Imagen: Foto del autor (Intervenida)
Taiwán: Migración laboral indonesia y el rol del Heavy Metal
Un grupo de jóvenes metaler@s indonesi@s se toman de las manos y giran en círculo hasta que la fuerza centrífuga los separa. Saltan, gritan, se tropiezan, se caen y se ayudan mutuamente para volver a levantarse. Están parados en frente de un escenario al aire libre, moviéndose y sacudiéndose al ritmo del bajo retumbante y de los potentes rasgueos de la guitarra del grupo de metalcore “Jubah Hitam”.
La escena no encaja en el ambiente de esta zona de excursiones cercana a Kaohsiung. Es el 1 de enero de 2023 e innumerables lugareñ@s están visitando la isla de Qijin, frente a la costa de la segunda ciudad más grande de Taiwán. Al escuchar la música se detienen brevemente y se preguntan de dónde proviene el ruido antes de dirigirse hacia la playa.
Aparte de “Jubah Hitam” hay otras bandas indonesias de punk y reggae que van a tocar el mismo día. El “Formosa Music Fest” es el primer festival autoorganizado por la comunidad de migrantes indonesi@s. La mayoría de l@s organizador@s, l@s integrantes de las bandas y los pocos centenares de visitantes son indonesi@s y trabajan en Taiwán como trabajador@s de fábrica, pescador@s y en trabajos de cuidado.
Explotación y subordinación en el régimen migratorio de Taiwán
Taiwán abrió sus fronteras a l@s trabajador@s migrantes del sudeste asiático en la década de 1990 para cubrir la escasez de mano de obra en diversos sectores laborales. A cambio de una escasa remuneración, l@s trabajador@s migrantes tienen que realizar los trabajos más sucios, peligrosos y monótonos. El régimen migratorio taiwanés se parece al programa alemán de “trabajador@s invitad@s” de los años sesenta y contiene también elementos del trabajo forzoso debido al parecido con el sistema “kafala” de Qatar, criticado en el transcurso del Mundial de Fútbol de 2022. Este sistema obliga a l@s migrantes a tener un garante, mayormente el/la empleador/a, dentro del país de acogida. Por lo tanto, quedan a la merced de sus jef@s.
Actualmente un@s 800.000 trabajador@s migrantes residen en Taiwán, la mayoría proviene de Indonesia, Vietnam, Filipinas y Tailandia. De las 260.000 personas procedentes de Indonesia, unas 175.000 son mujeres y 85.000 hombres. Los hombres trabajan en fábricas, en botes de pesca o en arrastreros[1]. Algunas mujeres también trabajan en fábricas, pero la mayoría, unas 165.000, ejercen trabajos de cuidado en hogares privados y hogares de ancian@s.
L@s trabajador@s migrantes suelen ser contratad@s a través de agencias de empleo indonesias, las cuales, a su vez, l@s transfieren a agencias taiwanesas que se encargan de asignarles algún trabajo en una empresa o en un hogar privado. La mayoría de l@s trabajador@s paga grandes sumas de dinero a estas agencias, que suelen descontarles las deudas de su salario a plazos. L@s trabajador@s migrantes no pueden cambiar de empleador ni de agencia sin el consentimiento de l@s mism@s. Si ya nadie necesita su mano de obra o si se considera que causan problemas, las empresas, l@s particulares y las agencias intentan despedirl@s y deportarl@s.
Taiwán ha creado diferentes categorías de trabajador@s: l@s que trabajan en las fábricas, las construcciones, la agricultura y la pesca costera están cubiertos por la ley laboral, tienen acceso a la seguridad social y reciben el salario mínimo (actualmente 26.400 dólares taiwaneses al mes, unos 860 dólares estadounidenses). Pueden permanecer en el país durante doce años. Las trabajadoras migrantes de cuidado que trabajan en hogares privados están protegidas por la seguridad social, pero no por la legislación laboral. Su jornada laboral no está regulada y su salario es de sólo 20.000 dólares taiwaneses al mes (unos 650 dólares estadounidenses). Pueden quedarse en el país hasta catorce años. Las personas que trabajan en arrastreros solamente obtienen una visa temporal cuando su barco está en el puerto. No están protegidos por la seguridad social taiwanesa. Su salario mensual es de 550 dólares estadounidenses.
