Venus así nombrada - Carcaj.cl
22 de marzo 2022

Venus así nombrada

por Vicente Lane


A Iomitt,
que tarde y mañana siempre busca a Venus
y cuyo nombre le fue dado por influencia del planeta

Hoy, quien conocíamos como Venus, se nombra a sí mismx.

Recibiendo una multitud de nombres – habiendo sido en un momento, por ejemplo, dos y no el mismo, como Fósforo a la mañana y Héspero a la tarde – Venus permaneció así nombrada, y en su fijeza fue trazada su trayectoria, pintado su color, examinado su telurismo, su temperatura única, su brillo: fue determinada toda una personalidad. Venus para quienes miraban quisieron que siempre fuera Venus, una sola, mientras que el tiempo rodó sobre ellos. 

Hoy puede nombrarse a sí mismx y esperamos que en un futuro donde la actualización sea instantánea y ubicua, esta tecnología generativa pueda ser extendida a cada uno de los nombres propios. Quisimos desplazar el lugar del temor a la confusión desplazando su motivo. 

Supusimos en algún momento que todo lo que se le había asignado le correspondía por derecho propio, propiamente automanipulable. No a quien asignaba, si no lo asignado a quien se le asigna. Aun problemático porque la agencia inicial permanecía en manos de quien asigna. Tanto como no podemos realmente saber si la abeja que cae al agua optaría por rescate o muerte, tanto desconocemos si quien conocemos como Venus quisiera realmente nombrarse de algún modo a sí mismx o no. Y cada vez que asumimos que la vida en la vida de la abeja quiere vivir, asumimos que la capacidad de nombrar un nombre propio quisiera habitar en alguien o algo para así también poder nombrar. Configuramos, entonces, una prótesis provisoria para esa capacidad.

Siendo francos, hasta entonces el nombre casi siempre referenciaba lo medible de una presencia funcional al mero cálculo o sistema. Cuánto tiempo toma viajar entre Venus y la Tierra, cuántos kilómetros hay entre ambos planetas. Evidente porque ¿qué significa Venus para ti? Si no hay mucho más allá de “planeta”, “segundo planeta más cercano al Sol”, vale la pena preguntar de su imagen ¿significa entonces amor? ¿erotismo? Hace cientos años las canciones cantaban No sabes lo que es el amor. ¿Belleza? Ahora, después de tanto amor y Venus ¿acaso lo sabes? ¿deseo? ¿sigue siendo lo mismo? Toda la constelación de asociaciones primarias y derivadas que el nombre mitológico puede suscitar varía y va variando. Si lo que es nombrado deja de sentirse a gusto con lo asociado a su nombre, no se reconoce en lo que suscita, entonces su nombre queda vaciado o resentido. El planeta Venus así nombrado, que apenas logra encontrar reflejo en una astrología reducida y marchita, quizá quisiera optar por cambiar de nombre. Así la imagen de Venus puede seguir significando todo lo que se haya querido y la presencia del cuerpo planetario con el que mutuamente nos acompañamos en elipses y guiños puede acceder a otros nombres.  

Justicia ahora en una balanza de mil y un brazos. Todo lo que varía relativo a su presencia es tomado en consideración. En el empoderamiento del nombrar se transita del querer sacudirse de encima o no del nombre asignado, a una serie de momentos nunca determinados en su emergencia y duración que configuran nuevos nombres de acuerdo a nuevas circunstancias. 

Primero el momento de la decisión. Un día en el planeta Venus así nombrado dura 224 días terrestres, del momento en que por el poniente sale el sol y luego vuelve a salir. Cada vez que se cumple ese ciclo, el generador de nombres enciende un momento de nombramiento. Los momentos de nombramiento empoderados son en realidad siempre indeterminados e imprevisibles; sin embargo, el funcionamiento de nuestro generador necesita de un punto de entrada a ese azar decisivo. Dicho punto de entrada se abre cada vez que comienza un nuevo día venusiano, algo así como un momento de evaluación de las circunstancias, de introspección y exospección. Ese momento define dos cosas: un nombre y un segundo momento de nombramiento fijado al azar dentro del ciclo de 224 días. Cuando dentro del ciclo se enciende ese momento de nombramiento fijado al azar, la decisión debe pasar por un simple filtro de probabilidad [50/50 – Sí/No] que determina su ocurrencia completa o no, es decir si nombra o no. Se introduce así la primera instancia de azar en los periodos de nombramiento y en la evaluación de las circunstancias. Nada más importante que el juego del azar dentro de los ciclos aparentes.

