Foto: @pauloslachevsky (intervenida)
Todos los textos sionistas son iguales
“(…) la tarea de la filosofía es preguntarse por las formas que posibilitan e influyen en su comprensión.” Aceptemos provisoriamente la “tarea” que nos propone Aicha Messina en su columna La violencia de Judith Butler publicada recientemente en Revista Santiago[1]. Aceptémosla para analizar el mismo texto que la propone y advertir algo extraño: el propio texto no cumple con la “tarea” que nos encomienda. Exige a los otros revisar sus presupuestos, pero ella no revisa los suyos.
Su arquitectura significante, el vocabulario que emplea, articula una estructura textual que desde ya impide cualquier cuestionamiento a sus propios presupuestos, obturando toda crítica a los términos que usa. Para usar una noción butleriana, diríamos que Messina nos propone un verdadero “marco de guerra” que condiciona los términos que ella misma ya ha decidido, ya ha instaurado soberanamente. Un texto que repite y que no es más que repetición: repite al de Eva Illouz (a su vez el de Elizabeth Roudinesco, etc.), porque repite el mantra del sionismo progresista francés, aquél que se ha fundado –al igual que la República francesa- sobre una verdadera forclusión del árabe y musulmán.
Repetición tras repetición el texto de Messina monta su máquina discursiva sin poder escuchar el dialecto colonizado, a ese “otro” que, a través de Butler, plantea la existencia de un “acto de resistencia” y, por tanto, sin poder cumplir la “tarea” de cuestionar su propio marco comprensivo, tal como su propio texto exige. Algunas expresiones en uso a través del texto brindan elocuente evidencia de esta ceguera: “distrito sur de Israel”, “guerra en Medio Oriente”, “explosión de violencia” (expresión repetida dos veces), “conflicto en Medio Oriente”, o que algunas expresiones “apuntan a destruir al Estado de Israel”, dan cuenta del marco de guerra señalado y de un texto que se monta sobre clichés, que no ve otra cosa que a sí mismo[2]. No hay aquí “cuestión palestina” alguna, si por tal entendemos una interrogación radical acerca de nuestros propios presupuestos “orientalistas” que se han desplegado por siglos, y que hoy se condensan en Palestina para no escucharla, no verla, no oler su padecer. En suma, ejercer sobre ella una nakba, borrarla.
Menos aún acontece tal crítica cuando Messina –siguiendo a Illouz– introduce rápidamente el término “patriarcal” para calificar a la resistencia palestina liderada por Hamás (que para ella no se nombra ni como resistencia ni como palestina). ¿Pero hay, tras este reductivo término, una escucha de las mujeres palestinas, en su triple condición de mujeres, musulmanas y palestinas, en la medida que ellas soportan una colonización que las pone a ellas y a sus hijes como objetivo primario de aniquilación israelí? Recordemos que más del 70% de los asesinados por el genocidio israelí son mujeres y niñes.[3] ¿Dice algo respecto de estas cifras? Por otro lado, ¿sabe de sus organizaciones, de sus luchas y voces, de sus compromisos revolucionarios con la histórica resistencia palestina, haya sido ésta secular o religiosa, marxista o islámica?[4] Nada dice al respecto, nada puede decir al respecto.
De esta forma, la elección terminológica que Messina intenta naturalizar aquí, es muy cuidadosa: “distrito sur de Israel” ¿no es acaso un Territorio Ocupado arrebatado a los palestinos en 1967 y consignado por Naciones Unidas? ;“guerra en Medio Oriente” y no “colonización de Palestina” –la imposibilidad de nombrar “Palestina” es el síntoma crucial de este texto, y ¿se trata de una “guerra”?, Messina no explica sus dichos–; “explosión de violencia” –expresión vaga, suficientemente flexible para homogeneizar todo fenómeno e invisibilizar tanto la cuestión de la resistencia o autodefensa palestinas, como la denominaría la filósofa Elsa Dorlin, como a la operación israelí Hannibal, que no escatimó costos para aniquilar a sus propios ciudadanos aquel 7 de Octubre de 2023. “Explosión de violencia” funciona como abstracción, sintagma que podría ser acusado de ignorancia respecto de la materia tratada, pero que, en rigor, remite a la existencia de un marco propiamente político, lugar de enunciación muy claro y que, por eso mismo, vuelve imposible al texto cumplir la “tarea” que él mismo encomienda respecto a la filosofía.