Un@s 70.000 trabajador@s migrantes provenientes del Sudeste Asiático viven en Taiwán sin visado de trabajo válido y trabajan en la agricultura o en la construcción, por ejemplo. Si son descubiert@s, les imponen multas y penas de cárcel antes de ser deportad@s.
Unid@s a través de la música
Forzad@s a vivir en condiciones precarias por el Estado, explotad@s en el trabajo y excluid@s en gran medida de la vida cotidiana de la sociedad taiwanesa, l@s trabajador@s migrantes indonesi@s han formado diversas subculturas y subeconomías. Se reúnen en parques y estaciones de tren, en tiendas y restaurantes indonesios, en salas de oración musulmanas, en lugares de encuentro autoorganizados, en festivales y conciertos.
La música desempeña un papel muy importante para tod@s ell@s. La mayoría escucha dangdut, un estilo de música popular con influencias malayas, indias y de otros países que surgió en la década de 1970. Antes considerada música vulgar de clase baja, el dangdut se considera ahora un bien cultural nacional en algunos lugares de Indonesia.
En Taiwán, los fans del heavy metal procedentes de Indonesia forman un pequeño grupo separado de la escena dangdut. Las personas entrevistadas para este artículo afirman que, aunque se empujan y se caen durante el “mosh”, el salvaje baile del metal, después se levantan y se abrazan. Esto, afirman, es diferente en los eventos de dangdut. Allí, la gente se pelea incluso antes de que empiece el concierto. Y si alguien empuja a otra persona mientras baila, se desata una riña.
L@s metaler@s indonesi@s llevan varios años conectad@s a través de las redes sociales y chats, intercambiando reportajes, fotos y canciones, y debatiendo sobre tendencias y grupos. Mantienen contactos con metaler@s y músic@s de Indonesia, hacen pegatinas y camisetas, y para los conciertos viene gente de todos los rincones de Taiwán.
La mayoría de ell@s ya formaban parte de la escena metal de Indonesia que se formó en los años 70, cuando los grupos indonesios empezaron a escuchar hard rock y heavy metal de los países occidentales. Desde los años 80, se ha desarrollado una próspera escena de rock y metal con muchos subgéneros. En Java, la isla más importante de Indonesia, también hay fanáticos del rock y el metal en muchos pueblos, donde organizan eventos musicales locales. El ruido y la fuerza de la música inspira a l@s jóvenes campesin@s o proletari@s, que se identifican con las letras sobre sentimientos cotidianos, religión y filosofías de vida.
Ari[2] trabaja en una fábrica de montaje de vehículos en Taiwán. Durante su infancia, en un pueblo de Java, descubrió la música rock a través de un primo. Desde entonces, le gusta la musik keras, la música dura. Dice que es una especie de cura para él y le da fuerzas cuando está desmotivado en el trabajo. “La música me ayuda a seguir siendo yo mismo”, dice Ari. Su pelo teñido de colores le es muy importante. Se lo tiñó de rosa y rubio como protesta después de que en la fábrica le criticaran por estar callado y le llamaran “pelele”. Cuando su supervisor le regañó por su pelo teñido, Ari respondió: “¡Soy yo quien trabaja aquí, no mi pelo!”.Su supervisor insistió en que se pusiera una gorra que normalmente sólo la llevan l@s nuev@s trabajador@s o l@s pasantes. Ari se negó y dijo: “Llevo mucho tiempo trabajando aquí”. Para Ari la comunidad metal es una forma de alejarse de la rutina laboral y dedicarse a algo más que trabajar. A l@s trabajador@s indonesi@s con ideas similares los reconoce por su apariencia: Botas Doc Martens, camisetas de grupos, gorras de béisbol metaleras, rastas o pelo teñido.
