Ultraderecha y ultraizquierda: ¿Los extremos se tocan? Parte 1: Mishima versus Zenkyoto - Carcaj.cl

Fotograma de la película "Mishima Yukio: the last debate", de Toyoshima Keisuke

28 de marzo 2023

Ultraderecha y ultraizquierda: ¿Los extremos se tocan? Parte 1: Mishima versus Zenkyoto

por Julio Cortés Morales

Como suelen señalar todos los demócratas liberales, para Norberto Bobbio[1] no es casual que revolucionarios de izquierdas y contrarrevolucionarios de derechas puedan compartir a ciertos autores como Georges Sorel, Carl Schmitt, e incluso Antonio Gramsci, pues tampoco es casual que “tanto los extremistas de izquierda como los de derechas desprecien la democracia, incluso desde el punto de las virtudes que ella alimenta y que son imprescindibles para su supervi­vencia. En el lenguaje de unos y otros democracia es sinónimo de mediocracia, entendida ésta como domi­nio no sólo de la clase media, sino de los mediocres”. 

Pero no se trata sólo de eso: ambos extremos compartirían también una visión catastrofista de la historia, y un anti-Iluminismo que se expresa ya sea como historicismo (en el caso del marxismo), como un irracionalismo de raíz religiosa y tradicionalista (de De Maistre a Donoso Cortés) o en versión vitalista (de Nietzsche a Sorel). Para Bobbio “esta última corriente se puede combinar mejor con la izquierda, mientras que la otra, la fideísta, es irreductible y conscientemente tradicionalista y reaccionaria, surgiendo justo de una ‘reacción’ a la ruptura de un orden histórico considerado como sacro, creado y conservado por una providencia inescrutable”. Para el medio hispano resulta muy relevante la figura del mencionado Juan Donoso Cortés (1809-1853), discípulo de De Maistre, que pasó del liberalismo al conservadurismo católico tradicionalista y antiliberal.  Autor del influyente “Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo” (publicado en 1851 al mismo tiempo en Madrid y París), su importancia fue destacada por Carl Schmitt en su “Interpretación europea de Donoso Cortés” (1952) como un precursor de su “decisionismo” político, defendiendo la necesidad de una reacción pura y dura[2].

Así que ya se sabe: para todos los moderados, “los extremos se juntan”, o como denuncia el estalinista Neruda en uno de sus poemas menos bellos, los “ultras de izquierda y ultras de derecha (…) marchan juntos, como va el explosivo con la mecha y se confunden en un mismo punto”, pues “todo lo mandan ellos a la mierda”[3].

Explicado por Bobbio, resulta que las ideologías opuestas “pueden encontrar puntos de convergencia y acuerdo en sus franjas extremas, aun manteniéndose muy diferentes con respecto a los programas y a los fines últimos de los cuales sólo depende su ubicación en una u otra parte de la diada”. Dentro de este esquema “la antidemocracia les une no por el lado que representan en su afiliación política sino únicamente en cuanto que en esa afiliación representan las alas extremas. Los extremos se tocan”. 

Así, según el revolucionario conservador alemán Ernst Jünger todas las fuerzas revolucionarias dentro de un mismo Estado están ligadas invisiblemente, a pesar de su mutua oposición, pues tienen por enemigo común al Orden. El no-conformista francés de los años treinta Arnaud Dandieu lo explicó de forma aún más gráfica cuando dijo: “no somos ni derecha ni izquierda, pero si hace falta situarnos en términos parlamentarios, reiteramos que estamos a medio camino entre la extrema derecha y la extrema izquierda, por detrás del presidente, dando la espalda a la Asamblea”[4].

Estas conexiones nos remiten a otros aspectos del estudio de los fascismos que hemos abordado en otras partes y en investigaciones aún inéditas: la cuestión de la “tercera posición”[5], los “rojipardos” y el “fascismo de izquierdas”. Por de pronto debo señalar que a mi juicio lo que permite que las posiciones extremistas a ambos lados del espectro se comprendan bastante bien, llegando incluso a producirse lo que Stefanoni designa como un curioso “juego de los espejos locos”[6], no son razones psicológicas como han señalado algunos[7], sino el hecho de que ni en la extrema derecha ni en la extrema izquierda existe el filtro de la “corrección política”, y a diferencia de la visión consensual de la sociedad que predomina entre los moderados y en el centro político, en ambos extremos predominan las teorías del disenso y visiones conflictivas de la sociedad. 