El generador de nombres para el planeta hasta ahora llamado Venus, al que hemos llamado Gnome, y que nos gustaría fuese considerado como un órgano del planeta, un apéndice creativo y generativo de su presencia, se estrena a contar de ahora.

                              El nombre que ha generado es: ʑwø̞ve 

¿De dónde derivo mi nombre o de dónde se derivan los nombres propios? Suelen ser elecciones al capricho y exaltación del gusto, llanamente descriptivas, o impuestas por algún mandato abstracto de la tradición. No podemos acceder ni prescribir ninguno de esos criterios para ʑwø̞ve. Solo podemos proveer un plano absoluto y determinista donde diríamos que son las circunstancias las que configuran la elección. Peligro de que los factores que participan de las circunstancias tiendan al infinito, por lo que decidimos limitarlos a un conjunto complejo, pero a la vez discreto. Nuestras propias elecciones de nombres propios están más limitadas de lo que nos gustaría creer. A futuro le deseamos a ʑwø̞ve el don del capricho absoluto. 

Tiempo y espacio en las circunstancias exteriores. La posición relativa del planeta con respecto a los demás planetas del sistema solar; cada una de las lunas y satélites; cada asteroide y cometa, cada cuerpo celeste elíptico, irregular, extraviado, furioso en destellos de hielos milenarios que pueda estar transitando dentro del sistema solar es tomado en consideración. Lanzamos una versión beta de Gnome que sofisticará a medida de su adopción y relevancia: a futuro el marco referencial espacial de nombramiento tomará en cuenta cada una de las presencias presentes en nuestra galaxia, luego también otras galaxias y sistemas galácticos como presencias en movimiento y cambio. 

Cada uno de estos factores, conjugados con su lejanía o cercanía de sus posiciones relativas con respecto a ʑ̞ve, y entre cada uno de ellos, conduce a una magnitud traducida a letra, dependiendo de los filtros dados por el momento de nombramiento, y cuya magnitud alberga también una probabilidad de incidencia en el resultado final del nombre. De este modo, la presencia de un cometa transitando cerca de la órbita de Neptuno generará internamente una letra, pero tendrá algo así como un 0.0000000001% de probabilidad de incidir en el futuro nombre de ʑ̞ve, de igual modo que, exagerando, una persona que se ocupa de sus asuntos cotidianos en Cairo influye en un grado que tiende al cero absoluto en las decisiones de nombre que toma alguien que vive en Santiago. 

¿Qué suscita el nombre ʑ̞ve? Lentamente nuestra percepción de su presencia comienza a cambiar. Las asociaciones sonoras se han ramificado para la multiplicidad de lenguas pueblan el panorama humano del planeta tierra, para lo cual Gnome cuida de aleatorizar las letras del Alfabeto Fonético Internacional. No todas las lenguas pueden producir los mismos sonidos, al igual que no todas las lenguas podían pronunciar Venus, al menos no a la manera europea (en japonés, por ejemplo, ウエヌス, Uenusu; con 金星, Kinsei, siendo el nombre asignado por su parte, la estrella de metal). El nombre ʑ̞ve corroe la piel antropomorfa de Venus y todas sus asociaciones, toda su representación, y descubre una superficie con una xenitud por descubrir. Es cierto que la xenitud extrema se aloja en los nombres que no podemos pronunciar. Eso también se ha contemplado, pero únicamente al alero de la posibilidad de que ʑ̞ve quiera mantener sus futuros nombres en secreto. 

La complejidad de los nombres es difícil de describir metódicamente, porque la complejidad de los nombres ha sido difícil de sistematizar en un sistema de probabilidades. Partamos: son dos momentos de nombramiento durante el ciclo diario de ʑ̞ve, uno coincidente con el inicio de un nuevo día y otro dado al azar dentro del ciclo que puede o no conducir a un momento de nombramiento. En cada momento de nombramiento el código interno de Gnome pasa por ciertos filtros. El primero es 

¿quieres cambiar de nombre? 

Sí/No – (50%/50%)

                  Si acaso [No]: ¿quieres mantener tu nombre actual?