Gilang también es fácilmente reconocible como metalero. Trabaja en una pequeña fábrica de muebles. Como Ari, creció en un pueblo javanés. Entró en contacto con la música punk en su juventud y más tarde con el metal. Le atraía especialmente el brutal death metal. Hoy, Gilang puede escuchar música en el trabajo, lo cual le da fuerza. Fuera del trabajo, contribuye al intercambio comunicativo de la escena a través de las redes sociales, organiza reuniones y eventos. Gilang subraya que l@s metaler@s están dispuest@s a apoyarse mutuamente. Por ende, la comunidad de Taiwán se ha desarrollado mucho mejor de lo que él y otr@s miembr@s de la escena esperaban.
Jubah Hitam
Los miembros de “Jubah Hitam” (“Túnica negra”) se conocieron en Taiwán y, en 2019, formaron la banda que ahora es el referente de la escena metal indonesia en la isla. Todos menos uno de los integrantes son trabajadores de fábrica: Andy (guitarra), David (guitarra), Dion (bajo), Feri (batería), Harits (sintetizador y voz/gritos) y Robby (voz/gritos).
Algunos de ellos ya han tocado en Indonesia en diferentes bandas. En Taiwán, una parte de la banda vive y trabaja en el norte, y la otra en el sur de la isla. Se reúnen una vez al mes para ensayar, y si no encuentran tiempo para juntarse, se envían ideas y grabaciones, se reúnen por videollamada y practican de forma individual. Esto último no siempre es fácil, porque la mayoría de los miembros de la banda viven en dormitorios, donde comparten habitación con varias personas. “Nuestra música es bien dura, no cualquiera la soporta”, dice Robby.
Cada miembro de la banda tiene sus propias influencias musicales: desde la conocida banda indonesia de heavy metal “Burgerkill” –que también actuó en el festival de “Wacken”, en el norte de Alemania, en agosto de 2022– hasta la banda alemana de death metal “Obscura”, el grupo estadounidense de deathcore “Suicide Silence”, la banda japonesa de trance y electrónica “Fear and Loathing in Las Vegas”, pasando por la música más tranquila de Carlos “Santana” y “Andra Ramadhan” o el famoso cantautor indonesio “Iwan Fals”.
Las letras de las canciones de “Jubah Hitam” giran en torno a las emociones y pensamientos de los músicos, que surgen de sus experiencias cotidianas y están influidas por su fe musulmana. David, que escribe la mayoría de las letras, dice que se inspira en versos del Corán y textos filosóficos. Las canciones “Dosa” (“Pecado”) y “Tumbal” (“Sacrificio”) abordan sus propios conflictos interiores, “Haram” (“Prohibido”) la presión del mundo exterior, y “Tirakat Spiritual” (“Retiro espiritual”) la búsqueda de apoyo. Para los músicos, expresarse sobre temas tan profundos desde su perspectiva como trabajador@s es algo natural.
El contenido de las letras distingue a “Jubah Hitam” del grupo punk “Southern Riot”, de Kaohsiung, fundado también por migrantes indonesios y que también actúa en el “Formosa Music Fest”. En sus letras, los miembros de “Southern Riot” nombran específicamente la experiencia de explotación y exclusión como trabajador@s migrantes por parte del Estado taiwanés y las agencias de empleo.