Esto es lo que posibilitó el primer caso que analizaremos: cuando en 1969 el famoso escritor japonés Yukio Mishima, tradicionalista y devoto del emperador japonés, fundador de la milicia privada Tate-no-kai (“sociedad del escudo”, que no usaba armas excepto la espada sagrada del líder), aceptara la invitación de los estudiantes ultraizquierdistas de la Todai Zenkyoto a debatir en un campus tomado de la Universidad de Tokyo, y a pesar de los malos pronósticos -Mishima luego confesó que temía por su vida-, el debate resultara tan fructífero que fuera editado como un libro superventas: Mishima versus Zenkyoto

Durante el 2020 fue editado como filme un registro del debate en la Universidad que se creía perdido: “Mishima Yukio: the last debate”[8]. En algunas partes de su intervención Mishima destaca los posibles puntos en común que incluso permitirían una alianza entre izquierdistas y derechistas, y aprovecha de responder a un afiche puesto en la entrada campus en que se le describía como un “gorila anacrónico” reconociendo ser en efecto un “primitivo”.

Dado que este encuentro ha sido referido en diversos medios como organizado por la Zengakuren, cabe hacer algunas aclaraciones. Previo a la formación de las asambleas o comités de lucha conocidos como Zenkyoto existía la Zengakuren, abreviatura de Federación Japonesa de Asociaciones Estudiantiles, fundada en 1948. En los sesenta existía una Zengakuren-Minsei, ligada a la juventud del Partido Comunista Japonés y que no por casualidad usaba cascos amarillos, y el resto, conocidos como Zengakuren Anti-Yoyogi por su radical oposición al estalinismo japonés[9], reuniendo a varios grupos izquierdistas, a excepción de los trotskistas del Kakumaru, que mantenían su propia Zengakuren.  En la “Nueva Ola” del movimiento estudiantil japonés de los sesenta resultó de gran importancia el surgimiento a fines de la década anterior de dos grandes organizaciones políticas que se separaron del PCJ: los trotskistas de la Liga Comunista Revolucionaria (fundada en 1957, escindida luego en las facciones Kakumaru y Chukaku), y el “Bund” (fundado en 1958), que enfatizaba las posiciones antiautoritarias y se abría incluso a aportes externos al marxismo En 1965 se constituyó la Bund II, de cuya juventud salió el grupo Sekigun (Ejército Rojo). A fines de los sesenta, cuando se dieron las más masivas luchas sociales y estudiantiles en el Japón de posguerra, la lucha entre facciones por el control de la Zengakuren generó un movimiento más asambleario y horizontal organizado en asambleas de campus, inspirado inicialmente en las ideas de la estudiante Mitsuko Tokoro, que antes de fallecer prematuramente a inicios de 1968 dejó escrito el influyente texto “La organización por venir” (1966). La Todai Zenkyoto era la unión de las asambleas de todas las carreras y campus de la Universidad de Tokio[10].

Cuando luego Mishima envió a la Todai Zenkyoto la mitad de las millonarias ganancias recaudadas les escribió: 

“Yo gasté mi parte en los uniformes del Tate-no-kai, supongo que ustedes van a gastar su parte en cascos, garrotes y bombas molotov. Todos contentos”. 

Tal vez lo que posibilitó el interesante encuentro de Mishima con la ultraizquierda estudiantil tuvo que ver con la inmensa fama de que tanto el escritor como el movimiento de la Zengakuren/Zenkyoto gozaban en la cultura japonesa en ese momento. La aguerrida imagen de un Yukio Mishima -una verdadera estrella en Japón, tres veces postulado al Premio Nobel, que nunca le fue concedido, que gracias a un entrenamiento físico riguroso había dejado atrás su antigua imagen de joven enfermizo-, era bastante compatible con la impresionante estética de cascos, molotovs y garrotes (“gebabo”[11]) de los estudiantes en importantes gestas desarrolladas a lo largo de varios años, como la lucha contra el Anpo (Tratado de cooperación con Estados Unidos) y después contra la guerra de Vietnam y la oposición activa a la construcción del aeropuerto de Haneda, que terminó por generar una gran simpatía a nivel popular, reflejada en su presencia en comics, cancioneros y series de TV[12].

