Una larga y angosta faja de tierra - Carcaj.cl
13 de abril 2018

Una larga y angosta faja de tierra

-¿Qué significa Chile para usted?

Ahí el hombre recordó esa película tan buena donde un premio nobel argentino –una ficción, claro- volvía a su pueblo natal y se sentía terriblemente incómodo. No es que él fuera premio nobel. Le hubiera gustado, claro, y por qué no, después de todo había tantos tanto más ambiciosos que hubieran querido ser campeones de fútbol y triunfar en la liga europea y volver al país y ser elegidos presidentes de la república con un amplio margen de votos. Pero él sólo estaba de paso y de ninguna manera sería elegido, primero porque no era candidato, y segundo porque era un desconocido, y nada ilustre. ¿Y qué hacía ahí, en la tele?  Lo quisieron entrevistar por algo que le ocurrió un día, mientras hojeaba un libro en uno de esos cafés de maqueta que se ven en los malls de la capital. Ese mall justamente lo acababan de inaugurar y se había poblado de inmediato, sin espera, en una especie de generación espontánea que no se sabía de adónde venía, y ya estaba saturado, como todo lo que se inauguraba en esa época. El hombre había pedido un maquiato y lo habían corregido, machato se dice, le dijeron, y se sintió igual que un par de días antes, cuando había pedido un vino tinto fresco para acompañar un pescado que le sirvieron ahogado en una salsa exagerada.

– ¿Qué le parece el mall?

Había hecho un gesto de pavor con las manos, cubriéndose casi el rostro, pero el ciclópeo ojo de metal y vidrio que lo amenazaba no cejó. Ya pues, no se asuste, dígame no más, después lo dejo tranquilo tomarse su cafecito. La escena debió parecerle entretenida a unos curiosos que se agolparon a mirar. ¡Ya poh, contesta, poh!, le decían, poniéndose a sus costados, acercando las caras para salir en la pantalla. Ya ahí el hombre se había sentido terriblemente incómodo. ¿Y qué hizo? Nada, o más bien, dio una de esas respuestas suyas que nadie entendía.

-No está mal el mall, dijo.

Después de eso la cosa se anduvo relajando y hubo varios claaro, poh. Pero el cíclope no soltaba a su presa: muchas cosas podían escapársele a ese ojo mecánico, que por grande no dejaba de ser único, alguien que se expresaba así, no. Insistió:

– ¿Y qué es lo que le gusta?

El hombre volvió a dar una respuesta enigmática, no sin cierto placer.

-Que es un gran lugar común.

¡Obviamente, poh! ¡Inclusivo, poh! decían los mirones visiblemente satisfechos, atrayendo a más gente con sus expresiones regocijadas, de modo que muy pronto se formó en torno a él un pequeño aglomerado. El cíclope debió pensar que la estaba haciendo de oro, el reportaje de su vida quizás, y trataba de prolongar la entrevista con preguntas cada vez más puntudas. Grande, sí, dijo, el más grande América Latina, pero… común ¿por qué, amigo? Sí, poh, por qué, poh, retomaban los que iban llegando. Y ahí, él, ¿qué respondió? Al principio nada, porque la masa agarró dinámica propia. Porque aquí se viene a compartir, poh. Porque se entra gratis, poh, sin discriminaciones de ningún tipo, poh, ni de género ni de naa, poh, y al final del día salimos todos contentos, poh. ¿Y vo’ te quedai hasta el final del día? Chis, este no conoce ni las metáforas. Sí poh, está pior quil postino. Oiga, oiga, interrumpió el cíclope tratando de retomar la mano, agitando la que le quedaba libre, dejen hablar al hombre, díganos amigo ¿usted qué piensa?

-Bueno, yo estoy de acuerdo, pero lo evito.

A esa altura el regocijo era general. A pesar de sus prevenciones, el hombre también se estaba entreteniendo ¿Lo…evita? No poh, evito dijo, como el boliviano. Sí, evito dije, porque prefiero los desacuerdos ¡No, poh, si lo mejor son los grandes acuerdos nacionales, poh! Por algo somos todos chilenos, poh. Cállate oh, que esto va a pantalla junto a comerciales. Por eso mismo, poh, tremendo reitin. Sí, seguro amigo, esto va como por un tubo: el cíclope ya no cabía en sí de júbilo ¡Qué acontecimiento, señores! Pero ya nadie lo escuchaba. Ven que hay desacuerdo, dijo el hombre. No poh, son tonalidades dentro del sector, poh. Naa de tonalidades, poh, aquí estamos todos con la roja ¿o no? Claro, cuando no están con la negra.