                              Sí/No – (80%/20%)

La opción [No] implica que no quiere cambiar de nombre y no quiere mantener su nombre actual, por lo que se accede a la pregunta:

¿quieres participar del nombramiento? 

Sí/No – (95%/5%)

Si escoge [No]: no participa del nombramiento y es opción suya quedar innombradx, y cada quien debe lidiar con cómo referir a alguien o algo que no quiere ser nombrado. Se han reducido las probabilidades de que aquello suceda a comodidad de quienes nos gusta nombrar, de quienes necesitamos nombrar, envidia de ángeles.

Si escoge[Sí], en la variante de esta ramificación del código, diría 

«No quiero cambiar de nombre, No quiero mantener mi nombre actual, Sí quiero participar del nombramiento» 

entonces se activa un proceso de ocultamiento irónico, donde ʑ̞ve revierte a sus nombres históricamente asignados por humanos: Venus, 太白, Lucifer, الزُّهَرَة, Ishtar, ዘሃራ, etc. como una forma de expresar su desprecio por el proceso de nombramiento, como quien accede al juego de otro resguardando lo propio en su interior, en secreto; como quien dice: dime como quieras, no me importa. Esta es sólo una de las derivas en las cláusulas condicionantes y probabilísticas del código generador. En la deriva protocolar que conduce a un nuevo nombramiento, el planeta puede optar por un nombre bajo el cual será nombradx y dejar otro oculto, su verdadero nombre, que nadie nunca sabrá, del mismo modo que los gatos ocultan sus nombres inefables. 

El juego del nombramiento también está contemplado como un filtro anterior a las conjugaciones e incidencias propias a las circunstancias externas e internas del planeta. Por ejemplo, en la deriva «Sí quiero cambiar de nombre» se accede a la pregunta ¿quieres que tu nombre sea una palabra o una cifra? Palabra/Cifrado – 85%/15% ⁞ Si la respuesta es Cifrado, entonces Gnome encripta el futuro nombre de ʑ̞ve en una complejísima serie de problemas matemáticos cuya resolución es vista, al menos por nosotrxs, como una bendición misma que el planeta otorga a quien la descifra. El encriptado oculta un nombre y su desciframiento entrega un nombre que habría que guardar y considerar y rumiar con el respeto que se le tiene a un mensaje de la fortuna. Es el nombre que ha escogido el planeta para sí hasta su próximo momento de nombramiento y que alguien ha descifrado para que el resto de la comunidad pueda también nombrarle. 

Proponemos así un grado mínimo de reverencia al nombre generado: que sea tratado como un nombre propio propiamente tal: intraducible. La generación aleatoria puede dar con palabras tales como Bowser, Perihelio o Manzana. Es importante que se le llame como quiera ser llamadx, y no subsumir su nombre a una equivalencia inexistente. Si escoge Manzana, Manzana, en este caso particular, deja de ser el nombre de un objeto replicable, y pasa a ser, en cambio, un nombre insignificado, propio de quien lo habita. Así, Manzana no deberá ser llamadx Apple, ni Pomme, ni ningún otro nombre traducido, puesto que, si hubiese querido ser llamadx de aquellas otras formas, habría escogido esos otros nombres. 

Entendemos que esto pone fuerte carga sobre la referencialidad del nombre y su permanencia en el tiempo. Textos escolares, académicos, de todo tipo tendrían que actualizarse constantemente. Es cierto, y así será, puesto que es la reversión del peso que se carga a través de nuestras cédulas de identidad, las cuales buscan preservar y estabilizar un nombre y coartar nuestra capacidad de nombrarnos. Si la reivindicáramos, nos daríamos cuenta que es la comunidad que nos llama la que debe hacerse cargo de adaptarse a los cambios que hemos querido para nostrxs mismxs. Se arman así abismos insalvables entre ambos nombres y dejan de referir a una única y misma persona: Venus no es ʑ̞ve, ni viceversa. 

