Toda antología es una acción política
¿Qué leer?, parece ser la pregunta inmediata una vez que zanjamos el lugar común a estas alturas, del alarmante panorama del déficit de lectura en Chile. Y a partir de ahí levantar dos acciones: 1) asumir pasivamente que leer está en retroceso (se estima según cifras de www.fundacionlafuente.cl tras una encuesta el 2010 que “un 45,7% de personas que confiesa que no lee nunca, mientras que un 7,1% declara no leer casi nunca, lo que suma un 52,8% de no lectores”) ubicando a gran parte de la población por fuera del fenómeno lector; adultos limitados o impedidos de modelar a sus hijos con el ejemplo; 2) ir por esos lectores cautivos, los niños y jóvenes, que no tienen ni merecen crecer bajo el alero de la indiferencia o la acuñada razón del tiempo, como motivo para no leer, en circunstancias que el destino de la humanidad se ha fundado, desde que el hombre es hombre, en base a los libros, el mundo letrado y la construcción del saber por la palabra, y siempre nos hemos debido pelar el lomo para vivir.
LOM Ediciones, ha conseguido instalarse dentro de las políticas educacionales y en el marco del Fomento Lector, por medio de las bibliotecas CRA, posicionar sus dos últimas antologías: El mundo cuenta, cuenta el mundo, literatura para niños y adolescentes, y La quinta pata, textos literarios más textos informativos destinados a IV° medio, con lecturas fundamentales, acaso como los antiguos manuales de literatura, compendiando lo clásico con lo más reciente, como un panorama amable, atractivo y significativo. ¿Cuesta hacer una antología? Sí, y requiere un esfuerzo por volver a pensar y sentir como lectores. O más todavía, retomar nuestros primeros pasos dentro de un mundo singular, maravilloso y envolvente. Abundan los análisis, más alentadores, en torno al revival de la lectura infantil y adolescente. Suman las sagas, los temas, las motivaciones. Más allá del acierto del aprendiz de mago inglés, el creciente mercado del libro ha logrado conjugar aventuras, valores, innovación e ilustraciones. Otro punto alto en la nueva Literatura Infantil y Juvenil (LIJ), que abunda a uno y otro lado del Atlántico. Tanto así, que esta revolución visual también ha demandado el poner al día a los no tan jóvenes con libros ilustrados como los de Romo y Figueroa o directamente con novelas gráficas, cuestión de la que tampoco está alejada nuestra editorial, Heredia Detective.
Leer como malos de la cabeza
Hace unos años el afán metaliterario de Vila-Matas, acuñó el término “enfermo de literatura” en circunstancias que su propia obra y mucho de sus contemporáneos –comprendido por escritores en algún sentido para lectores voraces o dentro del oficio escritural (escritores, críticos, editores)– supo justificar la condición febril de los que devoran libros en un número en alza, que revierte las encuestas de lectura con que (nosotros) lloramos en Chile. Personalmente, como profesor, editor y escritor, creo que los jóvenes, contrario a lo que se piensa, sí leen y bastante. El punto es que no leen el canon o los llamados clásicos. Quizás ahí estribe el problema, en que ante la lectura de siempre, nos enfrentemos con comentarios –de sus cercanos, los padres que no leen un libro hace siglos– ¿cómo les hacen leer, por ejemplo, todavía El Lazarillo de Tormes o Cien años de soledad? Por supuesto que sí, de qué otro modo se cimienta la cultura, se integran contextos o fomenta el léxico. Aunque leer es más que saber recitar las desventuras de ese huérfano de la España barroca dibujado como la caricatura de denuncia, decadente e inmoral, del siglo XVI, o bien dar cuenta de los sesenta combativos, a partir del envés de una aldea colombiana inexistente, con que se supo graficar de qué manera se había podido vivir en Latinoamérica sin pedirle nada a la imaginación de cara ante los regímenes totalitarios y el imperialismo del Norte. Después sabemos cómo terminó todo, un curriculum que borró la historia de la literatura o la senda interrumpida de García Márquez, con la crisis y derrumbe del comunismo o el destino de las mismas editoriales regionales, apocadas o soberbias, replicando el fenómeno de ventas más que difusión de literatura local. Una bolsa de gatos, donde claro, hasta a los más lectores le dio nauseas. Pero con todo, existe y debe seguir existiendo una literatura que justifique la lectura. Nueva, antigua o por escribirse. Puesto que los lectores sobran, lo falta es –ante todo– buena literatura. Para allá vamos…
Lucha de gigantes
Empecé refiriendo al esfuerzo de LOM, y creo que vale la pena hacer un antojadizo índice –como toda antología– para describir la apuesta de una editorial que, en lugar de pelear con los molinos de vientos de la superventa, prefiere apostar a la altura de los gigantes, con la piedra sencilla de sacar y sacar libros, conciente de que la falta de lectores se combate con lectura, como ya dijimos: clásica, atractiva e inteligente. Es un deber ciudadano asumir la responsabilidad de orientar a los futuros lectores. Si eso no es un gesto político, al menos en las coordenadas que se empeñan, los gobiernos de turno o las carteras de educación y cultura, lo es de las editoriales independientes que siguen creyendo en el Poder de la Palabra.