¡Qué negra ni qué negra, naa que ver, poh! Sí, poh, ¿qué estay insinuando? Ya, déjenlo que se tome su machato tranquilo. Y vos ¿no tenís naa que hacer? Compaaarte, poh. Él pensó: ya derivaron. Recapacitó: no, en realidad están en el meollo del asunto. Porque comparte, sonaba como comprarte, y compartir como competir. Se preguntó lo que entendía la gente cuando le hablaban. Estaban en pleno mall y se dijo que había llegado el momento de partir.

-Espere -le dijo el cíclope al verlo levantarse-, ¿y usted quién es?

-¿Yo? Nadie, amigo.

¿Y se fue? Claro, pero igual lo ubicaron, gustó la secuencia en el canal ¿Y así fue que se encontró en ese programa cultural? Así no más.

-Chile es una estórdiga, respondió.

Perplejidad en la abundante y ondulada cabellera de rizos pegoteados y jaspeados con tonalidades de sector que lo estaba entrevistando. ¿Una…estórdiga? Sí, eso mismo. No crea que es peyorativo, aunque suene a estoque y a albóndiga… Pero, ¿cómo, una albóndiga, el país? Noo, la albóndiga es algo machacado (pensó en el desgraciado café del mall) y apelotonado, pelotitas en realidad; son como pelotitas de fútbol servidas en bandeja, nada muy desagradable…a los goleadores les encanta que les sirvan las pelotas en bandeja.

¿Y el estoque sería como para pincharlas entonces? Claro, podría ser, para metérselas enteritas a la boca ¿Y no para partirlas? Sí, también… partir la albóndiga no sería una mala cosa ¿no le parece? ¡Oiga! no se me salga pues…, reconfortada, ya en su salsa exagerada, la cabellera. Aplausos.

-Usted dijo en una ocasión que el mall era un gran lugar común.

No sólo el mall, todo el país quizás, y el mundo entero ¿Sabe? hubo un gran no premio nobel argentino que decía: si los lugares comunes son tan comunes, será que algo de verdadero tienen. La cabellera se anduvo perdiendo de nuevo y recibió unos manotones que la mandaban hacia atrás, pero siempre volvía. Ahh… salimos del mall entonces, atinó a decir por fin, después de haberse ajustado el audífono que tenía escondido entre sus rebeldes hebras. Ya…usted está hablando como de dichos… Sí, es un punto álgido del asunto ¡Ay! ¿llegamos al punto álgido? ¡tóquelo pues! La cabellera agitándose con guiños a la cámara (aplausos). No, tóquelo usted (aplausos), dígame algún adagio que conozca ¿Un adagio? Sí, un dicho cualquiera. Ahh…Humm… ¡Ya sé! Lo perfecto es enemigo de lo bueno. ¿Y usted cree en eso? Noo, es que yo soy tan perfeccionista… ¡Caramba, dos seguidos! (aplausos) ¡Oiga, aquí soy yo la que hace las preguntas! ¡Otro más! ¡No hay segundo sin tercero! (aplausos) ¡Oiga! ¿usted es el animador o el invitado? Si me permite: ni lo uno ni lo otro sino todo lo contrario (aplausos). Este es uno de los más conocidos, hasta los lustrabotas lo sacan cuando se les pregunta qué pie poner sobre el lustrín (aplausos).

-Bueno, nos hemos alejado del asunto -dijo la cabellera, después de un nuevo ajuste de audífono-. Díganos por qué Chile es una estórdiga.

-Porque es la mejor definición de este país, la definición perfecta… bueno ¡casi perfecta! (aplausos)

-¿Pero por qué? -abriendo unos ojazos azules a la cámara.

-Eso no se lo puedo decir, que cada uno haga el esfuerzo de abrir el diccionario (pifias y comerciales).

El hombre no volvió de comerciales. La bimbo, aliviada, continuó con un vasto panorama de la actualidad cultural del país.

 

*Imagen de portada: Obra de Luigi Stornaiolo

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