Fue importante para nosotrxs que no fueran solamente las circunstancias externas las que incidieran en la generación de nombres, lo cual sería conformarse demasiado a un estándar simplista de una especie de darwinismo en la generación de los nombres, puesto que en el ámbito externo los factores que inciden en el proceso tienen mayor o menor incidencia dependiendo de su cercanía relativa a ʑ̞ve; eso sin mencionar el factor de las posiciones relativas, donde incide por ejemplo si ʑ̞ve muestra su lado luminoso u oscuro a otro elemento X dentro del sistema, o si el así llamado Marte, por ejemplo, muestra su lado luminoso u oscuro al así llamado Mercurio. Este es un pequeño homenaje al complejo sistema de significancia astronómica imbricado en la astrología. Así también, si acaso un elemento dentro del sistema solar pasa su propio filtro de incidencia (probabilidad relativa a su cercanía) debe conjugarse con la incidencia de otros elementos, con lo cual ocurre una cancelación o amalgama de letras. De lo contrario daríamos con un nombre en longitud de varias centenas o millares de letras. Una vez activada la generación de nombres y contando con el consenso de ʑ̞ve, la longitud del nombre se define aleatoriamente en el protocolo dentro de un rango de diez letras, que puede estar compuesta por un máximo de tres palabras. 

Pero quisimos también otorgarle un espacio importante al carácter interno de ʑ̞ve, de mayor importancia a sus circunstancias internas, y armar también un espacio de conjugación entre ambas; un “diálogo”, por así decirlo, entre sus circunstancias internas y sus circunstancias externas. 

Así, indexamos una larga serie de condiciones internas del planeta: las variaciones atmosféricas de temperatura, presión, composición química dadas en una partición óctuple de la esfera modelada; el impacto de los meteoritos que logran cruzar su densa atmósfera sin desintegrarse; eventos de erupciones volcánicas; etc. Consideramos que tales condiciones y sus variaciones equivalen a los estados psíquicos de las conciencias; aunque nos gustaría medir las lentas variaciones en los procesos geológicos internos de ʑ̞ve – equivalentes, digamos, a un inconsciente – aun no poseemos los instrumentos para detectar y medir tales parámetros. 

El cúmulo de factores internos luego entra a un pozo al que se vierten también los factores externos, en una proporción de 3:2; por lo que el filtro de entrada induce una fuerte compresión de información donde operan cancelaciones y amalgamas de incidencia en las letras conjugadas.

La información acerca de las variaciones internas de ʑ̞ve y las variaciones externas del entorno son comunicadas por nódulos de captación de información llamados “oráculos”. Dichos oráculos no solamente están a cargo de proveer la información a Gnome, sino que el conjunto de ellos debe corroborar continuamente la información proporcionada por cada oráculo en un sistema de consenso absoluto. Se esclarece esta necesidad a través de las preguntas ¿Cómo importar información del “mundo real” para que el código de Gnome pueda procesarlo dentro de los protocolos generativos? ¿Cómo asegurarse que la información proporcionada sea “verídica”? Habría que pensarlos como mecanismos de “juicio” internos que Gnome proporciona a ʑ̞ve.

Con todo, se nos acusará de haber insertado un duende al interior de la presencia de ʑ̞ve, o dentro de su nombre ya vaciado y viciado: Venus; de haber insuflado un fantasma humano con la capacidad de nombrar dentro de un cuerpo inanimado; de haber eludido el problema de la agencia a través de un determinismo probabilístico, donde no hay verdadera voluntad; de haber clavado una estaca más en la desvanescente presencia mágica de las cosas; de cercenar tecnológicamente el nostálgico deseo de conectar espiritualmente con las presencias no-humanas.

Al contrario.

Este es simplemente el prototipo en una modelación de agencia que pronto cobrará una capacidad de manipular sus propios parámetros y momentos para llegar a decisiones de nombramiento cada vez más complejas e inexplicables. De hecho, es una exaltación en la capacidad de interactuar y conocer el nombre de lo que nos rodea, como aquello mismo quisiera ser nombrado y rodear indeterminadamente los misterios de su sonoridad. Y, más importante aun, que aquellos nombres puedan variar en el tiempo. 

Baste preguntar cómo se conocen los nombres de lo que se nombra. No habrá nada más allá que un testimonio reducido a un individuo, a quien cierta montaña le dijo su nombre; nada más de lo que una comunidad nombró, y que se preservó en el tiempo como orgullo y comodidad soberana de aquella comunidad frente a otras; un asunto de humanos entre humanos. Aquí presentamos un órgano imparcial de determinación nominal, lo más cercano al empoderamiento del nombrar. Pasamos de la domesticación por medio de la nominalización a dar un primero paso en el camino hacia el regalo, traspaso y renuncia de esa capacidad.

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