Las deudas con las agencias
La vida de los músicos de “Jubah Hitam” se define por su trabajo como migrantes en la fábrica. El único que no trabaja en una fábrica es Harits. Llegó a Taiwán en 2018 para estudiar Economía y hace poco empezó a trabajar en una oficina. “Mi trabajo no es tan duro como el de los demás”, dice. Algunos de los otros miembros de la banda han trabajado en fábricas en Indonesia. En Taiwán trabajan en diversas industrias. Andy lleva seis años trabajando en una pequeña fábrica textil, tiñendo telas. Se ocupa de productos químicos y maneja maquinaria. David ha montado equipos de gimnasio en una línea de ensamblaje de una gran fábrica. “El trabajo no es tan peligroso, pero es aburrido”, dice. Dion estuvo primero en una fábrica de vidrio durante años y ahora hace muebles en una fábrica mediana. Feri trabaja en una fábrica de metal y maneja una punzonadora mientras que Robby construye muebles de madera en una pequeña fábrica.
Los problemas de los que hablan son similares a los de otr@s trabajador@s de fábricas indonesi@s. Para venir a Taiwán, tuvieron que endeudarse enormemente con las agencias de empleo. El dinero para pagar las deudas les fue descontando de sus salarios. En el trabajo, son controlad@s por supervisores taiwaneses, los cuales les presionan para que trabajen más rápido. L@s trabajador@s migrantes muchas veces son obligad@s a trabajar, aunque estén enferm@s, y les obligan a hacer numerosas horas extra.
L@s trabajador@s indonesi@s suelen cobrar el salario mínimo, igual que sus compañer@s de Taiwán. Sin embargo, los locales reciben mayores asignaciones salariales o primas, por ejemplo, para las vacaciones: “L@s trabajador@s taiwaneses reciben ‘hong bao’ [sobres rojos con dinero], l@s indonesi@s nunca”, relata uno de los miembros del grupo sobre la situación en su fábrica. Estima l@s trabajador@s taiwanes@s ganan unos 5.000 dólares taiwaneses (160 dólares estadounidenses) más al mes.
En los dormitorios de las fábricas, las condiciones de l@s trabajador@s taiwanes@s suelen ser mejores y conviven con menos personas en una habitación. Algunos miembros de “Jubah Hitam” tienen una cama en el dormitorio, pero también alquilan habitaciones fuera de la fábrica con sus esposas indonesias. Sus parejas también trabajan en una fábrica o son empleadas domésticas que cuidan de una familia taiwanesa.
Todos los miembros de la banda subrayan que están en Taiwán para ganar dinero, que trabajan duro para ello y que no quieren problemas. Quieren mantener a sus familias en Indonesia y ahorrar dinero para el futuro. Debido a las leyes de inmigración, el tiempo que pueden quedarse en Taiwán es limitado; a más tardar tendrán que regresar a Indonesia dentro de unos años. Allí quieren montar un negocio o dedicarse a la agricultura, pero la mayoría aún no tiene un plan concreto. Algunos volverán a su ciudad natal, otros a la de su pareja. Eso significa que el fin de la banda es sólo cuestión de tiempo. En Indonesia, tendrán que buscar otras bandas, si es que aún tienen espacio y oportunidades para hacer música.
Las mujeres se toman su espacio
Todos los músicos de “Jubah Hitam”, así como de la mayoría de los grupos indonesios de metal, punk o reggae de Taiwán, son hombres, y toda la escena es predominantemente masculina. Los códigos, los rituales y la danza son una expresión particular de la masculinidad y la amistad entre hombres. Esto incluye cuidarse unos a otros, apoyarse mutuamente y estrechar lazos. Los hombres metaleros suelen estar abiertos a la participación activa de las mujeres en la escena, aunque algunos de ellos piensen que la música es “demasiado dura” para ellas y que prefieren escuchar música más “suave” como el dangdut o el K-pop. Algunos incluso llevan camisetas con imágenes sexistas de mujeres, como es habitual también en la escena metal de otros países.
