soviética o capitalista.
La dinámica central de este período no puede entenderse reduciendo la era a cualquiera de estas dimensiones. China entre 1950 y 1970 no fue ni una réplica del socialismo ruso, ni fue “capitalismo de Estado”, ni fue un simple proceso de acumulación original proto-capitalista facilitado por el gobierno, como en los otros Estados en desarrollo de la región, ni fue una continuación de algún antiguo “despotismo oriental”. Tampoco fue un período en que tendencias persistentes hacia el capitalismo lucharon con tendencias nacientes hacia el comunismo en una situación de “lucha de dos líneas”, requiriendo una “revolución permanente” para completarlo como ciertas facciones dentro del Partido argumentarían. Fue un régimen inestable, constantemente cambiante de desarrollo improvisado desde elementos inconsistentes. Su único factor verdaderamente unificante fue el empuje desarrollista en sí mismo, fundado en la inyección de plusvalor del grano desde el campo hacia la ciudad.
[83] Nolan 1988, p. 65.
[84]Selden 1988, p. 121.
[85]Terry Sicular, “Grain Pricing: A Key Link in Chinese Economic Policy,” Modern China, 14(4), 1988, pp. 253-4; Wen Tiejun,Zhongguo nongcun jiben jingji zhidu yanjiu: ‘sannong’ wenti de shiji fansi.Zhongguo jingji chubanshe, 1999; Unger 2002, p. 12.
[86]Nolan 1988, 54-5.
[87]Selden 1988, 119.
[88]Brown 2012, 30.
[89]Sheehan, p.54
[90]Ibid, p.56
[91] Frazier, p.156
[92]Naughton 2007, p.67
[93]Kam Wing Chan, “Fundamentals of China’s Urbanization and Policy,”The China Review, 10:1, Spring 2010. pp.63-94.
[94] Sheehan, p.48
[95] Esta narrativa se extiende a otros períodos históricos también tales como el Movimiento de Rectificación en Yan’an y es relativamente común, si bien una representación un tanto conspirativa de ejercicio del poder del PCCh. Ver: Gao Hua,Hong taiyang shi zenyang shengqi de. Hong Kong: Chinese University Press, 2000. Y para una revisión en inglés del texto, ver: David Cheng Chang, “Hong taiyang shi zenyang shengqi de (review),” China Review International, 15:4, 2008, pp. 515-521
[96]Sheehan, p.49
[97]Elizabeth Perry, “Shanghai’s Strike Wave of 1957,” The China Quarterly, No. 137, March 1994, pp.1-27
[98] Ibid.
[99] Ibid.
[100] Ibid.
[101] Sheehan, pp.48-49
[102] Perry 1994, p.13
[103] Ibid, p.14
[104] Ibid, p.13
[105] Sheehan, p.71
[106] Ibid.
[107] Ibid, p.78
[108] Perry 1994, p.24
[109] Selden, p.18. También ver la tabla 1.3 en Selden, p.21.
[ 110] Naugton 2007, p.68
[111] Cheng, pp.137-138.
[112] Naughton 2007, p.69
[113] Ibid, p.70
[114] Para ejemplos típicos, ver : Naughton 2007, pp.62-64, 69-72 y Meisner Ch. 11.
[115] Sheehan, p.80
[116] Ibid, p.81
[117] Frazier, p.200
[118] Wu, p.25
[119] Naughton 2007, p.70
[120] Cheng, pp.138-139
[ 121] Frazier, p.201
[122] Ibid.
[123] Ibid, p.203.
[124] Ibid, pp.203-204
[125] Ibid, p.205
[126] Chan 2009, p. 203.
[127] Frazier, p.206
[128] Cheng, p.80
[129] Frazier, p.207