Tres poemas
1
Adentro el libro me escucha,
él sabe lo que no soy y que no digo.
Aquí estoy donde siempre he estado.
Regreso a mí entre los días
que aún no encienden su brecha.
Asisto a una pausa en el tiempo,
aun si el viento enfurece a babor.
Estoy en paréntesis imaginando
lo inexistente que brama
y que no cambia de aspecto.
Patalea lo que siempre adviene
para nunca quedarse en la matriz.
Cambio el canal y vuelve la sintonía
que me envuelve y descubre.
No hay nadie en la penumbra.
*
2
Espero a la palabra y su retrato refulgente
en los retazos análogos a la Vía Láctea,
cintilla de trueno parpadeante,
flama que se extingue,
adonde todo simpatiza renace
la reverberante sinestesia del silencio.
En empaques vacíos el fogón asediado
empala la globalizada imagen
de un pastor que tiñe el ejido de flores
con la sola desarmonía de su pulso.
Yo soy el que soy, el que siempre ha sido
y que no conocías, el que está siempre
debajo de todas la palabras, irradiando.
Yo soy el que seré, yo soy en tu nombre
la aureola que resiste cuando la moneda cae,
yo soy, yo soy el universo, om so hum.
*
3
Palabra, jinete de la blancura,
garza que enfrenta al viento
en los pasadizos de la noche,
toca las puertas del sueño,
arrecia el mar en mis tímpanos,
atecocolli de otro universo.
Vaso que se rompe a la mitad,
jarrón de rota sepultura
que se vuelve a llenar,
soflama de la llaga carcomida
en su linaje de polilla atenuante
que tirita ante la luz.