Sin embargo, varias mujeres se están tomando espacio en la escena de metal indonesio en Taiwán. Algunas acompañan a sus compañeros músicos a los conciertos, otras escuchan la música y comparten sus opiniones en las redes sociales, y unas pocas ayudan a organizar eventos. Elia es una de ellas. Viene de un pueblo de Java y lleva en Taiwán, con interrupciones, unos diez años. Realiza trabajos de cuidado para una familia del norte de la isla. Ya en Indonesia, escuchaba metal, iba a conciertos y volvía tarde a casa, dice. La música la tranquiliza. Actualmente cuida de una anciana que sufre demencia. Cuando la anciana causa problemas, Elia se enfada por un instante y luego se pone los auriculares y sube el volumen hasta que la mujer se duerme.
Elia se siente cómoda en la escena metal. El “aura” es mucho mejor que en el dangdut, dice. Sin embargo, no participa en los bailes salvajes, aunque le gustaría bailar en primera fila. Elia ayudó a organizar el festival del 1 de enero de 2023 en Kaohsiung, y también participa en la organización de otros eventos.
Al igual que en Taiwán, el papel de la mujer en la escena metalera de Indonesia es polémico. También allí dominan los hombres, y las mujeres luchan por un lugar en el escenario y delante de él. El grupo de nu-metal “Voice of Baceprot” es exclusivamente femenino. Otros ejemplos son la guitarrista Rissa Geez, del conocido grupo de metalcore “Aftercoma”, o la cantante Auryn, del grupo de metalcore “Invicta”. Todas ellas son de Java Occidental.
Una vida llena de contradicciones
La autoorganización de l@s trabajador@s migrantes indonesi@s es parecida a la de l@s migrantes de otros lugares. L@s migrantes del sur de Europa y Turquía que fueron reclutados para trabajar en Alemania en los años 60 y 70 también crearon sus propias escenas musicales. Así lo documentan, entre otros, los dos álbumes “Songs of Gastarbeiter” (canciones de trabajadores migrantes) de “Imran Ayata” y “Bülent Kullukcu” (2013 y 2022) y la película Liebe, D-Mark und Tod (Amor, marco alemán y muerte) de Cem Kaya (2022). El papel especial que el heavy metal puede desempeñar para las personas en situaciones de vida complicadas también es tematizado en la serie documental de la televisión alemana “Heavy Metal Saved My Life” (2022) (“El heavy metal me salvó la vida”): muestra cómo hombres y mujeres y personas queer y trans de Europa, Norteamérica y Centroamérica descubren la música metal, forman bandas y encuentran apoyo y unión.
Para l@s metaler@s indonesi@s la música es un soporte emocional muy importante. Su comunidad crea un espacio social y familiar lejos de los dormitorios y los lugares de trabajo. Allí pueden despejarse, relajarse y hacer lo que quieran. Sin embargo, las dificultades y contradicciones del régimen racista de migración y explotación de Taiwán y la exclusión que sufren a diario por parte de la sociedad taiwanesa siguen dominando sus vidas.
Los peligros a los que se enfrentan se evidenciaron un día antes del “Formosa Music Fest”: un músico de una banda fue detenido durante un control e iba a ser deportado porque ya no tenía permiso de trabajo y residencia. Cuando ya no se les necesita como mano de obra barata o cuando se resisten a la explotación, a l@s trabajador@s migrantes indonesi@s se l@s amenaza con la ilegalización y la deportación.
Sus vidas cotidianas se caracterizan por dos realidades contrapuestas, una como personas y otra como trabajador@s. Durante el festival, Ari es uno de los que se mueve de un lado a otro al ritmo del ruido estridente, riendo y bailando desenfrenadamente, mientras, la mayoría de los días, trabaja como un esclavo en la línea de ensamblaje. “Aquí y ahora, somos humanos”, dice, “seis días a la semana somos robots”.
[1] Barcos de pesca con redes de arrastre para capturar peces que habitan cerca del fondo marino.
[2] En este texto sólo se mencionan los primeros nombres, ya que así se llaman entre sí l@s migrantes indonesi@s en Taiwán. Aparte de los nombres de los miembros de la banda, todos los demás nombres han sido modificados.