Ni Mishima ni la Zengakuren eran fenómenos casuales, sino que largos desarrollos de la cultura popular japonesa de posguerra. El movimiento estudiantil japonés no sólo no imitaba a sus pares en Francia, Alemania o Estados Unidos, sino que se había desarrollado con fuerza desde mucho antes apenas terminó la segunda guerra, mediante las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki: cuando Estados Unidos tuvo su propio Auwschitz. 

Ese movimiento se había desarrollado en fuerte oposición no sólo contra el imperialismo yanqui y el Imperio japonés, sino que además en una profunda ruptura con la democracia representativa y la izquierda tradicional reformista, representada por el Partido Comunista y el Partido Socialista japoneses, grandes burocracias con masivos sindicatos. El carácter “marxista revolucionario” del movimiento se reflejaba en una de sus consignas principales: Hantei Hansuta (“Anti-imperialismo, anti-estalinismo”), como explico en una breve investigación sobre el fenómeno de las protestas estudiantiles japonesas de los sesenta, sus organizaciones y la contracultura musical asociada[13].

Junto a ello, existía un elemento relativamente tradicionalista en las formas de expresión del movimiento estudiantil, desde la marcha en zigzag conocida como “la danza de la serpiente”, con la que pequeños y compactos escuadrones unidos en gran número y dirigidos por encargados que dan indicaciones mediante el uso de silbatos intentaban abrir brechas en los muros de escudos de la policía antidisturbios, al uso generalizado de cascos con colores e inscripciones que identificaban a los distintos grupos militantes: desde el casco amarillo sin letras de los jotosos del Minsei, al casco rojo con una prominente hoz y martillo en negro con bordes blancos de los troskos del Gakusei Inta (Internacional Estudiantil). 

Los cascos eran un implemento conocido en la cultura japonesa, un objeto que tradicionalmente se regala a los varones en su primer cumpleaños.  En su momento John Lennon y Yoko Ono usaron cascos zengakuren, tal como se puede apreciar en diversos registros de conciertos y en la portada del single “Power to the people” (1971).

En las masivas protestas callejeras “los cantos se ajustan al ritmo de las manifestaciones y siguen un patrón establecido en festivales antiguos establecidos en todo Japón. El canto tradicional es ‘Wasshoi, Wasshoi’ y se usa en muchos casos, como al correr, al entrenar en el judo, y otras ocupaciones atléticas. Es un tiempo familiar para la mayoría de los japoneses y tiene un efecto casi hipnótico sobre los manifestantes”[14].

El 31 de marzo de 1970, estudiantes ligados al grupo Ejército Rojo de la Liga Comunista japonesa (“Bund II”, fundada en 1965[15]) secuestraron un Boeing 727 de Japan Airlines, con la intención de llegar a Cuba, pero sólo alcanzaron a desviarlo hasta Corea del Norte, donde fueron recibidos como héroes y residen hasta el día de hoy. Uno de ellos era Moriaki Wakabayashi, bajista de la banda de rock experimental Les Rallizes Denudés[16]. Un detalle no menor es que el secuestro se hizo sin armas de fuego, con sables tradicionales. El grupo que realizó el “secuestro de Yodogo” se transformó luego en el Ejército Rojo Japonés, posteriormente Ejército Rojo Unido, tras fusionarse con los maoístas de Kakumei Saha (Izquierda Revolucionaria). Bajo el liderazgo de Fusako Shigenobu el grupo operó durante los setenta en coordinación con el Frente Popular para la Liberación de Palestina[17]. El grupo se hizo famoso por unas sesiones de autocrítica (o “comunistización”) en las montañas que terminaron con varios integrantes muertos e incluso crucificados, marcando un punto de inflexión que coronaba espantosamente el creciente descrédito de la Nueva Izquierda japonesa, que luego de su edad de oro en los sesenta se enfrascó desde inicios de los setenta ya no sólo en un recrudecimiento de su violenta lucha contra el Estado, sino que en terribles luchas intestinas entre grupúsculos, acudiendo al asesinato, el secuestro e incluso la violación como herramientas de acción política[18].