Así pues, ¿qué razones tiene Messina para usar esta terminología? No ofrece ninguna explicación, no da ninguna razón. Todos los términos los asume como evidentes. Verdaderos clichés sin más fuerza que su repetición. Siendo fiel a su propia “tarea”, lo mínimo habría sido que Messina diera una explicación del uso de dicha vaga y, a la vez, estratégica terminología, tan bien asentada y aceitada en el texto. Pero no puede, porque es un “marco de guerra” que funciona soberanamente en orden a atacar a “otro”; un “trascendental” fáctico que se apresta a la cacería del otro, en este caso a Butler, pero de pasada, a todo el supuesto “activismo” o “confusión” entre lo filosófico y lo político abierto por esa escritura que llamamos Palestina.
A propósito de la confusión denunciada, ¿no tenemos en Messina una versión un poco más refinada del planteamiento que hiciera el economista Sebastián Edwards contra las humanidades en la medida que éstas se encontrarían “ideologizadas”? Precisamente porque es un verdadero texto de guerra, Messina no puede mencionar el nombre Palestina. Y no es que se esfuerce, es que simplemente, para ella no existe en el “marco de guerra” que presupone. Ha sido borrada en la medida que dicho marco introduce una premisa política precisa: destruir la “confusión” dada a la división del trabajo universitario, aplastar la resistencia palestina si se quiere –obliterarla como escritura– que ha levantado esa “confusión” y ha “ideologizado” a los campus universitarios. Y, por eso –porque Palestina ha sido borrada gracias a la violencia estructural aquí cristalizada– es que Messina no puede entender un ápice de la referencia butleriana –Palestina– acerca del “acto de resistencia”.
No se trata de error, sino de ideología, no es una falta, sino un compromiso de la autora con el sionismo. En este sentido, podemos estar de acuerdo en la “tarea” que Messina exige a la filosofía, pero a la vez, deberíamos estar de acuerdo que ella no la cumple en lo absoluto. Su texto es una sistemática operación de borramiento o, en otros términos, un despliegue más de la nakba (catástrofe palestina) que pone a la filosofía y a ese orden que resguarda como la vanguardia de tal proceso.
En este sentido, en Messina no existe diferencia entre filosofía y nakba, porque al usar un “marco de guerra” preciso, nombrar y aniquilar, reflexionar y destruir derivan en una y la misma maquinaria. Nuevamente, es Messina quien viola la división del trabajo por ella misma exigida.
Así, podríamos decir: todos los textos sionistas son iguales. “Iguales” porque todos operan de la misma manera: impulsando la nakba al desplegar el borramiento de toda escritura. Se borra la escritura de la filosofía, de las humanidades, de la universidad; escritura que en este caso podría llamarse “Palestina” en cuanto diferencial sustraído al juego político planteado por Messina, pues resiste a su programa de colonización. “Iguales” porque su discurso articula la ilusión de situarse desde un lugar de enunciación “excepcional”, es decir, soberano.
Así, Messina ofrece una política articulada en base a una violencia soberana que concibe a una universidad sin escritura, es decir, sin la posibilidad de interrogarse acerca de sus propios presupuestos, sin poder cumplir la “tarea” que para Messina constituiría lo más propio de la filosofía, una academia sin preguntas acerca de sus propios presupuestos. Una filosofía sin filosofía, en suma.
Todos los textos sionistas son iguales. Performáticos en cuanto lo que dicen es, a la vez, lo que hacen: silencian al otro, silencian a la decibilidad misma. Con ello, no solo ejercen una verdadera nakba filosófica, sino que muestran que la propia filosofía porta consigo la nakba –que la filosofía (europea, occidental) ha sido la nakba misma, tal como queda claro en este texto de Messina (que la hace converger con la declaración de Habermas de que Israel no cometía genocidio en Gaza)[5].
Todo consiste en una acérrima defensa “europea” del orden (igualmente europeo), restitución de la división social del trabajo que, efectivamente, ha sido alterada por la cuestión Palestina, dislocada por esa escritura que, a pesar del sionismo, hace que un texto jamás pueda ser igual a otro.
Diciembre 2024.
[1] https://revistasantiago.cl/pensamiento/la-violencia-de-judith-butler/
[2] Messina se refiere a la expresión pro-palestina: “Desde el río hasta el mar, Palestina vencerá” como una expresión que “apunta a destruir al Estado de Israel. En esta acusación Messina revela el tenor de su texto: la defensa de un Estado. “Defensa” que no podría desplegarse como guerra desde una máquina soberana que es este singular texto.
[3] https://www.aljazeera.com/news/2024/11/8/nearly-70-percent-of-deaths-in-gaza-are-women-and-children-un
[4]https://www.aljazeera.com/opinions/2018/10/25/palestinian-women-an-untold-history-of-leadership-and-resistance
[5] ¿Cómo entender la olímpica omisión que hace Messina de Europa cuando se refiere a quienes “financian” la “guerra” que, para ella, serían exclusivamente Qatar y EEUU, pero no Europa e Israel, de los que no se dice ninguna palabra?