El 25 de noviembre de 1970 Yukio Mishima junto a miembros de su milicia intentó un golpe de Estado que fracasó, suicidándose de inmediato de acuerdo al ritual samurai del seppuku. El acto resultó un fracaso tan abismante que no sólo fue imposible para Mishima que se escuchara la arenga que llevaba preparada para explicar el sentido de su acción sino que el encargado de decapitarlo se puso nervioso y lo hizo mal, prolongando absurdamente el sufrimiento y siendo finalmente ejecutado también por otro de los miembros del Tate-no-kai.

Por supuesto que se ha discutido acerca de si Mishima era en rigor un fascista. Según el editor de un libro sobre “Japón salvaje”, si bien el legendario artista era tradicionalista y en cierto grado nacionalista, no era fascista, o al menos “no de la clase de fascistas a los que estamos acostumbrados”[19]. Por lo demás, se ha señalado que para los estudiantes nacionalistas japoneses de esos tiempos el nacionalismo revestía un carácter más religioso que político.

También en 1970, mientras en Chile se iniciaba la “vía pacífica al socialismo” y la Vanguardia Organizada del Pueblo ejecutaba al ex ministro del Interior democristiano Edmundo Pérez Zujovic, comenzaba en Alemania la campaña de acciones armadas de la Fracción del Ejército Rojo (RAF). En el Reino Unido una larga serie de bombazos contra bancos, embajadas y casas de parlamentarios conservadores, reivindicados por la Angry Brigade. Al mismo tiempo, era posible apreciar sobre todo en Italia un incremento y recrudecimiento de diversas formas de actividad de la ultraderecha armada, sea en colaboración con aparatos de seguridad, en operaciones de “bandera falsa”, o también ligándose a revueltas y movimientos contestatarios aportando su usual dosis de mitología y confusionismo. 

Como decía Neruda, que en tanto literato y estalinista era un destacado miembro del partido del orden: “ultras de izquierda y ultras de derecha, todo lo mandan ellos a la mierda”. Sin estar de acuerdo con él en nada, debo concluir que tanto Yukio Mishima como los doce militantes del Ejército Rojo Unido asesinados por sus propios compañeros murieron al servicio de la misma religión de la muerte y una cuasi idéntica ética y estética del sacrificio militante.


Notas

[1] Bobbio, Norberto. Derecha e izquierda. Razones y significados de una distinción política. Traducción de Alessandra Piccone, Madrid, Taurus, 1997.

[2] Schmitt sostenía en su Teología Política (1922) que “como todo otro orden, el orden legal se funda en una decisión y no en una norma”.

[3] “Locos y locuelos”, poema 37 de su “Incitación al nixonicidio y alabanza de la revolución chilena” (Quimantú, 1973). A diferencia de las fantasías de quienes aún lo ven como una forma ruda y viril de marxismo, el estalinismo mundial siguió siempre una sola línea: la zigzagueante. En el caso de Chile, después de su fase ultraizquierdista a fines de los años 20 e inicios de los 30, el Partido Comunista oficial se destacó siempre por su gradualismo y reformismo.

[4] Citado en “Por la causa del pueblo”, Manifiesto del grupo “nacional-revolucionario” francés de los noventa Nouvelle Résistance, liderado por Christian Bouchet. En rigor la cita pertenece al libro “La Révolution nécessaire” (1933), de Robert Aron y Arnaud Dandieu.

[5] Para el caso chileno ver mi análisis de los “social-patriotas” en: https://www.ciperchile.cl/2022/09/28/mapa-del-neofascismo-en-chile-una-mirada-al-movimiento-social-patriota/

[6] Stefanoni, Pablo. ¿La rebeldía se volvió de derecha? Cómo el antiprogresismo y la anticorrección política están construyendo un nuevo sentido común (y por qué la izquierda debería tomarlos en serio). Buenos Aires, Siglo XXI, 2021.

[7] Entre ellos Ernesto Cadena en La ofensiva neofascista (Barcelona, Acervo, 1978), cuando refiere los puntos de conexión ideológica entre nueva izquierda, ultraizquierda y neofascismo, y explica las oscilaciones de individuos que pasan de un extremo a otro como efecto de ciertos rasgos psicológicos comunes. En apoyo de su tesis presenta ciertas consignas del 68. tomadas del Tratado del saber vivir (1967) del situacionista Raoul Vaneigem, como ejemplos de un extremismo que según él no se diferenciaría mayormente del fascismo.

[8] Agradezco a Tomás Pacheco Márquez, que apenas supo de la existencia de este documento lo consiguió de algún modo en la web, me lo hizo llegar, y preparó una versión con subtítulos en español que exhibió con gran asistencia de público durante el año 2022 en la Universidad Metropolitana de las Ciencias de la Educación.

[9] Yoyogi era el distrito donde los “rábanos” del PC tenían su Sede.

[10] Para una revisión detallada de estos procesos ver: Ferrán de Vargas, Izquierda y revolución. Una historia política del japón de posguerra (1945-1972), Barcelona, Bellaterra, 2020. 

[11] En la jerga zengakuren “geba” (del alemán gewalt) designaba el uso de la violencia revolucionaria. 

[12] Un ejemplo bien conocido es la novela Tokyo Blues (Norwegian Wood), de Murakami HarukiEn el cine documental, cabe destacar la obra de Shinsuke Ogawa y obras como: A report from Haneda (1967); The three-days war in Narita (1970); The battle front from the liberation of Japan: Summer in Sanrikuza (1970); Narita: peasants of the second fortress (1971).

[13] Barricadas a go-go. Apuntes sobre la escena musical japonesa de 1968 a 1977. Valparaíso, Cerro/2&3 Dorm, 2017. En ella refiero la escasa bibliografía en español sobre el tema. Hay ediciones posteriores: México, 2018; Valparaíso, 2019; y se preara una cuarta edición como iniciativa conjunta de compañeros de tres países para este 2023  Además, está incluido en: Julio Cortés, 1-2-3-4. Buenos Aires, Ercilla/Tren en Movimiento, 2019. 

[14] Nakashini Masahiro, Kakumaru, análisis de un grupo ultraradical. En: V/A, Zengakuren. Los estudiantes revolucionarios de Japón (Stuart J. Dowsey, editor, 1970), Barcelona, Descontrol, 2015, pág. 229 y ss.

[15] Sobre la base de la Liga fundada en 1958. Ferrán de Vargas destaca el carácter más abierto e inclusive ecléctico de la “Liga” desde su fundación, al punto que “valorizaba aspectos de la experiencia revolucionaria de extrema derecha del pensador fascista de preguerra Kita Ikki” (op. cit., pág. 61). Kita Ikki proponía una “revolución conservadora con base campesina”, así como una variante de “socialismo nacional”. Fue ejecutado tras un intento fallido de golpe de Estado nacionalista por parte de jóvenes capitanes del ejército en 1936. Su ideario y experiencia fueron parte de las influencias de la Nueva Izquierda japonesa de los sesenta (pág. 17).

[16] A la que me refiero detalladamente en Barricadas-a-go-go. Uno de los compilados del material inicial de la banda se llama precisamente Flightless bird (Yodo-Go-A-Go-Go), en referencia al Vuelo 371 y registro JA8315 («YODOGO») del avión secuestrado, cuya imagen se aprecia en la portada. 

[17] Tal como se aprecia en el documental hecho por dos cineastas que formaban parte del Segikun: El Ejército Rojo/Frente Popular para la Liberación de Palestina: Declaración de guerra mundial (1971), de Masao Adachi y Koji Wakamatsu.

[18] En los setenta la lucha entre los trotskistas de la Kakumaru contra los Chukaku causó medio centenar de muertos. Ver Ferrán de Vargas, capítulo 6.1: El ocaso de la izquierda revolucionaria (1971-1972). Autodestrucción y lucha armada (pág. 185 y ss.) En el 2001 a través de un comunicado el ERU se adjudicó el atentado contras las Torres Gemelas. La líder del grupo, Shigenobu, se encuentra encarcelada en Japón desde el año 2000. En el 2007 se estrenó el film de Koju Wakamatsu United Red Army.

[19] Arbonés, Álvaro. De la estética como política. Sobre el opaco pensamiento político de Yukio Mishima. En: Varios Autores, Japón Salvaje. Radicales, proscritos y violencia política. Valencia, Antipersona, 2021.

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